Groenlandia, la isla helada que quiere Trump
Las pretensiones del presidente electo de Estados Unidos despiertan cierto temor y desconfianza entre los habitantes del pa¨ªs, pero tambi¨¦n avivan la cuesti¨®n de la independencia. En la capital, Nuuk, no se habla de otra cosa
La mujer, vestida como para conquistar ella sola el Polo Norte y con rasgos ind¨ªgenas inuit, sonr¨ªe y dice dos cosas al reci¨¦n llegado con aspecto de extranjero y pinta de perdido en el aeropuerto de Nuuk, la capital de Groenlandia. La primera, que a partir de ese momento, por la calle, camine como los ping¨¹inos, despacito y sin separar mucho los pies del suelo, a fin de evitar resbalones por el hielo. La segunda, que todo el mundo en la ciudad, de 20.000 habitantes, habla de la misma cosa: de la recient¨ªsima...
La mujer, vestida como para conquistar ella sola el Polo Norte y con rasgos ind¨ªgenas inuit, sonr¨ªe y dice dos cosas al reci¨¦n llegado con aspecto de extranjero y pinta de perdido en el aeropuerto de Nuuk, la capital de Groenlandia. La primera, que a partir de ese momento, por la calle, camine como los ping¨¹inos, despacito y sin separar mucho los pies del suelo, a fin de evitar resbalones por el hielo. La segunda, que todo el mundo en la ciudad, de 20.000 habitantes, habla de la misma cosa: de la recient¨ªsima visita a Nuuk del hijo del presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump Junior. No siempre ocurren cosas as¨ª en este rinc¨®n remoto, bell¨ªsimo y congelado del planeta.
El hijo y asesor de Trump pas¨® en la ciudad unas cuantas horas del martes: aterriz¨® en el Air Force Trump, se hizo fotos por la calle con los vecinos que se le acercaban, regal¨® gorras rojas de Make America Great Again a discreci¨®n, visit¨® la estatua del fundador de Nuuk ¡ªel misionero noruego Hans Egede, llegado en 1728¡ª y comi¨® en un restaurante c¨¦ntrico especializado en carnaza a la parrilla. Insisti¨® en que hac¨ªa turismo y no pol¨ªtica, pero su visita se produjo el mismo d¨ªa en que su padre, en una rueda de prensa en Mar-a-Lago, insist¨ªa en que EE UU deb¨ªa tomar el control de Groenlandia y que para ello no descartaba ni las acciones econ¨®micas ni las militares. Trump ya hab¨ªa advertido de eso, mediante un mensaje en redes sociales, poco antes de Navidad: ¡°Por la seguridad nacional y la libertad de todo el mundo, EE UU considera que la propiedad y el control de Groenlandia son una necesidad absoluta¡±.
El bi¨®logo groenland¨¦s Abbasy Lyberth, de 53 a?os, oy¨® en las noticias este mensaje en casa de sus padres, en la localidad de Qaqortoq, a los que hab¨ªa ido a visitar, precisamente por Navidad. Para ir de Nuuk a esta localidad del sur de 3.000 habitantes, a 450 kil¨®metros, tuvo que coger, ¨¦l y su familia, dos avionetas. Tard¨® dos d¨ªas. No hay carreteras que unan ciudades y pueblos en Groenlandia, donde los viajes entre localidades hay que hacerlos en avioneta o en barco. ¡°Es m¨¢s caro ir al pueblo en el que nac¨ª desde Nuuk que ir a Copenhague [capital de Dinamarca]¡±, comenta.
A Abbasy, la advertencia de Trump le impresion¨® y le preocup¨® a la vez: ¡°Pens¨¦ que algo va a pasar en Groenlandia. Es verdad que en 2019 ya dijo Trump que quer¨ªa comprar la isla, pero ahora est¨¢ m¨¢s preparado para hacer lo que dice. Y tiene m¨¢s poder. Se viene algo. Me da miedo qu¨¦¡±. El bi¨®logo, que ahora asesora al Gobierno sobre p¨¢jaros y aves end¨¦micos en la isla, es reservado, serio y habla despacio, pens¨¢ndose mucho lo que va a decir. Entre frase y frase, intercala largos periodos de silencio. En esto coincide con otras personas inuit que salen en este reportaje. Da la impresi¨®n de que es un rasgo de car¨¢cter groenland¨¦s, el no hablar a la ligera, el saber que lo que se dice tiene un peso y unas consecuencias. Que nada es gratis y que en caso de duda es mejor guardarse cosas para uno mismo.
Todo en Groenlandia es un poco as¨ª: dif¨ªcil de descifrar. El paisaje azul y helado sobrecoge. Las cifras desconciertan: la isla es una roca descomunal casi entera de hielo del tama?o de cuatro veces Espa?a, y en ella viven 57.000 personas, la mitad de los habitantes de la provincia de Soria. Es un territorio aut¨®nomo perteneciente al Reino de Dinamarca, pero Nuuk est¨¢ m¨¢s cerca de Washington que de Copenhague. En d¨ªas de invierno como el de hoy, la temperatura puede hundirse a los 19 grados bajo cero. Amanece a las once y media de la ma?ana y oscurece a las cuatro de la tarde. Impresiona ver a un empleado abrir un centro comercial c¨¦ntrico en medio de una noche cerrada.
Doris Jacobsen es parlamentaria groelandesa del partido Siumut, socialdem¨®crata. Fue diputada en el Congreso dan¨¦s y varias veces ministra (de Cultura, Educaci¨®n, Investigaci¨®n y Salud, entre otras cosas) en distintos gobiernos groenlandeses. Tras pensarse la pregunta, responde: ¡°Groenlandia no est¨¢ en venta. Pero estamos abiertos a cooperar con las naciones que se acerquen a nosotros. Nosotros no queremos ser americanos, pero tampoco daneses¡±. Esto es: las afirmaciones de Trump, sus advertencias y hasta sus amenazas, han servido para avivar la cuesti¨®n de la independencia.
Los habitantes de Groenlandia de repente se ven objeto del deseo del hombre m¨¢s poderoso del mundo y miran la manera de aprovecharlo sin destruirse en el intento, sin arder. Un periodista que prefiere no dar su nombre explica que el repentino inter¨¦s hacia su pa¨ªs, que la presencia de reporteros extranjeros ¡ªno es raro verlos en las calles heladas de Nuuk¡ª o que el hecho de que Groenlandia est¨¦ en los titulares de la prensa internacional le desconcierta y le estresa. Como el bi¨®logo Abbasy, recibi¨® las declaraciones de Trump con sorpresa y algo de prevenci¨®n. Con cierta alarma. ¡°Cuando dijo en 2019 que quer¨ªa comprar la isla era divertido, como una broma, pero ahora ya no parece una broma, ahora Trump est¨¢ m¨¢s fuerte y parece m¨¢s convencido¡±.
El partido de Jacobsen gobierna en Groenlandia en coalici¨®n con el ganador de las pasadas elecciones de 2021, el Inuit Ataqatigiit, tambi¨¦n de ideolog¨ªa socialdem¨®crata aunque con tendencia m¨¢s ecologista. Las dos formaciones est¨¢n a favor de la independencia. La diferencia entre ellas radica en la velocidad. Siumut cree que hay que acelerarla. ¡°Podemos ser independientes en diez a?os¡±, calcula Jacobsen. Inuit Ataqatigiit prefiere ir m¨¢s lentamente, m¨¢s paso a paso.
El bi¨®logo Abbasy, como el resto de los ciudadanos de Groenlandia ¡ªcomo la propia Jacobsen¡ª es consciente de los peligros que esconde este paso. En la actualidad, la mitad aproximadamente del PIB de Groenlandia se sustenta por la contribuci¨®n anual del Gobierno dan¨¦s, que aporta m¨¢s de 600 millones de euros al a?o al presupuesto de la isla. Es cierto que la econom¨ªa de Groenlandia crece a un ritmo superior al del resto de Europa y el paro se sit¨²a en cerca del 3%. Pero estos datos son un poco enga?osos, ya que el 35% de los empleos tiene relaci¨®n con la funci¨®n p¨²blica.
La otra gran fuente de ingresos de los groenlandeses es la pesca, la actividad legendaria, junto con la caza, de los inuit: gambas, camarones y flet¨¢n son facturados en grandes cantidades hacia Estados Unidos o China, sus principales compradores. Pero tambi¨¦n bacalao y hasta ballenas. El marido de la diputada Jacobsen, sin ir m¨¢s lejos, es cazador de ballenas, entre otras especies: as¨ª es este pa¨ªs. La sanidad es gratuita y universal, aunque para muchos tratamientos, hay que acudir a los hospitales de Copenhague: casi cinco horas de viaje de avi¨®n para ciertas operaciones. As¨ª tambi¨¦n es este pa¨ªs. La educaci¨®n es gratuita y desde hace pocos a?os, Nuuk ya cuenta con universidad, que ense?a en groenland¨¦s, la lengua aut¨®ctona y declarada la ¨²nica oficial de la isla, emparentada con las otras lenguas inuit que se hablan en Alaska o en Canad¨¢.
La independencia, pues, puede costar cara. Y por eso, el bi¨®logo Abbasy comenta, tras pens¨¢rselo mucho, que ¨¦l es partidario de ella, pero a?ade que siempre y cuando no pierdan derechos. ¡°?Qu¨¦ va a pasar con mi plan de pensiones, que est¨¢ en un banco dan¨¦s, por ejemplo?¡±, se pregunta. Por eso un taxista de Nuuk afirma que el pueblo groenland¨¦s debe de ser independiente, pero no ahora. Por eso, el periodista que no quiere dar su nombre asegura que a¨²n no est¨¢n preparados.
El profesor de la universidad de Groenlandia, especializado en econom¨ªa y recursos naturales, Javier Arnaut, mexicano, pero residente en esta ciudad desde hace m¨¢s de seis a?os, aporta un elemento que lo puede revolucionar todo en la econom¨ªa y en la sociedad de Groenlandia: el rico subsuelo de la isla, f¨¢cilmente investigable por la casi ausencia de ¨¢rboles, que esconde no solo gas y petr¨®leo, cobre o hierro, oro y rub¨ªes, sino esos materiales y minerales raros que desde hace m¨¢s de una d¨¦cada son los m¨¢s buscados por los prospectores del futuro: el neodimio, por ejemplo, necesario para la construcci¨®n de imanes para los motores de los coches el¨¦ctricos y las turbinas de los aerogeneradores e¨®licos.
Al sur de la isla, cerca de Narsaq, una localidad en la que viven no m¨¢s de 3.000 personas la mayor¨ªa dedicadas a la pesca, descansa uno de los yacimientos de neodimio m¨¢s grandes del mundo, capaz de competir con los de China, el gran productor de este elemento. Solo el valor de esta mina, seg¨²n calcula Arnaut, equivaldr¨ªa al 25% de toda la ayuda que aporta Dinamarca para el sost¨¦n econ¨®mico de la isla. A pesar de esto, en 2021, el Inuit Ataqatigiit gan¨® las elecciones porque, precisamente, se opuso a este proyecto por sus posibles efectos ecol¨®gicos. ¡°No solo por eso¡±, explica Arnaut, ¡°tambi¨¦n porque los inuit no tienen tradici¨®n minera, porque habr¨ªa que contratar trabajadores de fuera, que habr¨ªa que alojarlos, y no hay viviendas para ellos, y posiblemente se contaminar¨ªa la pesca¡±.
Alguno ha querido ver en esa decisi¨®n un gesto esquizofr¨¦nico: se busca la independencia, pero se renuncia a una fuente ingente de recursos. Arnaut no lo ve as¨ª: ¡°Ese hambre capitalista no existe aqu¨ª, por lo menos hasta ahora. No es propio de la cultura inuit, que no se mueve por el beneficio a corto plazo. Y yo no s¨¦ si es bueno o malo, pero es as¨ª¡±. Por cierto: las acciones de ETM, la empresa australiana que detenta los derechos de esa mina, que a¨²n litiga con el Gobierno groenland¨¦s para ponerla en funcionamiento, se han disparado desde que Trump ha vuelto a poner sus ojos en Groenlandia.
?Es eso lo que quiere Trump? ?Minas? ?Es simplemente un cap¨ªtulo m¨¢s de la pol¨ªtica imperialista que parece que quiere llevar a cabo cuando sea elegido, con aspiraciones tambi¨¦n confesas en Panam¨¢ y Canad¨¢? Jakob Kirkegaard, del instituto Brueghel, considera que el inter¨¦s ¨²ltimo de Trump en Groenlandia no est¨¢ del todo claro: ¡°El inter¨¦s de Trump por Groenlandia primeramente le viene por su afici¨®n por los mapas. Vio que Groenlandia es grande y que est¨¢ a medio camino entre EE UU y Rusia. Y quiere Groenlandia, o algo relacionado con ella. Pero no creo que sea muy racional. No le importa el hecho de que Dinamarca sea un aliado de EE UU con un tratado de por medio. Y no entiende que si pone aranceles econ¨®micos a Dinamarca se enfrenta a la contrapartida europea.¡±
Arnaut, por su parte, recuerda que el deshielo producido por el cambio clim¨¢tico ha abierto nuevas rutas comerciales ¡ªy va a abrir m¨¢s en los pr¨®ximos a?os¡ª a trav¨¦s del ?rtico y que EE UU busca tener acceso desde su lado, que es el que ocupa Groenlandia. Y a?ade que la actual base que EE UU tiene en Groenlandia al norte, dispone, entre otros operativos, de un sistema de detecci¨®n de misiles. Y que una de las posibles aspiraciones de Trump podr¨ªa ser la de instalar m¨¢s bases parecidas para poseer mejores y m¨¢s ajustados detectores de misiles provenientes de Rusia o de China. ¡°Tal y como est¨¢ el mundo, puede pasar cualquier cosa¡±, a?ade. La isla m¨¢s grande del mundo, pues, tal vez a su pesar, se ha vuelto de golpe geoestrat¨¦gicamente vital y crucial desde el punto de vista log¨ªstico. La remota roca helada de pronto se ha colocado en varias de las encrucijadas del mundo y sus 57.000 habitantes no acaban de verlo claro.