La polic¨ªa carga contra los huelguistas las las minas de platino sudafricanas
La actuaci¨®n de los agentes revive la matanza de 34 trabajadores el pasado agosto Los empleados se niegan a volver a la mina pese al acuerdo entre los sindicatos y la empresa
¡°?Esto es otro Marikana!¡±, exclama el s¨¢bado por la ma?ana un minero asustado buscando donde esconderse de los disparos de la polic¨ªa. Se refiere a la matanza del pasado agosto, cuando las fuerzas de seguridad sudafricanas mataron a 34 mineros durante una manifestaci¨®n. Agentes a caballo vigilan desde lejos, mientras los blindados escoltan a los uniformados a pie. Son ellos los que, gritando, abren fuego. Pero lo hacen con balas de goma y gases lacrim¨®genos, no con munici¨®n real, como sucedi¨® en Marikana. Aun as¨ª, la actuaci¨®n policial es desproporcionada. Desarmados, un grupo de unos 1.000 mineros del gigante Anglo American Platinium (Amplats) se hab¨ªa reunido en la puerta del estadio Olympia de Rustenburgo, ciudad donde se encuentra la concesi¨®n de platino m¨¢s grande del planeta. Solo de las minas de Rustenburgo sale el 8% del platino del mundo.
En el descampado, rociado con olor a la cerveza local, circula la decepci¨®n, que acaba convertida en desbandada y miedo. ¡°Los sindicatos ya no nos representan¡±, cuenta uno de los manifestantes que se hace llamar Gila (tiene miedo a represalias si da su nombre real). ¡°No pensamos volver al trabajo, los l¨ªderes sindicales est¨¢n politizados y ya no les importan nuestros intereses ni nuestras condiciones laborales¡±.
Gila es una de las 12.000 personas que Amplats despidi¨® hace unas semanas. El viernes por la tarde, la empresa y los sindicatos llegaron a un acuerdo, dieron la huelga por terminada y anunciaron que si los despedidos volv¨ªan antes del martes al trabajo ser¨ªan recontratados. Pero el millar de manifestantes de Rustenburgo no quiere ceder. ¡°No vamos a ir a ninguna parte, no retomaremos las herramientas hasta que no nos den el aumento salarial que pedimos", asegura convencido otro minero que tampoco quiere desvelar su identidad.
Una ola de huelgas y protestas ha sacudido Sud¨¢frica desde hace meses. La mayor¨ªa protagonizadas por trabajadores de la industria minera, pilar b¨¢sico de la econom¨ªa del pa¨ªs. El oro y el platino han sido las sectores m¨¢s afectados. Pero mientras en el oro las protestas han sido menos violentas y hay mas coordinaci¨®n entre las partes, la tensi¨®n se ha concentrado en los mineros del platino, con su episodio m¨¢s tr¨¢gico en la muerte de los 34 trabajadores de la mina de Lomnin, en la tristemente c¨¦lebre Marikana. El platino se utiliza sobretodo en la industria automovil¨ªstica.
Gila trabaja instalando ca?er¨ªas bajo tierra seis d¨ªas a la semana para la empresa de platino m¨¢s importante del mundo, registrada en la bolsa de Londres y la de Johannesburgo. Gila gana 5200 Rands -unos 460 euros - al mes. "Y poniendo mi vida en peligro", a?ade.
Los disparos se alargan unos minutos eternos en el descampado de Rustenburg. Hay gente en el suelo y otros que reciben los impactos de goma lanzados desde apenas unos metros. El sonido sordo de los disparos y el humo de los lacrim¨®genos desata el p¨¢nico. Despu¨¦s del precedente de Marikana, en el momento de confusi¨®n y arrebato policial ?qui¨¦n les asegura que no habr¨¢ fuego real? La polic¨ªa se est¨¢ abriendo paso en una marcha del sindicato principal del pa¨ªs, Cosatu. "?Por qu¨¦ esta violencia?", se pregunta uno de los manifestantes, mientras los carteles que aguantaban sus colegas quedan en el suelo pisoteados. "No dejemos que los asesinatos de la polic¨ªa queden impunes" se lee cerca de los casquillos vac¨ªos.
El presidente sudafricano, Jacob Zuma, intervino hace unos d¨ªas pidiendo a los mineros que volvieran al trabajo y a los directivos que se congelaran los sueldos para intentar encauzar el malestar general y reanimar la econom¨ªa, que est¨¢ sufriendo p¨¦rdidas millonarias a causa de la serie de parones. Pero no se ha calmado el debate sobre la incompetencia del liderazgo pol¨ªtico ni las cr¨ªticas hacia la mala gesti¨®n del gobierno.
El maremoto social que vive actualmente Sud¨¢frica se ve como el reflejo de una sociedad coja, guarida de enormes desigualdades. Aunque es un pa¨ªs emergente y su econom¨ªa es uno de los motores del continente hay una mayor¨ªa de la poblaci¨®n que no se beneficia de las ventajas de la bonanza. Hay un cuarto de la poblaci¨®n en paro y otros miles que, como Gila, como los mineros huelguistas, trabajan en condiciones muy duras sin que su sueldo logre sacarles de las chabolas donde viven.
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