¡°La protesta siempre sirve, la valent¨ªa es contagiosa¡±
Ana Mar¨ªa Archila, convertida ya en la mujer del ascensor, increp¨® a un senador estadounidense en directo ante la televisi¨®n en plena batalla por el 'caso Kavanaugh'. Vive en Nueva York, es una veterana activista y ha recibido amenazas de muerte
Desde el 28 de septiembre, para identificar a Ana Mar¨ªa Archila hay que hablar de la mujer del ascensor. De una de ellas. Aquel viernes, su imagen encendida recorri¨® medio planeta como la p¨®lvora. Archila, de 39 a?os, y una joven a la que acababa de conocer, Mar¨ªa Gallagher, de 23, se enfrentaban con u?as y dientes, en directo y ante las c¨¢maras de televisi¨®n, a un senador republicano llamado Jeff Flake. El inminente voto de Flake, esa misma ma?ana, resultaba clave para impulsar el nombramiento de Brett Kavanaugh como nuevo miembro del Tribunal Supremo, en medio de un monumental esc¨¢ndalo por las acusaciones de abusos sexuales que pesaban sobre el juez.
Fue un drama en tres actos. A primera hora de la ma?ana, el senador en cuesti¨®n emiti¨® un comunicado en el que anunciaba que finalmente apoyaba al juez conservador, nominado por Donald Trump, tras haberlo rumiado durante d¨ªas. Poco despu¨¦s, cuando sal¨ªa de su oficina, las dos mujeres bloquearon la puerta del elevador por la que el pol¨ªtico planeaba acudir a la sesi¨®n y, durante cinco minutos interminables para Flake, al que se ve¨ªa palidecer por momentos, le increparon, se desga?itaron, le contaron las agresiones que ellas hab¨ªan sufrido el pasado en sus propias carnes y lo que significaba aquel proceso para cualquier v¨ªctima que los viera.
¡°Usted tiene ni?os en su familia. Piense en ellos. Yo tengo dos hijos, no puedo imaginar que durante 50 a?os se vaya a sentar en el Tribunal Supremo alguien acusado de violar a una chica¡±, le increp¨® Archila. ¡°?Qu¨¦ est¨¢ haciendo, se?or?¡±, exclam¨®. Gallagher, sollozando, continu¨®: ¡°A m¨ª me agredieron sexualmente y nadie me crey¨®¡±. ¡°?Qu¨¦ le est¨¢ diciendo a todas esas mujeres? ?Qu¨¦ me est¨¢ diciendo a m¨ª? ¡ªreclamaba¡ª M¨ªreme cuando le hablo. Me est¨¢ diciendo que mi agresi¨®n no importa, que lo que me pas¨® no importa y que va a llevar a quien hace estas cosas al poder. Eso es lo que me est¨¢ diciendo cuando vote por ¨¦l. No aparte la mirada de m¨ª".
Flake lleg¨® tras el altercado a la sesi¨®n del Comit¨¦ de Justicia al que pertenece y que deb¨ªa votar para llevar el nombramiento de Kavanaugh al pleno del Senado. Y en el momento crucial, dio la sorpresa a sus compa?eros republicanos: votar¨ªa s¨ª pero con la condici¨®n de que el FBI abriese una investigaci¨®n de una semana sobre el nominado. Lo aceptaron. Una profesora universitaria, Christine Blasey Ford, hab¨ªa acusado al juez de haberla intentado violar tres d¨¦cadas atr¨¢s, cuando ambos eran adolescentes, ¨¦l 17 a?os y ella 15. Otras dos mujeres le se?alaban por otros abusos. Las pesquisas sobre el juez acabaron sin conclusiones y Kavanaugh ya es juez del Supremo.
?Cree que sirvi¨® la protesta del ascensor? ¡°La protesta siempre sirve. La valent¨ªa es contagiosa. Cuando empezamos a escuchar la historia de la doctora Ford, muchas otras mujeres empezaron a contar la suya, porque la reconoc¨ªamos, sab¨ªamos que no la iban a creer¡±, explica Achila en Nueva York, en plena resaca de esa batalla. ¡°All¨ª se vio a dos mujeres exigi¨¦ndole a un hombre que est¨¢ en el poder que nos mire a los ojos, que responda a nuestras preguntas. Fue liberador. El 75% de los senadores son hombres. Muchas mujeres nos sentimos muy frustradas con un sistema pol¨ªtico dominado por ellos, que no tienen ni idea de nuestras experiencias, y que no les importan¡±.
La mujer del ascensor trabaja en el Centro para la Democracia Popular, una organizaci¨®n pol¨ªtica progresista con sede en Bushwick, un barrio de Brooklyn, lim¨ªtrofe con Queens, cada vez m¨¢s famoso por sus impresionantes murales callejeros, y cada vez m¨¢s caro, m¨¢s tur¨ªstico, pero, como muchos locales destartalados revelan, a¨²n en transici¨®n. Para los vecinos de toda la vida, en una complicada transici¨®n.
Ella, de origen colombiano, lleg¨® a Estados Unidos a los 17 a?os para ir a vivir con su padre, que se hab¨ªa separado de su madre cuando era una ni?a. Tambi¨¦n, por entonces, sufri¨® aquellos abusos que relat¨® a Flake y que, asegura, no hab¨ªa contado a casi nadie antes de esa semana.
¡°Solo voy a dar los detalles que me siento c¨®moda en dar. Yo ten¨ªa cinco a?os y fui invadida por un joven de 15¡±, explica muy seria. ¡°Invadida¡±. Parece escoger la palabra con mucho cuidado.¡°No fui violada¡±, a?ade. Le ocurri¨® en varias ocasiones. ?l era el hijo de una persona que en ocasiones la cuidaba. ¡°Yo entonces se lo cont¨¦ a dos adultos, no fueron mis padres y ellos¡ No s¨¦, yo creo que no supieron qu¨¦ hacer con la informaci¨®n o no me creyeron¡±. Enterr¨® aquello durante a?os, dice, no lo volvi¨® a pensar, hasta que tuvo a su primer hijo. ¡°Me despertaba con ansiedad. Iba a la guarder¨ªa todos los d¨ªas y me quedaba ah¨ª, me dec¨ªa que no pod¨ªa dejar a mi hijo¡±.
A Jeff Flake ya le hab¨ªa contado que era v¨ªctima de abusos unos d¨ªas antes. No era la primera vez que se las ve¨ªa con el senador de Arizona. Al cabo de unos d¨ªas del episodio del ascensor, Donald Trump la atac¨® a ella y a Gallagher. Las llam¨® ¡°gritonas profesionales¡± que buscaban hacer ¡°quedar mal¡± a los legisladores. Lejos de ofenderse, Archila lo confirma con honra: ¡°Yo he dedicado toda mi vida que las voces de la gente com¨²n y corriente sean el centro de los debates¡±. Nada m¨¢s acabar la universidad, comenz¨® a trabajar en una ONG para inmigrantes latinoamericanos que hab¨ªa fundado un familiar. Luego, pas¨® al Centro para la Democracia Popular. Es una veterana activista y el asalto a un pol¨ªtico donde menos se lo espera, como el que vivi¨® Flake, una vieja t¨¢ctica aprendida.
¡°Se llama bird-dogging [se puede traducir como caza entre p¨¢jaro y perro]. Es una t¨¢ctica de confrontaci¨®n que me ense?¨® Jennifer Flynn, que tambi¨¦n trabaja aqu¨ª. Es una mujer importante en esta materia. Esta es una historia de mujeres guerreras¡±, empieza a relatar Archila. ¡°Ella comenz¨® su activismo en el movimiento de las personas afectadas por sida, en los ochenta y noventa, y emple¨® ese tipo de protestas con la Administraci¨®n de Reagan. Se trata de buscar a los pol¨ªticos donde no se lo imaginan, en sus casas, en los restaurantes¡ Llegar a sus oficinas y hacerles hablar con nosotros. Llevarles casos reales, personas afectadas por una situaci¨®n¡±, explica.
El presidente de EE UU tambi¨¦n acusa, a esta y otras organizaciones cr¨ªticas con su Gobierno, que convocan manifestaciones continuas, de estar financiadas por George Soros, el multimillonario de origen h¨²ngaro y jud¨ªo, tan famoso por sus pelotazos inversores (ha quedado grabado en la historia el ataque especulativo que perpetr¨® en 1992 contra la libra esterlina) como por sus generosas donaciones filantr¨®picas.
La mujer del ascensor tambi¨¦n lo confirma sin problemas. ¡°S¨ª, algo menos del 5% de nuestros fondos vienen de Open Society [la fundaci¨®n de Soros], da dinero a muchas organizaciones en el pa¨ªs y en el mundo. Otras fundaciones lo hacen¡±, afirma. ¡°Es importante entender es que cuando la derecha, Trump y sus cuates hablan de Soros, est¨¢n evocando un estereotipo antisemita que dice: ¡®?Los jud¨ªos est¨¢n dentro de todo!¡¯ Soros es un superviviente del Holocausto que ha dedicado toda su actividad filantr¨®pica a apoyar la activaci¨®n de la democracia y yo creo que la prensa tiene que ser responsable cuando est¨¢ amplificando y repitiendo estas declaraciones¡±, a?ade.
Acto seguido, muestra el fotomontaje que una cuenta an¨®nima en Twitter ha publicado en el que aparece el rostro de Soros rodeado de antorchas. Desde que sali¨® en televisi¨®n, aquel 28 de septiembre que Jeff Flake no olvidar¨¢, Ana Mar¨ªa Archila tambi¨¦n ha recibido mensajes de odio en las redes sociales, adem¨¢s de amenazas en su tel¨¦fono m¨®vil. En un mensaje de texto, alguien ha escrito las se?as de su casa, dici¨¦ndole: ¡°Solo quer¨ªa comprobar que esta es tu direcci¨®n. Kavanaugh USA¡±. Otro, tambi¨¦n an¨®nimo, describe con toda suerte de detalles una muerte lenta. Un detective est¨¢ investigando estas amenazas. La mujer del ascensor es madre de un hijo de seis a?os y una hija de tres. La peque?a corretea por la sala durante la entrevista.
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