La muerte est¨¢ muy presente en el kibutz Beeri
El ej¨¦rcito de Israel retira los cad¨¢veres de unos 30 miembros de Ham¨¢s una semana despu¨¦s del ataque a esta comunidad agr¨ªcola en la que un centenar de su millar de vecinos fue asesinado por la milicia islamista
El olor a muerte ¡ªy la muerte misma¡ª siguen presentes en el kibutz Beeri una semana despu¨¦s del ataque de milicianos de Ham¨¢s que cost¨® la vida, seg¨²n las autoridades israel¨ªes, a unas 1.400 personas, la mayor¨ªa civiles, en todo el pa¨ªs. Un centenar de ellos ¡ªseg¨²n estimaciones militares que no pueden darse por definitivas¡ª eran habitantes de este asentamiento que contaba con un millar de vecinos. A las puertas de esta cooperativa agr¨ªcola, en el cruce de car...
El olor a muerte ¡ªy la muerte misma¡ª siguen presentes en el kibutz Beeri una semana despu¨¦s del ataque de milicianos de Ham¨¢s que cost¨® la vida, seg¨²n las autoridades israel¨ªes, a unas 1.400 personas, la mayor¨ªa civiles, en todo el pa¨ªs. Un centenar de ellos ¡ªseg¨²n estimaciones militares que no pueden darse por definitivas¡ª eran habitantes de este asentamiento que contaba con un millar de vecinos. A las puertas de esta cooperativa agr¨ªcola, en el cruce de carreteras que da acceso al kibutz, miembros del ej¨¦rcito de Israel, cubiertos con monos blancos y mascarillas, retiran un pu?ado de cuerpos ayudados de una excavadora. Calculan que son en torno a una treintena. Tras introducirlos en bolsas mortuorias de pl¨¢stico con el s¨ªmbolo de la estrella de David, los cargan en un cami¨®n que m¨¢s tarde los lleva a una c¨¢mara frigor¨ªfica.
Ethan, un militar de 26 a?os, estima que casi todos los cuerpos hallados en este lugar son de atacantes llegados desde Gaza, a unos tres kil¨®metros en l¨ªnea recta. En todo caso, a?ade, hay que proceder a identificarlos para estar seguros de que no pertenecen a alguno de los rehenes israel¨ªes ¡ªno da esa impresi¨®n a primera vista por c¨®mo son acarreados y descargados con la pala de la excavadora¡ª o pueda corresponder incluso al cad¨¢ver de alg¨²n responsable de Ham¨¢s. ¡°Una carnicer¨ªa¡±, redondea otro uniformado.
Algunas c¨¢maras de vigilancia grabaron escenas de la matanza. En las im¨¢genes aparecen atacantes llev¨¢ndose a rehenes en coches robados a los habitantes del kibutz y algunos cuerpos de personas fallecidas. Nave, uno de los militares que custodian el lugar, muestra algunas de las fotos que tom¨® con su m¨®vil. Se ven restos de explosivos que portaban los atacantes, ejemplares del Cor¨¢n, el libro sagrado de los musulmanes, incluso una c¨¢mara de las que los yihadistas llevaban adheridas al cuerpo para grabar su acometida.
Durante la tarde del s¨¢bado son constantes las pasadas de los aviones de combate israel¨ªes, que llevan una semana castigando Gaza a bombazos y donde han muerto ya m¨¢s de 2.200 personas, seg¨²n las autoridades de la Franja, donde gobierna Ham¨¢s. Tambi¨¦n operan helic¨®pteros por la zona. Desde Gaza salen varios cohetes a lo largo de la tarde hacia territorio israel¨ª que son perfectamente visibles por la baja altura a la que avanzan, dejando tras de s¨ª una estela blanca. Completa la imagen los constantes zambombazos de la artiller¨ªa, apostada a las puertas de la verja que rodea la Franja, con una densidad de poblaci¨®n de unas 5.500 personas por kil¨®metro cuadrado, unas 60 veces superior a la media de Espa?a.
En el kibutz Beeri, cuya principal fuente de ingresos era una imprenta, ya no quedan vecinos. La destrucci¨®n es palpable en un lugar convertido ahora en un cuartel militar donde centenares de soldados aguardan el tiempo ante una posible entrada por tierra a Gaza. Junto al recinto, varias decenas de tanques y blindados toman posiciones en medio de una gran polvareda.
Muchas de las casas quedaron totalmente destruidas tras el ataque del s¨¢bado pasado al amanecer. Hay restos de fuego, escombros, balas, prendas de ropa e incluso algunos proyectiles de RPG (lanzagranadas) sin estallar. El paso de la semana no ha podido borrar otros restos de la matanza, como guantes de los sanitarios y regueros de sangre. ¡°Llegaron unos 70 armados con todo tipo de arsenal, incluidos lanzagranadas y granadas de mano. A algunas familias las asesinaron en la misma puerta de sus casas¡±, explica Fay Goldstein, una joven que ha emprendido una start-up en Tel Aviv y que se uni¨® como reservista del ej¨¦rcito en cuanto se produjo el ataque de los radicales palestinos. ¡°Estamos en guerra y mi prioridad ahora es ayudar a mi gente m¨¢s que mi empresa¡±, zanja, dando por evidente que no ten¨ªa otra opci¨®n.
Otras viviendas permanecen con las puertas abiertas. En una de ellas nadie ha recogido el caf¨¦ servido junto al fregadero de la cocina, al lado de la puerta de un frigor¨ªfico que cuenta en im¨¢genes la historia de la familia que la habitaba. Bicicletas aplastadas y carritos de beb¨¦s abandonados en medio de la destrucci¨®n. Las cifras de la matanza en Beeri, en todo caso, no est¨¢n cerradas, seg¨²n los militares, que este s¨¢bado han permitido el acceso al kibutz a un grupo de reporteros. Hay que identificar a todos los muertos y conocer el paradero de los desaparecidos. Se teme que algunos fueran secuestrados y permanezcan retenidos dentro de la Franja. El brazo armado de Ham¨¢s informa de que nueve rehenes, entre ellos cuatro extranjeros, han muerto debido a los ataques a¨¦reos israel¨ªes en Gaza durante las ¨²ltimas 24 horas.
El primer ministro de Israel, Benjam¨ªn Netanyahu, visit¨® en la tarde del s¨¢bado el kibutz Beeri y el de Kafar Aza, unos kil¨®metros m¨¢s al norte, donde examin¨® las viviendas destruidas y se reuni¨® con los militares. Durante este encuentro, Netanyahu les comunic¨® que ¡°la continuaci¨®n de la ofensiva [contra Ham¨¢s] est¨¢ en camino¡±, ante la perspectiva de una posible incursi¨®n por tierra a gran escala en la franja de Gaza.
Ilan, un militar de 19 a?os nacido en Argentina y llegado a Israel para unirse al ej¨¦rcito, es de los que ha sido movilizado a Beeri en las ¨²ltimas horas. Sus padres est¨¢n al otro lado del Atl¨¢ntico, por lo que, explica, ¨¦l es lo que se considera un soldado solitario. A primera hora del s¨¢bado 7 de octubre, cuando se produjeron los ataques, estaba con algunos compa?eros en Jerusal¨¦n, donde vive, y fue testigo de c¨®mo las defensas israel¨ªes interceptaron alg¨²n proyectil sobre la ciudad santa al poco de empezar a sonar las alarmas. Desde ese momento supo que el final de su servicio militar iba a ser movido.
A unos metros del joven Ilan, con su fusil tambi¨¦n colgado a la espalda, David, de 60 a?os, pasea en medio de la destrucci¨®n del kibutz. Es, como su compa?era Fay Goldstein, uno de los que tiene la misi¨®n de acompa?ar a los periodistas. David asegura que, como reservista, siempre tiene el petate listo. Cae la noche. Algunos militares cantan, otros cenan, otros conversan aburridos para matar el tiempo mientras esperan nuevas ¨®rdenes. Y siguen sobrevolando aviones de combate mientras las estelas de los cohetesaparecen de vez en cuando en el cielo crepuscular que separa Israel de la franja de Gaza. Ajenos a la guerra, por el lugar corretean pavos y gallinas sin nadie que los atienda.
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