Los habitantes de Mosul recuperan su ciudad tras la expulsi¨®n del ISIS
A pesar de las cicatrices de la guerra, la actividad vuelve a las calles de la orilla oriental liberada en enero
¡°Es nuestra ciudad¡±, responden un grupo de universitarios para explicar por qu¨¦ se quedaron en Mosul despu¨¦s de la llegada del Estado Isl¨¢mico (ISIS) en junio de 2014. La misma respuesta da un peque?o empresario que, tras escapar con su familia a Erbil, ha regresado para empezar desde cero a pesar de haber perdido el trabajo de 25 a?os. El este de Mosul, la parte de la urbe que se extiende por la orilla oriental del Tigris, empieza a recuperar el pulso en medio de las cicatrices dejadas por la guerra para desalojar a los yihadistas.
La entrada en Mosul por el Este no impresiona tanto como cuando se llega desde el Sur, por la carretera del aeropuerto. Aunque tambi¨¦n hay numerosos edificios destruidos, empieza a notarse el esfuerzo por retirar los escombros y los veh¨ªculos calcinados. En la avenida en la que se transforma la carretera que llega desde Erbil, la capital del Kurdist¨¢n iraqu¨ª, incluso hay varias brigadas de barrenderos adecentando las aceras y la mediana luce una ristra de pimpollos.
¡°Es obra de una organizaci¨®n de caridad¡±, se?ala un lugare?o. El coste del esfuerzo b¨¦lico para derrotar al ISIS ha vaciado las arcas del Estado que ahora afronta un dif¨ªcil reto para ganarse la confianza de una poblaci¨®n traumatizada por la guerra, los excesos del ISIS y el olvido previo del Gobierno central.
En cualquier caso, la mayor¨ªa de los mosule?os no ha esperado para reanudar su vida y tratar de recuperar la normalidad. Seis meses despu¨¦s de que el Ej¨¦rcito liberara la parte oriental de la ciudad, numerosos comercios han reabierto, la gente sale de nuevo a la calle y, sobre todo, ha vuelto el tr¨¢fico infernal que caracteriza a las urbes iraqu¨ªes desde el derribo de Saddam Husein en 2003. Mosul, el este de Mosul, es un gran atasco.
A medida que se avanza a golpe de claxon en direcci¨®n al Tigris, los talleres y tiendas de dep¨®sitos de agua, un armatoste imprescindible en un pa¨ªs donde el abastecimiento no est¨¢ asegurado, dejan paso a peque?os mercados de ropa y alimentos. En el zoco de Nabi Yunus, muy cerca de la destruida tumba del profeta Jon¨¢s que da nombre al barrio, las patatas a 650 dinares y los tomates a 1.100 (0,48 € y 0,81 €, respectivamente) son un chollo en comparaci¨®n con los precios que esos productos b¨¢sicos alcanzaron durante el malhadado califato. Aun as¨ª, no todos pueden pagarlos.
A las 12.20, la llamada a la oraci¨®n de mediod¨ªa deja impasibles a los viandantes. Nadie sale corriendo hacia la mezquita como era de obligaci¨®n bajo la f¨¦rula del ISIS. En un cafet¨ªn cercano, unos hombres fuman sus pipas de agua sin inmutarse por los 44 ?C que marca el term¨®metro. Pero la apariencia de normalidad es enga?osa.
Al llegar a la calle Suez, el derrumbe de uno de los pocos edificios de m¨¢s de tres pisos devuelve a la realidad. Enfrente, unos relucientes coches nuevos de la polic¨ªa local impiden el paso hacia la orilla del r¨ªo porque ¡°todav¨ªa es una zona de operaciones¡±. Pero quienes patrullan las calles son soldados y miembros de la polic¨ªa federal, pertrechados con chalecos antibalas. Por encima de las barricadas de tierra, se intuye la ausencia del puente de Al Yumhuriya (La Rep¨²blica), uno de los cinco que un¨ªan ambas m¨¢rgenes y cuya voladura al principio de la ofensiva dejo la ciudad amputada. Nadie sabe si las detonaciones que se oyen del otro lado son a¨²n fruto de los combates o de la limpieza de trampas explosivas.
Privada del acceso al r¨ªo, me dirijo hacia la colina de N¨ªnive con la vana esperanza de otear las ruinas, o lo que queda de ellas tras el paso de los v¨¢ndalos. Una valla que rodea el per¨ªmetro impide el paso. Tambi¨¦n est¨¢ tapiado el acceso al Museo, cuyos cristales rotos atestiguan el intento del ISIS de borrar la historia, de Irak y de la civilizaci¨®n.
Justo enfrente encuentro un motivo de esperanza. "CAFE VALENCIA" anuncian unas letras rojas sobre una fachada reci¨¦n pintada. Dentro del local, se afanan Nisar Ahmed Abed, uno de sus empleados y un pinche. ¡°Es todo lo que me queda¡±, me cuenta el hombre que hasta la llegada del ISIS era due?o de Al Rayan, el mayor estudio fotogr¨¢fico y de reprograf¨ªa de Mosul, y dos sucursales en la orilla Oeste. La buena localizaci¨®n del negocio atrajo a los yihadistas que se lo apropiaron al poco de tomar la ciudad hace tres a?os. Como decenas de miles de vecinos, Abed y su familia huyeron a Erbil. Hasta el pasado enero, cuando tras la liberaci¨®n, emprendi¨® el camino de regreso dispuesto a empezar de nuevo a sus 54 a?os.
¡°No me esperaba esto. El trabajo de 25 a?os destruido¡±, recuerda mientras muestra las huellas del fuego que prendieron los barbudos en su huida el pasado diciembre, en la trastienda y el piso superior. De momento, s¨®lo ha podido arreglar la zona de atenci¨®n al p¨²blico. Es con todo una apuesta de futuro. ¡°Es nuestra ciudad, no podemos dejarla¡±, justifica. No obstante, va a diversificar ¡°porque la econom¨ªa no termina de despegar¡±. Junto a la tienda de fotograf¨ªa, m¨¢s peque?a, la cafeter¨ªa. ?Ha estado en Valencia? ¡°No, pero he visto por televisi¨®n que es una ciudad bonita¡±, dice, como desear¨ªa que fuera Mosul.
Un poco m¨¢s al norte, frente a la Universidad muchos de cuyos edificios a¨²n permanecen derruidos, un grupo de estudiantes se agolpa en un puesto de zumos. Son d¨ªas de ex¨¢menes, pero est¨¢n exultantes de haber reanudado el curso. ¡°Hemos perdido tres a?os¡±, coinciden quit¨¢ndose la palabra para contar que la vida bajo el ISIS era un infierno. ¡°S¨®lo hab¨ªa muerte¡±, dice Mohamed, de 22 a?os, que estudia Econ¨®micas. ¡°Claro que no nos gustaba¡±, a?ade Abdal¨¢, 24 y que cursa Pedagog¨ªa. ?Y por qu¨¦ os quedasteis? ¡°Es nuestra ciudad¡±, responden al un¨ªsono antes de defender que la del ISIS no es una ideolog¨ªa propia de Mosul sino venida de fuera.
Entonces un espont¨¢neo se une a la conversaci¨®n y culpa a Europa y a Estados Unidos. ¡°Los aviones americanos incluso les echaban comida¡±, se?ala ante mi expresi¨®n de incredulidad. ?De verdad cree eso? ¡°No tengo aqu¨ª mi tel¨¦fono para ense?arle los v¨ªdeos¡¡±, insiste vehemente. Dara, mi acompa?ante, considera que es tiempo de irse. Responsabilizar al extranjero en general tal vez sea un recurso psicol¨®gico para superar el trauma de lo vivido, pero una deformaci¨®n tan descabellada de los hechos puede ser un signo de otras simpat¨ªas. Como me dir¨¢ m¨¢s tarde un militar kurdo, ¡°la derrota del ISIS en Mosul, no significa el final de su ideolog¨ªa¡±.
"No ha sido liberaci¨®n, sino destrucci¨®n", dice un Peshmerga
Desde la oriental del Tigris en Mosul, a¨²n se o¨ªan explosiones a primera hora de la tarde de este mi¨¦rcoles, casi 48 horas despu¨¦s de que el primer ministro de Irak, Haider al Abadi, diera por derrotado al ISIS en esa ciudad.
¡°Por supuesto que a¨²n hoy no han terminado con el ISIS en Mosul. ?C¨®mo van a hacerlo si todav¨ªa no lo han conseguido en Bagdad?¡±, responde Saman Talabani, el general Peshmerga encargado de la coordinaci¨®n con el Ej¨¦rcito iraqu¨ª para la Operaci¨®n de Mosul.
El general Talabani, hasta 2015 oficial del nuevo Ej¨¦rcito nacional que ¨¦l mismo contribuy¨® a formar tras la invasi¨®n estadounidense de 2003, se muestra muy cr¨ªtico con la ofensiva llevada a cabo en Mosul. "No ha sido una liberaci¨®n sino una destrucci¨®n", asegura a EL PA?S en el cuartel de Khazer, confirmando impl¨ªcitamente las acusaciones de Amnist¨ªa Internacional, aunque sin querer entrar en el informe de esa organizaci¨®n.
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