Pusilanimidad y magnanimidad en los tiempos del c¨®lera
Por primera vez desde 1945, Europa afronta un momento que nos definir¨¢ a todos
Y tres cuartos de siglo despu¨¦s, al final, lleg¨®. Aqu¨ª est¨¢, por primera vez desde 1945, otro momento en el que Europa afronta circunstancias radicalmente definitorias, en las que cada uno de nosotros se mostrar¨¢ ¨Cante s¨ª mismo y los dem¨¢s- como lo que realmente es. Circunstancias, estas, que conciernen a la vez a nuestra manera de vivir y a nuestras propias vidas.
Lo excepcional del momento reside en su amplitud (afecta a todos), trascendencia (nada m¨¢s relevante que la muerte ¨Cun 7% de fallecidos sobre los casos detectados en Italia-) e impacto en las vidas cotidianas (el trabajo, el ...
Y tres cuartos de siglo despu¨¦s, al final, lleg¨®. Aqu¨ª est¨¢, por primera vez desde 1945, otro momento en el que Europa afronta circunstancias radicalmente definitorias, en las que cada uno de nosotros se mostrar¨¢ ¨Cante s¨ª mismo y los dem¨¢s- como lo que realmente es. Circunstancias, estas, que conciernen a la vez a nuestra manera de vivir y a nuestras propias vidas.
Lo excepcional del momento reside en su amplitud (afecta a todos), trascendencia (nada m¨¢s relevante que la muerte ¨Cun 7% de fallecidos sobre los casos detectados en Italia-) e impacto en las vidas cotidianas (el trabajo, el avituallamiento, la educaci¨®n, las relaciones). Hubo otros momentos relevantes en Europa desde 1945: por ejemplo, una inquietante Guerra Fr¨ªa. Pero ninguno tuvo a la vez tanta amplitud, trascendencia e impacto directo en la vida como la amenaza actual del coronavirus. Por tanto, este momento nos definir¨¢ mucho m¨¢s que otros a todos: m¨¦dicos y enfermos; empleadores y empleados; gobernantes y gobernados; pa¨ªses ricos y menos ricos; y en general a todos los ciudadanos en busca de arreglos en circunstancias que ser¨¢n dif¨ªciles (aquellos que solo compran dos cajas de producto, los que se llevan toda la estanter¨ªa; o los que se declaran enfermos para no caer enfermos y los que siguen trabajando dando la cara).
Habr¨¢ magn¨¢nimos, pues, e infames. Como siempre en la vida, pero esta vez se les notar¨¢ m¨¢s, y habr¨¢ sorpresas.
En las aguas procelosas de la incertidumbre y la angustia, es ¨²til volver la mirada hacia las estrellas m¨¢s brillantes. Desde lejos, Dante nos se?ala otro grupo que igual ser¨¢ el m¨¢s importante: los pusil¨¢nimes. Estos, en la visi¨®n del poeta cristiano, son aquellos que no utilizaron su libre albedr¨ªo ni para el bien ni para el mal. Son aquellos que se dejaron llevar por las cosas de la vida; son el primer grupo de almas que el poeta encuentra nada m¨¢s cruzar la famosa puerta del infierno ¡°Lasciate ogni speranza¡.¡±.
El desprecio de Dante hacia ellos es absoluto, solo comparable al que ellos tuvieron por el m¨¢ximo don de la vida: el libre albedr¨ªo precisamente. El poeta no los considera dignos ni siquiera del infierno, y los deja pudrirse en un lugar apartado, condenados a seguir un estandarte sin sentido ¨Cellos que no defendieron ninguna bandera- y postrados por m¨²ltiples torturas en una marcha sin descanso que es el exacto contrario de su cobard¨ªa y desidia vital.
En todas las sociedades, el libre albedr¨ªo es el coraz¨®n mismo de la vida, pero m¨¢s lo es en las sociedades libres. El combate contra el virus ser¨¢ diferente en pa¨ªses desarrollados y en pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo; y, claro que s¨ª, ser¨¢ diferente en dictaduras o democracias. En estas ¨²ltimas, en Europa, la actitud ciudadana tendr¨¢ un peso quiz¨¢ mayor, ya que los reg¨ªmenes autoritarios implementan con menos contemplaciones medidas draconianas y castigos ejemplares.
Habr¨¢ dilemas en cada esquina entre la defensa del inter¨¦s propio y el colectivo: las dudas de trabajadores de empresas o establecimientos que tendr¨¢n que permanecer abiertos pero preferir¨ªan quedarse en casa, en primer lugar; las cuestiones de abastecimiento, en segundo. Y muchas m¨¢s.
Tendremos ciudadanos y gobernantes magn¨¢nimos; los tendremos infames. Ojal¨¢ muchos pusil¨¢nimes se decanten del lado correcto: ellos decidir¨¢n la mayor¨ªa. Cantaremos todos desde los balcones como est¨¢n haciendo los italianos en un inspirador gesto de unidad. Y al final del todo, volveremos a abrazarnos, como dijo el primer ministro Giuseppe Conte a sus compatriotas. Pero, sin duda, habremos visto a algunos que no apetece abrazar. ?Seremos dignos de un abrazo al final? Conviene pregunt¨¢rselo en cada decisi¨®n.