Sonneberg, la ciudad del este alem¨¢n que encarna el auge de la ultraderecha
El desencanto con la pol¨ªtica, el recelo hacia la inmigraci¨®n y el temor a la crisis econ¨®mica disparan el apoyo al partido Alternativa para Alemania, que lidera la intenci¨®n de voto con el 32% en el territorio de la antigua Alemania Oriental
Sonneberg es una peque?a ciudad alemana como otra cualquiera. Sus 23.000 habitantes pasean por un centro agradable sin ser especialmente bonito y presumen de albergar el Museo Alem¨¢n del Juguete, que atrae algo de turismo a este municipio del antiguo Este situado a los pies del bosque de Turingia. Pero ni una cosa ni otra les ha colocado en los titulares de la prensa de Berl¨ªn. Lo han hecho unas previsiblemente anodinas elecciones del distrito hom¨®nimo, del que son la capital, que han acabado sacudiendo la pol¨ªtica nacional y devolviendo a primer plano ...
Sonneberg es una peque?a ciudad alemana como otra cualquiera. Sus 23.000 habitantes pasean por un centro agradable sin ser especialmente bonito y presumen de albergar el Museo Alem¨¢n del Juguete, que atrae algo de turismo a este municipio del antiguo Este situado a los pies del bosque de Turingia. Pero ni una cosa ni otra les ha colocado en los titulares de la prensa de Berl¨ªn. Lo han hecho unas previsiblemente anodinas elecciones del distrito hom¨®nimo, del que son la capital, que han acabado sacudiendo la pol¨ªtica nacional y devolviendo a primer plano el c¨¦lebre cord¨®n sanitario alem¨¢n a la ultraderecha.
El 11 de junio, Robert Sesselmann, el candidato de la formaci¨®n de extrema derecha Alternativa para Alemania (AfD), arras¨® con el 47% de los votos, con m¨¢s de 10 puntos de diferencia respecto a su rival de la conservadora Uni¨®n Cristianodem¨®crata (CDU), J¨¹rgen K?pper. Los resultados causaron cierta sorpresa y mucha preocupaci¨®n. ?Iba a tener Sonneberg el dudoso honor de ser el primer distrito (56.500 habitantes) dirigido por la ultraderecha en todo el pa¨ªs? As¨ª es como esta ciudad, con su elegante ayuntamiento casi centenario, se ha colocado en el centro del terremoto pol¨ªtico que ha provocado el vertiginoso crecimiento de AfD en las ¨²ltimas semanas.
La formaci¨®n ha escalado posiciones en las encuestas hasta colocarse en segundo lugar, empatada con el partido socialdem¨®crata del canciller, Olaf Scholz, o super¨¢ndolo, seg¨²n la casa demosc¨®pica que se consulte. Nunca desde su creaci¨®n, en 2012, hab¨ªa concitado tanto apoyo, entre el 17% y el 19%. Eso a escala nacional, porque lo que realmente inquieta al resto de partidos es lo que sucede en los l?nder orientales, los Estados federados que en su d¨ªa formaron parte de la comunista Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana (RDA). El instituto de investigaci¨®n electoral Forsa ha hecho el ejercicio de observar qu¨¦ votar¨ªa el este alem¨¢n ¡ªexcluyendo la capital, Berl¨ªn¡ª si hubiera elecciones ahora: que AfD las ganar¨ªa sobradamente, con el 32% del voto.
¡°Tanto esfuerzo de promoci¨®n tur¨ªstica y ahora nos van a conocer como la ciudad de la ultraderecha¡±, se lamenta una empleada municipal. Se escucha sobre todo una palabra en el centro de la localidad, cerca del tambi¨¦n muy visitado Museo del Oso de Peluche: ¡°descontento¡±. Es lo primero que menciona Anja May, de 54 a?os, trabajadora social, cuando se le pregunta por qu¨¦ sus vecinos han votado en masa a AfD. ¡°El dinero escasea y ven que no se emplea en lo que deber¨ªa emplearse: educaci¨®n, guarder¨ªas, cuidado de los mayores. La gente est¨¢ harta de Los Verdes y de todo lo que est¨¢n haciendo mal en Berl¨ªn¡±, asegura, sorprendida porque es la segunda vez en pocos d¨ªas que un periodista la aborda por la calle.
Las tertulias pol¨ªticas y los espacios de an¨¢lisis de los peri¨®dicos no hablan de otra cosa. ?Qu¨¦ pasa en el este de Alemania? ?De qui¨¦n es la culpa? ?Se puede hacer algo antes de las elecciones regionales del a?o que viene en los l?nder orientales de Sajonia, Turingia y Brandeburgo? En estas tres regiones es precisamente donde m¨¢s fuerte est¨¢ AfD, apunta Franco delle Donne, doctor en Comunicaci¨®n Pol¨ªtica por la Universidad Libre de Berl¨ªn y coautor del libro Epidemia ultra. ¡°Adem¨¢s, este a?o hay elecciones comunales, es decir, hay campa?a, y el discurso de AfD est¨¢ circulando¡±.
El partido ultraderechista, bajo vigilancia de los servicios de inteligencia alemanes por ser sospechoso de amenazar los valores constitucionales, ha entrado en una tercera etapa. Empez¨® como euroesc¨¦ptico al calor de la crisis del euro; evolucion¨® hacia el rechazo a la inmigraci¨®n tras la crisis de refugiados de 2015, y con la pandemia trat¨® de sacar provecho de las protestas contra las restricciones. No lo consigui¨®, pero desde entonces s¨ª ha sabido ¡°aparecer como opci¨®n de partido que capitaliza el descontento¡±, apunta Delle Donne. En el voto a AfD se combinan varias cosas: la decepci¨®n con el Gobierno, el miedo a los efectos negativos de la guerra de Ucrania y la crisis energ¨¦tica y el desencanto con el resto de partidos, enumera. En el este, adem¨¢s, existe una particularidad: las encuestas de satisfacci¨®n con la democracia ofrecen cifras significativamente m¨¢s bajas que en el resto del pa¨ªs.
¡°Hay una enorme decepci¨®n con la pol¨ªtica en general y la gente no quiere votar a los partidos de siempre¡±, dice frente al Ayuntamiento Norbert Leipold-Beck, de 72 a?os. Una pareja de jubilados, votantes de la CDU, se va turnando para explicar que, tengan raz¨®n o no, sus vecinos est¨¢n hartos. ¡°Pero si AfD llegara al poder la gente se dar¨ªa cuenta de lo que ha votado y se arrepentir¨ªa, estoy seguro. Entiendo la frustraci¨®n, pero AfD es demasiado peligrosa, demasiado peligrosa¡±, repite ¨¦l. Prefieren no dar su nombre.
Tampoco lo hace una mujer joven, la ¨²nica que admite a EL PA?S haber votado a la ultraderecha. Tiene 25 a?os y asegura que ¡°no hay nada para los ciudadanos alemanes¡±: ¡°Trabajas y trabajas y llega final de mes y no te queda dinero, y cada vez hay m¨¢s extranjeros. No tengo nada contra ellos, pero nuestro pa¨ªs se lo da todo gratis. Los ves con m¨®viles nuevos, zapatos nuevos, muy chic, salen a comer aqu¨ª y all¨¢¡±.
¡°Nuestra tierra. Nuestras reglas¡±
Est¨¢ sentada frente a un restaurante de kebab, con su hijo de dos a?os en el carrito, mientras espera que le sirvan un pedido para llevar. En la calle hay carteles electorales de AfD, donde un sonriente Sesselmann promete: ¡°Nuestra tierra. Nuestras reglas¡±. Casi todos los restaurantes del centro est¨¢n regentados por vecinos de ascendencia extranjera. ¡°Contra ellos no tengo nada, trabajan y se ganan lo que tienen¡±, dice se?alando al chico, de origen turco, que la llama para que recoja la bolsa con la comida. Como ejemplo del mal uso de los fondos p¨²blicos cita uno que le toca de cerca: la guarder¨ªa de su hijo le cuesta 250 euros al mes. Cree que AfD ¡°se preocupar¨¢ m¨¢s por los ciudadanos alemanes¡±.
La trabajadora social Gabi K?hler-Terz, de 55 a?os, defiende que es un partido xen¨®fobo, pero que la mayor¨ªa de sus votantes no lo son. ¡°En Alemania todo est¨¢ mucho m¨¢s caro. La gente ya no sabe c¨®mo pagar la calefacci¨®n. La gasolina est¨¢ por las nubes. Y la ultraderecha hace grandes promesas. Esta ciudad es abierta y tolerante, no tienen ideas de ultraderecha, no lo creo. Votan as¨ª como protesta¡±, asegura en la sede de una asociaci¨®n, Miteinander, que se dedica, entre otras cosas, a alojar a adolescentes migrantes que no tienen familia en Alemania. Y ellos, afirma, nunca han sentido miedo ni les han atacado de ninguna forma: ¡°Hay m¨¢s racismo en otros sitios, aunque es cierto que aqu¨ª si no tienes apellido alem¨¢n te cuesta diez veces m¨¢s alquilar un piso¡±.
El voto de protesta explica el apoyo a AfD en el este, una tendencia que ¡°se ha acelerado¡±, explica Peter Matuschek, jefe del departamento de Investigaci¨®n Pol¨ªtica y Social del instituto demosc¨®pico Forsa. Pero que ni mucho menos es nueva. En las ¨²ltimas elecciones generales, en septiembre de 2021, el partido m¨¢s votado en Turingia y Sajonia ya fue AfD. Aunque todav¨ªa persisten algunas diferencias econ¨®micas (salario medio, pensi¨®n, desempleo...) entre las antiguas dos Alemanias, la clave estar¨ªa m¨¢s bien en culturas pol¨ªticas diferentes, menor apoyo a la OTAN y la UE y cierto rechazo al mundo postmaterialista del oeste, enumera Matuschek. Los datos muestran tambi¨¦n que en el este hay m¨¢s xenofobia, pese a que la tasa de inmigraci¨®n es inferior.
En Sonneberg se ha activado el cord¨®n sanitario. Todos los partidos han acordado apoyar al candidato de la CDU en la segunda vuelta ¡ªobligada al no haber superado ninguno de los candidatos el 50% de los votos¡ª de las elecciones de distrito, que se celebra el 25 de junio. El veto a la ultraderecha se mantiene inquebrantable en Alemania, donde esta misma semana el l¨ªder de los democristianos, Friedrich Merz, volvi¨® a enunciar con contundencia que su partido jam¨¢s pactar¨¢ con AfD, ni en el Europarlamento, ni en el Bundestag ni en los parlamentos regionales.
La ciudad y el resto de la comarca se juegan mucho. El alcalde de Sonneberg, el independiente Heiko Voigt, cree que los ciudadanos han votado m¨¢s en clave federal que de distrito, y apunta a las lecciones que hay que extraer de lo sucedido: ¡°Lo que el resultado de la primera votaci¨®n me deja claro es que los pol¨ªticos tienen que tomarse muy en serio los temores de la poblaci¨®n¡±.
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