Un espa?ol, en el terremoto de Marruecos: ¡°El miedo te entra cuando las cosas empiezan a calmarse¡±
El turista madrile?o Sebasti¨¢n Mart¨ªnez y su novia valenciana, Madjiguene Mbow, coordinaron las primeras atenciones m¨¦dicas en la principal plaza de Marraquech
El madrile?o Sebasti¨¢n Mart¨ªnez, 24 a?os y hostelero de profesi¨®n, paseaba el viernes por la noche con su novia, Madjiguene Mbow, enfermera valenciana, de 25, por Marraquech, adonde han viajado esta semana de vacaciones. Son dos de los muchos espa?oles que han convertido esa ciudad meridional en el primer destino en Marruecos del turismo patrio. En el primer semestre de este a?o, m¨¢s de 400.000 espa?oles visitaron Marruecos, seg¨²n datos oficiales marroqu¨ªes. Y, como esta pareja, alrededor del 40% viaj¨® a Marraquech.
Hab¨ªan llegado desde Valencia el viernes 1 de septiembre y ten¨ªan previ...
El madrile?o Sebasti¨¢n Mart¨ªnez, 24 a?os y hostelero de profesi¨®n, paseaba el viernes por la noche con su novia, Madjiguene Mbow, enfermera valenciana, de 25, por Marraquech, adonde han viajado esta semana de vacaciones. Son dos de los muchos espa?oles que han convertido esa ciudad meridional en el primer destino en Marruecos del turismo patrio. En el primer semestre de este a?o, m¨¢s de 400.000 espa?oles visitaron Marruecos, seg¨²n datos oficiales marroqu¨ªes. Y, como esta pareja, alrededor del 40% viaj¨® a Marraquech.
Hab¨ªan llegado desde Valencia el viernes 1 de septiembre y ten¨ªan previsto pasar diez d¨ªas en el pa¨ªs. No pod¨ªan imaginar que en pocos minutos ambos iban a desempe?ar un gran papel en el socorro de las primeras v¨ªctimas del terremoto. Se encontraban en la calle principal de la medina (ciudad antigua), a cinco minutos a pie de la famosa plaza principal de Yemaa el Fna. De repente, a las 23.11 (una hora m¨¢s tarde en la Pen¨ªnsula), el suelo comenz¨® a temblar y todo el mundo gritaba y corr¨ªa. ¡°Todo sucedi¨® muy r¨¢pido¡±, recuerda este s¨¢bado por la ma?ana en conversaci¨®n telef¨®nica desde Marraquech. ¡°M¨¢s all¨¢ del temblor del suelo, y o¨ª un sonido como de metralleta, un sonido de ta, ta, ta¡. Supongo que ser¨ªan las piedras cayendo o las bombas de gas. Pero pensamos que se trataba de un atentado¡±.
La primera reacci¨®n de la pareja fue escapar de la calle principal de la medina, porque hab¨ªa mucha gente. ¡°Nos metimos en un callej¨®n de metro y medio. Y ah¨ª, viendo caer los muros, es cuando nos dimos cuenta de que se trataba de un terremoto¡±, contin¨²a Mart¨ªnez. Decidieron volver a la plaza, pero poco antes de llegar a una mezquita cuyo minarete terminar¨ªa cay¨¦ndose, repararon en un hombre tendido en el suelo que no cesaba de gritar.
¡°Mi novia¡±, explica Mart¨ªnez, ¡°tiene un m¨¢ster en urgencias y pacientes cr¨ªticos¡±. ¡°Mientras lo atend¨ªa se nos uni¨® una pareja de ingleses, ambos militares, y ella era enfermera militar. Atendieron al herido y entre todos lo cogimos en una valla met¨¢lica, atravesamos toda la plaza grit¨¢ndole a la gente que se apartase hasta llegar a la comisar¨ªa de la plaza. All¨ª cogimos un trozo de madera y un pa?uelo para estabilizar la pierna del hombre¡±.
A pocos metros de la pareja de espa?oles, un m¨¦dico franc¨¦s y su amigo atend¨ªan a otros pacientes en la plaza. ¡°Ser¨ªan en ese momento las doce menos cuarto. Lleg¨® al rato un m¨¦dico griego y los cuatro sanitarios que hab¨ªa se pusieron a atender a todos los pacientes, mientras los dem¨¢s nos coordinamos con la polic¨ªa para que acordonaran la zona, porque hab¨ªa muchos curiosos¡±.
Sebasti¨¢n Mart¨ªnez se deshace en elogios hacia la polic¨ªa de la plaza y los marroqu¨ªes que les ayudaban a traducir y a tratar a los heridos. ¡°Fueron viniendo ambulancias y met¨ªamos all¨ª la mayor cantidad posible de lesionados en cada una. La gente local nos trajo agua y hielo. Vino un ni?o con el brazo partido colgando. Yo me quit¨¦ la camiseta y la rasgu¨¦ para sujetarle el brazo. Creo que las tres primeras ambulancias las cargamos con cinco personas. En total, atendimos a unos 40 heridos. No vimos ning¨²n muerto. Aunque s¨ª personas con el cr¨¢neo abierto¡±.
Mart¨ªnez y el resto del improvisado equipo de socorro se dividieron la plaza en dos zonas para buscar a personas que estuviesen mal y llevarlas al punto donde estaban examinando a los heridos. ¡°Despu¨¦s empez¨® a llegar gente que estaba muy dentro de la medina. Llegaron dos chicos que ten¨ªan muchos problemas para respirar porque hab¨ªan tragado mucho polvo. Al rato, acudieron dos mujeres marroqu¨ªes que viv¨ªan en B¨¦lgica y hablaban ingl¨¦s. Una de ellas es pediatra y las dos se pusieron tambi¨¦n a atender a la gente¡±.
Temor por la r¨¦plica
A las 3.30 la plaza comenz¨® a vaciarse. ¡°En ese momento llegaron veh¨ªculos de la Media Luna Roja y se fueron a buscar heridos en otras zonas¡±, relata Mart¨ªnez. ¡°La polic¨ªa local nos dijo que hab¨ªa riesgo de que el terremoto se repitiese a las seis de la ma?ana. Nos fuimos a buscar a la gente, para advertirles de que no entraran en sus casas. Nos acord¨¢bamos de lo que pas¨® en Turqu¨ªa, que el segundo terremoto fue peor que el primero¡±.
Tras recorrer parte de la medina regresaron a la plaza. Y entonces, vieron al ni?o al que Sebasti¨¢n Mart¨ªnez hab¨ªa sostenido el brazo con su camiseta que ya tra¨ªa el brazo escayolado. ¡°El chiquillo nos abraz¨® a todos. Y mi novia dice que eso fue lo mejor de la noche¡±.
La polic¨ªa agradeci¨® su ayuda a los improvisados socorristas occidentales. ¡°Llam¨¢bamos a nuestro riad [alojamiento tradicional marroqu¨ª], pero nadie cog¨ªa el tel¨¦fono. No quer¨ªamos volver andando por las calles de la medina. Nos hemos esperado hasta las siete. Y hemos ido en taxi para ver si segu¨ªa en pie. Estaba todo intacto. El miedo te entra cuando las cosas empiezan a calmarse, cuando empiezas a racionalizar lo que has vivido¡±, reflexiona el joven madrile?o.
¡°En realidad¡±, asume Mart¨ªnez, ¡°yo no hice mucho m¨¢s por los heridos que estar atento, apartar a la gente y traer lo que necesitasen. Los verdaderos h¨¦roes fueron los dos m¨¦dicos, el griego y el franc¨¦s, y mi novia, Madji, y la otra enfermera¡±. Y concluye: ¡°Lo hicimos sin ninguna equipaci¨®n sanitaria: no ten¨ªamos vendas, ni puls¨®metro, ni ox¨ªgeno, ni aparato para auscultar. Nos las apa?amos como pudimos¡±.
Ninguna v¨ªctima espa?ola
El ministro de Asuntos Exteriores, Jos¨¦ Manuel Albares, confirm¨® este s¨¢bado que a las autoridades espa?olas no les constaba que hubiese ning¨²n muerto ni herido espa?ol en el terremoto. Adem¨¢s de los habituales tel¨¦fonos de urgencia de los consulados de Espa?a en Marruecos, la Divisi¨®n de Emergencia consular habilit¨® varios tel¨¦fonos para los espa?oles que necesitaran asistencia. Oficialmente, hay 18.000 espa?oles que viven en Marruecos, aunque hay turistas y ciudadanos que viajan por motivos de trabajo, sin que los consulados tengan constancia documentada de su presencia.
La dificultad ahora para muchos de estos turistas es encontrar una forma de volver a Espa?a r¨¢pidamente. Mart¨ªnez y Madjiguene Mbow intentaron regresar este s¨¢bado en el primer vuelo programado, pero no hab¨ªa ya ning¨²n billete d¨¬sponible. Otra pareja espa?ola, la formada por Francisco Jos¨¦ Viera, de 51 a?os, docente, y su esposa, Angela Mar¨ªa Hern¨¢ndez, de 53 a?os, funcionaria del Ayuntamiento de Las Palmas, residentes de Gran Canaria, tambi¨¦n buscaban la forma de viajar a Espa?a.
Dos canarios, en plena luna de miel
Francisco Jos¨¦ Viera, de 51 a?os, docente, y su esposa, Angela Mar¨ªa Hern¨¢ndez, de 53 a?os, funcionaria del Ayuntamiento de Las Palmas, residentes de Gran Canaria, pasaban su luna de miel en Marruecos. Estaban perdidos en el centro de Marraquech, con un coche alquilado buscando el aparcamiento que hab¨ªan contratado. De repente, comentaba Viera este s¨¢bado por la tarde, ¡°el coche empez¨® a moverse y vimos c¨®mo se ca¨ªan las farolas. El muro que ten¨ªamos a mano izquierda no se movi¨®. Pero a mano derecha, s¨ª. Se llen¨® todo de polvo y solo ve¨ªamos gente corriendo que sal¨ªa de las casas¡±, informa Diego Stacey.
Al cabo de unos 20 minutos siguieron con el coche por la medina. ¡°Hab¨ªa un mont¨®n de motoristas buscando a sus familias. Lo esquiv¨¢bamos como pudimos. Llegamos a una calle con un mont¨®n de escombros. La gente empez¨® a quitarlos para que nosotros pudi¨¦semos pasar con el coche¡±.
La pareja se march¨® a un parque pr¨®ximo a la medina, que enseguida se llen¨® de gente dispuesta a pasar all¨ª la noche. ¡°Nos fuimos de all¨ª¡±, prosigue Viera. ¡°Hicimos algo que tal vez no deber¨ªamos haber hecho: ten¨ªamos el pasaporte y el dinero en el riad, con las maletas. Y nos arriesgamos a atravesar las calles llenas de escombros. Era el momento de correr. En el hotel, la entrada estaba llena de cascotes. En la habitaci¨®n estaban las l¨¢mparas tiradas en el suelo. Abr¨ª la caja fuerte, salimos y dormimos en el coche. Esa fue nuestra luna de miel¡±.
Al d¨ªa siguiente acudieron al aeropuerto, aconsejados por el consulado honor¨ªfico de Espa?a en Marrakech. ¡°Pero en el aeropuerto era imposible conseguir vuelos. Y decidimos salir del pa¨ªs en tren, hacia T¨¢nger y despu¨¦s en ferry hacia Algeciras. Con lo que hemos pasado estamos nerviosos y queremos llegar a Espa?a¡±, concluye Viera.
¡°Mucha tensi¨®n y mucha uni¨®n en el ambiente¡±
Estefan¨ªa Sainz, barcelonesa de 39 a?os, organizadora de viajes de mujeres, se encontraba en el momento del se¨ªsmo con un grupo de ocho mujeres en un riad de Marraquech. ¡°Yo he visto la imagen de la torre Kutub¨ªa [en la plaza de la Yem¨¢ el Fna] que se mov¨ªa de un lado a otro con el terremoto. Pues lo mismo suced¨ªa en mi habitaci¨®n¡±.
Sainz busc¨® a las mujeres de su grupo, cogieron los documentos y el dinero de las habitaciones y salieron a la calle durante cinco horas. ¡°Nos ha impactado la amabilidad de todo el mundo: la gente nos abr¨ªa las puertas de sus casas, nos sacaban sillas y cojines para sentarnos. Hab¨ªa mucha tensi¨®n, pero al mismo tiempo mucha uni¨®n en el ambiente¡±.
Francisco Cano, inform¨¢tico de 51 a?os, comenta desde Rabat, a tres horas y media en coche desde Marraquech, donde reside: ¡°Un ratito antes de sentir el terremoto, todos los p¨¢jaros empezaron a volverse como locos. Y hubo algunos que se estrellaron contra los ¨¢rboles¡±.
Cano, que lleva varios a?os en el pa¨ªs, indica que los espa?oles residentes se est¨¢n organizando en las redes sociales para donar sangre en los hospitales. Todos los testimonios recabados por tel¨¦fono coinciden en destacar la solidaridad que impera en estos momentos en Marruecos.
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