Rosario Ibarra y &las do?as* que enfrentaron la hegemon赤a del sistema
No hubo lugar al que Rosario no asistiera ni pista que no siguiera para buscar a Jes迆s, el segundo de sus cuatro hijos e hijas desaparecido en 1975
Este s芍bado muri車 Mar赤a del Rosario Ibarra de la Garza, mejor conocida como do?a Rosario. Ten赤a 95 a?os, de los cuales dedic車 47 a buscar a su hijo Jes迆s Piedra Ibarra, un joven regiomontano, estudiante de Medicina, quien fue detenido el 19 de abril de 1975 por la Polic赤a Judicial de Nuevo Le車n y agentes de la Direcci車n Federal de Seguridad en Monterrey y desaparecido de manera forzada desde entonces. No hubo lugar al que Rosario no asistiera ni pista que no siguiera para buscar a Jes迆s, el segundo de sus cuatro hijos e hijas.
Conoc赤 a Rosario siendo muy peque?a. Mi madre, Alicia...
Este s芍bado muri車 Mar赤a del Rosario Ibarra de la Garza, mejor conocida como do?a Rosario. Ten赤a 95 a?os, de los cuales dedic車 47 a buscar a su hijo Jes迆s Piedra Ibarra, un joven regiomontano, estudiante de Medicina, quien fue detenido el 19 de abril de 1975 por la Polic赤a Judicial de Nuevo Le車n y agentes de la Direcci車n Federal de Seguridad en Monterrey y desaparecido de manera forzada desde entonces. No hubo lugar al que Rosario no asistiera ni pista que no siguiera para buscar a Jes迆s, el segundo de sus cuatro hijos e hijas.
Conoc赤 a Rosario siendo muy peque?a. Mi madre, Alicia de los R赤os Merino, fue desaparecida casi tres a?os despu谷s que Jes迆s, el 5 de enero de 1978. Ambos militaban en la misma organizaci車n, la Liga Comunista 23 de Septiembre. Cuando mi t赤a Martha y mi abuela Alicia se incorporaron a la demanda por las personas desaparecidas, Rosario ya llevaba tres a?os de experiencia en la b迆squeda. Todas las familias encabezadas por mujeres siguieron un mismo camino: iniciaron solas las investigaciones y en alg迆n momento, al encontrarse y reconocerse en oficinas y en calles, decidieron reunirse en el Comit谷 Pro Defensa de Presos, Perseguidos, Desaparecidos y Exiliados Pol赤ticos.
El comit谷 funcionaba con las familias en los estados. Las do?as se organizaban de manera regional y respond赤an a la convocatoria de acciones en la Ciudad de M谷xico, como la primera huelga de hambre en la Catedral Metropolitana en 1978. Rosario fue una excepci車n de quienes viajaban ocasionalmente: ella se mud車 de Monterrey a la capital del pa赤s con tal de no dar tregua a la b迆squeda. Desde ah赤 se convirti車 en el coraz車n del Comit谷. En ese per赤odo recib赤an el apoyo y solidaridad de algunas personas liberadas, de estudiantes, sindicalistas y militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores. Rosario se convirti車 en candidata presidencial de ese partido chiquitito de izquierda en 1982 para posicionar el tema de la desaparici車n forzada de manera nacional.
El primer recuerdo que tengo de ella es en el marco de esa campa?a. La evoco cruzando la calle de mi familia materna, en la ciudad de Chihuahua. Delgadita, baja, de negro, con melena abundante, pero parec赤a enorme. Daba la impresi車n de que corr赤a siempre, de un lado para otro. Hablaba r芍pido, con un marcado acento norte?o. Desde ese momento la escuch谷 absorta, siguiendo sus manos y gesticulaciones. Las visitas de Rosario a Chihuahua eran d赤as de fiesta para una ni?a que no comprend赤a la tragedia de esas mujeres buscando a sus hijos e hijas. Hoy, desde la profesi車n de la historia, me atrevo a decir que los a?os finales de la d谷cada de los setenta y, despu谷s, la d谷cada de los ochenta fueron el per赤odo m芍s 芍lgido de ese Comit谷 Pro Defensa que en esos a?os se denomin車 ?Eureka!.
Rosario acudi車 siempre al llamado del Comit谷 de las Do?as en Chihuahua: la campa?a de Tortura Nunca M芍s que devino en la conformaci車n de Cosyddhac, la emblem芍tica Comisi車n de Solidaridad y Defensa de los Derechos Humanos A. C., fundada por el obispo de la sierra Tarahumara Pepe Llaguno. O la toma de la carretera Panamericana en el kil車metro 28 en noviembre de 1988, que arranc車 la solidaridad de transe迆ntes y camioneros con ese pu?ado de mujeres con las fotos de sus hijos e hijas desaparecidas colgando de sus cuellos. Curiosos y periodistas se acercaban a do?a Rosario para preguntar cu芍ndo levantar赤an el bloqueo, y ella, sonriente y determinante, contestaba: ※Cuando nos entreguen a nuestros hijos, en ese momento nos quitamos§.
La sensaci車n de fiesta de esas acciones se convirti車 en la percepci車n del deber de encontrar a nuestras familias. As赤 como Rosario y Concepci車n ?vila viajaban a otros estados, nosotras acud赤amos a la Ciudad de M谷xico. Lleg芍bamos a las oficinas de ?Eureka! en la calle de Monterrey, en ese edificio donde adem芍s viv赤a Rosario. Do?as, familiares y solidarias nos encontr芍bamos en el local de CENCOS, el Centro Nacional de Comunicaci車n Social A. C., de don Pepe ?lvarez Icaza, solidario siempre con las do?as. Desde ese local en la colonia Roma part赤an las comisiones que se entrevistar赤an con presidentes, secretarios de Gobernaci車n, procuradores, militares. Las ni?as y los ni?os que esper芍bamos el regreso de las personas comisionadas jug芍bamos y observ芍bamos a mam芍s de todos los Estados, cansadas, so?olientas, sosteni谷ndose entre ellas, acompa?芍ndose, comprendi谷ndose. Todas atentas con los resultados de un d赤a m芍s, una nueva acci車n, pregunt芍ndose cu芍ndo les entregar赤an a sus muchachos. As赤 se teji車, como artesan赤a, una gran familia, con sus nudos, con problemas y dolores, pero con un cari?o necio y resistente.
Como adolescente viv赤 el zapatismo con las do?as y con Rosario. De nueva cuenta, viaj車 a Chihuahua los 迆ltimos d赤as de febrero de 1994 para entrevistarse con el entonces gobernador, Francisco Barrio, sobre la liberaci車n de cuatro presos del Ej谷rcito Zapatista de Liberaci車n Nacional (EZLN) detenidos. El 10 de mayo de 1997 viajamos do?as y familiares a la Realidad, entonces el coraz車n de la comandancia zapatista en la selva chiapaneca. Fue conmovedora la recepci車n del subcomandante Marcos, de Mois谷s y Tacho, quienes saludaron solemnemente a Mario ?lvaro Cartagena L車pez, el Guaymas, sobreviviente de la desaparici車n en 1978 por la contundente intervenci車n de Rosario Ibarra, de su hija Rosario Piedra y de do?a Chela, la madre del Guaymas.
La 迆ltima visita que hice a casa de Rosario fue a principios del nuevo siglo, en la calle de Mazatl芍n, en la colonia Condesa, un museo con miles de objetos que despu谷s tendr赤an hogar en la Casa de la Memoria Ind車mita, incluido el archivo del Comit谷 que, hasta entonces, conservaba en la alacena de la cocina. Esa ocasi車n estuvimos solas. Puso una cafetera en la estufa y me coment車 de su preocupaci車n por el archivo, por su conservaci車n, por su difusi車n. Nunca par車 en su quehacer de buscadora. Las 迆ltimas dos veces la vi en su oficina del Congreso de la Uni車n cuando era diputada federal y en la casa de la organizaci車n UNIOS, en la colonia Doctores, con sus hist車ricas compa?eras Conny ?vila, Sara Hern芍ndez, Celia Piedra y Graciela Mijares. Pens谷 que Rosario y todas ellas eran eternas. Hoy lo confirmo. Perdurar芍n como las do?as que enfrentaron la hegemon赤a de un sistema que instaur車 la desaparici車n que hoy nos carcome como pa赤s. Buen viaje, querida m赤a, Rosario nuestra. Hasta siempre.
Alicia de los R赤os Merino es historiadora y docente en la Facultad de Filosof赤a y Letras de la Universidad Aut車noma de Chihuahua.
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