Jerusal¨¦n: calma, turistas y rezos tras una noche ins¨®lita
La ciudad vieja recupera la normalidad despu¨¦s del ataque iran¨ª, que sorprendi¨® a jud¨ªos, musulmanes y cristianos
¡°Jes¨²s protege a Jerusal¨¦n¡±, asegura Jason, un peregrino indonesio de 29 a?os en plena V¨ªa Dolorosa. Lo celestial y lo terrenal fueron m¨¢s que nunca de la mano en la ciudad santa durante el ataque desde Ir¨¢n con drones y misiles que tuvo lugar en la madrugada del domingo, pocas horas despu¨¦s de la llegada de Jason. A pesar de los m¨¢s de seis meses de guerra transcurridos, se ha tratado de una agresi¨®n in¨¦dita. Nunca ant...
¡°Jes¨²s protege a Jerusal¨¦n¡±, asegura Jason, un peregrino indonesio de 29 a?os en plena V¨ªa Dolorosa. Lo celestial y lo terrenal fueron m¨¢s que nunca de la mano en la ciudad santa durante el ataque desde Ir¨¢n con drones y misiles que tuvo lugar en la madrugada del domingo, pocas horas despu¨¦s de la llegada de Jason. A pesar de los m¨¢s de seis meses de guerra transcurridos, se ha tratado de una agresi¨®n in¨¦dita. Nunca antes Teher¨¢n hab¨ªa elevado tanto su apuesta. La mayor¨ªa pensaban, en un territorio acostumbrado a la convulsi¨®n, que Jerusal¨¦n, sagrada para jud¨ªos, cristianos y musulmanes, quedar¨ªa fuera de la trayectoria de los proyectiles.
Pero, m¨¢s all¨¢ de la sorpresa tras el ataque, sin muertos ni da?os materiales, a primera hora de la ma?ana reina la calma entre los muros de la ciudad vieja. Sin importar la religi¨®n que profesen, no son pocos los que, como el indonesio Jason, se aferran a su fe y sus creencias para explicar que el amparo divino mantuvo intacta a la ciudad. As¨ª, los comercios y cafetines han abierto como cualquier otro d¨ªa, aunque los vecinos y tenderos comentaban de soslayo lo movido de la noche.
Algunos, sin embargo, ni se enteraron ni se levantaron de la cama cuando a la 1.45 del domingo (una hora menos en la Espa?a peninsular) empezaron a sonar las alarmas y el cielo se ilumin¨® con los proyectiles iran¨ªes y con la respuesta del sistema antia¨¦reo israel¨ª. Lo que se ve¨ªa es una imagen muy parecida a la que se vive con frecuencia desde 2022 en ciudades de Ucrania como Kiev o J¨¢rkov, atacadas por Rusia con esos mismos drones iran¨ªes, el modelo shahed, y misiles. El ataque, anunciado desde algunas horas antes, hizo que, cuando se activaron las sirenas, algunos se instalaran durante un rato en refugios que hay en cada edificio o vivienda antes de acostarse de nuevo tras comprobar que la ofensiva hab¨ªa sido de apenas unos minutos.
Musulmanes, cristianos, jud¨ªos y hasta budistas mantienen su ritmo de vida en la jornada dominical jerosolimitana. Hay, incluso, un creciente n¨²mero de turistas y peregrinos, estos especialmente de pa¨ªses asi¨¢ticos, que no alteran su programa de viaje pese a la contienda. ¡°Esas luces de anoche fueron como la celebraci¨®n del a?o nuevo¡±, responde con sorna un agente de polic¨ªa israel¨ª que, junto a un compa?ero, deambula durante unos minutos por el interior de la bas¨ªlica del Santo Sepulcro.
Varios grupos de extranjeros acceden al templo, muchos, m¨®vil en mano, donde la tradici¨®n se?ala el lugar de la crucifixi¨®n, enterramiento y resurrecci¨®n de Jesucristo. De fondo, se desarrollan entre c¨¢nticos y procesiones distintas ceremonias. La presencia de visitantes y parroquianos se aprecia mucho m¨¢s nutrida que en las primeras semanas de la guerra, que comenz¨® cuando el pasado 7 de octubre Ham¨¢s mat¨® a unas 1.200 personas en Israel. Pese a todo, son m¨¢s los religiosos que ocupan la puesta en escena que los que asisten.
Jason, cristiano indonesio, discurre por los callejones de la V¨ªa Dolorosa, por donde Jes¨²s carg¨® la cruz, junto a otros 38 compatriotas, en direcci¨®n al Santo Sepulcro. Se cruzan con un grupo de cristianos llegados de la India, a los que acompa?a el padre Jerish, salesiano de esa misma nacionalidad, aunque residente en Jerusal¨¦n, durante las diferentes estaciones del V¨ªa Crucis por el barrio cristiano y musulm¨¢n.
Ninguno de los consultados en medio de las piedras milenarias de Jerusal¨¦n afirma haber pasado miedo por el ataque. Anne, un cristiano de 72 a?os llegado desde Pa¨ªses Bajos, avanza junto a su mujer, Betty, de 71. Reconocen que permanecieron durante una media hora en el refugio habilitado en el edificio donde se hospedan hasta final de abril y que, despu¨¦s, les cost¨® conciliar el sue?o. ?l abre las manos con las palmas hacia el cielo y recurre a la Biblia y a explicaciones sobrenaturales. El convencimiento y la fe que desprenden, sin apenas dar importancia al ataque que han presenciado, recuerdan a aquellos que sufren el conocido s¨ªndrome de Jerusal¨¦n, por el que algunos peregrinos llegan a sufrir alucinaciones o llegan a creer que son alguno de los personajes de las sagradas escrituras.
¡°El miedo no ayuda¡±
La sonrisa no desaparece del rostro de Sudarshani, una mujer de 36 a?os llegada desde Sri Lanka hace solo un mes para trabajar como cuidadora con una familia israel¨ª en Bet Shemesh. Ha viajado desde esa localidad a una treintena de kil¨®metros para asistir a una ceremonia de rito budista. Como la inmensa mayor¨ªa de los consultados ¡ªmuchos prefieren solo dar su nombre¡ª aseguran no estar atemorizados por el ataque.
Tampoco Mazen Izhiman, de 65 a?os, que regenta intramuros un conocido establecimiento que lleva el nombre de la familia y donde se tuesta y prepara caf¨¦ desde 1921. A ¨¦l la ofensiva le pill¨® dormido, pero est¨¢ casi seguro de que no ir¨¢ a m¨¢s. ¡°Israel est¨¢ arropado por Estados Unidos y Europa¡±, argumenta. ¡°Estamos preocupados, pero no asustados¡±, describe Robert, estadounidense de 70 a?os, junto a su mujer, Marinela, de 73. ¡°Casi no hemos dormido desde que empezamos a escuchar los misiles¡±, apunta ella. Llevan de gu¨ªa tur¨ªstico a Marco Alexander, un jud¨ªo de 60 a?os que reconoce que el negocio va remontando poco a poco.
La ofensiva iran¨ª tampoco ha hecho mella en la normalidad en torno al Muro de las Lamentaciones, ubicado tambi¨¦n en la ciudad vieja y lugar sagrado por excelencia para los jud¨ªos. ¡°Pens¨¢bamos que no iban a atacar aqu¨ª en Jerusal¨¦n¡±, reconoce Jacques, un franc¨¦s de 45 a?os residente en Nueva York que tiene billete de regreso para la noche de este domingo, aunque teme que se lo han cancelado. Un contratiempo que no le inquieta en exceso. ¡°Tener miedo no ayuda¡±, concluye mientras se desprende del talit, el manto blanco y azul con el que se ha cubierto para orar.
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