Hu¨¦rfanos por decreto de la Casa Blanca
Casa Padre, el mayor centro de acogida de inmigrantes menores sin papeles, acoge en Texas a cientos de chavales separados de sus padres por la brutal pol¨ªtica migratoria de Estados Unidos
Algunos chicos sonr¨ªen. Otros tienen la mirada perdida. Los hay abrumados. Viven de golpe en una burbuja: comida tres veces al d¨ªa, cama, ropa limpia, atenci¨®n m¨¦dica, sala de videojuegos, un auditorio para ver pel¨ªculas... Pero su experiencia en Casa Padre, un antiguo hipermercado Walmart reconvertido en gigantesco centro de acogida en Brownsville (Texas), junto a la frontera con M¨¦xico, enmascara el trauma del feroz viaje hasta Estados Unidos y dulcifica la angustia por un futuro incierto. En poco tiempo, los casi 1.500 inmigrantes indocumentados menores de edad que hay en el albergue, el mayor de ese tipo en EE UU, sabr¨¢n si ser¨¢n expulsados del pa¨ªs o podr¨¢n quedarse a la espera de resolver su situaci¨®n judicial. Y alrededor de una cuarta parte tiene una preocupaci¨®n mucho m¨¢s acuciante: llegaron a la frontera con sus padres pero, al ser detenidos, fueron separados de ellos.
Los chicos son v¨ªctimas de la nueva pol¨ªtica de ¡°tolerancia cero¡± del Gobierno de Donald Trump. Desde abril, la Fiscal¨ªa presenta cargos penales contra cualquier adulto que entre de forma ilegal a EE UU, se le traslada a un centro de detenci¨®n y, si ha llegado acompa?ado de un hijo, el menor pasa a depender de Servicios Sociales. El sistema es opaco y se desconoce su alcance.?No es inusual que el padre sea deportado mientras el hijo sigue en EE UU. Entre el 19 de abril y el 31 de mayo, 1.995 ni?os fueron separados de sus padres al tratar de entrar en EE UU en cruces fronterizos oficiales, seg¨²n estad¨ªsticas obtenidas por la agencia Associated Press. Eso excluye a los muchos inmigrantes que acceden al pa¨ªs por v¨ªas no oficiales, como cruzar en un bote el R¨ªo Grande.
La directiva tiene un objetivo muy claro: asustar. Por ahora, sin embargo, no ha propiciado el pretendido efecto disuasorio que lleve a menos inmigrantes ¡ªla inmensa mayor¨ªa centroamericanos¡ª a emprender un desesperado periplo desde sus pa¨ªses en busca de una mejor vida.
No hay precedentes de una pol¨ªtica de ese tipo a gran escala. La Administraci¨®n republicana tiene cada vez menos camas para acoger a tantos inmigrantes, ha empezado a trasladar adultos a prisiones y sopesa levantar campamentos masivos en bases militares. Trump volvi¨® a decir este viernes que ¡°odia¡± que padres e hijos sean separados y a culpar falsamente a los dem¨®cratas de ¡°forzarlo por ley¡±. La realidad es que el Gobierno act¨²a unilateralmente. El Comit¨¦ de Derechos Humanos de la ONU ha tildado la nueva pol¨ªtica de ¡°seria violaci¨®n de los derechos de los ni?os¡±. Organizaciones sociales tratan de frenarla en los tribunales y cada vez hay m¨¢s voces que denuncian la inmoralidad de que el pa¨ªs m¨¢s rico del mundo y nacido de la inmigraci¨®n act¨²e con tal crueldad.
Casa Padre es un fiel reflejo del drama en una de las fronteras m¨¢s desiguales. ¡°Estamos bastante cerca de la capacidad m¨¢xima¡±, advierte Juan S¨¢nchez, fundador y presidente de la organizaci¨®n Southwest Key Programs, que gestiona el albergue en un contrato con el Departamento de Salud y Servicios Sociales. ¡°Nunca ha estado as¨ª de lleno¡±, explica a un reducido grupo de periodistas durante una visita al complejo, el pasado mi¨¦rcoles, en la que no se permite hablar con los ni?os. ¡°Buenas tardes¡±, dicen algunos. ¡°Todo bien¡±. Otros guardan silencio o parecen inc¨®modos al sentirse observados como seres extra?os. Los chicos van con camiseta y pantal¨®n corto. Muchos llevan una cruz religiosa.
Ese d¨ªa hab¨ªa 1.469 menores durmiendo en el albergue, solo 28 por debajo del l¨ªmite. Llegan all¨ª tras pasar un m¨¢ximo de 72 horas en un centro policial. Todos son varones y tienen entre 10 y 17 a?os. Excepto siete indios, el resto son latinoamericanos. Al menos un 70% de los chicos en Casa Padre llegaron completamente solos desde M¨¦xico. Pero cada vez es mayor el ratio de menores que viajan acompa?ados de sus padres pero son separados al entrar a EE UU. De media, los ni?os pasan all¨ª 49 d¨ªas. El promedio nacional es de 56.
El Gobierno tiene bajo custodia a 11.351 menores inmigrantes en un centenar de centros, seg¨²n los ¨²ltimos datos, que no especifican cu¨¢ntos fueron separados de sus parientes. El n¨²mero de chicos en custodia creci¨® un 20% entre abril y mayo. Los menores abandonan los refugios una vez se encuentra un familiar en el pa¨ªs o una familia de adopci¨®n. Estar¨¢n con ellos hasta que un juez resuelva si pueden quedarse o no en EE UU. Sin embargo, Servicios Sociales reconoci¨® en abril haber perdido la pista de unos 1.500 ni?os porque sus tutores no contestaron al tel¨¦fono. Hay quienes esgrimen que no responden porque la mayor¨ªa de familiares son inmigrantes indocumentados o porque quieren evitar que los chicos se presenten ante el juez.
La saturaci¨®n es palpable en Casa Padre, que abri¨® en marzo de 2017 tras reconvertir un antiguo hipermercado Walmart de 2,3 hect¨¢reas. En cada una de las 313 habitaciones hab¨ªa cuatro camas pero se ha a?adido una plegable para una quinta persona. La mitad de los chicos va a clase por la ma?ana y la otra por la tarde. Antes de las comidas, se forman largu¨ªsimas colas. Southwest Key despidi¨® a trabajadores el a?o pasado por la ca¨ªda dr¨¢stica en la llegada de indocumentados al inicio de la presidencia de Trump, pero, con el repunte actual, necesita a decenas de nuevos empleados.
En habitaciones y pasillos, hay un reguero de mensajes de motivaci¨®n y patriotismo. ¡°Imagina las posibilidades de la vida¡±, ¡°Am¨¦rica, la preciosa¡±, rezan algunos. Hay murales con frases de presidentes estadounidenses, incluido Trump. En apariencia, la din¨¢mica puede recordar a la de un masivo campamento de verano. Pero los detalles revelan que los menores no son libres. Cada uno lleva una pulsera identificativa. Los empleados llevan auriculares y supervisan todos los movimientos. En las paredes se explican las ¡°reglas¡± de conducta. Los chicos solo pueden estar dos horas al d¨ªa en un patio exterior. Tienen derecho a dos llamadas a la semana. Cuando un menor llega, est¨¢ hasta 72 horas aislado con supervisi¨®n m¨¦dica. El complejo es un b¨²nker, envuelto en un aura de secretismo. Hay vallas y personal de seguridad en los alrededores.
Como un antiguo Walmart, Casa Padre est¨¢ en la cuna del capitalismo. Ubicado en la t¨ªpica avenida del extrarradio estadounidense, est¨¢ rodeado de locales de comida r¨¢pida y gasolineras. La vida fluye. Ajena a las historias afligidas de los casi 1.500 ni?os en el albergue. Omar Agust¨ªn Rodr¨ªguez, de 38 a?os, s¨ª conoce el complejo. Ayud¨® a instalar el aire acondicionado. ¡°Est¨¢ bien porque les ayudan y repatrian¡±, dice en el McDonald¡¯s aleda?o. Como muchos otros aqu¨ª, naci¨® en Matamoros (M¨¦xico) ¡ªseparada de Brownsville por el R¨ªo Grande y una valla de seis metros¡ª pero en 2000 emigr¨® y ahora tiene la residencia permanente. Se vino en busca de mejor trabajo y seguridad. Deplora la ruptura de familias y elogia a los indocumentados. ¡°Veo a gente que sufre y pelea. Les admiro¡±.
Nervios y saturaci¨®n en los tribunales
La nueva pol¨ªtica de tolerancia cero con la inmigraci¨®n irregular se percibe r¨¢pidamente en el tribunal federal de Brownsville, a unos 15 minutos en coche de Casa Padre, el albergue para menores indocumentados. Ahora cada d¨ªa hay juicios sobre inmigraci¨®n. El jueves se celebr¨® una vista conjunta para 17 inmigrantes centroamericanos que hab¨ªan cruzado pocos d¨ªas antes el R¨ªo Grande desde M¨¦xico. Antes de mayo, solo se hubiese juzgado a dos o tres, aquellos con antecedentes de entradas ilegales a EE UU. El resto no hubieran sido juzgados y se hubieran quedado en un centro de detenci¨®n a la espera de ser deportados o de pedir asilo.
Todos los inmigrantes se declararon culpables. Las mayores sentencias fueron 10 d¨ªas de c¨¢rcel y un a?o de supervisi¨®n para los que ten¨ªan antecedentes. Tras ser liberados, todos ser¨¢n presumiblemente deportados. Eran nueve hombres y ocho mujeres, entre los 19 y 65 a?os. Llevaban las manos esposadas y una cadena en la cintura. Algunos vest¨ªan ropa carcelaria y estaban visiblemente nerviosos. Todos llevaban auriculares con traducci¨®n al espa?ol.
Al menos cuatro de ellos fueron separados de sus hijos tras ser interceptados por la polic¨ªa fronteriza. En el caso del hondure?o ?lex Roel Guevara, el abogado del Gobierno reconoci¨® que no tienen informaci¨®n sobre d¨®nde est¨¢ su hija, de 13 a?os. ¡°Estoy preocupado por mi ni?a¡±, clam¨® otro hondure?o, Denis Canales Murillo, que fue separado de su primog¨¦nita, de 11 a?os. El juez, Ignacio Torteya, le respondi¨® que el objetivo es reunificarlos antes de ser deportados aunque, seg¨²n expertos legales, eso apenas ocurre. Otra de las imputadas, Mar¨ªa Josefina Zu?ega Alfaro, fue separada de su hijo de 15 a?os. Dado que es un var¨®n, es posible que est¨¦ en Casa Padre.
Humberto Yzaguirre, el abogado de oficio de los inmigrantes, asegura que en sus 15 a?os de experiencia no hab¨ªa visto casos de ruptura de familias. ¡°Imag¨ªnate de lo que est¨¢n huyendo. Son vulnerables y no tienen ning¨²n poder de evitar lo que el Gobierno est¨¢ haciendo. Se est¨¢n aprovechando de ellos. Es de locos¡±, dijo tras la vista.