Los hijos de colaboradores del nazismo en Holanda buscan un reconocimiento oficial por la marginaci¨®n tras la guerra
El Gobierno afirma que no hay consenso para abordar el debate en el pa¨ªs de Europa Occidental que sufri¨® el mayor exterminio de su comunidad jud¨ªa
La Segunda Guerra Mundial termin¨® en Pa¨ªses Bajos el 5 de mayo de 1945, y desde su exilio en Londres, la entonces reina Guillermina y el Gobierno holand¨¦s ten¨ªan preparado un tribunal especial para procesar a los que colaboraron con el invasor nazi. Cerca de 150.000 sospechosos fueron internados a la espera de juicio en varios centenares de campos, seg¨²n los historiadores. Son los llamados foute mensen, que podr¨ªa traducirse como ¡°la gente que estuvo del lado equivocado¡±, y cuyos hijos cargan todav¨ªa con ese apelativo. De hecho, sienten que pagaron las culpas de los adultos que apoyaron...
La Segunda Guerra Mundial termin¨® en Pa¨ªses Bajos el 5 de mayo de 1945, y desde su exilio en Londres, la entonces reina Guillermina y el Gobierno holand¨¦s ten¨ªan preparado un tribunal especial para procesar a los que colaboraron con el invasor nazi. Cerca de 150.000 sospechosos fueron internados a la espera de juicio en varios centenares de campos, seg¨²n los historiadores. Son los llamados foute mensen, que podr¨ªa traducirse como ¡°la gente que estuvo del lado equivocado¡±, y cuyos hijos cargan todav¨ªa con ese apelativo. De hecho, sienten que pagaron las culpas de los adultos que apoyaron a los ocupantes alemanes y buscan un reconocimiento del Ejecutivo, al que se han dirigido varias veces por la marginaci¨®n y el estigma sufridos tras la contienda. Ello implicar¨ªa incluirles entre las v¨ªctimas oficiales de la guerra, un asunto dif¨ªcil de abordar en un pa¨ªs cuya comunidad jud¨ªa sufri¨® el mayor exterminio de Europa occidental.
El pasado noviembre, la exreina Beatriz acudi¨® al 40 aniversario de la fundaci¨®n de voluntarios que agrupa desde 1981 a los descendientes de los colaboracionistas (Stichting Werkgroup Herkenning). Con unos 200 miembros, han atendido en los ¨²ltimos a?os a unas 10.000 personas que b¨¢sicamente buscaban informaci¨®n de su pasado, y para ellos la visita revisti¨® gran simbolismo aunque Beatriz sea ahora una princesa sin peso institucional. Sin embargo, el nuevo Gobierno, que toma posesi¨®n este mes, ha hecho saber que no hay consenso pol¨ªtico para debatir este cap¨ªtulo del pasado.
La fundaci¨®n recibe alrededor de 60.000 visitas digitales al a?o. Seg¨²n sus datos, unos 100.000 holandeses se afiliaron al Movimiento Nacional Socialista en Pa¨ªses Bajos (NSB, en sus siglas neerlandesas), y cerca de 25.000 lucharon con el Ej¨¦rcito alem¨¢n en el frente oriental. ¡°Como hasta 1965 las familias holandesas sol¨ªan tener tres ni?os, podr¨ªa haber unos 300.000 descendientes. Es una estimaci¨®n a la baja, sin sumar a los nietos. Tampoco tenemos el n¨²mero de hijos de holandesas y soldados germanos¡±, indica la organizaci¨®n.
Una vez liberados, los colaboracionistas, diversos en su compromiso con los nazis, tuvieron dificultades para encontrar empleo. Algunos perdieron el derecho al sufragio durante diez a?os. El NSB era el ¨²nico partido permitido por los nazis, que lo utilizaron como herramienta de control. Ten¨ªa su propio grupo paramilitar para cooperar en la persecuci¨®n de los jud¨ªos y contra la resistencia, y apoy¨® la explotaci¨®n econ¨®mica nacional en favor del Tercer Reich.
Para los hijos de los que colaboraron, aquella etapa se envolvi¨® en sus familias en un silencio que dur¨® d¨¦cadas. Es el caso de la madre de Rosanne Buis, que era hija de miembros del NSB. El abuelo de Buis era m¨¦dico y ten¨ªa cuatro hijos. ¡°Mi madre formaba parte de las juventudes del partido, y la familia se march¨® a Alemania en 1944, cuando se pensaba ya que los ingleses y los canadienses ganar¨ªan la guerra. Contaba 17 a?os y la llevaron como enfermera a Austria. Acabada la contienda huy¨® para regresar a Pa¨ªses Bajos a finales de junio de 1945¡å, explica Buis en conversaci¨®n telef¨®nica. A su madre la internaron en un campo en septiembre de ese a?o ¡°y all¨ª abusaron de ella; estaban en muy malas condiciones¡±. La casa familiar fue confiscada y sus abuelos empezaron de nuevo sin mencionar lo ocurrido. ¡°Cuando yo llegu¨¦ a la veintena me lo cont¨® todo. Despu¨¦s dijo que no volver¨ªa a hablar. Yo s¨ª se lo he explicado a mi hija¡±, admite Buis. Y subraya: ¡°Hay un trauma intergeneracional que no se percibe, y por eso queremos que se reconozcan estas historias¡±.
El malestar que produce a¨²n este oscuro pasado se refleja en las cifras mismas de la guerra. En Pa¨ªses Bajos murieron unas 280.000 personas, seg¨²n el Museo de la Resistencia de ?msterdam. Apenas unas decenas de miles de los cerca de 140.000 miembros de la comunidad jud¨ªa nacional sobrevivieron al Holocausto ¨Dde los 107.000 deportados a campos de concentraci¨®n solo regresaron 5.000¡ª. En el Archivo Nacional, por otra parte, hay datos de unas 500.000 personas se?aladas ¡ªcon y sin fundamento¡ª por colaboracionismo, traici¨®n o cr¨ªmenes de guerra. Tras la liberaci¨®n, se dictaron 154 penas de muerte y hubo 39 ejecuciones. La mayor¨ªa de los detenidos por hechos considerados leves estaban en la calle a partir de finales de 1945.
¡°Unas 20.000 casas propiedad de familias jud¨ªas fueron confiscadas por los alemanes, y cerca de 8.000 se vendieron a miembros del NSB y otros. Tambi¨¦n les fueron arrebatadas unas 60.000 viviendas de alquiler¡±, se?ala Ronny Naftaniel, presidente del Consejo Central Jud¨ªo, que representa a la comunidad holandesa. Explica, asimismo, que ¡°la Iglesia cat¨®lica, muy valiente durante la ocupaci¨®n, contribuy¨® a la reducci¨®n o conmutaci¨®n de las penas¡±. Y a?ade: ¡°Los descendientes eran ni?os y la infancia debe protegerse siempre. Pero es un tema social, no un asunto del Estado. Es la sociedad la que les margin¨® o se?al¨®. Hay una parte emocional que rechaza el dolor de un ni?o, y otra racional. Los hijos de los jud¨ªos asesinados en el Holocausto lo perdieron todo. La mayor¨ªa de los otros ten¨ªan a sus familiares¡±.
En el colaboracionismo hubo grados de compromiso pol¨ªtico y moral, as¨ª como oportunismo por la crisis arrastrada desde los a?os treinta. ¡°Mientras que unos estaban convencidos del ideal racista de la Gran Alemania, otros simpatizaban sin m¨¢s. Durante la guerra viv¨ªan a menudo mejor que el resto de la poblaci¨®n y eso generaba recelos¡±, cuenta, al tel¨¦fono, la historiadora Ismee Tames, del Instituto para el Estudio de la Guerra, el Holocausto y el Genocidio (NIOD). En su opini¨®n, la reinserci¨®n social de este grupo era un reto considerado urgente por el Gobierno. ¡°En los casos leves, se puso en libertad a los acusados ya en 1945. La mayor¨ªa de los menores no fueron separados de ambos padres, ya que muchas mujeres tampoco fueron internadas. En el verano de 1945, el Parlamento y el Gobierno quer¨ªan que los colaboracionistas sin penas graves volvieran al trabajo, la sociedad, y al seno de sus iglesias. En los expedientes hay a veces cosas que no se sostendr¨ªan hoy ante un tribunal, en parte porque el imperio de la ley tard¨® alg¨²n tiempo en reafirmarse. Y esa es una de las razones por las cuales las ¨¦lites pol¨ªticas y religiosas prefirieron que regresaran a la vida normal¡±, asevera.
La antrop¨®loga Cuny Holthuis, presidenta de la fundaci¨®n de descendientes, es la menor de un matrimonio colaboracionista con siete hijos. Ella ten¨ªa apenas un a?o cuando sus padres ¡ª¨¦l era funcionario¡ª se marcharon a Alemania en 1944 ante el avance aliado. Los instalaron en una especie de gimnasio y permanecieron all¨ª unos seis meses. ¡°Los ni?os pod¨ªan salir, pero otros ni?os alemanes les llamaban traidores a la patria. Traidores a Pa¨ªses Bajos¡±, afirma. Se lo han contado sus hermanos. Volvi¨® con cinco de ellos y con su madre. El padre sigui¨® hasta Berl¨ªn con los dos mayores, de 9 y 11 a?os. Ambos chicos retornaron por su cuenta a Pa¨ªses Bajos. Su casa holandesa era grande, pero advierte de que estaban solos en un ambiente hostil y con la progenitora retenida. ¡°Un d¨ªa llegaron los canadienses, necesitados de un cuartel general. Cuando vieron a cinco ni?os llamaron al Ayuntamiento, que no sab¨ªa nada¡±. A partir de entonces, empez¨® un peregrinaje entre hogares de acogida y de conocidos. La familia se reagrup¨® en 1951. ¡°Pero ya no recuperas la unidad y tampoco hab¨ªa ayuda psicol¨®gica¡±. ¡°No se hablaba por temor al se?alamiento. Progresamos por el tes¨®n de mi madre. Con mi padre, un oportunista, perdimos el contacto¡±, expone.
Algunos de los hijos mayores fueron reeducados. ¡°Era para aprender a ser un buen holand¨¦s: el que nunca luchar¨ªa contra su pa¨ªs o apoyar¨ªa un r¨¦gimen totalitario. Visto hoy, las pol¨ªticas aplicadas por el Estado y las diferentes iglesias pueden parecer duras y fr¨ªas¡±, se?ala la historiadora Tames. Apunta, a su vez, que la mirada hacia la ocupaci¨®n fue cambiando en los a?os sesenta. ¡°El horror del Holocausto empez¨® a calar en general en la sociedad. El debate pol¨ªtico sobre las v¨ªctimas de la guerra es de los setenta. Entonces, y tambi¨¦n en los ochenta, comienza a prestarse atenci¨®n a la gente con un trauma de la guerra¡±, concluye.
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