El escondite de John Wayne y Johnny Weissm¨¹ller en Acapulco
Reliquia de la ¨¦poca dorada de Acapulco, el hotel Los Flamingos resiste en los acantilados del puerto, entre palmeras y paredes rosadas
En el acantilado m¨¢s alto de la costa de Acapulco hay un peque?o hotel que conserva la esencia de los a?os dorados de Hollywood cuando artistas, pol¨ªticos, reyes y pr¨ªncipes pasaban sus vacaciones en el puerto rodeados de glamur y mecidos por la c¨¢lida brisa tropical. Los Flamingos es una morada de palmeras y paredes rosas frente al Pac¨ªfico que hace viajar al pasado a quien la visita. Las habitaciones, el bar y la piscina, con mobiliario de ...
En el acantilado m¨¢s alto de la costa de Acapulco hay un peque?o hotel que conserva la esencia de los a?os dorados de Hollywood cuando artistas, pol¨ªticos, reyes y pr¨ªncipes pasaban sus vacaciones en el puerto rodeados de glamur y mecidos por la c¨¢lida brisa tropical. Los Flamingos es una morada de palmeras y paredes rosas frente al Pac¨ªfico que hace viajar al pasado a quien la visita. Las habitaciones, el bar y la piscina, con mobiliario de Michael van Beuren de los a?os treinta, siguen siendo los mismos lugares que Bette Davis, Orson Welles, Rita Hayworth, Cary Grant, Maureen O¡¯Sullivan, Errol Flynn, Tyrone Power y una gran constelaci¨®n de actores y actrices utilizaron como patio de correr¨ªas.
En 1954 la propiedad fue comprada por los actores Johnny Weissm¨¹ller, John Wayne, Fred McMurray y el humorista Red Skelton, que crearon el rinc¨®n perfecto para aquellos que buscaban privacidad y largas fiestas hasta el amanecer. Los Flamingos, ¡°el escondite de la pandilla de Hollywood¡±, como lo bautizaron sus due?os, se ha convertido en uno de los hoteles hist¨®ricos del puerto que m¨¢s a?os lleva abierto sin interrupci¨®n. ¡°Los artistas y celebridades hicieron de Acapulco su hogar lejos de casa¡±, se?ala Guadalupe Loaeza en el libro Recuerda Acapulco. John y Jacqueline Kennedy pasaron su luna de miel aqu¨ª y Frank Sinatra tambi¨¦n fue un habitual de sus playas hasta bien entrados los a?os ochenta. Entre los cuarenta y los sesenta Acapulco fue escenario de m¨¢s de 150 pel¨ªculas, entre ellas la Dama de Shangh¨¢i, de Orson Welles; Tarz¨¢n y las sirenas, de Robert Florey y La joven, de Luis Bu?uel. Todos los artistas y personalidades de la ¨¦poca quer¨ªan ser vistos en los hoteles, terrazas, restaurantes y discotecas de la Perla del Pac¨ªfico, como llamaban a la ciudad.
Frente a la terraza principal de Los Flamingos, un grupo de ballenas hace las delicias de los pocos hu¨¦spedes que se alojan en los bungalows. Al igual que los turistas, las ballenas huyen de lugares m¨¢s fr¨ªos para disfrutar de las c¨¢lidas aguas de Acapulco. En este pintoresco lugar trabaja desde hace casi 50 a?os Esteban Casta?eda, encargado del restaurante y una de las personas que mejor conoce cada rinc¨®n. Lleg¨® a la recepci¨®n cuando ten¨ªa 16 a?os en busca de trabajo. Le dieron una escoba y empez¨® barriendo el jard¨ªn y tirando la basura. En 1980 lleg¨® a ser gerente. Casta?eda dice que deber¨ªa jubilarse pero despu¨¦s se arrepiente. ¡°No valgo para estar encerrado en mi casa¡±, dice con una sonrisa. ¡°Qui¨¦n conoce Flamingos, se enamora y ya no sale m¨¢s de aqu¨ª¡±, sentencia. Algo as¨ª le sucedi¨® a Johnny Weissm¨¹ller. El actor conocido por interpretar a Tarz¨¢n en m¨¢s de una decena de pel¨ªculas - muchas de ellas grabadas en Acapulco-, falleci¨® en el hotel en 1984, a los 79 a?os. Dos a?os antes hab¨ªa emigrado desde Florida para instalarse en este rinc¨®n privilegiado frente al mar. Sus restos descansan en el pante¨®n local Valle de la Luz. ¡°Era una fin¨ªsima persona, a pesar de que era famoso internacionalmente, siempre fue sencillo. No le negaba una foto a nadie¡±, recuerda Casta?eda.
Dentro de la propiedad, pero alejado del resto de las habitaciones, mand¨® construir una vivienda circular para que los malos esp¨ªritus no invadieran su casa, la Casa de Tarz¨¢n, como llaman al lugar. Desde ah¨ª se contempla a lo lejos Pie de la Cuesta y la isla de la Roqueta. ¡°Tenemos menos visitantes de los que nos gustar¨ªa, pero vamos tirando¡±, dice Casta?eda. Desde que comenz¨® la guerra contra el narcotr¨¢fico en 2006, Acapulco vio reducido a la mitad el n¨²mero de visitantes y ahora no levanta cabeza con los embates de la pandemia. ¡°En estos a?os dejamos de recibir mucho turismo extranjero. Ya sabe que las malas noticias vuelan m¨¢s r¨¢pido que las buenas y la ola de inseguridad nos peg¨® mucho¡±, agrega.
El tiempo pasa lento en Flamingos, el recepcionista aplaca el calor gracias a un ventilador que mueve un poco el aire y dos trabajadoras limpian una de las habitaciones. Despu¨¦s de la muerte de Weissm¨¹ller, la propiedad pas¨® a manos de Adolfo Santiago, trabajador del hotel, que decidi¨® mantener el sabor del lugar intacto. El lobby alberga una especie de museo improvisado con im¨¢genes de los a?os en los que Flamingos fue el no va m¨¢s y retratos de hu¨¦spedes honorables. ¡°Por aqu¨ª ha pasado todo el mundo. Desde el presidente Miguel Alem¨¢n, Mar¨ªa F¨¦lix, Tin Tan, Pl¨¢cido Domingo...¡±, dice Casta?eda. Como la lista es larga, el trabajador guarda en casa, como un trofeo, fotos enmarcadas con todos ellos.
En el restaurante suenan Los ?ngeles Azules y Esteban Casta?eda se seca el sudor con un pa?uelo. ¡°?Sabe que aqu¨ª se cre¨® el famoso c¨®ctel llamado Coco Loco?¡±, dice como quien suelta un anzuelo. Tiene la t¨¦cnica perfeccionada para hacer picar a los clientes. Un poco de historia, un poco de labia, un coco reci¨¦n cortado y cinco licores diferentes. ¡°El ingrediente secreto no se lo digo¡±, agrega p¨ªcaro. El gerente se mueve por el restaurante como lo har¨ªa el capit¨¢n de un barco y mira hacia el mar presa de la obsesi¨®n amorosa que provoca la belleza del lugar. ¡°Uno ve esta hermosura y se olvida un poco de la pandemia, ?no cree?¡±. Como una sirena seductora, Acapulco hechiza a quien la observa con el cristal de sus a?os dorados. Anclado en el tiempo, Los Flamingos a¨²n conserva su encanto.
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