Vera Lynn, voz e icono de la resistencia brit¨¢nica a Hitler
La cantante que anim¨® a los soldados de la Segunda Guerra Mundial fallece a los 103 a?os en Ditchling
Vera Lynn (Londres, 1917) nunca pudo escapar del privilegio y la condena de ser un tesoro nacional del Reino Unido. Su voz y la cadencia l¨¢nguida de la canci¨®n We?ll Meet Again (Nos veremos de nuevo) han congelado en el tiempo la visi¨®n estoica y templada que los brit¨¢nicos tienen de s¨ª mismos desde que los bombarderos alemanes sobrevolaban el cielo de Londres y los ciudadanos protagonizaron ¡°su hora m¨¢s gloriosa¡±. Isabel II incorpor¨® el pasado abril esas mismas palabras, nos veremos de nuevo, en su mensaje a la naci¨®n grabado desde su reclusi¨®n en Windsor durante la pandemia del corona...
Vera Lynn (Londres, 1917) nunca pudo escapar del privilegio y la condena de ser un tesoro nacional del Reino Unido. Su voz y la cadencia l¨¢nguida de la canci¨®n We?ll Meet Again (Nos veremos de nuevo) han congelado en el tiempo la visi¨®n estoica y templada que los brit¨¢nicos tienen de s¨ª mismos desde que los bombarderos alemanes sobrevolaban el cielo de Londres y los ciudadanos protagonizaron ¡°su hora m¨¢s gloriosa¡±. Isabel II incorpor¨® el pasado abril esas mismas palabras, nos veremos de nuevo, en su mensaje a la naci¨®n grabado desde su reclusi¨®n en Windsor durante la pandemia del coronavirus. Stanley Kubrick utiliz¨® con iron¨ªa la canci¨®n como fondo musical en los ¨²ltimos planos de ?Tel¨¦fono rojo? Volamos hacia Mosc¨², mientras una sucesi¨®n de bombas at¨®micas vaticinaban el fin de la humanidad. ¡°Cuando echo un vistazo hacia atr¨¢s a mi vida, agradezco haber sobrevivido todo ese tiempo y ser el s¨ªmbolo de una era que nunca debe ser olvidada. Si ese es mi legado, estoy orgullosa de ello¡±, escrib¨ªa Lynn en sus memorias, Some Sunny Day (En un d¨ªa soleado), hace ya m¨¢s de una d¨¦cada.
Vera Margaret Welch naci¨® el 20 de marzo de 1917 en East Ham, Londres. Comenz¨® a cantar a los siete a?os, y es posible que su carrera como vocalista nunca la hubiera elevado a la categor¨ªa de estrella inmortal de no ser por la llegada de la Segunda Guerra Mundial. Ya casada con el clarinetista y saxofonista Harry Lewis, la BBC le ofreci¨® su propio programa de radio en 1940: Sincerely Yours (Sinceramente tuya). A trav¨¦s de ella, muchas mujeres enviaban mensajes a los soldados en territorio extranjero, y con ayuda de un cuarteto musical interpretaba las canciones que le ped¨ªan los hombres desplazados al frente.
Los directivos de la cadena p¨²blica soportaban resignadamente el tono crooning (canci¨®n mel¨®dica suave popularizada en Estados Unidos) del programa, ajeno a la pretendida rigurosidad de la BBC. Pero el ¨¦xito de Lynn impidi¨® que pusieran freno a las emisiones. La cantante visitaba hospitales, entrevistaba a madres, mujeres y novias y enviaba nuevos mensajes a los soldados, hasta ser considerada como la ¡°novia de las tropas¡±. Realiz¨® giras por el frente en Egipto, India y Birmania. Si los estadounidenses suspiraban con los p¨®steres de pin-ups como Rita Hayworth o Jane Russell, los brit¨¢nicos adoraban como su madrina benefactora a una joven delgada y rubia, elegante y delicada, que les devolv¨ªa a casa con su voz y sus canciones. Junto a We?ll Meet Again est¨¢ el cl¨¢sico The White Cliffs of Dover (Los blancos acantilados de Dover), obligados ambos temas en cada acto conmemorativo del D¨ªa de la Victoria en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Condecorada con la Orden del Imperio Brit¨¢nico, Vera Lynn fue durante toda su vida una instituci¨®n tan venerable y respetada como la propia Isabel II. Y utilizada, en ocasiones en contra de su voluntad. Margaret Thatcher ech¨® mano de ella para animar al pa¨ªs durante la Guerra de las Malvinas contra Argentina, y la prensa conservadora llev¨® a sus portadas los blancos acantilados de Dover el d¨ªa en que el Brexit fue finalmente una realidad. Pr¨¢cticamente toda la generaci¨®n que pod¨ªa recordar la dulzura y consuelo que ofreci¨® Lynn ha desaparecido, y su voz y sus canciones han pasado a convertirse en las ¨²ltimas d¨¦cadas en la banda sonora de una visi¨®n idealizada y, en ocasiones, oportunista de un pasado que ha servido para camuflar las carencias y fallos del presente.
Lynn ha fallecido a sus 103 a?os en Ditchling de un modo discreto y silencioso, justo en el momento en que sus compatriotas discut¨ªan ardorosamente si la estatua de Winston Churchill frente al Parlamento deb¨ªa permanecer cubierta, para protegerla de todos aquellos que han comenzado a revisar la historia reciente.