Mar¨ªa Florencia Freijo: ¡°Llegu¨¦ al feminismo a trav¨¦s del estigma de ser la puta¡±
La escritora y asesora legislativa argentina reflexiona en su nuevo libro, ¡®Mal (Educadas)¡¯, sobre c¨®mo a las mujeres se las prepara para ser sumisas ante la mirada masculina
A Mar¨ªa Florencia Freijo (Mar del Plata, Argentina, 34 a?os) la han llamado puta muchas veces, tambi¨¦n interesada, calientapijas, soberbia, intensa, hist¨¦rica, tonta, hueca, rubia: mala. Desde ni?a creci¨® con los prejuicios encima, con una mirada externa que la juzgaba, para premiarla o castigarla. Es el dedo aleccionador que lleva siglos encima del comportamiento de las mujeres a las que se trata de recortar y encajar en el patr¨®n de lo que Freijo llama la ¡°buena mujer¡±. Con esta premisa, la polit¨®loga y asesora legislativa empez¨® a trabajar en su segundo libro, Mal (Educadas), ...
A Mar¨ªa Florencia Freijo (Mar del Plata, Argentina, 34 a?os) la han llamado puta muchas veces, tambi¨¦n interesada, calientapijas, soberbia, intensa, hist¨¦rica, tonta, hueca, rubia: mala. Desde ni?a creci¨® con los prejuicios encima, con una mirada externa que la juzgaba, para premiarla o castigarla. Es el dedo aleccionador que lleva siglos encima del comportamiento de las mujeres a las que se trata de recortar y encajar en el patr¨®n de lo que Freijo llama la ¡°buena mujer¡±. Con esta premisa, la polit¨®loga y asesora legislativa empez¨® a trabajar en su segundo libro, Mal (Educadas), editado por Planeta, en el que analiza la educaci¨®n que han recibido las mujeres desde la Antigua Grecia hasta el TikTok de hoy. Despu¨¦s de enumerar violencias, exigencias y mandatos en casi 300 p¨¢ginas, sentencia: ¡°Yo me he enfrentado a todos los arquetipos de la mala mujer y al final decid¨ª atribu¨ªrmelos. Decid¨ª asumir que soy una mala mujer, porque tengo el deseo de ser una mujer con voz, porque soy feminista, porque voy a incomodar¡±.
A la posici¨®n en la que se encuentra ahora ¡ªautora de dos libros sobre feminismo, madre de un ni?o, columnista, asesora en pol¨ªticas de g¨¦nero, voz reconocida en redes sociales con cientos de miles de seguidores¡ª, donde reconoce hasta disfrutar de ser ¡°la se?alada¡±, le ha costado mucho llegar. En una videollamada con EL PA?S desde su casa, Freijo cuenta que luch¨® mucho por sacarse de encima los motes. ¡°Sufr¨ª mucho. Yo probablemente llegu¨¦ al feminismo a trav¨¦s del estigma de ser la puta¡±, afirma seria. Busc¨® en el movimiento unas respuestas que no encontraba en su entorno de adolescente: ¡°No entend¨ªa por qu¨¦ en mis primeros a?os de despertar sexual, en esa b¨²squeda, a m¨ª se me consideraba una puta por hacer exactamente lo mismo que hac¨ªan los varones, por tener ganas de disfrutar sexualmente fuera de la monogamia, fuera del amor rom¨¢ntico¡±.
Esta apropiaci¨®n del arquetipo ¡ªque en Espa?a, por ejemplo, hizo la cantante Zahara en su ¨²ltimo disco, que titul¨® Puta¡ª lleva consigo un profundo reclamo retroactivo a la sociedad, a las escuelas, a aquellos que buscaron denigrar o lo permitieron. ¡°?Sabes cu¨¢l es el peligro del estereotipo de la puta? Ese mote nos invalida para denunciar las violencias que sufrimos. Hay un mont¨®n de violencias sexuales que no puedes denunciar porque no tienes credibilidad¡±. Freijo lanza desde este espacio ahora seguro una reflexi¨®n urgente: ¡°Ese mote solo le sirve a los varones porque pueden violentar a esa mujer sin tener ning¨²n costo social, es muy f¨¢cil, porque la encerraron en el silencio de no poder decir lo que pasa¡±.
Despu¨¦s de las cuerdas contra su libertad sexual, siguieron otros cors¨¦s: los prejuicios por su decisi¨®n de abortar, de ser madre soltera, de irse de viaje de trabajo, de escribir con car¨¢cter. Freijo se revolv¨ªa, trataba de desprenderse y negarse. ¡°Hasta que me di cuenta de que estaba peleando contra molinos de viento. Nada de lo que dijera iba a poder cambiar el sesgo con el que estoy mirada con anterioridad. Entonces decid¨ª sacarme la carga mental de tener que justificar que no soy una mala mujer. No quiero justificar m¨¢s que no soy una mala mujer, que soy una buena feminista: no, soy una p¨¦sima feminista y soy una p¨¦sima mujer¡±. Y la mala se r¨ªe.
¡°Mujeres cansadas, tristes, hartas de los mandatos sociales¡±
Freijo no ha tratado con Mal (Educadas), que sigue a su anterior obra Solas, hacer un libro de historia o una profunda investigaci¨®n. Busca reunir en un tomo accesible todas las pistas que nos da el pasado para entender nuestra condici¨®n de ahora: ¡°Mujeres cansadas, tristes, sobrepasadas o hartas de los mandatos y exigencias sociales¡±. ¡°Las convenciones sociales cambian, pero siguen poni¨¦ndonos en los mismos roles tradicionales que arrastramos desde la antig¨¹edad¡±, escribe Freijo, que considera que la llave para ¡°resignificar nuestra historia¡± est¨¢ en identificar todo lo que nos educa, las razones que sumieron a las mujeres en una enorme desigualdad que a¨²n sigue vigente.
¡°Ese sentimiento de no ser suficiente que tenemos las mujeres parte de una educaci¨®n milenaria, donde desde chicas se nos prepara para la mirada externa, para ser femme fatales, para atender bien al marido, para vernos bien p¨²blicamente, ser agradables y sonre¨ªr, se nos prepara para tener un tipo de cuerpo, para sostener, todo nos ha educado para eso¡±, dice Freijo. ¡°Nos han ense?ado que tenemos que modificarnos y recortarnos enteras para transformarnos en esa mujer que va a ser deseada, que va a ser querida¡±.
As¨ª, la polit¨®loga inicia con citas de Arist¨®teles ¡ª¡±en la relaci¨®n entre macho y hembra, por naturaleza, uno es superior y otro inferior, uno manda y otro obedece¡±¡ª, sigue con los harenes del Imperio Otomano, pone en valor el intento de educaci¨®n en Roma, coloca los claustros y las brujas en la Edad Media, y de ah¨ª salta a la publicidad hipersexualizada, a los concursos de belleza, al trabajo de cuidados no remunerado, con menciones despu¨¦s a la mirada masculina de Voltaire o al aislamiento que trajo consigo para las mujeres la revoluci¨®n industrial.
El libro est¨¢ trufado con experiencias propias de la autora ¡ªque es la tercera generaci¨®n de mujeres que cuidan solas a sus hijos, que sufri¨® el abandono de un padre o la violencia de una expareja de su madre¡ª, y con citas a Silvia Federici o Mary Beard. Alguna nombrada de forma superficial, pero Freijo trata de abarcar en el ensayo muchas de las violencias que atraviesan a las mujeres.
¡°Nosotras pasamos por todas las violencias: nacemos de la violencia obst¨¦trica; despu¨¦s salimos a la calle a sufrir la violencia del acoso callejero y del miedo desde nenas, porque es muy desigual la forma en la que conocemos el mundo, nosotras a trav¨¦s del miedo y ellos a trav¨¦s de la aventura; la violencia simb¨®lica de los juguetes, de las escuelas en donde permiten abusos y acosos; la violencia sexual a trav¨¦s de la cultura de la violaci¨®n, las mujeres llegamos a nuestra primera relaci¨®n sexual con la formaci¨®n de saber c¨®mo excitar a un var¨®n sin saber c¨®mo excitarnos a nosotras; la violencia contra la libertad reproductiva, yo tengo un aborto... Si tuviera que elegir una violencia no podr¨ªa, porque es continuo. Todo eso va sedimentando: una bronca, un dolor, una sumisi¨®n. Porque en definitiva son todo mecanismos de control para que las mujeres nos volvamos sumisas¡±.
Hacia el final del libro, cuando Freijo ya ha dejado claro que no piensa plegarse ni doblarse m¨¢s a los mandatos, ofrece una pista, un asidero: cada vez que las mujeres se?alan un comportamiento sexista, una violencia, alzan la voz, est¨¢n reeducando, est¨¢n picando una esquinita de la losa milenaria que llevan encima. Aunque la escritora exige algo m¨¢s all¨¢ del esfuerzo habitual de sus compa?eras: ¡°Necesitamos que empiecen ya a involucrarse los hombres, la sociedad civil y el Estado para transformar el sistema educativo, no todo el cambio puede recaer en el feminismo¡±.
Freijo apremia, empuja, insiste en la emergencia en la que se encuentran las mujeres, y apunta la fuerte resistencia que est¨¢n hallando en el camino. ¡°El mundo no est¨¢ cambiando tanto como creemos, no se est¨¢ transformando en relaci¨®n a la urgencia de los datos que nos indican la condici¨®n en la que est¨¢n las mujeres en todo el mundo, tendr¨ªa que ser un esc¨¢ndalo para todos y todas, pero pasa que seguimos creyendo que la vida de las mujeres vale menos y entonces el costo no nos parece tan grave¡±.
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