Memorias de un robo en la selva maya (y de tres o cuatro orqu¨ªdeas extraordinarias)
Arque¨®logos mexicanos restauran estos d¨ªas la fachada del templo de Placeres, saqueada hace 50 a?os y enviada por contrabando al Museo Metropolitano de Nueva York
En 1968, una cuadrilla de saqueadores liderada por un traficante de orqu¨ªdeas arranc¨® la fachada de un templo maya en el sur de M¨¦xico y la mand¨® en avi¨®n al Museo Metropolitano de Nueva York. Nueve metros de fachada con sus m¨¢scaras de estuco, sus glifos y sus dioses antiguos. La sacaron de la pared con sierras de le?ador, la partieron en 48 pedazos, la embalaron y subieron al aeroplano. Todo eso en una pista de aterrizaje construida para la ocasi¨®n, abierta a machetazos en mitad de la selva. Nunca antes -ni despu¨¦s- una banda de traficantes de arte precolombino se atrever¨ªa a tanto.
La doctora Donna Yates, arque¨®loga experta en contrabando de arte y responsable de la web traffickingculture.com, dice que se trata probablemente de "uno de los robos de antig¨¹edades m¨¢s grandes de Mesoam¨¦rica, si no el mayor. Y me refiero en tama?o y audacia". Yates cuenta que con este caso "los saqueadores probaron los l¨ªmites del saqueo en la zona maya y se dieron cuenta de que hab¨ªan ido demasiado lejos".
A 50 a?os de todo aquello, la fachada Placeres, as¨ª se la conoce, descansa sobre un antiguo esqueleto met¨¢lico, en una esquina de la sala Maya del Museo Nacional de Antropolog¨ªa, en Ciudad de M¨¦xico. Los arque¨®logos preparan su restauraci¨®n. Quieren quitarle el tono rojizo y devolverle su color original, eliminar las sales acumuladas en la m¨¢scara principal y rescatar su iconograf¨ªa. El responsable de la sala maya, Daniel Ju¨¢rez, explica que se trata de una pieza "impresionante, muy importante". M¨¢s a¨²n por "todo lo que implic¨® el saqueo", el viaje de la fachada al Museo Metropolitano, la negociaci¨®n entre traficantes y autoridades mexicanas en Nueva York, su vuelta al pa¨ªs y tambi¨¦n, quiz¨¢ m¨¢s interesante que todo lo anterior, por la figura del capit¨¢n de los saqueadores.
Su nombre es Lee Moore, ciudadano estadounidense y amante de las orqu¨ªdeas, que a estas alturas debe ser ya octogenario. Hace tiempo que nadie sabe de ¨¦l. El peruano David Landa, que lo conoci¨® en la amazon¨ªa hace m¨¢s de 15 a?os, dice que vive en Miami y est¨¢ inv¨¢lido. Landa es vecino de Moyobamba, un peque?o municipio del departamento de San Mart¨ªn, la puerta del Amazonas. En una llamada telef¨®nica esta semana, Landa, que fue subprefecto de Moyobamba, dice que Moore abri¨® un vivero en el pueblo a finales del siglo pasado. "Cultivaba orqu¨ªdeas y bromelias. Yo lo conoc¨ª porque ¨¦l denunci¨® el tr¨¢fico de una especie de orqu¨ªdea que se hab¨ªa descubierto por aqu¨ª, la phragmipedium kovachii, que es car¨ªsima. Luego mi familia le compr¨® el vivero. De eso har¨¢ seis o siete a?os".
La escritora estadounidense Susan Orlean dedica varias p¨¢ginas a Moore en El Ladr¨®n de Orqu¨ªdeas. El libro cuenta la historia de un vecino del sur de Florida, John Laroche, obsesionado hasta tal punto con un esp¨¦cimen de la planta, la orqu¨ªdea fantasma, que intent¨® llevarse un ejemplar de contrabando de los bosques inundados del sur del estado.
Para su investigaci¨®n, Orlean quer¨ªa conocer a traficantes de plantas de Florida. Todo el mundo, dice, le recomend¨® que buscara a Moore. Orlean dio con ¨¦l justo antes de que se mudara a Per¨², por su vivero, a finales de la d¨¦cada de 1990. La escritora da cuenta de las haza?as del traficante. Moore, escribe, descubri¨® y dio nombre a tres especies de orqu¨ªdeas, comerci¨® con peces tropicales desde Centroam¨¦rica y plane¨® un negocio de venta de veneno de serpiente para sintetizar ant¨ªdotos. "En sus viajes de recolecci¨®n de plantas", narra la autora, "Lee se familiariz¨® con el arte precolombino (...) Pens¨® que la recolecci¨®n de este tipo de artefactos complementar¨ªa la de plantas. Su primer proyecto fue sustraer la invaluable pared de un templo maya. Le llev¨® tres meses. En ese tiempo, Lee y su mujer, que estaba embarazada de siete meses, acamparon en el lugar y se alimentaron a base de palomas asadas".
Antes de Cort¨¦s
En 1973, Karl Meyer, experiodista de The Washington Post, publicaba El Saqueo del Pasado, un libro sobre el auge del contrabando de obras de arte despu¨¦s de la Segunda Guerra Mundial. En el primer cap¨ªtulo, Meyer narra al detalle por primera vez el saqueo de la fachada Placeres.
El autor cuenta que un traficante de arte de Nueva York supo de la fachada, descubierta en la selva que comparten Yucat¨¢n y Campeche. Organiz¨® el saqueo y obtuvo fotos del lugar. Moore habr¨ªa sido uno de sus hombres en el terreno. Con las fotos en la mano, el traficante trat¨® de venderle la fachada a un coleccionista mexicano. Ante su negativa, mand¨® que la embalaran y la mandaran a Nueva York.
En aquel entonces, el Museo Metropolitano preparaba una gran exposici¨®n de arte precolombino, Before Cortes, para celebrar su primer siglo de existencia. El traficante, un h¨²ngaro que hab¨ªa sido piloto de la Fuerza A¨¦rea de Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, pens¨® que la fachada encajaba perfectamente en los planes del museo. Se la ofreci¨® por 400.000 d¨®lares.
La fachada lleg¨® al museo y aguard¨® su destino en el s¨®tano. Pasaron varios meses hasta que a finales de 1968, uno de sus directivos, escandalizado, desech¨® la compra. Seg¨²n Meyer, el directivo opinaba que "comprar el templo -la fachada- ser¨ªa como comprar un pedazo del Parten¨®n".
Enseguida se pusieron en contacto con Ignacio Bernal, director del Museo Nacional De Antropolog¨ªa en M¨¦xico, y le explicaron la situaci¨®n. Bernal vol¨® a Nueva York mientras los directivos del museo le preparaban una encerrona al traficante. Esperaron a que llegara su colega de M¨¦xico y convocaron una reuni¨®n a tres bandas para informarle de que no s¨®lo no compraban la fachada, sino que adem¨¢s le exig¨ªan su devoluci¨®n. El traficante, seg¨²n Meyer, se mostr¨® de acuerdo, pero pidi¨® que al menos le pagaran los 80.000 d¨®lares que hab¨ªa costado sacar la fachada de la selva y traerla hasta all¨ª. Bernal se neg¨® y el traficante finalmente cedi¨®.
A?os despu¨¦s, en 2000, el arque¨®logo David Freidel public¨® un art¨ªculo en la revista Archaeology, en que explicaba que Bernal hab¨ªa amenazado al traficante h¨²ngaro con requisarle una propiedad que ten¨ªa en Cuernavaca, una hora al sur de la capital, si no devolv¨ªa las piezas robadas.
Y ah¨ª qued¨®. Por primera y ¨²ltima vez en la historia, una enorme fachada de un edificio maya cruzaba la frontera para luego volver. Poco despu¨¦s, la UNESCO aprobar¨ªa su convenci¨®n de protecci¨®n al patrimonio cultural y Estados Unidos su propia ley para controlar el ingreso al pa¨ªs de arte precolombino. El traficante de arte, Lee Moore y sus secuaces quedaron sin castigo.
La fachada volvi¨® a M¨¦xico d¨ªas despu¨¦s de aquella reuni¨®n, ya para quedarse en la sala maya del Museo Nacional de Antropolog¨ªa. El arque¨®logo Daniel Ju¨¢rez recordaba partes de la historia este mi¨¦rcoles, mientras detallaba el proceso de rehabilitaci¨®n que les espera, los qu¨ªmicos que van a usar, el tipo de im¨¢genes que quieren tomar, etc¨¦tera.
En cuanto a Moore, Orlean dice en su libro que el traficante nunca le pag¨® por el saqueo de la fachada. De todas formas, concluye, "se lo tom¨® como una buena experiencia, un aprendizaje".
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