Un cuarto propio conectado: hace mucho que so?aba con el teletrabajo
Desde que me recuerdo 'habitando' en Internet he deseado f¨®rmulas que no implicaran, como hasta hace poco, duplicar los tiempos y las energ¨ªas desplaz¨¢ndonos y contaminando
Si lo primero que necesita un cuarto propio conectado es conexi¨®n y una puerta, lo que necesita un cuerpo propio conectado son p¨¢rpados. Un cierre que ayude a pensar y a frenar la inercia del mundo online intrusivo en requerimientos, disponible todo el tiempo, donde aparecemos juntos pero habitualmente desactivados en lo colectivo, con las compuertas de la intimidad en riesgo de quedar abiertas, m¨¢s libres aqu¨ª o all¨ª, pero difuminando la desigualdad de muchos escenarios donde la conciliaci¨®n y la materialidad de las vidas pueden pasar inadvertidas.
Escribo este p¨¢rrafo mi...
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Si lo primero que necesita un cuarto propio conectado es conexi¨®n y una puerta, lo que necesita un cuerpo propio conectado son p¨¢rpados. Un cierre que ayude a pensar y a frenar la inercia del mundo online intrusivo en requerimientos, disponible todo el tiempo, donde aparecemos juntos pero habitualmente desactivados en lo colectivo, con las compuertas de la intimidad en riesgo de quedar abiertas, m¨¢s libres aqu¨ª o all¨ª, pero difuminando la desigualdad de muchos escenarios donde la conciliaci¨®n y la materialidad de las vidas pueden pasar inadvertidas.
Escribo este p¨¢rrafo mientras recibo cuatro mensajes de trabajo, aplazo una videollamada y gestiono con el carpintero la instalaci¨®n de una puerta que me permita dividir y acondicionar mi casa-habitaci¨®n para que las personas que aqu¨ª habitamos podamos teletrabajar hablando al mismo tiempo. La casa, sea habitaci¨®n o sea casa, es el lugar donde vivimos y ahora es adem¨¢s el lugar donde muchos trabajamos. No es algo nuevo, aunque s¨ª el grado en que se est¨¢ asentando. Claro que no todo el mundo puede teletrabajar, ni en todos los espacios podemos hacerlo. Probablemente quienes cuentan con m¨²ltiples habitaciones, jard¨ªn y caseta para el perro no tengan dificultad para encontrar un espacio tranquilo y con puerta, pero s¨ª quienes viven en comprimidas estancias urbanas o quienes se plantean ahora regresar a pueblos donde Internet no est¨¢ asegurado. Estos condicionantes materiales en los usos de espacios y tiempos se derivan de un cambio de modelo laboral anunciado, pero ahora apremiante y forzoso. Las dificultades vienen no solo de la mutaci¨®n tecnol¨®gica y cultural acelerada por la pandemia, sino del andamiaje social. Porque, te¨®ricamente, el teletrabajo podr¨ªa hacernos m¨¢s libres no at¨¢ndonos a un lugar, ayudarnos a conciliar, permitirnos habitar los pueblos y repensar las ciudades, implicarnos m¨¢s profundamente con el cuidado del planeta, incluso, y desde un abordaje en este caso personal, contrarrestar las dificultades de los cuerpos enfermos, cansados o t¨ªmidos. Pienso en m¨ª misma, en las condiciones que la pantalla me brinda con un cuerpo deficitario que ve poco y oye peor. Si estas mermas me empeque?ecen cuando el cuerpo va conmigo y estoy con usted, pongamos en una oficina, se diluyen en la pantalla donde los contrastes, lupas y altavoces de mi cuarto conectado me amplifican e igualan llamativamente.
Por muy cansados que los afortunados de teletrabajar estemos de la saturaci¨®n de reuniones virtuales y de ver a los otros como fotograf¨ªas de cabezas parlantes entre cuadr¨ªculas, recuerdo nuestra vida de antes, rodando por carreteras y calles recalentadas, nuestro trasiego entrando y saliendo en vagones de tren y despachos, besando a los virus con las manos, mont¨¢ndolos desde los pomos de las puertas, abraz¨¢ndolos en la despedida con dedos, aliento y nariz. La globalizaci¨®n ha normalizado la sensaci¨®n de que ser productivos era estar activos y movi¨¦ndonos, desplaz¨¢ndonos, incluso cuando no era necesario.
?Ha tenido que pasar todo esto para que muchos conf¨ªen en la responsabilidad de los trabajadores y dejen de entender el trabajo de manera acomplejada confundi¨¦ndolo con ¡°ese lugar al que se va¡± y no con ¡°esa pr¨¢ctica que se realiza¡±? Cierto que las condiciones de digitalizaci¨®n y teletrabajo son a¨²n muy mejorables, pero son modificables y su alternativa es imprescindible para humanos y planeta.
Desde que me recuerdo habitando en Internet he so?ado con f¨®rmulas de teletrabajo que no implicaran, como hasta hace poco, duplicar los tiempos y las energ¨ªas desplaz¨¢ndonos y contaminando calles y ciudades hasta los lugares de trabajo parapetados detr¨¢s de m¨¢quinas para fichar. ¡°Fichar, firmar y fichar¡± y, al volver a casa, a nuestro cuarto propio conectado, seguir (o empezar) con los trabajos que exig¨ªan la mayor concentraci¨®n del ¡°espacio propio¡±. Tiempos duplicados y trabajo que a menudo implicaba noches, fines de semana o vacaciones. De hecho, es altamente probable que usted que lee estas l¨ªneas siga manteniendo esta inercia, y tambi¨¦n dedique parte de sus vacaciones de ahora a recuperar tareas que requer¨ªan silencio y concentraci¨®n.
Suspiro al recordar que un tiempo de concentraci¨®n y silencio es el regalo empaquetado que habr¨ªa querido recibir yo en mis ¨²ltimos cumplea?os. Tanto es as¨ª que, aunque para muchos el confinamiento haya sido un periodo de par¨¢lisis y miedo, para algunos de nosotros este tiempo de reclusi¨®n ha sido tambi¨¦n la oportunidad de recuperar una atenci¨®n degradada por la vida contempor¨¢nea, cada vez m¨¢s te?ida por la ansiedad, la contingencia y la precariedad, esos lenguajes afectivos de la econom¨ªa global que caracterizan especialmente los trabajos inmateriales de ahora. Dur¨® poco. Pronto la concentraci¨®n deriv¨® en rebosamiento de tareas y telepresencia, d¨¢ndonos la sensaci¨®n de no poder parar, de que, conectados y en casa, siempre quedan cosas por hacer, demandas que atender. Desde que la tecnolog¨ªa nos permite llevar el trabajo con nosotros, siempre est¨¢ disponible a golpe de bot¨®n y no est¨¢ siendo f¨¢cil gestionar los tiempos de desconexi¨®n y descanso. Puede que nos estemos liberando de la duplicidad de trabajar en oficina y en casa, pero estamos perdiendo los tiempos de tr¨¢nsito, asumiendo el riesgo de permanecer siempre enganchados, como sin p¨¢rpados.
Ocurre adem¨¢s que no siempre las potencialidades del teletrabajo se sostienen en un contexto social con garant¨ªas. El caso m¨¢s claro es la conciliaci¨®n, para la que el teletrabajo podr¨ªa ser una herramienta transgresora, pero tal como hemos vivido el confinamiento se ha convertido en una dur¨ªsima mochila para muchas personas, en su mayor¨ªa mujeres. Esta situaci¨®n las ha hecho especialmente vulnerables, incentiv¨¢ndolas a cargar con la responsabilidad de gestionar el cuidado de los ni?os (sin escuelas) y de los ancianos (sin residencias). ?C¨®mo teletrabajar cuando los dependientes van en tu espalda o se agarran a tu mano?, ?c¨®mo evitar pedir media jornada, o una excedencia para a partir de ah¨ª quedarte m¨¢s y m¨¢s atr¨¢s hasta decidir, como antes, como tantas, dejar el trabajo?
Urge imaginar y planificar colectivamente esta transformaci¨®n social y tecnol¨®gica en sus desaf¨ªos en ciernes, antes de que solo primen m¨¢ximos beneficios y m¨ªnimos costes acallando a los trabajadores en la normalidad que no queremos. Las formas de teletrabajo por venir no deben resignarse a un mero cambio de ubicaci¨®n, es un cambio de cultura lo que estamos gestando.
Remedios Zafra es ensayista. Su ¨²ltimo libro es ¡®El entusiasmo. Precariedad y trabajo creativo en la era digital¡¯ (Anagrama).
¡®Nueva normalidad¡¯ es una serie de textos acerca de experiencias personales durante la pandemia.