El precio del odio en Dinamarca
La criminalizaci¨®n de expresiones racistas o xen¨®fobas, nacida durante el auge del nazismo, divide a¨²n hoy al pa¨ªs n¨®rdico. La UE quiere ahora que todos sus miembros cuenten con leyes para penalizar este tipo de discurso, estandarte hoy de islam¨®fobos e incontrolable en las redes sociales
Llamada oculta. Al otro lado del tel¨¦fono suena una voz muy grave, fuerte, de un hombre con un ingl¨¦s de ligero acento escandinavo. "Soy Lars Hedegaard, creo que quer¨ªas hablar conmigo". Verse no es posible. Ni se encuentra en Copenhague ni puede dar su paradero al estar bajo protecci¨®n policial. Hedegaard, historiador y periodista dan¨¦s de 74 a?os, es un reconocido y duro cr¨ªtico del islam. Le grabaron en su casa, sin previo aviso seg¨²n defiende, diciendo cosas como que en las familias musulmanas, las ni?as eran violadas por padres, t¨ªos y sobrinos. Por esto fue multado en 2011 con unos 700 euros. Recurri¨® y un a?o despu¨¦s fue absuelto por el Supremo dan¨¦s, pero su imagen qued¨® ya como la del gran condenado en Dinamarca por las leyes contra el discurso de odio. Y una cosa m¨¢s: el 5 de febrero de 2013 sufri¨® un intento de asesinato en su domicilio por un individuo miembro hoy del Estado Isl¨¢mico.
El art¨ªculo 266b
El art¨ªculo 266b del C¨®digo Penal dan¨¦s dice lo siguiente: "Cualquier persona que p¨²blicamente o con intenci¨®n de una amplia divulgaci¨®n,? haga declaraciones o divulgue otras informaciones por las que un grupo de personas se vea amenazado, insultado o degradado a prop¨®sito de su raza, color, origen ¨¦tnico o nacional, religi¨®n o inclinaci¨®n sexual se expondr¨¢ a una multa o c¨¢rcel por un periodo no superior a dos a?os".
Hedegaard, seg¨²n ¨¦l mismo dice, no cambiar¨ªa nada de esa u otras cr¨ªticas que ha hecho de la religi¨®n que practican alrededor de un 4% de los daneses. Ah¨ª va otra: "El islam", se?ala al tel¨¦fono, "no es una religi¨®n sino una ideolog¨ªa totalitaria". El tipo que trat¨® de matarle a punta de pistola en la puerta de su casa, tras hacerse pasar por un cartero, se llama Basil Hassan y seg¨²n la investigaci¨®n, no actu¨® solo. Logr¨® huir y acabar entre Siria e Irak v¨ªa Turqu¨ªa. El Departamento de Estado norteamericano le ha vinculado al aparato yihadista de operaciones externas.
Intento de asesinato al margen, lo que fastidia a Hedegaard es que un juez le pueda condenar por decir lo que dice atendiendo al ya viejo art¨ªculo 266b del C¨®digo Penal dan¨¦s. Muchos lo llaman el "p¨¢rrafo", porque es famoso y lo conoce todo el mundo. Este penaliza con multa o c¨¢rcel de hasta dos a?os las expresiones que p¨²blicamente amenacen, ridiculicen o degraden a un grupo por su raza, etnia, color de piel, sexo o religi¨®n. Lleg¨® al C¨®digo Penal dan¨¦s en 1939 para evitar las vejaciones verbales contra los jud¨ªos. Hoy se aplica, sobre todo, en casos que salpican a musulmanes. Y es pol¨¦mico porque, seg¨²n sus cr¨ªticos, casa mal con la libre expresi¨®n, cuya plataforma hoy m¨¢s manoseada, visceral e ingobernable es la Red. Ah¨ª, el 266b no puede m¨¢s que matar moscas a ca?onazos.
Pese ello, el Parlamento Europeo trabaja ahora para reforzar en su revisi¨®n de la directiva de medios audiovisuales la prohibici¨®n por ley del denominado discurso de odio. Dinamarca es el paradigma. El texto de la directiva europea, a¨²n por cerrar, ser¨ªa m¨¢s concreto: la incitaci¨®n p¨²blica a la violencia o el odio contra un grupo debe ser penalizada.
El islam no es un religi¨®n sino una ideolog¨ªa totalitaria Lars Hedegaard, periodista dan¨¦s
Dinamarca es el pa¨ªs de la felicidad. Del Estado del bienestar, del pleno empleo, de la econom¨ªa fuerte y del hygge, esa suerte de gusto por las peque?as cosas, ya sea beberse unas cervezas con los amigos viendo el querido balonmano patrio o tomarse un chocolate con la familia, en casa y con una lamparita en la ventana. Es la vida, lo dem¨¢s son complementos para un pa¨ªs peque?o (seis millones de habitantes) y rico. Pero Dinamarca es tambi¨¦n mucho di¨¢logo. Los gobiernos son de consenso, no hay mayor¨ªas -el actual Ejecutivo conservador de Lars Lokke Rasmussen est¨¢ formado por tres partidos- y el debate es una tradici¨®n. Que cada uno suelte lo que quiera.
Una ley contra imanes radicales
Cuando uno pregunta en Dinamarca sobre discursos radicales, el nombre de Abu Bilal Ismail sale con frecuencia. Una c¨¢mara oculta de la cadena danesa TV2 le film¨® en febrero del pasado a?o durante un serm¨®n en la mezquita Grimhoj, en la localidad de Aarhus. Entre otras cosas abogaba por lapidar a las mujeres adulteras. Dos a?os antes, Ismail hab¨ªa sido cazado?por otra grabaci¨®n pidiendo la destrucci¨®n de los jud¨ªos. Este tipo de discursos han llevado recientemente al Parlamento dan¨¦s a aprobar una nueva ley (Ley 18) que prev¨¦ multas o penas de hasta tres a?os para aquellas "autoridades religiosas" -no menciona confesi¨®n alguna, aunque la norma ha sido pensada para frenar el discurso salafista violento- que defiendan la comisi¨®n de actos violentos.
El Parlamento dan¨¦s, el Folketing, en la capital, Copenhague, es un buen sitio para verlo. Kenneth Kristensen Berth es diputado del Partido Popular Dan¨¦s, la segunda fuerza en esca?os (37) en la C¨¢mara. Un juez tir¨® del art¨ªculo 266b en 2003 para condenarlo por racismo a 14 d¨ªas de prisi¨®n, que no tuvo que cumplir. Su delito: difundi¨® un p¨®ster en el que alertaba contra una sociedad multi¨¦tnica. El cartel, y aqu¨ª es donde recae la pena, mostraba a dos individuos cubiertos de sangre con un Cor¨¢n en la mano.
Lo que Kristensen quiso decir, seg¨²n relata ahora, es que ese tipo de sociedades llevan a "m¨¢s criminalidad". Mantiene que as¨ª ha sido a la postre y a?ade otro caso que sacudi¨® a su partido: ¡°Uno de nuestros parlamentarios, Jesper Langballe, ya fallecido, dijo en un debate que era un problema que padres musulmanes violaran e incluso mataran a sus hijas. Fue llevado al tribunal y condenado, a pesar incluso de que es un hecho que entre los musulmanes existen cr¨ªmenes de honor¡±. La idea se repite: ?por qu¨¦ condenar una expresi¨®n por fuerte que sea si hay "hechos" que la avalan? Otra cosa es comprobar esos "hechos".
Sobra decir que tanto Kristensen como el veterano Hedegaard quieren abolir el 266b.
Los daneses est¨¢n acostumbrados a la inmigraci¨®n (un 10% de la poblaci¨®n es de origen inmigrante), tambi¨¦n a la que profesa el islam. Pero la sensaci¨®n entre los ciudadanos es que la llegada de nuevos inmigrantes o refugiados se ha instalado en la clase pol¨ªtica y en los medios como una amenaza para el pa¨ªs. Y de ah¨ª a discursos degradantes hay un paso. Siguiendo la calle Stroget, una de las peatonales m¨¢s largas de Europa, muy cerca del Folketing, hasta la plaza del Ayuntamiento, se eleva un bloque lleno de cabeceras de diarios daneses. La seguridad en las entradas a las redacciones es elevada, 11 a?os despu¨¦s de la ola de protestas y amenazas por las caricaturas de Mahoma publicadas en uno de esos diarios, el Jyllands Posten.
?La ley contra el discurso de odio limita a los reporteros? "No, el mayor problema es la autocensura", contesta Marcus Rubin, editor del respetado diario Politiken, "sobre todo a la hora de decir lo que uno quiera sobre islam, musulmanes o terrorismo, no por temor a que la polic¨ªa venga y te arreste sino por temor a los terroristas¡±. El famoso art¨ªculo 266b no coarta a la prensa, como tampoco obsesiona a los ciudadanos. Como apunta la columnista y editora de Radio24syv Sofie Allarp, acostumbrada a los comentarios de radicales, sobre todo en la Red, la condena del discurso de odio es parte de la cultura y tradici¨®n danesas. Pero alerta del escenario ret¨®rico actual: "El mensaje de que la inmigraci¨®n es solo un problema y no una soluci¨®n para el futuro es demasiado fuerte".
El mayor problema es la autocensura, sobre todo a la hora de decir lo que uno quiera sobre islam, musulmanes o terrorismo Marcus Rubin, editor de 'Politiken'
El 266b del C¨®digo Penal dan¨¦s ha ca¨ªdo sobre un grupo variopinto de daneses. A los Hedegaard y Kristensen se podr¨ªan a?adir el poeta superventas palestino-dan¨¦s Yahyah Hassan, la artista danesa-iran¨ª Firoozeh Bazrafkan, el im¨¢n de origen sirio Mohammed al Jaled Samha... O el joven, no identificado, condenado hace tres a?os a pagar 280 euros por comparar islam y nazismo en un comentario de un post de Facebook sobre la organizaci¨®n salafista Hizb ut Tahrir. Rebuscado, pero pas¨®. Hubo m¨¢s sentencias en el pasado, pero si tomamos esta ¨²ltima, por ejemplo, y la de Kristensen han transcurrido m¨¢s de una docena de a?os y las multas o penas no frenan ciertos discursos por mucha tradici¨®n que haya.
En la orilla oriental, no muy lejos de la sirenita, icono de Copenhague, en uno de esos edificios inteligentes, trabaja una de las voces m¨¢s cr¨ªticas contra el art¨ªculo 266b. El abogado Jacob Mchangama es director del think tank jur¨ªdico Justitia. Su oposici¨®n a criminalizar el discurso de odio es clara. Pero m¨¢s interesante es su alternativa a la pena: ¡°El contradiscurso, por supuesto", dice. "Si est¨¢s en contra de limitar la libertad de expresi¨®n, como yo lo estoy, tienes una obligaci¨®n moral de pronunciarte en contra del discurso de odio¡±. Es de los que cree que si penalizas, ganan los radicales y se engorda el mensaje. Pone un ejemplo: "La radicalizaci¨®n es un problema en la comunidad musulmana de Dinamarca, pero no en la hind¨² o budista; es un hecho y tenemos que poder hablar de ello para resolverlo".
Hay cosas que no puedes decir en cualquier sociedad porque son ilegales Rune Lund, diputado de la Alianza Roji-Verde
Si bien son muchos en Dinamarca los que aceptan la existencia del 266b, a los que no lo hacen se les oye m¨¢s. De vuelta al Folketing, el diputado sirio-dan¨¦s Naser Khader comparte la visi¨®n de Mchangama. Como este ¨²ltimo, Khader, nacido en Damasco hace 53 a?os, cree que el debate abierto funciona mejor que el castigo. Y para muestra el bot¨®n de la vecina Suecia, con altos ¨ªndices de violencia de ultraderecha que, seg¨²n coinciden ambos, tiene mucho que ver con que hablan muy poco de inmigraci¨®n. Khader, miembro del Partido Conservador, ha sufrido tambi¨¦n la presi¨®n de los que condenan su visi¨®n del islam, pero ¨¦l mantiene su postura. Y no es habitual: ¡°Forma parte de la cultura danesa burlarse de las religiones, los dioses, los profetas sin ninguna discriminaci¨®n, ya sea Jes¨²s, Mois¨¦s, ?por qu¨¦ no Mahoma? ?Por qu¨¦ tienen los musulmanes que forzar los tab¨²es? Si no te gustan unas caricaturas no compres el peri¨®dico".
El rechazo a la criminalizaci¨®n del discurso de odio no cuaja, sin embargo, ni en la calle ni en el Folketing, donde partidos como el Venstre, liberal y a las riendas de la jefatura de Gobierno, o la opositora Alianza Roji-Verde, conviven bien con el art¨ªculo. "Funciona como ¨²ltima estancia contra el racismo y el discurso de odio", se?ala Rune Lund, portavoz de la alianza de centroizquierda. ?Y la libre expresi¨®n? "Hay limitaciones, por supuesto", contin¨²a el diputado dan¨¦s, "pero hay cosas que no puedes decir en cualquier sociedad porque son ilegales".
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