¡°Hay terroristas atacando, me han pillado¡±: el relato de una joven israel¨ª secuestrada en Gaza
La familia de Eden Yerushalmi, de 24 a?os, reconstruye las cuatro horas de llamadas que mantuvieron con ella el 7 de octubre. Se ocult¨® bajo los cad¨¢veres de dos amigas, pero acab¨® como reh¨¦n
¡°Shani, me han pillado¡±, susurr¨® Eden Yerushalmi a su hermana mayor a trav¨¦s del tel¨¦fono la ma?ana del 7 de octubre en el momento de ser capturada por milicianos durante el ataque sin precedentes que perpetr¨® ese d¨ªa Ham¨¢s. Fueron los ¨²ltimos segundos de cerca de cuatro horas de conversaciones en las que la joven relat¨® en directo a su familia el infierno que estaba viviendo en el festival Supernova, donde 260 personas fueron asesinadas y ...
¡°Shani, me han pillado¡±, susurr¨® Eden Yerushalmi a su hermana mayor a trav¨¦s del tel¨¦fono la ma?ana del 7 de octubre en el momento de ser capturada por milicianos durante el ataque sin precedentes que perpetr¨® ese d¨ªa Ham¨¢s. Fueron los ¨²ltimos segundos de cerca de cuatro horas de conversaciones en las que la joven relat¨® en directo a su familia el infierno que estaba viviendo en el festival Supernova, donde 260 personas fueron asesinadas y varias decenas fueron secuestradas. Una de ellas es la propia Eden Yerushalmi, cuya incre¨ªble peripecia ha sido reconstruida por su madre, Shirit, y su t¨ªo, Guy Izhaki, en la residencia familiar de Tel Aviv. No saben nada de ella desde entonces, si est¨¢ herida, qui¨¦n la tiene retenida ni d¨®nde. Son 43 d¨ªas de absoluto silencio.
Varios miles de personas, entre ellas familiares de esos rehenes, llegaron la tarde del s¨¢bado a Jerusal¨¦n tras cinco d¨ªas a pie desde Tel Aviv para presionar al primer ministro, Benjam¨ªn Netanyahu. En un discurso emitido al pa¨ªs a ¨²ltima hora, el mandatario, cada vez m¨¢s puesto en tela de juicio por la guerra, dijo que habr¨¢ un acuerdo para liberarlos.
La madre, de 49 a?os, tiene perfectamente contados los d¨ªas sin su hija, que cumpli¨® 24 el 14 de octubre, ya cautiva en alg¨²n lugar de la Franja. Shirit visualiza el momento en que vuelva a entrar por la puerta de casa, as¨ª mantiene la esperanza. Pese a que hay un equipo de voluntarios que vela por las necesidades de las familias de los alrededor de 240 rehenes en manos de milicianos palestinos, el proceso en medio de tanta incertidumbre est¨¢ siendo ¡°largo y duro¡±. Es dif¨ªcil para ella revivir la ¨²ltima conversaci¨®n con su hija, aquel d¨ªa en que una joven camarera vio c¨®mo asesinaban a dos amigas, trat¨® de esconderse y acab¨® secuestrada.
El s¨¢bado, Eden deb¨ªa trabajar junto a Dorin y Lior como camarera en el evento, que se celebraba a lo largo del fin de semana en Reim, a unos cinco kil¨®metros de Gaza. Las tres viajaron la tarde del viernes para disfrutar de la m¨²sica y ya quedarse all¨ª. A las seis y media de la madrugada, Shirit recibi¨® la primera llamada de tel¨¦fono. ¡°Mam¨¢, est¨¢n atacando con misiles y esto se suspende. Regreso a casa¡±, avis¨®. Una hora despu¨¦s, la segunda. ¡°Hay terroristas atacando¡±, describi¨® entre l¨¢grimas. Los disparos se escuchaban constantemente de fondo mientras la madre trataba de tranquilizarla, le dec¨ªa que seguro que eran militares que hab¨ªan acudido al rescate. Todo lo contrario.
Las tres amigas lograron llegar al coche y esconderse dentro. En medio de aquel horror, los atacantes acribillaron el veh¨ªculo. Dorin y Lior murieron, mientras que Eden qued¨® ilesa bajo sus cuerpos. Todo lo iba narrando a trav¨¦s del m¨®vil, hasta que se qued¨® sin bater¨ªa. Entonces sigui¨® comunic¨¢ndose, casi todo el tiempo con su hermana Shani, de 25 a?os, gracias a uno de los tel¨¦fonos de sus amigas asesinadas. ¡°Siento la sangre gotear sobre m¨ª¡±, afirmaba entre susurros sin atreverse a escapar.
Tras hora y media, alguien abri¨® la puerta del coche. Pens¨® que la ven¨ªan a rescatar, pero no, era otro festivalero buscando refugio. Ambos decidieron huir a la carrera, cada uno por su lado. Eden acab¨® agazapada entre una arboleda. La familia, al tel¨¦fono, segu¨ªa cada movimiento desde casa. La joven describ¨ªa lo que pod¨ªa ver: hombres armados por todos lados, disparando a todos los que pod¨ªan. Dec¨ªa que algunos vest¨ªan con uniformes como los del ej¨¦rcito de Israel, pero no ten¨ªa duda de que eran atacantes. En torno a las 11.00, el cerco se estrecha sobre ella y los milicianos la descubren, como recoge la grabaci¨®n que hizo su hermana Shani y que facilit¨® a EL PA?S.
Ah¨ª se par¨® la vida de toda la familia. Se aferran al coraje y determinaci¨®n de la joven, conf¨ªan en que lograr¨¢ volver a casa y recuperar su ritmo de vida. Saben que cay¨® en manos de sus captores sin haber sido herida y eso, hasta cierto punto, los tranquiliza, aunque no disponen de ninguna prueba de vida desde aquel abrupto final de la conversaci¨®n telef¨®nica. Ni siquiera saben si est¨¢ en manos de Ham¨¢s, de la Yihad Isl¨¢mica o de civiles palestinos. Si est¨¢ con Ham¨¢s, la familia quiere pensar que se encontrar¨¢ junto a otros rehenes. Si la custodian civiles, ser¨¢ m¨¢s f¨¢cil que est¨¦ sola.
Aquel 7 de octubre, los radicales islamistas acabaron con la vida de unas 1.200 personas en territorio israel¨ª y se llevaron secuestradas a Gaza a unas 240 en el peor ataque sufrido por Israel en sus 75 a?os de historia. De inmediato, se desat¨® la actual guerra. La operaci¨®n militar israel¨ª por tierra, mar y aire que ya ha costado la vida a m¨¢s de 12.000 personas en el enclave palestino a orillas del Mediterr¨¢neo.
Sentada en un sof¨¢, Shirit, una mujer menuda que sonr¨ªe de vez en cuando al recordar a su hija, no deja de mirar de reojo el cartel con la foto de Eden que ha dejado sobre la mesa. La joven trabajaba de camarera al tiempo que se preparaba para ser monitora de pilates. A la vez, disfrutaba de la vida. Iba a la playa, sal¨ªa de fiesta, viajaba. El domingo 8 ten¨ªa billetes para visitar Grecia durante unos d¨ªas. Este a?o hab¨ªa pasado un mes en M¨¦xico y el pr¨®ximo marzo preve¨ªa viajar unas semanas a la India. La foto del cartel que tanto mira su madre fue tomada durante una visita al desierto del Sina¨ª (Egipto). ¡°No era alguien que perdiera el tiempo¡±, recalca con una sonrisa su t¨ªo.
La madre apenas come, apenas duerme. Quien lo cuenta es Liat Blumenfeld, una abogada de 27 a?os. Apenas tres m¨¢s que Eden. La letrada forma parte de los 400 voluntarios que trabajan para un centro de control que el Gobierno israel¨ª puso en marcha tras el ataque para dar asistencia a las familias de los secuestrados y desaparecidos y que aglutina tres ramas. ¡°Una de inteligencia, que recaba informaci¨®n sobre los rehenes y se encarga de transmitirla a las familias; una de asuntos sociales y medios de comunicaci¨®n, que provee de informaci¨®n a los medios y da apoyo a las familias, y una legal¡±. A esta pertenece Blumenfeld. Ella es el enlace con el Ejecutivo israel¨ª. Rellena formularios, se encarga de la burocracia, intentar¨¢ que accedan a una prestaci¨®n para afectados por la guerra. No es este caso, pero hay hogares que necesitan incluso un techo, despu¨¦s de que su casa sufriera da?os durante el ataque. El objetivo es que cada familia se relacione siempre con el mismo equipo: dos militares, dos trabajadores sociales, un abogado.
El 16 de octubre, el ej¨¦rcito acudi¨® a casa de la madre de Eden a comunicarles que daban a la joven por desaparecida. Tres d¨ªas despu¨¦s, regresaron para darla por secuestrada. ¡°Entendemos que no nos ofrezcan ning¨²n detalle en el ¨¢mbito de inteligencia, de las condiciones en las que pueda estar, el lugar ni nada¡±, comenta el t¨ªo de la joven, Guy Izhaki, de 51 a?os. La familia ha preferido mantenerse aislada, no indagan en redes sociales, no ven las noticias. Pero s¨ª saben que el c¨ªrculo de amigos de Eden ha estado buscando alg¨²n rastro de la joven. Otros rehenes s¨ª aparecen en v¨ªdeos que fueron grabados el 7 de octubre. Aqu¨ª, nada.
Esperanza e incertidumbre
Blumenfeld explica que, precisamente por eso, el caso es muy dif¨ªcil. Aunque en realidad todos lo son. La abogada viaj¨® a Madrid por motivos personales, pero decidi¨® ponerse en contacto con la Embajada israel¨ª para contar la historia de Eden. Recuerda la primera vez que vio a sus padres, cuenta que ellos le dan esperanza. ¡°El padre es constructor, la madre est¨¢ empleada en la compa?¨ªa de correos israel¨ª. Pero ahora no pueden trabajar. Est¨¢n constantemente pensando en el momento en que vuelvan a ver a su hija. Han comprado las cosas que creen que pueda necesitar cuando regrese a casa¡±, cuenta la letrada.
En Tel Aviv, cada viernes, miembros del ej¨¦rcito acuden a la casa familiar. Hay semanas que los visitan dos veces. Nada puede acabar, sin embargo, con esta incertidumbre que pesa tanto que aplasta. Pese a que Shirit siempre trate de pensar en positivo. Entiende que su hija debe estar pasando mucho miedo, pero, al mismo tiempo, quiere imaginar que Eden sabe que su familia est¨¢ constantemente pensando en ella, que no la deja sola y que espera a que vayan a salvarla. Hay familias de rehenes que se han mostrado muy cr¨ªticas con el Gobierno israel¨ª y su campa?a de ataques a¨¦reos en Gaza. Shirit conf¨ªa en el Ejecutivo y en el ej¨¦rcito para que traigan a su hija de vuelta a casa. Su hermano Guy entiende que ¡°tanto unos como otros est¨¢n haciendo lo mejor que saben¡± ante la aparente contradicci¨®n que supone la necesidad de acabar con Ham¨¢s y, al mismo tiempo, liberar a los rehenes.
En la mente de Shirit, las im¨¢genes de su hija conviven con las familias de las amigas de Eden que fueron asesinadas. Shirit pudo acompa?ar a la madre de Dorin durante la ceremonia de duelo que, seg¨²n la tradici¨®n jud¨ªa, tiene lugar una semana despu¨¦s de la muerte. Pero en este tiempo apenas ha abandonado el domicilio familiar. A excepci¨®n del jueves. Gracias a un permiso del ej¨¦rcito, Shirit acudi¨® junto al padre de Eden, Nador, y sus otras dos hijas al punto exacto de ese bosque pr¨®ximo a donde se celebr¨® el festival Supernova y en el que la joven fue secuestrada. ¡°Quiero ir a ese lugar, sentir a mi hija¡±, explic¨® antes de hacer la visita. Eden les envi¨® la localizaci¨®n con la aplicaci¨®n Google Maps a trav¨¦s del tel¨¦fono. All¨ª la escucharon por ¨²ltima vez. Solo esperan poder volver a o¨ªr su voz.
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