¡°Nos veremos en el infierno¡±
Zuckerberg deber¨ªa someterse, y lo antes posible, a las leyes antimonopolio que regularon a Rockefeller o Mellon
No es la primera vez que un peque?o grupo de personas consigue acumular fortunas tan extraordinarias que sus contempor¨¢neos pueden decir, con raz¨®n, que nunca antes fueron vistas. Los Zuckerberg (Facebook y WhatsApp), Bezos (Amazon), Gates (Microsoft), Page (Google) o Musk (Tesla) que triunfan en el mundo digital se llamaban en otra ¨¦poca Carnegie o Frick (acero), Rockefeller o Mellon (petr¨®leo) o Vanderbilt y Crocker (ferrocarriles). En todos los casos, se podr¨ªa decir, como alega ...
Reg¨ªstrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PA?S, puedes utilizarla para identificarte
No es la primera vez que un peque?o grupo de personas consigue acumular fortunas tan extraordinarias que sus contempor¨¢neos pueden decir, con raz¨®n, que nunca antes fueron vistas. Los Zuckerberg (Facebook y WhatsApp), Bezos (Amazon), Gates (Microsoft), Page (Google) o Musk (Tesla) que triunfan en el mundo digital se llamaban en otra ¨¦poca Carnegie o Frick (acero), Rockefeller o Mellon (petr¨®leo) o Vanderbilt y Crocker (ferrocarriles). En todos los casos, se podr¨ªa decir, como alega la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, que ese tipo de fortunas es un fracaso de la pol¨ªtica y que es la pol¨ªtica la que debe poner remedio a tales concentraciones de poder, porque en la inmensa mayor¨ªa se trata de negocios que hacen su ventura aprovechando la falta de leyes que los regulen e impidan pr¨¢cticas monopol¨ªsticas.
Ya en 1873, Mark Twain escribi¨® una novela (The Gilded Age: a Tale of Today) para describir una ¨¦poca en la que una formidable oleada de industrializaci¨®n, casi tan loca y r¨¢pida como la actual digitalizaci¨®n, cre¨® en paralelo una clase ¡°t¨¦cnica¡± en progreso, grandes corrientes de migraci¨®n, enormes bolsas de pobreza y los llamados robber barons, empresarios poco escrupulosos que compraban influencia y hac¨ªan desaparecer la competencia.
Los robber barons del XIX o del XX fueron pronto objeto de leyes antimonopolio: la Sherman Antitrust Act es de 1890, por ejemplo. Y desde luego nunca lograron controlar el mundo de la informaci¨®n. Cierto que compraron peri¨®dicos y emisoras de radio, pero los medios t¨¦cnicos nunca les permitieron monopolizar el sector y los pol¨ªticos de la ¨¦poca reaccionaron r¨¢pidamente a esa concentraci¨®n empresarial. Ya en 1927 existi¨® una Federal Radio Act y la precursora de la actual Comisi¨®n Federal de Comunicaciones (FCC) de Estados Unidos es de 1934. Bajo la presidencia de Trump, la FCC relaj¨® sus normas para impedir que una misma empresa posea emisoras de radio, de televisi¨®n o peri¨®dicos, en papel o digitales, que superen una determinada audiencia en un determinado Estado, pero su decisi¨®n fue rechazada por los tribunales y est¨¢ actualmente pendiente de una sentencia de la Corte Suprema.
La cuesti¨®n es que los medios de comunicaci¨®n est¨¢n sometidos, mal que bien, en casi todo el mundo, a leyes antimonopolio que garantizan la pluralidad de puntos de vista y l¨ªneas editoriales distintas y contrapuestas. Por eso, porque se garantiza la pluralidad y porque son medios con una l¨ªnea editorial p¨²blica y notoria, que responden ante los tribunales por aquello que publican o emiten, pueden en un momento dado interrumpir un discurso electoral del presidente de Estados Unidos o de cualquier candidato, sin que sufra por ello la democracia. No tiene nada que ver con lo que han hecho Facebook y Twitter al cerrar por iniciativa propia las p¨¢ginas del presidente Trump. Ni Facebook ni Twitter son medios period¨ªsticos, sino simples plataformas de comunicaci¨®n entre usuarios, sin l¨ªnea editorial, y no est¨¢ dentro de sus capacidades suprimir la comunicaci¨®n como no lo estar¨ªa en la de una empresa telef¨®nica impedir usar un m¨®vil o un t¨¦lex a quien no le gusta. El caso Trump pone de manifiesto mejor que ning¨²n otro la diferencia entre periodismo y comunicaci¨®n, entre empresas de medios y empresas que son plataformas tecnol¨®gicas, con 1.000 millones de usuarios. Zuckerberg deber¨ªa dejar en paz a sus usuarios hasta que un juez o una ley diga que hay cosas que es ilegal que publique y someterse, eso s¨ª y lo antes posible, a las leyes antimonopolio industrial que regularon a Rockefeller, Mellon o Frick.
Cuentan que Andrew Carnegie, que dedic¨® el final de su vida a la filantrop¨ªa, pero que fue un tibur¨®n temible, intent¨® en sus ¨²ltimos d¨ªas propiciar un encuentro con Henry Frick, otro escualo de su misma edad y especie, y envi¨® para ello a un amigo com¨²n con una carta en la que ped¨ªa un encuentro. Frick, que nunca hizo obras de caridad sino que se distra¨ªa coleccionando arte, contest¨®: ¡°D¨ªgale a Carnegie que nos veremos en el infierno, que es donde vamos a ir los dos¡±. Sab¨ªa lo que hab¨ªan hecho.