El hospital de Jordania que acoge a los olvidados de las guerras de Oriente Pr¨®ximo: ¡°En Irak solo qued¨® destrucci¨®n¡±
Un centro m¨¦dico de Am¨¢n atiende a las v¨ªctimas de larga duraci¨®n de los conflictos de Irak, Siria, Yemen y Palestina tras a?os de abandono en pa¨ªses consumidos por la violencia y con sistemas sanitarios muy deteriorados
La vida y el trabajo de Nagham Hussein caminan de la mano de la turbulenta historia de Oriente Pr¨®ximo de este siglo XXI. Desde el hospital de Am¨¢n en el que trabaja, esta m¨¦dica iraqu¨ª ha presenciado un sinf¨ªn de desgracias ligadas a los conflictos que asolaron, primero, a su pa¨ªs; m¨¢s tarde, a Siria y Yemen, ...
La vida y el trabajo de Nagham Hussein caminan de la mano de la turbulenta historia de Oriente Pr¨®ximo de este siglo XXI. Desde el hospital de Am¨¢n en el que trabaja, esta m¨¦dica iraqu¨ª ha presenciado un sinf¨ªn de desgracias ligadas a los conflictos que asolaron, primero, a su pa¨ªs; m¨¢s tarde, a Siria y Yemen, y siempre, como una herida que jam¨¢s deja de sangrar, a Palestina. Su propia biograf¨ªa refleja tambi¨¦n los golpes que esta castigada regi¨®n ha encajado en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas: sali¨® con su marido e hijos de Bagdad en 2006, huyendo de las bombas, de las matanzas y de los secuestros. ¡°Llegamos a Jordania en julio solo con la ropa de verano. Pens¨¢bamos que estar¨ªamos fuera solo durante las vacaciones, pero tard¨¦ ocho a?os en volver de visita a ver a mi padre¡±, recuerda emocionada en su despacho. Nada m¨¢s poner un pie en su pa¨ªs de acogida, entr¨® en contacto con el Hospital de Cirug¨ªa Reconstructiva de Am¨¢n, fundado el mismo a?o de su exilio por M¨¦dicos Sin Fronteras (MSF). Desde entonces, la doctora Hussein ya no se ha movido de estas cuatro paredes.
Los pasillos del hospital son un recuerdo constante de los horrores de la guerra. Rostros desfigurados, ancianos, adultos, adolescentes y ni?os en sillas de ruedas o con muletas, ortopedias en manos y brazos que volaron en un instante. Pero, al mismo tiempo, este lugar es la mejor prueba de la voluntad de superaci¨®n de pacientes que arrastran heridas no curadas durante a?os por la falta de atenci¨®n en pa¨ªses con sistemas sanitarios destruidos. Para las v¨ªctimas an¨®nimas de los peores conflictos de Oriente Pr¨®ximo, este centro se ha convertido en sus 17 a?os de historia en la ¨²ltima esperanza de volver a tener una vida normal. Las explosiones y tiroteos tambi¨¦n han servido como aprendizaje para esta m¨¦dica y sus compa?eros: les ha obligado a desarrollar nuevas t¨¦cnicas contra las lesiones m¨¢s terribles y las infecciones cada vez m¨¢s resistentes a los antibi¨®ticos.
El rastreo de los casi 500 pacientes que cada a?o ingresan en el hospital de la capital jordana ¡ªque EL PA?S visit¨® esta semana en un viaje organizado por MSF¡ª servir¨ªa como un tratado sobre los horrores de las dos ¨²ltimas d¨¦cadas. ¡°Al principio, nos ocup¨¢bamos solo de las v¨ªctimas iraqu¨ªes de la guerra. Recib¨ªamos casos muy dif¨ªciles: con heridas muy serias, caras destrozadas por todas partes. Poco despu¨¦s, empezamos a recibir pacientes de Gaza. Luego, llegaron muchos sirios, y desde 2015 atendemos a infinidad de yemen¨ªes, sacudidos por la guerra civil¡±, describe. Al echar la vista atr¨¢s, la doctora Hussein observa su trayectoria aqu¨ª como una escalera. Una muy empinada, en la que, a cada paso que avanza, la situaci¨®n se complica a¨²n m¨¢s.
Irak, 20 a?os de la guerra
El lunes se cumplen 20 a?os de la invasi¨®n de Irak que Estados Unidos decret¨® con un pretexto ¡ªlas supuestas armas de destrucci¨®n masiva del dictador Sadam Husein¡ª que m¨¢s tarde se demostrar¨ªa falso. Pese a que el presidente George W. Bush proclam¨® al cabo de un mes: ¡°Misi¨®n cumplida¡±, y que la guerra termin¨® oficialmente en diciembre de 2011, el rastro de caos y sus consecuencias dram¨¢ticas, como el surgimiento del autoproclamado Estado Isl¨¢mico, se han alargado mucho tiempo despu¨¦s. Lo sabe bien Ahmed Amir, que lleva 10 de sus 16 a?os tratando de recuperarse de una explosi¨®n que en 2013 le impact¨® en una pierna, cuando caminaba con su hermana y su padre hacia el negocio familiar de la ciudad de Mosul.
El peregrinaje de este adolescente para salvar su pierna ha sido largo. Tras un tratamiento inicial, ning¨²n m¨¦dico se preocup¨® por ¨¦l durante tres a?os, en el periodo en el que su ciudad estuvo bajo control del Estado Isl¨¢mico. En 2019, dos a?os despu¨¦s de la expulsi¨®n de los yihadistas de Mosul, la familia de Amir entr¨® en contacto con MSF, que decidi¨® tratarlo en Am¨¢n. Despu¨¦s de tres estancias en Jordania, el muchacho conf¨ªa ahora en volver a jugar al f¨²tbol. El mi¨¦rcoles se lo ve¨ªa muy sonriente porque estaba a punto de volver a casa, aunque sab¨ªa que tras el Ramad¨¢n tendr¨¢ que regresar al hospital para someterse a un nuevo tratamiento. Amir habla desde la peque?a y colorida aula en la que los ni?os ingresados pueden continuar con sus estudios. Cuando se le pregunta qu¨¦ quiere ser de mayor, responde sin dudar con una sonrisa que ilumina toda la clase: ¡°Abogado. Para hacer justicia¡±.
Abir, de 29 a?os, tambi¨¦n es iraqu¨ª. Ella perdi¨® la mano y qued¨® desfigurada tras una explosi¨®n de gas cuando era una ni?a. ?Qu¨¦ recuerda de la guerra? ¡°Todo cambi¨® entonces. En mi pa¨ªs solo qued¨® destrucci¨®n¡±, responde. Acaba de entrevistarse con su terapeuta para analizar los ajustes necesarios en la pr¨®tesis de su mano, creada con tecnolog¨ªa de impresi¨®n 3D.
Siria, el conflicto que nunca acaba
Esta semana se ha cumplido otro triste aniversario. Hace 12 a?os que unas t¨ªmidas protestas en la localidad siria de Deraa despertaron la represi¨®n brutal del r¨¦gimen de Bachar el Asad, que derivar¨ªa en una cruenta guerra civil todav¨ªa hoy sin cerrar. El conflicto ha costado ya la vida de medio mill¨®n de personas, y ha expulsado de sus hogares a otros 13 millones, m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n. Pese a que el presidente El Asad vuelve a tener la sart¨¦n por el mango y controla ya dos tercios del territorio ¡ªel resto se lo reparten fuerzas turcas, islamistas y milicias kurdo-¨¢rabes¡ª, el pa¨ªs est¨¢ destrozado.
Mohamed Taysir procede precisamente de Deraa, ese lugar donde comenz¨® la gran tragedia siria. En su casa de la localidad jordana de Irbid, a un par de decenas de kil¨®metros al sur de la frontera con Siria, este refugiado de 29 a?os recibe a la sanitaria que se desplaza hasta all¨ª una vez a la semana para comprobar c¨®mo se maneja con la pr¨®tesis que le acaban de colocar donde antes de una explosi¨®n ten¨ªa su mano derecha.
Taysir est¨¢ plet¨®rico. Su terapeuta est¨¢ sorprendida por sus r¨¢pidos avances. La mano de pl¨¢stico le permite abrir puertas, coger bandejas, montar en bicicleta, saludar ¡ªalgo muy importante en la cultura ¨¢rabe, donde la izquierda se considera una mano sucia¡ª, abrocharse el abrigo sin ayuda y tantas otras cosas que parecen b¨¢sicas para aquellos con las extremidades intactas. Dos cosas le alegran por encima de todo: por fin puede coger en brazos a su hija de nueve meses, y por fin puede volver a escribir poemas, su gran pasi¨®n.
Con un dispositivo que coloca entre los dedos para sujetar el bol¨ªgrafo, escribe con trazos cada vez m¨¢s firmes. Para celebrar sus avances, lee en alto el poema del que est¨¢ m¨¢s orgulloso: ¡°Siria es mi madre cari?osa. Es una morada sin columnas. Y un futuro que no tiene esperanza. Algunos hermanos defendieron la tierra y murieron como m¨¢rtires¡¡±. Cuando termina la lectura, ense?a su ¨²ltimo logro: otro dispositivo de pl¨¢stico le permite jugar a las cartas con Ibrahim, su vecino y mejor amigo, como ¨¦l, un refugiado sirio que tambi¨¦n perdi¨® una mano en una de las innumerables explosiones que azotan a su pa¨ªs.
Yemen, el pa¨ªs de los m¨¢s castigados
Tras el aluvi¨®n inicial de iraqu¨ªes, gazat¨ªes y sirios, la yemen¨ª es ahora la nacionalidad m¨¢s habitual entre los ingresados. El pa¨ªs, uno de los m¨¢s pobres del mundo, lleva desde 2014 envuelto en un conflicto que se recrudeci¨® al a?o siguiente, con la entrada de una coalici¨®n liderada por Arabia Saud¨ª, frente a los rebeldes Huthi, respaldados por Ir¨¢n. Seg¨²n la ONU, los ocho a?os de guerra dejan un rastro de 377.000 muertes y un 80% de la poblaci¨®n con dificultades para acceder a comida, agua y asistencia sanitaria. La escasez de alimentos fruto de la guerra de Ucrania ha agravado esta crisis.
Precisamente, la malnutrici¨®n es uno de los factores que ha empeorado la situaci¨®n de Riad Mohamed Al¨ª, de 10 a?os. Una bala perdida impact¨® en la pierna de este chico yemen¨ª hace dos a?os. Cuando lleg¨® a Am¨¢n, un c¨®ctel endiablado de factores ¡ªen el que se mezcla la mala alimentaci¨®n y el mal uso de los antibi¨®ticos¡ª hab¨ªa complicado la infecci¨®n de la herida. Lleva casi un a?o ingresado. La vista de su pierna al despegar la tela del calcet¨ªn no presagia nada bueno. Tumbado en la cama de la habitaci¨®n con un m¨®vil como ¨²nica distracci¨®n, oye c¨®mo su m¨¦dica asegura que intentar¨¢ una ¨²ltima intervenci¨®n. Mientras, ¨¦l permanece atento a todo lo que dice el padre. La doctora no est¨¢ convencida de que vaya a salir bien el tratamiento, pero prefiere no dar detalles sobre qu¨¦ supondr¨ªa un fracaso.
En otra planta del hospital, el cirujano Ashraf Nabhan opera la tibia rota de otro yemen¨ª, que cay¨® de un quinto piso v¨ªctima de una explosi¨®n. Es la decimocuarta cirug¨ªa a la que se somete este paciente, cuya familia pide no revelar su identidad. Las radiograf¨ªas de las dos piernas muestran lo complicado de la situaci¨®n. Tras la intervenci¨®n, que se alarga durante varias horas, el doctor Nabhan se muestra esperanzado con que pueda volver a caminar. ¡°Son casos muy dif¨ªciles, que requieren mucho tiempo y dinero. La situaci¨®n psicol¨®gica de los pacientes, que arrastran a?os de guerra y de discapacidad, tambi¨¦n es complicada. Pero al menos saben que aqu¨ª hacemos todo lo que podemos¡±, asegura, visiblemente cansado tras una ma?ana entera en el quir¨®fano.
El tratamiento en este hospital, que desde su apertura ha recibido 7.340 ingresos, es gratuito. Adem¨¢s del alojamiento (el hospital dispone de habitaciones), MSF aporta tambi¨¦n una peque?a dieta para los pacientes y el familiar que los acompa?e para afrontar los gastos diarios. Los ingresados han de firmar un c¨®digo de conducta en el que se comprometen a evitar las discusiones sobre pol¨ªtica o religi¨®n que puedan derivar en enfrentamientos. Pese a estas salvaguardas, la fisioterapeuta Rula Marahfeh admite que la convivencia no siempre resulta f¨¢cil entre personas de distintas nacionalidades y culturas, m¨¢s a¨²n cuando muchos huyen de guerras civiles o de pa¨ªses rotos con grupos ¨¦tnicos y religiosos enfrentados.
¡°El mayor reto es tratar a personas de las que nadie se ha preocupado durante a?os¡±, asegura Marahfeh en la sala de fisioterapia tras atender a Derghan, un iraqu¨ª que en su vida anterior, antes del accidente que le cost¨® una pierna, daba clases de ¨¢rabe en un instituto. Son evidentes las ganas de hablar que tiene. Echa de menos las lecciones con sus alumnos, y dice que cuando se recupere le gustar¨ªa volver a ser profesor, pero ahora de ni?os pobres en Irak.
Este es un lugar para curar las heridas f¨ªsicas y emocionales. Donde personas como Ahmed, Abir, Mohamed, Ibrahim, Riad o Derghan vuelven a sentir que importan. Y en el que los profesionales sienten que contribuyen a aliviar, aunque sea m¨ªnimamente, el sufrimiento de una regi¨®n tan castigada en los ¨²ltimos a?os. Y, aunque algunos reconocen que tambi¨¦n es muy duro para ellos y que a veces necesitan salir unos d¨ªas para desahogarse, la fisioterapeuta Marahfeh sonr¨ªe cuando su paciente iraqu¨ª dice que gracias a sus cuidados ha pasado de la oscuridad a la luz. ¡°Es lo mejor de este trabajo. Cuando ves que un tratamiento funciona. Que alguien puede volver a caminar¡±, concluye.
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