La crisis del espionaje se vuelve hacia Obama
Cu¨¢nto sab¨ªa el presidente sobre esas operaciones empieza a ser la pregunta m¨¢s repetida y la que m¨¢s riesgos pol¨ªticos encierra
El conflicto por el espionaje masivo conducido por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) en Europa y Am¨¦rica Latina, adem¨¢s del propio Estados Unidos, empieza a girar principalmente en torno a Barack Obama. Cu¨¢nto sab¨ªa o no sab¨ªa el presidente sobre esas operaciones ha comenzado a ser la pregunta m¨¢s repetida y la que m¨¢s riesgos pol¨ªticos encierra para la Casa Blanca.
A medida que pasan los d¨ªas se va haciendo m¨¢s improbable que esta crisis genere cambios profundos en el funcionamiento de los servicios de inteligencia norteamericanos. Seguramente, ni siquiera relevos en la c¨²spide de la agencia que m¨¢s ha quedado en evidencia, la NSA. Mucho menos para satisfacer las presiones de los gobernantes europeos. No se puede colocar a Obama en una posici¨®n de tener que elegir entre sus aliados en Europa o la lealtad con sus servicios secretos porque tendr¨¢ que optar siempre por ¨¦stos ¨²ltimos.
El portavoz presidencial, Jay Carney, dijo este lunes que Obama tiene ¡°plena confianza¡± en el general Keith Alexander, el director de la NSA, y defendi¨®, en t¨¦rminos generales, los programas de espionaje, de los que dijo que est¨¢n dirigidos a garantizar la seguridad de los ciudadanos norteamericanos y que no tienen m¨®viles econ¨®micos. Insisti¨® en que Obama orden¨® el pasado verano una revisi¨®n del funcionamiento de los servicios de inteligencia para comprobar que existe un equilibrio adecuado ¡°entre la seguridad y el derecho a la privacidad de todos los ciudadanos del mundo¡±.
No solo se trata de descartar cualquier sospecha de que los masivos programas de vigilancia no sean completamente legales, sino que puede ser necesario salvar el prestigio de Obama ante la historia
Por ese lado, el de la admisi¨®n p¨²blica de la culpa, es muy dif¨ªcil que encuentren los europeos alguna satisfacci¨®n. Con raras excepciones, este pa¨ªs suele actuar como un bloque cuando se ve afectado por un asunto como este, en el que se pone en duda, desde el exterior, el trabajo de sus cuerpos de seguridad.
Lo est¨¢n comprobando los miembros del Parlamento Europeo que visitan Washington pidiendo explicaciones por el masivo rastreo de las comunicaciones. Los miembros de la comisi¨®n se entrevistaron este lunes con el presidente del comit¨¦ de Inteligencia de la C¨¢mara de Representantes, Mike Rogers, quien les comunic¨® lo que hab¨ªa dicho previamente, que respalda y justifica el trabajo hecho por la NSA. El laborista brit¨¢nico Claude Moraes, que encabeza la delegaci¨®n europea, reconoci¨® que no estaban recibiendo ¡°las respuestas esperadas¡±. El mi¨¦rcoles esa delegaci¨®n ser¨¢ recibida por un funcionario de segundo nivel del Consejo de Seguridad Nacional en la Casa Blanca.
Es improbable que por se camino se produzcan muchos progresos. Pero la crisis se va adentrando por otros derroteros que podr¨ªan darle mayor vuelo dentro de EE UU. En los ¨²ltimos d¨ªas se ha mencionado la responsabilidad personal del propio Obama en este esc¨¢ndalo, y ese ya es un asunto mucho m¨¢s atractivo para la oposici¨®n conservadora y mucho m¨¢s inquietante para la Administraci¨®n. Carney no quiso ayer comentar sobre cu¨¢l ha sido el papel de Obama.
Despu¨¦s de que un diario alem¨¢n publicase el domingo que Obama aprob¨® personalmente el seguimiento del tel¨¦fono m¨®vil de la canciller alemana, Angela Merkel, la NSA emiti¨® una nota de prensa en la que desment¨ªa categ¨®ricamente que el presidente hubiera sido informado de esa operaci¨®n, ni en 2010, como dec¨ªa el peri¨®dico alem¨¢n, ni posteriormente. A ra¨ªz de esa pista, The Wall Street Journal public¨® ayer una informaci¨®n, con datos atribuidos a fuentes oficiales, en la que asegura que Obama pas¨® m¨¢s de cinco a?os de su presidencia sin tener conocimiento del espionaje a l¨ªderes extranjeros. Cuando lo supo, seg¨²n el Journal, orden¨® poner fin a la operaci¨®n sobre Merkel y a otras similares. Pero la conclusi¨®n del diario conservador es que Obama se ha mantenido en la inopia sobre actividades esenciales de sus servicios secretos durante casi toda su presidencia.
Eso dejar¨ªa a Obama en una posici¨®n poco envidiable: o responde a la decepci¨®n de la que se quejan los europeos o a la negligencia que atisban los conservadores norteamericanos.
La Casa Blanca sigue manejando esta crisis con tono comedido y distante, ayudada a¨²n por la falta de inter¨¦s en la opini¨®n p¨²blica y en los medios de comunicaci¨®n m¨¢s influyentes. Pero eso quiz¨¢ tenga que cambiar si el nombre de Obama sigue en liza. No solo se trata de descartar cualquier sospecha de que los masivos programas de vigilancia no sean completamente legales, sino que puede ser necesario salvar el prestigio de Obama ante la historia.
Ese prestigio quiz¨¢ sea ya irrecuperable en Europa. La opini¨®n p¨²blica europea, que acogi¨® a Obama con entusiasmo como un ant¨ªdoto contra George W. Bush, parece haber concluido, con mayor o menor ligereza, que apenas hay variaci¨®n entre los dos ¨²ltimos presidentes. Pero la opini¨®n europea tiene una importancia secundaria en la consolidaci¨®n del papel hist¨®rico de un presidente, como demuestra el caso de Ronald Reagan. Otra cosa es que Obama llegue a ser identificado entre sus compatriotas con el oscurantismo que caracteriz¨® la presidencia de Richard Nixon.
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