El a?o m¨¢s amargo para los bielorrusos
Miles de ciudadanos han buscado refugio en los pa¨ªses vecinos huyendo del presidente Lukashenko tras la represi¨®n del ¨²ltimo a?o
Hoy hace un a?o, el 9 de agosto de 2020, comenz¨® una represi¨®n sin precedentes en el cuarto de siglo que Aleksandr Lukashenko lleva aferrado al poder en Bielorrusia. Y ah¨ª sigue mientras miles de bielorrusos han tenido que huir al extranjero y buscar refugio en los pa¨ªses vecinos. La ¨²ltima, ...
Hoy hace un a?o, el 9 de agosto de 2020, comenz¨® una represi¨®n sin precedentes en el cuarto de siglo que Aleksandr Lukashenko lleva aferrado al poder en Bielorrusia. Y ah¨ª sigue mientras miles de bielorrusos han tenido que huir al extranjero y buscar refugio en los pa¨ªses vecinos. La ¨²ltima, la atleta Kristsina Tsimanuskaia, reci¨¦n llegada a Varsovia tras escaparse de los Juegos Ol¨ªmpicos de Tokio.
En las elecciones presidenciales de hace un a?o, la oposici¨®n compareci¨® unida bajo una ¨²nica candidata circunstancial, Svetlana Tijan¨®vskaya. Su marido y antes aspirante, Sergu¨¦i Tijanovski, hab¨ªa sido detenido en mayo, y tampoco permitieron acudir a las urnas ni a Valery Tsepkalo ni a Viktor Babariko.
Sin embargo, a las manifestaciones masivas que tendr¨ªan lugar en las oscuras semanas siguientes (internet fue cortado), el recuento oficial concedi¨® a la oposici¨®n un p¨ªrrico 10% de los votos frente al 80% del dictador.
Un a?o despu¨¦s, Lukashenko sigue en el poder pese a las presiones en su contra de Estados Unidos y de la Uni¨®n Europea. La clave, el apoyo de Mosc¨², aunque esa dependencia le sit¨²a en una posici¨®n de debilidad. ¡°Lukashenko es como un chacal arrinconado, muestra los dientes, pero no ve lo que hay detr¨¢s suyo ni a los lados. No tiene dinero, no controla sus propias fuerzas, tiene un miedo terrible ante lo que no ve. Si Occidente quisiera, volver¨ªa la democracia¡±, afirma Pavel Latushka, de 48 a?os, que fue ministro suyo hace una d¨¦cada, y que actualmente vive en Polonia, refugio este ¨²ltimo a?o para miles de bielorrusos, adem¨¢s de Ucrania y los pa¨ªses b¨¢lticos, donde han surgido redes de organizaciones m¨¢s o menos informales que les ayudan en todo tipo de problemas, como alojarse en sus primeros d¨ªas, escolarizar a los hijos o incluso c¨®mo usar el transporte p¨²blico. Latushka encabeza ahora una de estas organizaciones, la llamada Direcci¨®n Popular Anticrisis, un organismo que lucha por la transici¨®n a la democracia y vela por la di¨¢spora bielorrusa.
Latushka se?ala los tres pilares que sostienen al r¨¦gimen de Lukashenko: el apoyo financiero, pol¨ªtico y militar del Kremlin; unas fuerzas de seguridad propias, aunque en la pr¨¢ctica coordinadas desde Mosc¨² y una justicia arbitraria. ¡°Negocian desde hace un a?o la uni¨®n de ambos pa¨ªses, pero nadie ha visto un solo documento. Putin le est¨¢ imponiendo su hoja de ruta¡±, asegura.
Sobre el imperio de la ley, el propio Latushka muestra en la puerta de su despacho las condenas dictadas en su contra. ¡°Fui ministro de Cultura, tambi¨¦n diplom¨¢tico en Francia y Espa?a, y he sido declarado terrorista. Me hace gracia, pero es estremecedor. Por esta sentencia puedo recibir la pena m¨¢xima: fusilamiento¡±.
Cada cierto tiempo ocurre alg¨²n incidente que provoca la indignaci¨®n de la comunidad internacional, como ocurri¨® con el secuestro del avi¨®n de Roman Protasevich; el asesinato del periodista Pavel Sheremet en Kiev o el reciente intento de llevarse por la fuerza a Tsimanuskaia.
Sin embargo, los bielorrusos advierten de que Occidente no es consciente de la dimensi¨®n real de la violaci¨®n de los derechos humanos por parte del r¨¦gimen. ¡°M¨¢s de 35.000 personas han sido detenidas en el ¨²ltimo a?o. Hay unos 600 presos pol¨ªticos y al menos 16 opositores han muerto en la c¨¢rcel de forma extra?a¡±, asegura Latushka.
Muchos bielorrusos dijeron basta en agosto de 2020. Uno de ellos es Andrei Ostapowicz, de 28 a?os, un ex polic¨ªa tambi¨¦n exiliado en Varsovia. ¡°Nos ordenaron dejar de investigar los abusos de las fuerzas de seguridad. Cada d¨ªa llegaban un mont¨®n de denuncias de torturas y vi c¨®mo las manipulaban¡±, afirma en una cafeter¨ªa de la capital polaca, donde vive tras una larga odisea.
Miembro del departamento de investigaci¨®n de una comisar¨ªa de Minsk, un d¨ªa se hart¨®, public¨® en la red lo que pensaba y se march¨® a Mosc¨². ¡°Si la gente ten¨ªa valor para protestar, ?por qu¨¦ no yo?¡±, subraya Ostapowicz. Pero tuvo que volver a huir. Rusia se puso del lado de Lukashenko y expuls¨® a los fugitivos. Con la excusa de haber violado las restricciones por coronavirus le llevaron a tierra de nadie entre ambas fronteras, donde le dijeron que no podr¨ªa regresar en cinco a?os. Sin nada m¨¢s que sus contactos, cruz¨® Bielorrusia sabiendo que estaba en la lista negra del r¨¦gimen. ¡°Perd¨ª ocho kilos. Fue una pesadilla¡±, recuerda.
¡°Parec¨ªa un pa¨ªs tranquilo¡±, responde Ostapowicz al ser preguntado por qu¨¦ sirvi¨® en las fuerzas de seguridad de Lukashenko. ¡°Ve¨ªas guerras civiles en otros pa¨ªses como Ucrania. En Bielorrusia no pod¨ªas hablar mucho, pero al menos parec¨ªa que todo funcionaba¡±, agrega con la tranquilidad de saberse lejos. ¡°He tenido que cortar todo contacto con mi familia y mis amigos all¨ª, no quiero ponerles en peligro¡±.
Pavel Latushka cree que Putin cometi¨® un error geopol¨ªtico enorme al proteger al r¨¦gimen de Minsk. ¡°Si hubiese apoyado a los bielorrusos en vez de a Lukashenko hubiera ganado muchas simpat¨ªas en la sociedad bielorrusa¡±, subraya. Sin embargo, tambi¨¦n cree que Europa fall¨® al imponer solo sanciones selectivas a su Gobierno.
Hoy, quienes protestaron hace un a?o y siguen viviendo en Bielorrusia han vuelto a sus trabajos y han dejado de expresar su descontento p¨²blicamente en las redes. La alternativa menos peligrosa es perder el empleo o una multa. Por ello, el ¨¢nimo general es que poco m¨¢s pueden lograr dentro del pa¨ªs. ¡°Solo falta que cometa un error¡±, coinciden todos.
Por eso, el ¨¢nimo general es que poco m¨¢s puede hacerse dentro del pa¨ªs. ¡°Solo falta que cometa un error¡±, coinciden todos.
Exilio juvenil
Nadezhda es coordinadora del Centro de Solidaridad Bielorrusa en Varsovia, uno de los muchos surgidos del exilio bielorruso. ¡°El perfil medio son j¨®venes de 20 a 30 a?os, pero tambi¨¦n vienen algunos pensionistas o familias que han tenido que dejar todo a la carrera¡±, explica.
Al caer la tarde, un coro de mujeres de todas las edades practica canto. En estas oficinas prestadas por el Gobierno polaco celebran todo tipo de actividades para reforzar sus lazos. Entre las m¨¢s importantes est¨¢ ense?ar polaco e ingl¨¦s a los ni?os. ¡°Se adaptan r¨¢pido¡±, asegura Nadezhda.
El centro fue fundado poco despu¨¦s de comenzar la represi¨®n y cuenta con unos 160 voluntarios. ¡°Pens¨¢bamos que el fin del Gobierno era inminente, pero ah¨ª sigue. Sin embargo, confiamos en que Lukashenko cometa un error pronto, como ya ha hecho con el avi¨®n o con los inmigrantes¡±, agrega Ant¨®n, responsable de comunicaci¨®n del centro, refiri¨¦ndose a la utilizaci¨®n de inmigrantes procedentes de Oriente Pr¨®ximo como herramienta de presi¨®n que Minsk utiliza sobre Polonia, Letonia y Lituania, dej¨¢ndoles pasar a trav¨¦s de su territorio.
¡°El KGB bielorruso los trae de pa¨ªses donde hay terrorismo, como Afganist¨¢n, Siria o Irak, para soltarlos en las fronteras y provocar el caos. ?Qui¨¦nes son?¡±, coincide el opositor Pavel Latushka.