A la conquista del Dorado amaz¨®nico: por qu¨¦ Bolsonaro triunfa en el territorio m¨¢s salvaje
Los brasile?os que migraron a la Amazonia y que explotan la riqueza virgen, espoleados por el presidente Bolsonaro, no entienden que se les acuse de cr¨ªmenes medioambientales
Para comprender el pulso que se libra actualmente en la Amazonia brasile?a entre preservaci¨®n y destrucci¨®n no hay principio m¨¢s elemental que el de frontera. Frontera entendida no como un conf¨ªn o un l¨ªmite, sino como un ¨¢rea de expansi¨®n y oportunidad en los t¨¦rminos definidos por el padre de este concepto, el historiador estadounidense Frederick Jackson Turner. Un El Dorado contempor¨¢neo que debe ser conquistado por el pionero, quien est¨¢ emplazado a generar bienestar para s¨ª y para la naci¨®n con las exuberantes riquezas que all¨ª aguardan.
La gran selva tropical del planeta y ...
Para comprender el pulso que se libra actualmente en la Amazonia brasile?a entre preservaci¨®n y destrucci¨®n no hay principio m¨¢s elemental que el de frontera. Frontera entendida no como un conf¨ªn o un l¨ªmite, sino como un ¨¢rea de expansi¨®n y oportunidad en los t¨¦rminos definidos por el padre de este concepto, el historiador estadounidense Frederick Jackson Turner. Un El Dorado contempor¨¢neo que debe ser conquistado por el pionero, quien est¨¢ emplazado a generar bienestar para s¨ª y para la naci¨®n con las exuberantes riquezas que all¨ª aguardan.
La gran selva tropical del planeta y el extraordinario r¨ªo Amazonas ¡ªel mayor y m¨¢s caudaloso de todos¡ª causaron fascinaci¨®n en Occidente tras la conquista de Am¨¦rica. Su majestuosidad hechizaba. Pero la inmensa selva y su entorno salvaje hac¨ªan de ella un territorio inasible, casi impropio al desarrollo humano. Y hubo quien lo intent¨® con ah¨ªnco, como Henry Ford, quien en 1928 erigi¨® una ciudad-f¨¢brica a orillas del r¨ªo Tapaj¨®s donde producir caucho para sus autom¨®viles. Dos d¨¦cadas y decenas de millones de d¨®lares despu¨¦s, tuvo que cerrar, en un ejemplo paradigm¨¢tico de que la Amazonia era capaz de someter hasta al padre del industrialismo moderno.
Todo cambi¨® con el golpe de Estado militar brasile?o de 1964. El r¨¦gimen, como tantos otros de su especie, impuls¨® un acelerado crecimiento econ¨®mico para justificar la falta de libertades. La Amazonia fue entonces situada en el centro de una pol¨ªtica de desarrollo de una magnitud sin precedentes. En menos de dos d¨¦cadas, el Estado construy¨® miles de kil¨®metros de carreteras cortando la jungla, abri¨® ingentes minas para explotar yacimientos de oro y mineral de hierro y erigi¨® presas para aprovechar el potencial hidroel¨¦ctrico de la cuenca amaz¨®nica. La punta de lanza de esta estrategia fue la ¡°colonizaci¨®n¡± de la regi¨®n. Primero, por medio de una migraci¨®n masiva de campesinos procedentes de ¨¢reas densamente pobladas de Brasil, a quienes se les prometi¨® un generoso pedazo de jungla a cambio de deforestarla y labrarla. A partir de 1974, la dictadura ech¨® mano del capital y concedi¨® a corporaciones como Volkswagen grandes extensiones de tierra y beneficios fiscales para convertir la selva en ¡°productiva¡±.
¡°Tierra sin hombres para hombres sin tierra¡± fue el eslogan que galvaniz¨® a buena parte de la sociedad. En adelante, la Amazonia no ser¨ªa ya percibida en el imaginario colectivo como un lugar remoto y hostil, sino como un trampol¨ªn hacia la prosperidad, seg¨²n el antrop¨®logo Jeremy Campbell. ¡°Bajo la dictadura y durante el largo [proceso de] apertura en que la democracia fue restablecida [1985], la Amazonia devino una frontera de desarrollo [¡] una terra nullius que ped¨ªa ser ocupada y desarrollada¡± (Conjuring Property, University of Washington Press, 2015).
El historiador John Hemming (Tree of Rivers, Thames & Hudson, 2009) calcu?la que la regi¨®n pas¨® de 2 a 20 millones de habitantes entre 1960 y 2000 como consecuencia de este ciclo migratorio. Decenas de miles de familias que buscaban tierra, fortunas fulgurantes en minas como Sierra Pelada o empleos en la construcci¨®n de infraestructuras cargaron todas sus pertenencias en camiones y se mudaron en masa a las localidades y pueblos que crec¨ªan al borde de las nuevas carreteras. Este flujo de pioneros, tanto por su magnitud como por las escaramuzas que provoc¨® la resistencia de los aut¨®ctonos a la invasi¨®n de sus ¨¢reas, recordar¨ªa a la conquista del Oeste americano del siglo precedente.
Si queremos salvar la Amazonia m¨¢s nos vale escuchar ¡ªque no compartir¡ª los argumentos de quienes all¨ª habitan
Es precisamente sobre esta visi¨®n posibilista de la frontera que el presidente brasile?o, Jair Bolsonaro, nost¨¢lgico declarado de la dictadura, articula su pol¨ªtica en la Amazonia. El suyo es un deliberado envite para fomentar un nuevo ciclo expansivo a trav¨¦s de la supresi¨®n de las cortapisas legales que protegen el medio ambiente y los derechos de los indios. Por eso defiende a ultranza a madereros clandestinos, acaparadores de tierra y mineros ilegales que contaminan con mercurio ¨¢reas que atesoran una biodiversidad ¨²nica. A ojos de la ley son infractores, pero para Bolsonaro son ¡°productores¡± maniatados por ¡°la industria de la multa¡±.
Para el presidente brasile?o, la legislaci¨®n impide el progreso, sobre todo en lo que hoy es verdaderamente el ¨²ltimo reducto de la frontera: las reservas ind¨ªgenas. Con ¨¢reas que suman un mill¨®n de kil¨®metros cuadrados ¡ªes decir, la superficie de todo Egipto o poco menos que dos veces la de Espa?a¡ª, las reservas y su imponente selva, colindante en muchas regiones a los monocultivos de soja, suponen una muralla a derribar, un l¨ªmite que debe franquearse si Brasil quiere consolidar su estatus de coloso agr¨ªcola (ya exporta 95.000 millones de d¨®lares de alimentos al a?o a m¨¢s de 100 pa¨ªses).
No es una cuesti¨®n balad¨ª, sobre todo en un planeta de poblaci¨®n creciente y recursos escasos. Como la Constituci¨®n impide estas actividades en esas ¨¢reas, Bolsonaro esgrime el consabido argumento civilizatorio para tratar de que el motor del cambio sean los propios ind¨ªgenas. Propone al otro ¡ª¡°cada vez m¨¢s, el indio es un ser humano igual a nosotros¡±¡ªguiarle hacia la prosperidad, adonde solo se llega abriendo las reservas, pues, en la l¨®gica de la frontera, todo lo que no sea progreso es decadencia.
Los axiomas anteriores son de fundamental comprensi¨®n para entender por qu¨¦ Bolsonaro arras¨® en las elecciones de 2018 en buena parte de la Amazonia. No se trata solo de que las ¨¦lites agroindustriales le apoyaran masivamente. Su discurso cal¨® tambi¨¦n con fuerza entre personas de clase media que migraron, prosperaron tras enfrentarse al peligro de los jaguares y la malaria, que se deslomaron con hachas y machetes para abrir palmo a palmo lo que hoy son dehesas y plantaciones de soja. Fueron incentivados por el Gobierno militar a deforestar y ahora perciben como una incongruencia que sean vistos como criminales ambientales.
Si queremos salvar la Amazonia, m¨¢s nos vale escuchar ¡ªque no compartir¡ª sus argumentos. No son negacionistas del cambio clim¨¢tico o antiecologistas recalcitrantes. Arguyen, por ejemplo, que ya hacen su parte en la lucha contra el calentamiento global, pues la ley obliga a agricultores y ganaderos establecidos en la Amazonia a conservar como reserva forestal un 80% de su propiedad (es como si el Gobierno solo le permitiera a usted hacer uso de un 20% de los espacios de su casa). Todo eso despu¨¦s de que Europa, Estados Unidos y, m¨¢s recientemente, China arrasaran sin contemplaciones sus propios recursos forestales.
¡°Bolsonaro tuvo aqu¨ª el 79% de los votos. Si se vuelve a presentar, esperamos que tenga el 100%. Nos gusta mucho¡±, nos dijo Agamenon Menezes, presidente del Sindicato de Productores Rurales de la ciudad de Novo Progresso, en el Estado amaz¨®nico de Par¨¢. Es precisamente en esta ciudad, enclavada entre reservas ind¨ªgenas y parques naturales, donde la polic¨ªa investiga uno de los mayores focos de los incendios que provocaron estupefacci¨®n el verano pasado.
El mantra que se repite en la peque?a e inh¨®spita Novo Progresso es uno com¨²n en la frontera: los indios no producen nada; nosotros somos el progreso. Un progreso que, por si fuera poco, tiene hoy un mercado garantizado con nombre propio: China. Destino de un tercio de las ventas brasile?as de alimentos o m¨¢s de 30.000 millones de d¨®lares por a?o, el gigante asi¨¢tico es el socio perfecto: tiene un hambre voraz de commodities y no hace preguntas inc¨®modas sobre ecolog¨ªa o derechos ind¨ªgenas. A la dictadura china poco le importa que el 20% de la selva amaz¨®nica haya sido ya arrasada.
Heriberto Ara¨²jo, periodista, trabaja en un libro sobre la miseria humana que causa la destrucci¨®n de la Amazonia. Melissa Chan es reportera especializada en temas transnacionales y en China. Ambos viajaron a la Amazonia brasile?a con el apoyo del Pulitzer Center.