La primera huelga contra Temer paraliza servicios esenciales
La falta de transporte trastoca la vida en las grandes ciudades del pa¨ªs durante la jornada de protestas contra las reformas econ¨®micas del Gobierno
La ma?ana despunt¨® en el coraz¨®n de S?o Paulo y casi el ¨²nico movimiento que se pod¨ªa ver era el de los cientos de personas sin hogar que all¨ª pasan sus d¨ªas. Comercios cerrados, muy poco tr¨¢fico y las bocas de metro desiertas. La imagen se repiti¨® durante unas horas de este viernes en las principales ciudades brasile?as. El primer gran pulso de los sindicatos al Gobierno de Michel Temer para frenar sus reformas econ¨®micas logr¨® paralizar los centros de casi todas las grandes urbes, gracias, principalmente, al importante seguimiento de la huelga general en el sector del transporte.
Era la primera protesta nacional contra el Ejecutivo de centro derecha que hace nueve meses asumi¨® el poder tras el impeachment de la izquierdista Dilma Rousseff. Y tambi¨¦n la primera huelga general en el pa¨ªs en 21 a?os. Convocada por los sindicatos, aunque con adhesiones poco frecuentes como la de una parte de la jerarqu¨ªa cat¨®lica, el objetivo de la huelga era que Temer d¨¦ marcha atr¨¢s en su prop¨®sito de reformar el sistema de pensiones y las leyes laborales vigentes desde hace m¨¢s de 73 a?os. Las grandes industrias, la banca y los colegios -p¨²blicos y privados- han sido los otros sectores en los que ha encontrado m¨¢s eco la jornada de movilizaciones.
Excepto en R¨ªo de Janeiro, el d¨ªa amaneci¨® sin apenas servicio de metro y autob¨²s en las mayores ciudades brasile?as, empezando por S?o Paulo, la m¨¢s poblada, y Brasilia, la capital federal, lo que contribuy¨® decisivamente a visibilizar la protesta. Urbes como Curitiba, Porto Alegre o Fortaleza ofrec¨ªan en amplias zonas del centro un aspecto fantasmal. Las grandes industrias, la banca y los colegios -p¨²blicos y privados- fueron otros de los otros sectores que m¨¢s se adhirieron. El transporte comenz¨® a reanudarse a partir del mediod¨ªa, a la espera de las manifestaciones previstas para ¨²ltima hora. Los sindicatos, sin embargo, no lograron paralizar el tr¨¢fico a¨¦reo, pese a los intentos de bloqueo de los aeropuertos por parte de algunos piquetes.
Los piquetes tambi¨¦n contribuyeron a alterar la vida cotidiana cortando v¨ªas de entrada a las ciudades con peque?as manifestaciones o barricadas de neum¨¢ticos incendiados. Esas acciones provocaron enfrentamientos con la polic¨ªa. En S?o Paulo, por ejemplo, fueron detenidas 16 personas. Frente a los sindicatos y los grupos sociales que los apoyaban, se alz¨® otra clase de bloqueo, un apag¨®n informativo de buena parte de los grandes medios del pa¨ªs en los d¨ªas previos a la convocatoria. Hasta el punto de que el noticiario de televisi¨®n seguido masivamente en todo el pa¨ªs, el Jornal Nacional de la cadena O Globo, no dio una sola informaci¨®n sobre la huelga en su edici¨®n de la noche del jueves, cuando ya estaban previstas, como m¨ªnimo, importantes alteraciones del transporte. Entre las autoridades que m¨¢s se distinguieron para frenar la huelga ninguno como el alcalde de S?o Paulo, Jo?o D¨®ria, que prodig¨® los mensajes en medios y redes sociales contra los huelguistas, a quienes tildaba de "vagos".
Centenares de miles de personas cerraron el d¨ªa con manifestaciones por todo el pa¨ªs. La marcha m¨¢s numerosa reuni¨® en S?o Paulo a unas 70.000 personas, seg¨²n los organizadores. Pero fue la manifestaci¨®n de R¨ªo la que acab? concentrando todas las miradas por los violentos enfrentamientos entre la polic¨ªa y un grupo de anarquistas. Tras caer la noche, los disturbios continuaban en el centro de la ciudad, donde han sido incendiados por lo menos nueve autobuses y varios autom¨®viles.Aunque de mucha menor gravedad, por la noche tambi¨¦n se registraron algunos incidentes en S?o Paulo cuando la polic¨ªa dispers¨® con gases lacrim¨®genos a un grupo de manifestantes concentrados ante la casa particular de Temer, que a esa hora se encontraba en su residencia oficial en Brasilia.
Temer ha hecho p¨²blica una declaraci¨®n en la que reduce la huelga a la acci¨®n de "peque?os grupos que bloquearon autopistas y avenidas" al tiempo que lamenta los "graves incidentes" de R¨ªo. El presidente insiste en que continuar¨¢ con su prop¨®sito de "modernizar la legislaci¨®n nacional" y descarta cualquier di¨¢logo con los sindicatos al advertir que el debate sobre las reformas "se realizar¨¢ en el marco adecuado, que es el Congreso Nacional".
?Cuando la jornada de huelga todav¨ªa estaba arrancando, los brasile?os se toparon con una noticia que reflejaba la profundidad de la crisis econ¨®mica que vive el pa¨ªs. Por primera vez en la historia, Brasil rebas¨® el n¨²mero de 14 millones de parados, un 13,2% de la poblaci¨®n activa registrada. La cifra es aterradora para un pa¨ªs que durante los Gobiernos de Lula coqueteaba con la idea del pleno empleo. Y donde adem¨¢s se calcula que cuatro de cada diez trabajadores prestan sus servicios en la informalidad, fuera de cualquier registro oficial.
El dato conocido en plena protesta ten¨ªa un efecto ambivalente para el Gobierno. De un lado, echa por tierra el discurso triunfalista de Temer, que proclama el inicio de la recuperaci¨®n econ¨®mica tras dos a?os de fuerte ca¨ªda del PIB. Pero al mismo tiempo servir¨¢ para reforzar el argumento gubernamental de que es necesario un cambio legislativo para evitar que el paro siga creciendo.
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El pa¨ªs de los 16.933 sindicatos
La mayor¨ªa de los brasile?os est¨¢ de acuerdo en que son necesarias reformas en las leyes del trabajo y en el sistema de pensiones. En el caso de las normas laborales, porque tienen la friolera de 73 a?os: datan del Gobierno de Getulio Vargas, una especie de Per¨®n brasile?o. En lo que respecta a la llamada previd¨ºncia, porque el sistema de pensiones ha blindado privilegios de colectivos como pol¨ªticos, jueces o militares. Sin embargo, una amplia mayor¨ªa de brasile?os ¨Ce incluso algunos de los aliados pol¨ªticos del Gobierno- se opone al modo en que Temer ha planteado las reformas.
Uno de los aspectos menos discutidos de la reforma laboral es la supresi¨®n del impuesto sindical. A todos los brasile?os se les descuenta un d¨ªa de trabajo al a?o para financiar a las organizaciones obreras. Como consecuencia, el pa¨ªs cuenta con 16.933 sindicatos, muchoss de actividad dudosa, una inflaci¨®n tal que hasta las centrales mayoritarias no se oponen a esta medida. Lo m¨¢s contestado de la reforma es la legalizaci¨®n del llamado trabajo intermitente y, sobre todo, la posibilidad de que cada empresa suscriba acuerdos individuales con sus empleados fuera del marco de la ley general.
En el caso de las pensiones, se establecen las edades m¨ªnimas para jubilarse en 65 a?os para los hombres y 62 para las mujeres. Tambi¨¦n se alarga el tiempo m¨ªnimo de cotizaci¨®n, y ese es uno de los aspectos m¨¢s discutidos: sus cr¨ªticos alegan que con la elevada informalidad del mercado de trabajo muchos no alcanzar¨¢n nunca a cobrar pensi¨®n.
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