La ra¨ªz cuadrada de Latinoam¨¦rica
Los venezolanos, la comunidad de inmigrantes que m¨¢s r¨¢pidamente aumenta en Miami, se concentran en Doral
No es la primera vez que el reportero sale de casa. Ha hecho ya algunos viajes y cree tener un buen sentido de la orientaci¨®n. Pero esto es demasiado grande, demasiado ruidoso, y no hay forma de encontrar la salida correcta. Esto es el mall Dolphin, con casi 250 establecimientos comerciales de gran tama?o en su interior. El Dolphin se encuentra en el municipio miamense de Doral, tambi¨¦n conocido como ¡°Doralzuela¡±, al borde de los famosos Everglades o ¡°ci¨¦nagas eternas¡±. Apenas se oye hablar otra cosa que espa?ol. Este mall es, por decirlo de alguna forma, la esencia, la ra¨ªz cuad...
No es la primera vez que el reportero sale de casa. Ha hecho ya algunos viajes y cree tener un buen sentido de la orientaci¨®n. Pero esto es demasiado grande, demasiado ruidoso, y no hay forma de encontrar la salida correcta. Esto es el mall Dolphin, con casi 250 establecimientos comerciales de gran tama?o en su interior. El Dolphin se encuentra en el municipio miamense de Doral, tambi¨¦n conocido como ¡°Doralzuela¡±, al borde de los famosos Everglades o ¡°ci¨¦nagas eternas¡±. Apenas se oye hablar otra cosa que espa?ol. Este mall es, por decirlo de alguna forma, la esencia, la ra¨ªz cuadrada de Latinoam¨¦rica.
El n¨²mero de venezolanos en el sur de Florida ha crecido a velocidad de v¨¦rtigo. Hace 20 a?os eran menos de 90.000. Ahora, a falta de un censo actualizado, se calcula que en Miami hay cerca de 300.000, de los que unos 50.000 pueden participar en las elecciones presidenciales. En su mayor¨ªa prefieren a Donald Trump, seg¨²n los sondeos, aunque hay de todo: ¡°Trump no hace m¨¢s que poner problemas a los inmigrantes, es mejor Joe Biden¡±, argumenta Jes¨²s, un cliente del Dolphin que reside en Doral. Jes¨²s posee un par de limusinas para transporte privado y dice ganar unos 4.000 d¨®lares mensuales (ahora, con la pandemia, menos) de los que, manteniendo esposa y tres hijos, logra ahorrar mil.
Hay muchos clientes venezolanos. Y tambi¨¦n empleados. Como Alejandra, una joven que lleg¨® a Doral hace dos a?os, junto a su padre y su madre. Alejandra trabaja en un puesto de jugueter¨ªa (zona naranja patrocinada por Pepsi, nivel uno) en el que todos los productos (autos el¨¦ctricos, mu?ecos luminosos, artefactos no identificables) est¨¢n en funcionamiento. El ruido es infernal y ella pasa aqu¨ª 10 horas cada d¨ªa, pero dice que no le importa. Le gusta vivir en Estados Unidos. Cuando se le pregunta qu¨¦ defecto le encuentra a su nueva ciudad, piensa un par de segundos y responde: ¡°Hay demasiados venezolanos¡±.
No vayan a creer que Doral es una ciudad populosa en la que suena el reguet¨®n a todo trapo. M¨¢s bien lo contrario: bloques de apartamentos de cuatro o cinco plantas, avenidas amplias, urbanizaciones de casitas id¨¦nticas con c¨¦sped delante y barbacoa detr¨¢s, silencio, limpieza y una vida basada en el autom¨®vil. Un peat¨®n aqu¨ª es un n¨¢ufrago. En las plazas, las peque?as agrupaciones de comercios, se encuentra cualquier producto venezolano que uno pueda imaginar. Las marcas son las mismas que en Caracas (Toronto, Susy, Frescolita, Maril¨², etc¨¦tera). La ¨²nica diferencia est¨¢ en los precios: salen m¨¢s baratos. ¡°Desde que se dolarizaron, los precios en Venezuela son una locura¡±, comenta Yanel, un reponedor del supermercado Sedano que lleg¨® el a?o pasado con uno de sus hermanos.
Los venezolanos constituyen una minor¨ªa dentro de esta ecuaci¨®n de minor¨ªas que conforma Miami. Los cubanos siguen siendo diez veces m¨¢s numerosos. Tambi¨¦n hay muchos m¨¢s haitianos. Pero en esta ra¨ªz cuadrada latinoamericana que se multiplica continuamente por s¨ª misma, un pu?ado de votos podr¨ªa acabar siendo decisivo en el recuento electoral. Un sondeo de la Universidad del Norte de Florida apunta a que dos tercios de los inmigrantes venezolanos est¨¢n con Trump, y un tercio, con Biden. Entre los menores de 35 a?os, sin embargo, la cosa est¨¢ casi igualada.
Regresemos al laber¨ªntico Dolphin. Dir¨¢n que encontrar la salida es f¨¢cil, y tendr¨¢n raz¨®n. Tambi¨¦n es f¨¢cil encontrar la salida del aeropuerto de Atlanta (casi 2.000 hect¨¢reas de extensi¨®n): la cuesti¨®n es que, como en el aeropuerto de Atlanta, si uno sale por la terminal equivocada, queda tan lejos de su aparcamiento que necesita alquilar un coche para llegar hasta su coche. Por suerte, los empleados del Dolphin, j¨®venes y no muy bien pagados (menos de 2.000 d¨®lares mensuales brutos por 12 horas diarias -unos 1.700 euros), derrochan amabilidad con el reportero perdido.
Ya m¨¢s o menos orientado, el reportero puede fijarse en el abigarrado paisaje humano. ?C¨®mo deb¨ªa de estar esto un fin de semana antes de la pandemia? Una turista argentina arrastra literalmente un carro con una monta?a de ropa de Gap y Levi?s. Un caballero guatemalteco paga sus compras en efectivo y de forma exacta, contando moneditas. Cuando el reportero encuentra por fin su aparcamiento, se cruza con un gran lagarto multicolor y con dos mozas de cierto grosor que entran en Dolphin al grito, literal, de ¡°vamos a reventar la tarjeta¡±.
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