La verdad que
Ese latiguillo funciona como prevenci¨®n exculpatoria para expresar que no hay m¨¢s remedio que decir lo que se dir¨¢
Un periodista le pregunt¨® a Carles Rexach despu¨¦s de que el jugador del Barcelona marcara tres goles al Feyenoord en una eliminatoria de la Copa de Europa 1974-1975: ¡°?Se siente satisfecho con su partido?¡±.
Hombre, si el futbolista barcelon¨¦s hab¨ªa logrado tres goles, y hasta le anularon el cuarto, si su equipo hab¨ªa superado la eliminatoria, si las cr¨®nicas de radio ya hablaban de ...
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Un periodista le pregunt¨® a Carles Rexach despu¨¦s de que el jugador del Barcelona marcara tres goles al Feyenoord en una eliminatoria de la Copa de Europa 1974-1975: ¡°?Se siente satisfecho con su partido?¡±.
Hombre, si el futbolista barcelon¨¦s hab¨ªa logrado tres goles, y hasta le anularon el cuarto, si su equipo hab¨ªa superado la eliminatoria, si las cr¨®nicas de radio ya hablaban de la noche m¨¢gica de Rexach, ?c¨®mo se iba a sentir ¨¦l? Vaya pregunta.
Algunas entrevistas period¨ªsticas pospartido ponen a prueba la habilidad del deportista para no parecer un presumido y adem¨¢s un simple. Y en casos as¨ª conducen a dos respuestas posibles. La m¨¢s esperable: ¡°Bueno, lo importante no es mi actuaci¨®n sino el equipo¡±. Y la otra: ¡°S¨ª, estoy muy contento con el partido que he hecho porque he marcado tres goles, y creo que esta noche quedar¨¢ en la memoria del barcelonismo y que he sido el mejor sobre el terreno de juego¡±. Pero la segunda opci¨®n implica una muestra de vanidad que la gente suele censurar. As¨ª que para ese caso el f¨²tbol moderno ha descubierto un latiguillo fant¨¢stico: la verdad que. Despu¨¦s de la verdad que, ya se puede mencionar cualquier m¨¦rito, individual o colectivo, porque tal muletilla funciona como contraexpectativa (Mar¨ªa Amparo Soler Bonafont, 2017) y como prevenci¨®n destinada a expresar que no hay m¨¢s remedio que decir lo que a continuaci¨®n se dir¨¢, puesto que la locuci¨®n viene a significar m¨¢s o menos esto: ¡°Se espera que no diga esto, por humildad, pero no tengo m¨¢s remedio; usted me pregunta y debo contestarle sin tapujos¡±. De ese modo, la verdad que se consagra como latiguillo exculpatorio empujado por la cortes¨ªa de responder a lo que el periodista plantea.
Anta?o se usaban expresiones m¨¢s rimbombantes: ¡°En honor a la verdad¡±, ¡°todo hay que decirlo¡¡±. Y otras que reconoc¨ªan expl¨ªcitamente la falta de recato con la intenci¨®n de quedar absuelto precisamente por esa confesi¨®n: ¡°Aunque est¨¦ mal que yo lo diga¡¡±, ¡°perd¨®n por la vanidad, pero¡±, ¡°no es por echarme flores¡±¡
La verdad que (se omite el ¡°es¡± a fuerza de usarlo) constituye cada vez m¨¢s una atenuaci¨®n destinada a resaltar la sinceridad por encima de la modestia, y va sustituyendo en el lenguaje com¨²n a otras locuciones similares, como ¡°en verdad¡±, ¡°bien es verdad que¡± o ¡°a decir verdad¡±.
Aunque prolifera ahora, viene de antiguo, claro, como refleja la literatura. Por ejemplo, Jardiel Poncela le hace decir a un personaje: ¡°Y la verdad es que, efectivamente, yo he metido en mi cama a todas esas se?oras y se?oritas exceptuando a aquellas con las que utilic¨¦ su cama propia¡± (Pero¡ ?hubo alguna vez once mil v¨ªrgenes?, 1931). Y 40 a?os antes, en 1890, Jacinto Octavio Pic¨®n pone en boca de otro: ¡°La verdad es que soy el m¨¦dico joven que m¨¢s trabaja en Madrid¡± (La honrada, 1890). Y en un di¨¢logo de Garc¨ªa Hortelano se lee: ¡°La verdad es que lo hago perfecto¡± (El gran momento de Mary Tribune, 1999). Por tanto, las frases que los deportistas se ven abocados a pronunciar se inscriben en esa l¨ªnea de pedir perd¨®n por presumir. El lenguaje funciona as¨ª, a veces sale de los libros para anidar en la sociedad y volar en las palabras de un futbolista. Y al rev¨¦s.
Sin embargo, resulta curioso que esta locuci¨®n no haya saltado a la pol¨ªtica, en frases como ¡°la verdad que estamos gobernando muy bien¡± o ¡°la verdad que nuestra alternativa de gobierno es la mejor posible¡±. En la pol¨ªtica se estila poco pedir perd¨®n, y mucho menos pedir perd¨®n por la inmodestia.
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