Una de cada seis mujeres es india: as¨ª es su lucha por la igualdad

Sujata Thakore no sabe cu¨¢ntos a?os tiene, as¨ª que ignora a qu¨¦ edad exactamente la casaron con un hombre malvado. Fue poco despu¨¦s de la primera regla, y ella calcula que tendr¨ªa 13 o 14 a?os, seg¨²n cuenta sentada en un sill¨®n de la casa de Bangalore donde vive, en la India. Empez¨® entonces un infierno de violencia y abusos del que logr¨® salvarse, huyendo, a pesar de muchos obst¨¢culos. Nunca quiso volver a casarse. Hoy, cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, es una mujer serena que cultiva el sue?o de construirse una casita en una m¨ªnima parcela de nueve por 12 metros que se ha comprado con los ahorros acum...

Sujata Thakore no sabe cu¨¢ntos a?os tiene, as¨ª que ignora a qu¨¦ edad exactamente la casaron con un hombre malvado. Fue poco despu¨¦s de la primera regla, y ella calcula que tendr¨ªa 13 o 14 a?os, seg¨²n cuenta sentada en un sill¨®n de la casa de Bangalore donde vive, en la India. Empez¨® entonces un infierno de violencia y abusos del que logr¨® salvarse, huyendo, a pesar de muchos obst¨¢culos. Nunca quiso volver a casarse. Hoy, cuatro d¨¦cadas despu¨¦s, es una mujer serena que cultiva el sue?o de construirse una casita en una m¨ªnima parcela de nueve por 12 metros que se ha comprado con los ahorros acumulados con su trabajo y, desde hace un tiempo, con su peque?o negocio de venta de mermeladas caseras.

Uno de cada 12 seres humanos es una mujer india. Son casi 700 millones, aproximadamente una sexta parte de las alrededor de 4.000 millones de mujeres del mundo. Thakore es una de ellas. Podr¨ªan ser m¨¢s a¨²n sin la infame lacra de los feminicidios, que llev¨® el equilibrio demogr¨¢fico de la India a una innatural proporci¨®n de 927 mujeres por cada 1.000 hombres en el censo de 1991. En el de 2011, el m¨¢s reciente, se registr¨® un repunte hasta 940, todav¨ªa muy lejos de niveles naturales (586 millones sobre un total de 1.210 millones). Datos parciales m¨¢s recientes se?alan una ulterior mejora, pero los expertos advierten que es necesario un nuevo censo para tener un cuadro claro (se estima que ahora el total ha superado los 1.430 millones).

Abortos selectivos o directamente el asesinato de reci¨¦n nacidas es solo la primera de una serie de injusticias que han venido sufriendo. Los datos retratan una situaci¨®n dram¨¢tica, desde los ¨ªnfimos ¨ªndices de participaci¨®n en el mercado de trabajo ¨Dson un 23% de la fuerza laboral¨D o en la pol¨ªtica ¨Dun 13% del Parlamento¨D hasta los datos de la violencia que las golpea. La India se situ¨® en el puesto 101 sobre 114 pa¨ªses analizados con datos completos en el ?ndice de Igualdad de G¨¦nero publicado este a?o por la ONU. M¨¢s de medio siglo despu¨¦s de que una de ellas, Indira Gandhi, alcanzara el puesto de primera ministra, el camino por delante rumbo a la igualdad sigue siendo inmenso y tortuoso.

Algunas cosas se mueven. El actual auge econ¨®mico y geopol¨ªtico de la India representa una oportunidad para su empoderamiento. Esta semana, el Gobierno de inspiraci¨®n nacionalista hind¨² liderado por Narendra Modi ha presentado un proyecto de ley para reservar un tercio de los esca?os en la C¨¢mara baja y en las asambleas estatales a las mujeres. Ha quedado aprobado. Pero, significativamente, no podr¨¢ aplicarse pronto, sino solo despu¨¦s de que se complete un nuevo censo nacional.

El camino por delante es arduo. A continuaci¨®n, un pu?ado de historias de mujeres de diferentes condiciones y edad, un mosaico de vidas que esbozan rasgos de una lucha colectiva para la igualdad tan grande como un doceavo de la humanidad.

SUJATA THAKORE

La violencia

Sujata Thakore cuenta que naci¨® en una familia muy pobre. Su padre muri¨® poco despu¨¦s, y ella de peque?a pas¨® hambre. Lleg¨® a mendigar y comer pienso de ganado. De muy chiquitina ya pastoreaba animales para que le dieran dos comidas al d¨ªa. Envuelta en un bonito sari de tonos verdes y azules, esta mujer due?a de un brillo especial en los ojos enhebra ese relato de miseria con serenidad y sonrisas.

Pero la miseria no fue su ¨²nica tragedia. ¡°Cuando, tras bajarme la regla, vino el padre de ese chaval para que me casara, yo dije que no quer¨ªa, que era muy joven, que no estaba lista. Fui despu¨¦s a hablar con mi madre y ella me apoyaba, pero mis t¨ªos no¡±, relata. Se consumaron las nupcias y empez¨® el horror de las palizas de un marido alcoh¨®lico que no hac¨ªa otra cosa que beber y pegarle.

A los pocos meses decidi¨® que ten¨ªa que huir de aquello. De nuevo, no recibi¨® apoyo de los hombres de su entorno. Los varones de la aldea le advirtieron de que si dejaba al marido quedar¨ªa proscrita en el pueblo. Sus hermanos la amenazaron con que ir¨ªan a pegarles a los hombres de la familia due?a de la granja donde ella trabajaba si la acog¨ªan ah¨ª. Al recordarlo, Thakore se conmueve.

Tambi¨¦n se conmueve, en el mismo momento, sentado a su lado, un hombre. Se llama Anil, y es uno de los hijos de los propietarios de esa granja. Cuenta que una ma?ana, en aquel entonces, se encontr¨® a Sujara con el rostro desencajado, al lado del pozo. Pens¨® que ella quer¨ªa tirarse. Ella dice que no, pero cuando le preguntaron qu¨¦ hac¨ªa ah¨ª, no supo contestar otra cosa que ¡°mirar a los peces¡±.

La acogieron y la salvaron de esa cultura patriarcal y violenta que estuvo a punto de aniquilarla. Trabaj¨® como empleada dom¨¦stica para los padres de Anil hasta que fallecieron. Ahora sigue viviendo en el piso de ellos en Bangalore, adonde se mudaron en los ochenta despu¨¦s de traspasar la granja. Ella aprendi¨® a hacer mermeladas en la ¨¦poca rural, y ahora las prepara y vende en establecimientos de la ciudad.

¡°Mi business es mi alegr¨ªa¡±, dice, de nuevo sonriente. Habla de su sue?o de construirse una casita. Recuerda que, cuando huy¨®, durante 10 a?os no pudo tener contacto con su familia. Pero despu¨¦s se reanudaron los lazos, y ahora es la matriarca. Sus hermanos tambi¨¦n progresaron. ¡°Yo estoy sola, y viviendo. Tengo amigas. Las mujeres indias deben tener la valent¨ªa de no aceptar ciertas situaciones y estar de pie sobre sus propias piernas¡±.

Su progreso es un reflejo de algunas mejoras. El avance econ¨®mico de los ¨²ltimos lustros ha logrado sacar a muchas personas de la pobreza extrema. Pero un estudio publicado recientemente por la ONU se?ala que un 15% de la poblaci¨®n, alrededor de 200 millones de personas, sigue hall¨¢ndose en situaci¨®n de pobreza multidimensional, calculada seg¨²n varios par¨¢metros socioecon¨®micos. Otro apunta a que un cuarto de las mujeres en edad reproductiva est¨¢n desnutridas. Por otra parte, la violencia es una lacra incesante. Datos de 2021, los ¨²ltimos disponibles, indican que se registraron unos 430.000 cr¨ªmenes contra mujeres, la cifra m¨¢s alta desde 2016.

Mientras Sujata habla, Anil escucha sentado a su lado. Se refiere a ella como ¡°mi hermana¡±. Tanto es as¨ª, que su familia, los Thakore, le dieron no solo refugio, sino tambi¨¦n el apellido.

RANI DESAI

Los servicios p¨²blicos

Es mediod¨ªa y una veintena de pacientes aguarda su turno en la sala de espera del peque?o centro m¨¦dico Anahat, en el coraz¨®n de Bangalore, una iniciativa privada fundada con donaciones que busca ofrecer servicios sanitarios gratuitos a aquellos que no son atendidos adecuadamente por la sanidad p¨²blica y no pueden permitirse la privada.

Rani Desai, de 68 a?os, cofundadora junto a su hija Priya, de 39, de la fundaci¨®n que lleva el centro, cuenta que, seg¨²n datos que recogieron sobre el terreno, un 70% de los habitantes de las barriadas pobres no acceden a la sanidad p¨²blica, aunque son conscientes de que existe. ¡°Hay una mezcla de motivos, falta de confianza, escepticismo porque saben que hay saturaci¨®n, que faltan medios, o que aunque logren ver al m¨¦dico igual no tendr¨¢n medicinas. Aqu¨ª ofrecemos servicios b¨¢sicos, una consulta m¨¦dica, entregamos medicinas¡±, dice.

La gran mayor¨ªa de los pacientes que espera son mujeres. Los colores vivaces de sus saris contrarrestan el gris de las nubes que se intuyen en sus pensamientos. Rani y Priya explican que entre un 65% y un 70% de las personas atendidas en el centro son mujeres. No tienen una explicaci¨®n clara de ese desequilibrio. Quiz¨¢ influya que sean dos mujeres quienes lideran el centro, y que sea una mujer, Ananya Siddaraniay, de 27 a?os, la profesional que pasa consulta. Parece, en todo caso, una suerte de compensaci¨®n a peque?a escala del gran desequilibrio de g¨¦nero en la atenci¨®n m¨¦dica p¨²blica. Un estudio publicado por el grupo BMJ que registr¨® las citas de atenci¨®n en un hospital de Nueva Delhi en 2016 refleja que dos tercios de ellas fueron para varones.

Antes de montar esta iniciativa, Desai viv¨ªa en Mumbai y trabajaba para Biocon, un gigante del sector de las biotecnolog¨ªas. La India es un actor protagonista a escala mundial en el sector farmac¨¦utico. Pero, como demuestran los 15.000 pacientes atendidos por Siddaraniay el a?o pasado, ello no significa que el acceso a los medicamentos sea sencillo.

Desai cuenta que la mayor¨ªa de las mujeres que acuden al centro no trabajan, en l¨ªnea con las terribles estad¨ªsticas de participaci¨®n femenina en el mercado laboral de la India, uno de los pa¨ªses m¨¢s desiguales del mundo en el acceso al empleo.

Francis Rjayanathi, de 40 a?os, es una de ellas. Tiene una hija, dej¨® de estudiar a los 13 y es ama de casa. Su marido es conductor. Ella padece diabetes. ¡°Casi la mitad de los pacientes tienen enfermedades metab¨®licas¡±, cuenta Desai. ¡°Tenemos muchos casos de diabetes, de hipertensi¨®n. A menudo, los malos h¨¢bitos empeoran el estado de salud de estas personas. Por ejemplo, por lo general se espera que las mujeres preparen una cena caliente, pero, con el estilo de vida de estos hogares, con personas que acumulan varios empleos informales, eso a menudo significa que coman muy tarde y vayan directos a la cama¡±, explica.

Desai se?ala que la renta mensual de los hogares de sus pacientes se sit¨²a alrededor de las 15.000/17.000 rupias al mes (170/190 euros). Pese al auge reciente de la India, ella no ve grandes cambios. ¡°Me parece que aunque haya crecimiento econ¨®mico, no llega mucho al segmento social de estos pacientes. Tampoco veo mucho cambio cultural. En la consulta de salud mental que tenemos aflora mucho relato de violencia dom¨¦stica, adicciones. Muchas de estas personas viven en el mismo sitio desde hace generaciones, no se detecta una movilidad consistente hacia arriba¡±, dice Desai, quien se halla bajo tratamiento por c¨¢ncer y, sin embargo, ah¨ª sigue al pie del ca?¨®n en el centro m¨¦dico.

KAMINI SAWHNEY

La conciencia

Alumnas de una clase del instituto Basava de Bangalore siguen con atenci¨®n una ma?ana cualquiera de septiembre las explicaciones acerca de Visible/Invisible. Con esta exposici¨®n se ha estrenado recientemente el Museo de Arte y Fotograf¨ªa de la ciudad y que aborda la posici¨®n de la mujer en la sociedad india a trav¨¦s de su representaci¨®n en el arte.

Kamini Sawhney, directora del museo, cuenta en su despacho la g¨¦nesis de la idea. ¡°Est¨¢bamos planificando nuestro estreno en 2020, cuando la pandemia golpeaba el mundo. Yo ve¨ªa datos seg¨²n los cuales la participaci¨®n de la mujer en la fuerza laboral hab¨ªa ca¨ªdo al 20% en la India, un dato inferior al de Sri Lanka o Banglad¨¦s; que muchas ni?as se hab¨ªan salido del sistema educativo. Y vi un estudio que, con indicadores m¨²ltiples, se?alaba este pa¨ªs como el m¨¢s inseguro del mundo. Entonces pensamos, ?por qu¨¦ no abordamos la cuesti¨®n de g¨¦nero? No se habla lo suficiente de ello, y yo creo que los museos deben ser espacios catalizadores de cambio¡±.

El t¨ªtulo de la exposici¨®n, cuenta Sawhney, nace de la paradoja de la extrema visibilidad de la mujer en el arte ¨Dcomo objeto de representaci¨®n por parte de artistas varones¨D ¡°frente a su invisibilidad en el dominio p¨²blico¡±. Ella considera que en la India se est¨¢n produciendo algunos cambios, pero insuficientes. ¡°La mujer est¨¢ empezando a encontrar su voz, pero todav¨ªa no encuentra su espacio. Sigue habiendo estructuras jer¨¢rquicas y barreras invisibles que refuerzan desigualdades socioecon¨®micas¡±, dice.

La exposici¨®n re¨²ne unas 130 obras, muchas de la colecci¨®n del museo, otras comisionadas. Entre ellas, hay un sari con una inscripci¨®n tejida: ¡°El deber de una esposa es servir a su marido¡±, seg¨²n traduce Sawhney. ¡°Est¨¢ escrito dos veces, por si una no era suficiente¡±, dice.

Borrar ese antiguo legado es un reto descomunal. Aun as¨ª, la directora se declara optimista sobre las perspectivas de cambio. ¡°Tengo que serlo, tengo que creer en las mujeres. Adem¨¢s, la circulaci¨®n de la informaci¨®n que permite la revoluci¨®n digital es un elemento a favor. La circulaci¨®n de las ideas es empoderamiento¡±.

Ah¨ª tambi¨¦n, sin embargo, el camino tiene obst¨¢culos. El ¨ªndice de libertad de prensa compilado por Reporteros Sin Fronteras sit¨²a a la India en el puesto 161 de 180.

MUJERES MUSULMANAS

La discriminaci¨®n sectaria

Entre las decenas de mujeres consultadas para este reportaje tambi¨¦n hay musulmanas ¨Dse estima que unos 170 millones de habitantes de la India pertenecen a esta religi¨®n¨D. Significativamente, entre ellas se detecta un temor a expresar abiertamente sus opiniones acerca del proyecto pol¨ªtico nacionalista hind¨² que lleva adelante el primer ministro, Narendra Modi, de la mano de su partido, el BJP.

Asimismo, mujeres hind¨²es que no comulgan con la tesis de Modi y se reconocen m¨¢s en el proyecto de una India inclusiva y secular encarnado por la Constituci¨®n de 1950 tambi¨¦n son reticentes a la hora de expresar sus opiniones en p¨²blico.

Es un claro reflejo del clima cada vez m¨¢s tenso en el pa¨ªs. Es interesante notar c¨®mo, en los testimonios recogidos, el marco de tensi¨®n sectario provoca fricci¨®n incluso dentro de una misma comunidad, por ejemplo, con la tensi¨®n entre los segmentos m¨¢s duros y los moderados de la comunidad musulmana, conduciendo al desgarro de familias que cortan lazos por motivos pol¨ªticos.

¡°Creo que los extremistas est¨¢n monopolizando el discurso y muchos se est¨¢n dejando arrastrar. Sigo pensando que la mayor¨ªa son moderados, pero no se atreven a hablar¡±, dice una mujer musulmana residente en Bangalore, quien relata que tiene amigos hind¨²es que le dicen: ¡°Las cosas se pondr¨¢n mal, pero mi casa siempre estar¨¢ abierta para ti¡±.

Otra, m¨¢s joven, se?ala que entre sus amigos hind¨²es los hay que no se casar¨ªan de ninguna manera con una musulmana porque les preocupa c¨®mo esto ser¨ªa percibido. ¡°Aunque no compartan ciertas ideas, no se atreven a ir en contra de la idea dominante¡±.

Las mujeres pertenecientes a las minor¨ªas en una India gobernada bajo la inspiraci¨®n del nacionalismo hind¨² afrontan el riesgo de una doble discriminaci¨®n. En los ¨²ltimos a?os, la India ha ido cayendo en los ¨ªndices internacionales de calidad democr¨¢tica.

USHA KAPUR

Las diferencias de clase

Usha Kapur naci¨® en 1945 en Rawalpindi, en lo que hoy es Pakist¨¢n. Su familia se traslad¨® a la actual India con la partici¨®n del pa¨ªs. Ella cuenta que su padre decidi¨® que estudiar¨ªa Medicina, y as¨ª fue. Recuerda que en su facultad alrededor del 40% eran alumnas, en un equilibrio de g¨¦nero bastante notable, considerando c¨®mo estaban las cosas en muchos lugares del mundo en aquella ¨¦poca.

Tras terminar los estudios, hall¨® trabajo como doctora en las Fuerzas Armadas. ¡°No he sentido nunca que por ser mujer fuera discriminada en el ej¨¦rcito¡±, se?ala. Pero precisa que cree que muchos hombres se contienen en ciertas esferas p¨²blicas, pero luego en casa se portan de distinta manera. Tambi¨¦n considera que hay una enorme diferencia seg¨²n la prosperidad de los hogares. ¡°En los menos pr¨®speros, las tratan muy mal¡±. Desde lo alto de su experiencia, cree que ¡°hay un cierto progreso, porque hay m¨¢s mujeres con estudios y que luchan por sus derechos¡±.

Hace unos a?os, celebr¨® con sus compa?eros el 50 aniversario de su promoci¨®n de Medicina. Dice que la mayor¨ªa de ellos se fue al extranjero, sobre todo a Estados Unidos y al Reino Unido, y que les va muy bien. Ella tambi¨¦n emigr¨®: trabaj¨® un a?o en Libia cuando ya era madre, en un gesto que parece una afirmaci¨®n de independencia. Pero luego volvi¨®. Muchos otros, no. La India cuenta, seg¨²n estimaciones recopiladas por la ONU, con la mayor di¨¢spora del mundo, unos 18 millones de emigrantes. Tienen un alto grado de ¨¦xito. Entre las mujeres j¨®venes con estudios superiores entrevistadas para este reportaje tambi¨¦n se detecta la propensi¨®n a salir del pa¨ªs. La hemorragia de talento es otro reto en el largo y tortuoso camino hacia la igualdad en la India.

Sigue toda la informaci¨®n internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.