Las brechas de g¨¦nero contra Trump
A la falta de apoyo por parte de las mujeres al actual presidente se suma la aparente erosi¨®n del voto masculino en los Estados que le dieron la victoria en 2016. Las dos tendencias simult¨¢neas retratan un pa¨ªs donde arraiga la lucha por la igualdad, pero el machismo sigue decidiendo elecciones
48%, 43%, 43%, 39%: Bush, McCain, Romney y finalmente Donald Trump han logrado atraer a una proporci¨®n cada vez menor de las mujeres. En lo que llevamos de siglo, han recorrido una escalera descendiente alej¨¢ndose del Partido Republicano. Seg¨²n todas las encuestas, en 2020 bajar¨¢ un pelda?o m¨¢s: hasta el 37%. Mientras, los hombres preferir¨¢n a Trump, pero, y esto es crucial, lo har¨¢n por un margen sustancialmente menor al de 2016...
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48%, 43%, 43%, 39%: Bush, McCain, Romney y finalmente Donald Trump han logrado atraer a una proporci¨®n cada vez menor de las mujeres. En lo que llevamos de siglo, han recorrido una escalera descendiente alej¨¢ndose del Partido Republicano. Seg¨²n todas las encuestas, en 2020 bajar¨¢ un pelda?o m¨¢s: hasta el 37%. Mientras, los hombres preferir¨¢n a Trump, pero, y esto es crucial, lo har¨¢n por un margen sustancialmente menor al de 2016: apenas dos puntos, cuando entonces le dieron la elecci¨®n por nueve de diferencia. Ambos hechos corresponden a las dos maneras en las que se activa el g¨¦nero para ponerle a Trump las cosas m¨¢s dif¨ªciles que en la elecci¨®n anterior, cuando de hecho se benefici¨® de ser el primer hombre (blanco, mayor) que compet¨ªa contra una mujer por la presidencia. Esta vez, su rival es otro hombre (blanco, mayor): pierde la ventaja del machismo, y se lleva una penalizaci¨®n mayor del voto femenino.
Este doble fen¨®meno se observa mejor cuando bajamos al nivel en el que realmente se decide la presidencia: en los Estados clave, los que todav¨ªa no est¨¢n totalmente decididos, la penalizaci¨®n de las mujeres hacia Trump nunca es escasa, pero es en cualquier caso siempre menor a la media nacional. Incluso en New Hampshire o en Iowa, lugares en los que podr¨ªa encajar el modelo de mujer blanca conservadora que podr¨ªa estar m¨¢s cerca de las posiciones del Partido Republicano, pero se sienten alejadas por el perfil de un candidato eminentemente sexista y alejado de la br¨²jula moral que se le presupon¨ªa a sus antecesores.
Este es uno de los estereotipos con los que han jugado tanto los an¨¢lisis de prensa como la campa?a dem¨®crata, retratando a Biden como el cat¨®lico moderado de Nueva Inglaterra que es. Pero parece poco probable que las votantes hayan adquirido nueva informaci¨®n respecto a un candidato que enfrent¨® (y enfrenta a¨²n hoy) acusaciones de abuso, grabaciones que dejaban poco lugar a la interpretaci¨®n, y un tono de desprecio cargado de machismo nada disimulado contra Clinton. Resulta m¨¢s plausible, por tanto, la hip¨®tesis alternativa, la de la escalera: Trump solo es un paso m¨¢s (uno bastante ruidoso) en el alejamiento de las mujeres tanto del estereotipo de votantes conservadoras como de quien las pretende retratar como tal, una suerte de caricatura unidimensional a la que este a?o Trump le dice ¡°salv¨¦ tu vecindario¡±.
Ahora bien, la importancia de este proceso en la paulatina ca¨ªda del apoyo al candidato a la reelecci¨®n es relativa, variando en cada uno de los Estados clave. Tomando exclusivamente aquellos que s¨ª cayeron del lado republicano en 2016 (siendo por tanto decisivos en la victoria roja, y necesarios para repetirla), y comparando los cambios estimados por las encuestas a d¨ªa de hoy entre mujeres y entre hombres, resulta que solo en Florida se cumple que el voto femenino caiga m¨¢s para Trump, y suba m¨¢s para los dem¨®cratas, que el masculino.
En Ohio, Pensilvania y Wisconsin la tendencia a la baja de los hombres entre los republicanos (y al alza con Biden) es mayor que la de las mujeres. En Iowa, Michigan y Carolina del Norte, la evoluci¨®n es m¨¢s pareja. En los tres las mujeres se alejan m¨¢s de Trump, pero en los tres tambi¨¦n se acercan m¨¢s a Biden. Esta diferencia territorial ilumina a la perfecci¨®n la contradicci¨®n entre un pa¨ªs donde el voto de las mujeres se aleja de posiciones conservadoras, y el de los hombres solo es capaz de hacerlo significativamente cuando el candidato es uno de los suyos.
???? Las mujeres de Florida
En el tercer Estado m¨¢s poblado de la Uni¨®n y el m¨¢s grande entre los decisivos Trump gan¨® entre los hombres pero perdi¨® entre las mujeres, como en el resto en 2016. Hoy se espera que vuelva a pasar lo mismo, pero a la vez de una manera muy distinta: la brecha de voto entre las mujeres se ha ampliado espectacularmente, reduci¨¦ndose tambi¨¦n entre los hombres, pero bastante menos.
En Florida, apenas unas decenas de miles de votos suelen decidir los resultados. Este a?o, esas decenas de miles pueden ser perfectamente de origen puertorrique?o, por ejemplo: un 69% de las mujeres con ancestro en la isla piensa votar por Biden seg¨²n una reciente encuesta de la firma Equis Research, especializada en el voto latino dem¨®crata. La cifra contrasta fuertemente con las cubano-estadounidenses: apenas 35%.
Es en esta super-segmentaci¨®n del voto donde se juega Trump la derrota. Por ejemplo, en el subgrupo de las estadounidenses de origen Puerto Rico, predomina la percepci¨®n de que Biden puede manejar ¡°mucho mejor¡± las cuestiones de provisi¨®n de salud (57%) y gesti¨®n del proceso migratorio (55%), cuando entre el conjunto de votantes latinos estas cifras se paran en el 42%-43%. El manejo presidencial de la pandemia en 2020 y de la frontera en a?os anteriores puede ser suficiente para volcar el enorme Estado de peque?o margen de victoria.
???¡á? Los hombres del Cintur¨®n de ?xido
M¨¢s all¨¢ de Florida, es el cuarteto Pensilvania, Michigan, Ohio y Wisconsin en el que se centr¨® el relato postelectoral para explicar el triunfo de Trump. Un relato que ten¨ªa en los hombres blancos de clase trabajadora, sin estudios universitarios, su piedra angular. Claro, que con lo exigua que fue su victoria en todos ellos, cualquier relato encaja: tambi¨¦n el de las mujeres blancas en zonas suburbanas. Uno puede escoger cualquier subgrupo demogr¨¢fico que sume 50.000 votantes y atribuirles el m¨¦rito de la inesperada victoria republicana. Pero si nos atenemos a las grandes tendencias lo cierto es que, en un lugar como Pensilvania, Clinton le sac¨® 13 puntos entre las mujeres a Trump, pero este logr¨® hasta diecisiete de ventaja sobre su rival entre los hombres.
En el antiguo Cintur¨®n de Acero (Steel Belt), hoy rebautizado como Cintur¨®n de ?xido (Rust Belt) por el declive de sus otrora exitosas industrias que daban trabajo industrial a millones de hombres, muchos de ellos votaron a Donald Trump dando la bienvenida a una combinaci¨®n ideol¨®gica de conservadurismo social y proteccionismo econ¨®mico. En ese espectro que no representa perfectamente la ¨¦lite de ninguno de los dos grandes partidos (los dem¨®cratas son progresistas en ambas dimensiones; los republicanos, conservadores en las dos) se encontraron con un millonario que promet¨ªa empleos de vuelta.
El millonario no cumpli¨®, y de hecho una crisis sin precedentes derivada de una pandemia le dificult¨® a¨²n m¨¢s una labor que para muchos economistas se antojaba inviable: deshacer la globalizaci¨®n y la automatizaci¨®n de tareas industriales. Una manera de leer la notable ca¨ªda de Trump entre los hombres del Noreste y Medio Oeste es por tanto como un castigo a una promesa no ejecutada.
Hasta ah¨ª llega la interpretaci¨®n m¨¢s bien ben¨¦vola del aparente vuelco. Pero se puede (y se debe, para entender el fen¨®meno) llevar m¨¢s all¨¢: en 2016, la rival de Trump era una mujer. Una, ciertamente, muy asociada con la ¨¦lite de Washington. Pero el presidente lo estaba con la de Nueva York como poca gente en el pa¨ªs. Ahora, su adversario es, efectivamente, un hombre de m¨¢s de setenta a?os que ha construido su carrera pol¨ªtica en un entorno pol¨ªtico marcadamente masculino. Tanto en la capital, creciendo a base de pactos senatoriales en una ¨¦poca con escasa presencia femenina en los despachos del Capitolio, como sobre el terreno: sindicatos, f¨¢bricas y empat¨ªa. Una cl¨¢sica trayectoria del siglo pasado. Clinton, en contraste, es una mujer que tuvo que superar el peso de su apellido, de ser Primera Dama antes que senadora y Secretaria de Estado, y lo hizo a trav¨¦s de la especializaci¨®n: roles de g¨¦nero, datos y ¨¦lites intelectuales. La polit¨®loga Berta Barbet me indica que la fil¨®sofa australiana Kate Manne ha expuesto c¨®mo este contraste interpretado bajo una ¨®ptica sexista, que atribuye el poder y la competencia en el mismo a los hombres, puede dar un empuje a quien compita contra una mujer por la presidencia. Parece que, al menos entre los hombres del Cintur¨®n de ?xido, esa fue parte de la historia de la victoria de Trump, y si se cumplen las encuestas actuales puede explicar esa misma porci¨®n de su eventual derrota.
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