El PP de Madrid quiere convertir cualquier elecci¨®n en un refer¨¦ndum sobre ETA
Feij¨®o no es capaz de frenar la estrategia de Ayuso en toda la campa?a
Barak Obama dijo algo as¨ª como que en unas elecciones se decid¨ªa entre pol¨ªtica y cinismo. Las elecciones son una de las maneras, la principal, que tienen los ciudadanos de participar en los asuntos p¨²blicos. Se supone, pues, que en las campa?as se habla de eso, de asuntos p¨²blicos, en plural, ¡°temas que resultan de inter¨¦s general y est¨¢n relacionados con los derechos de las personas y el bienestar colectivo¡±, seg¨²n la definici¨®n cl¨¢sica. Pero no siem...
Barak Obama dijo algo as¨ª como que en unas elecciones se decid¨ªa entre pol¨ªtica y cinismo. Las elecciones son una de las maneras, la principal, que tienen los ciudadanos de participar en los asuntos p¨²blicos. Se supone, pues, que en las campa?as se habla de eso, de asuntos p¨²blicos, en plural, ¡°temas que resultan de inter¨¦s general y est¨¢n relacionados con los derechos de las personas y el bienestar colectivo¡±, seg¨²n la definici¨®n cl¨¢sica. Pero no siempre es as¨ª.
Madrid, por ejemplo, ciudad y Comunidad, tiene un problema desde hace alg¨²n tiempo: se pide, mejor dicho, el Partido Popular pide desde hace a?os a los ciudadanos que voten siempre en refer¨¦ndum. Sean elecciones locales, auton¨®micas o generales, se les exige que solo digan s¨ª o no a una cosa: el comunismo o ETA, o la libertad. Nada de asuntos econ¨®micos, de gesti¨®n de propuestas pol¨ªticas articuladas. ¡°Vote no¡± es una caracter¨ªstica del PP madrile?o que, afortunadamente, no se repet¨ªa hasta ahora con la misma fuerza en otras comunidades y en otras ciudades. La aparici¨®n de Vox, capaz de capturar parte del voto popular (en Madrid ciudad pas¨® de 9.843 papeletas en las municipales de 2015 a 124.252 en 2019, y en la Comunidad, de 37.491 en 2015 a 330.660 en 2021), puede explicar, en parte, la estrategia de Isabel D¨ªaz Ayuso, centrada en recuperar el voto que desert¨® en los ¨²ltimos a?os. Lo novedoso es que esa t¨¦cnica de refer¨¦ndum ha pasado a ser la estrategia del PP en estas nuevas elecciones en todo el pa¨ªs.
Alberto N¨²?ez Feij¨®o est¨¢ pidiendo a sus candidatos, auton¨®micos y locales, que conviertan sus campa?as en referendos sobre ETA y Bildu, quiz¨¢s porque cree que, si necesita formar coalici¨®n con Vox en alcald¨ªas y gobiernos auton¨®micos, llegar¨¢ con un lastre a las generales de diciembre. Si queda claro que el PP necesitar¨¢ incluir a Vox en La Moncloa, es posible que se movilice el socialismo m¨¢s moderado, bastante desactivado a¨²n hoy d¨ªa. Est¨¢ por ver, sin embargo, que esa decisi¨®n no termine por fortalecer las candidaturas de extrema derecha y hacer m¨¢s evidente esa dependencia.
Lo que no se entiende bien es cu¨¢l ha sido el objetivo de Bildu. El problema que ha planteado no es legal, sino pol¨ªtico. Es cierto que, cumplidas sus condenas, cualquier ciudadano tiene derecho a pretender ser candidato electoral y que todos los partidos democr¨¢ticos deben reconocer p¨²blicamente ese hecho. Pero una cosa es pretender y otra que su partido est¨¦ obligado a incluirles en las listas. Si lo ha hecho es porque quer¨ªa transmitir alg¨²n mensaje pol¨ªtico. Quiz¨¢s en Bildu existen problemas internos, una corriente que quiere demostrar que hay continuidad entre el periodo en el que ETA estuvo activa y el periodo en el que ETA ha desaparecido totalmente. Ser¨ªa la misma corriente que pensar¨ªa que a Bildu le conviene un gobierno PP-Vox, bajo el que recuperar una cierta imagen de victimismo. La rectificaci¨®n posterior, impuesta por el sector de la organizaci¨®n partidario de lo contrario, es decir, de demostrar que no hay continuidad con ETA, no tiene mucho valor, porque la promesa de que esos candidatos no ocupar¨¢n sus cargos es absurda: salvo uno de ellos, ninguno est¨¢ en realidad en posici¨®n de ser elegido, dado su lugar en las listas.
En cualquier caso, es obvio que la decisi¨®n de Bildu ha sido un elemento aprovechado a gran velocidad por el PP en el dise?o de su estrategia electoral. Pero en lugar de centrar su ataque sobre Bildu, como hubiera sido l¨®gico, el PP lo hizo inmediatamente sobre el Gobierno y su presidente, recuperando un lenguaje extremadamente agresivo. La decisi¨®n de Pedro S¨¢nchez de entrar con dureza en el campo de batalla planteado por Feij¨®o puede ser correcta electoralmente, pero hace todav¨ªa m¨¢s complicados los intentos de esquivar el cors¨¦ que quiere colocar el PP a la campa?a. Es dif¨ªcil soportar (hasta Cuca Gamarra ten¨ªa la cara algo descompuesta) que los dipu?tados populares reiteren a voz en grito sus acusaciones de complicidad con ETA a Rodr¨ªguez Zapatero o a P¨¦rez Rubalcaba. Aun as¨ª, aceptar el debate pol¨ªtico en esos t¨¦rminos es una desgracia que afecta a todos los sectores de la sociedad, incluidos los medios de comunicaci¨®n, que caen inevitablemente atrapados en ese mismo cors¨¦. Pol¨ªtica o cinismo. Todos de cabeza al cinismo.
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