La experiencia de Ebbutt y Enderis
Con la invasi¨®n de Ucrania, el r¨¦gimen de Putin se muestra como una dictadura comparable a las de Hitler y Stalin
Quiz¨¢ convenga recordar a Guido Enderis y a Norman Ebbutt. Por lo que pueda venir.
Enderis y Ebbutt fueron los dos periodistas que marcaron el tempo de la informaci¨®n que el mundo recib¨ªa desde la Alemania nazi. Guido Enderis era el jefe de la oficina de The New York Times en Berl¨ªn. Norman Ebbutt era el corresponsal en Berl¨ªn de The Times de Londres. Ambos, representantes de los dos diarios m¨¢s influyentes de la ¨¦poca, ten¨ªan la misi¨®n de explicar c¨®mo una t...
Quiz¨¢ convenga recordar a Guido Enderis y a Norman Ebbutt. Por lo que pueda venir.
Enderis y Ebbutt fueron los dos periodistas que marcaron el tempo de la informaci¨®n que el mundo recib¨ªa desde la Alemania nazi. Guido Enderis era el jefe de la oficina de The New York Times en Berl¨ªn. Norman Ebbutt era el corresponsal en Berl¨ªn de The Times de Londres. Ambos, representantes de los dos diarios m¨¢s influyentes de la ¨¦poca, ten¨ªan la misi¨®n de explicar c¨®mo una tiran¨ªa criminal se hab¨ªa adue?ado de la primera potencia industrial europea y cu¨¢les eran los riesgos que el expansionismo de Adolf Hitler entra?aba para los dem¨¢s pa¨ªses. Ambos fracasaron, por motivos muy distintos.
Sus propios compa?eros en la redacci¨®n neoyorquina llamaron a Guido Enderis ¡°el corresponsal nazi¡±. No lo era. Pero estaba muy integrado en la sociedad local, disfrutaba de acceso directo a G?ring y Goebbels y, como muchos por entonces, prefer¨ªa ver en Hitler al hombre que hab¨ªa puesto de nuevo en pie Alemania. Procuraba pasar de puntillas sobre asuntos como los campos de concentraci¨®n (escribi¨® que all¨ª los reclusos engordaban) y la creciente represi¨®n contra los jud¨ªos. En esto ¨²ltimo recib¨ªa un apoyo t¨¢cito de los due?os del peri¨®dico, Adolph Ochs y Arthur Hays Sulzberger: eran jud¨ªos y no quer¨ªan que su clientela percibiera The New York Times como un ¡°diario jud¨ªo¡±.
La buena relaci¨®n de Enderis con los jerarcas nazis fue la raz¨®n ¨²ltima de que se le mantuviera en Berl¨ªn. Mientras el r¨¦gimen cerraba una tras otra las corresponsal¨ªas extranjeras, la de The New York Times permanec¨ªa abierta. Pagando un precio muy alto. En noviembre de 1941, el terror¨ªfico discurso en el que Goebbels anunci¨® la destrucci¨®n de los jud¨ªos qued¨® escondido en la p¨¢gina 11 del diario con un texto de agencia. Un mes despu¨¦s, Alemania declar¨® la guerra a Estados Unidos y la oficina de The New York Times en Berl¨ªn tuvo por fin que cerrar.
Enderis fue enviado a Suiza y a las pocas semanas sufri¨® un infarto cerebral. Apenas volvi¨® a escribir. Muri¨® en 1945, reci¨¦n acabada la guerra, por otro infarto cerebral. A esas alturas la redacci¨®n de The New York Times estaba tan avergonzada que nadie quiso firmar la necrol¨®gica de Guido Enderis.
Norman Ebbutt hizo lo contrario de Enderis. El corresponsal de The Times, un periodista extraordinario, enviaba a Londres unas cr¨®nicas muy l¨²cidas en las que detallaba la infamia del r¨¦gimen y pronosticaba lo que finalmente ocurri¨®: la gran tragedia b¨¦lica. Pero en su diario, muy vinculado con el Gobierno apaciguador de Neville Chamberlain y empe?ado en seguir creyendo en la paz, se esmeraban en eliminar los p¨¢rrafos m¨¢s duros. Pese a los esfuerzos de sus jefes, Ebbutt fue acusado de ¡°espionaje¡± y expulsado de Alemania en 1937. Como Enderis, en cuanto dej¨® la corresponsal¨ªa sufri¨® un infarto cerebral.
Con la invasi¨®n de Ucrania, el r¨¦gimen de Vlad¨ªmir Putin ha desechado los ¨²ltimos escr¨²pulos y se muestra como es: una dictadura totalitaria perfectamente capaz de compararse con las de Hitler y Stalin.
Si no cambian las cosas, y no parece, ?c¨®mo habr¨¢ que informar sobre el pa¨ªs m¨¢s grande del mundo? La experiencia de Ebbutt y Enderis indica que el trabajo ser¨¢ muy dif¨ªcil.
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