Extremo Occidente
El concepto de libertad en EE UU tiene una base religiosa y es algo que cada individuo debe ganarse
Ning¨²n motociclista en Miami utiliza casco. Al principio, el reportero piensa que se trata de una imprudencia. Lo es. Pero van pasando tipos sobre grandes m¨¢quinas, con el rostro al viento, y empieza a sentir envidia. Le parece que esos motociclistas deben experimentar una sensaci¨®n de libertad casi embriagadora. Un hombre joven, calvo, barbudo y m¨¢s bien grueso est¨¢ en la acera encaram¨¢ndose a su Harley y el reportero se acerca para pegar la hebra. Antes de cruzar palabra, el hombre de la moto muestra un dedo (¡°ese¡± dedo), pone en marcha el motor y se aleja soltando truenos por el escape. Bueno. La libertad tambi¨¦n consiste en hacer una peineta preventiva a los pesados.
(En Florida se puede circular sin casco cuando se es mayor de 21 a?os y se dispone de seguro m¨¦dico. Se supone que si pagas de antemano por la recomposici¨®n de huesos, puedes romp¨¦rtelos como quieras. Y si te destrozas el cr¨¢neo, es tu cr¨¢neo, al fin y al cabo. Una l¨®gica impensable en Europa).
La cuesti¨®n del casco y las motos me hizo pensar en un libro titulado Extremo occidente. Conoc¨ª hace a?os a su autor, Juan Carlos Castill¨®n, precisamente en Miami. Castill¨®n fue fascista en Espa?a en los a?os duros de la Transici¨®n (le expulsaron de Fuerza Nueva por extremista), huy¨® a El Salvador, se uni¨® a los escuadrones de la muerte del ultraderechista Roberto d?Aubuisson (supuesto autor intelectual del asesinato del arzobispo ?scar Romero en 1980) y luego regent¨® una librer¨ªa en la Little Havana miamense. No se hagan una idea equivocada: Castill¨®n es, adem¨¢s de lo anterior, un tipo extremadamente culto, un erudito que al fin regres¨® a Barcelona y que, seg¨²n me cont¨® el otro d¨ªa, no nada en la abundancia. ?Qui¨¦n necesita un sabio heterodoxo y sarc¨¢stico en estos tiempos?
Para los europeos, el extremo occidente estadounidense resulta tan incomprensible como el extremo oriente chino. Esa es la tesis del libro de Castill¨®n. El concepto de libertad de un europeo consiste en algo abstracto, nacido de la Ilustraci¨®n y basado en un poder p¨²blico que garantiza y regula. En Estados Unidos, la libertad tiene una base religiosa (el ¡°gran despertar¡± del siglo XIX) y es algo que cada individuo debe ganarse; el poder p¨²blico no es visto como garante, sino como potencial opresor, y de ah¨ª la afici¨®n a tener un arsenal en casa.
Horas antes de la peineta, temprano por la ma?ana, Juan ha confirmado indirectamente la tesis de Castill¨®n. El reportero intenta manejarse, sin ¨¦xito, con la m¨¢quina de cambio de la lavander¨ªa. Juan, camiseta de tirantes y pantal¨®n corto, le echa una mano y mientras la lavadora gira, charla con el reportero. Lleg¨® a Miami seis a?os atr¨¢s (tiene 36) y es uno de los pocos cubanos pobres que residen en South Beach. Trabaja en el mantenimiento de un edificio de apartamentos y dispone de una peque?a vivienda. A diferencia de otros cubanos, votar¨¢ (por primera vez en su vida) a Joe Biden. ¡°Mi hermano, me r¨ªo mucho cuando dicen que Joe es socialista o comunista. Yo s¨ª s¨¦ lo que es el comunismo, hermano¡±.
Juan no simpatiza con el Estado. ¡°No quiero que me controlen, no quiero que me vigilen, quiero que me dejen tranquilo para vivir mi vida, hermano¡±, dice. La pol¨ªtica no le interesa. ¡°Todos comemieldas¡±. No le han ido mal las cosas durante el mandato de Donald Trump, en quien ve ciertas virtudes. Tampoco le fue mal con Barack Obama.
Lo que le empuja a votar por Biden es su rechazo a los bloqueos y los castigos impuestos a Cuba. ¡°Los de Washington se creen que esas cosas hacen da?o a los que mandan, pero solamente hacen da?o a la gente¡±. No comprende a los emigrantes cubanos que, una vez fuera, parecen desear que sufran todav¨ªa m¨¢s quienes siguen en el pa¨ªs. Espera que Biden haga m¨¢s f¨¢ciles los visados para volver de vez en cuando a la isla, donde permanecen su familia y sus amigos, y que ayude a mejorar en lo posible la econom¨ªa cubana. Utiliza un lenguaje muy expresivo. Aqu¨ª se omiten sus palabras favoritas, poco aptas para lectores sensibles.
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