El juicio por el asesinato de ¡®La So?ar¨¦¡¯: dos militares acusados de transfeminicidio sentados en el banquillo
En marzo de 2020, dos soldados acabaron de un balazo con la vida de Naomi Nicole, trabajadora sexual trans en la colonia Guerrero. Su caso es el primero de su tipo en M¨¦xico en el que los acusados fueron vinculados a un proceso judicial
Ten¨ªa 26 a?os y los ojos muy grandes, siempre perfilados de negro. Hab¨ªa salido ocho a?os atr¨¢s de su pueblo, un municipio de Las Choapas, en el Estado de Veracruz. ¡°Para cambiar de vida¡± le hab¨ªa dicho a su madre; para mostrar su identidad transexual sin originar conflictos ni penas. Cuando lleg¨® a la Ciudad de M¨¦xico empez¨® a usar tacones de aguja, falda muy corta, se hizo llamar Naomi Nicole, aunque todos la conoc¨ªan como La So?ar¨¦. E...
Ten¨ªa 26 a?os y los ojos muy grandes, siempre perfilados de negro. Hab¨ªa salido ocho a?os atr¨¢s de su pueblo, un municipio de Las Choapas, en el Estado de Veracruz. ¡°Para cambiar de vida¡± le hab¨ªa dicho a su madre; para mostrar su identidad transexual sin originar conflictos ni penas. Cuando lleg¨® a la Ciudad de M¨¦xico empez¨® a usar tacones de aguja, falda muy corta, se hizo llamar Naomi Nicole, aunque todos la conoc¨ªan como La So?ar¨¦. El ¨²nico recurso que se le present¨® para salir adelante en la capital fue el trabajo sexual, al que dedicaba el cuerpo y las horas de la noche desfilando por las aceras y callejones m¨¢s oscuros de la Guerrero, la colonia de Ciudad de M¨¦xico donde, el 23 de marzo del 2020, dos militares que le hab¨ªan solicitado un servicio acabaron con su vida de un tiro.
El viernes 6 de mayo, la ¨²nica testigo directa del crimen declar¨® por primera vez en la sexta audiencia por el asesinato de La So?ar¨¦. ¡°Han pasado m¨¢s de dos a?os, pero no puedo quitarme esas im¨¢genes de la cabeza. Puede pasar toda la vida que hay cosas que no se olvidan nunca. Tard¨¦ meses en declarar porque ten¨ªa mucho miedo¡±, confesaba Rosy, de nombre ficticio y amiga de la v¨ªctima, antes de presentarse en la sala 3 de los Juzgados del Reclusorio Preventivo Varonil Sur de la Ciudad de M¨¦xico para declarar contra los acusados del asesinato de su amiga Naomi: J.L.C., de 31 a?os, y A.A.R., de 30, ambos cabos de la Secretar¨ªa de la Defensa Nacional (Sedena).
La muerte de La So?ar¨¦ constituye el primer caso en M¨¦xico de transfeminicidio en el que los acusados fueron detenidos y cumplen prisi¨®n preventiva. ¡°Y lo m¨¢s importante de todo es que son militares que estaban en activo en el momento en que la asesinaron¡±, destaca Kenya Cuevas, activista y directora de la organizaci¨®n Casa de Mu?ecas Tiresias, una asociaci¨®n por la defensa de la lucha por los derechos humanos de poblaciones LGBTTTI.
¡°Buscar justicia para Naomi ha puesto mi vida en riesgo. Esos tipos son militares y no se andan con tonter¨ªas. Si salen libres van a ir por m¨ª¡±, confesaba Rosy ocultando la mirada en unos lentes con espejos y agarr¨¢ndose las manos temblorosas antes de entrar a la sala para volver a ver a los acusados, a quienes en el 2020 el juez impuso prisi¨®n preventiva como medida cautelar. ¡°No pod¨ªan estar m¨¢s de dos a?os encerrados, pero debido a la pandemia se suspendieron los t¨¦rminos legales del proceso y, mientras la investigaci¨®n avance, ah¨ª van a seguir¡±, explic¨® Cuevas que tambi¨¦n declar¨® como v¨ªctima indirecta: ¡°En nuestra comunidad nosotras creamos nuestra propia familia y Naomi, a quien vilmente le arrebataron la vida, pertenec¨ªa a la m¨ªa¡±.
Dos tiros en la noche: la primera bala al aire, la segunda en la frente
Los hechos ocurrieron sobre las cuatro de la madrugada del 24 de marzo de 2020, cuando Rosy acaba de terminar un servicio. ¡°Yo me hab¨ªa subido al veh¨ªculo de un cliente que, despu¨¦s de discutir el precio por sexo oral, me ofrec¨ªa mucho menos de lo que le hab¨ªa pedido. Acab¨¦ aceptando porque me dijo que me dar¨ªa de su piedra, y yo entonces la fumaba¡±, relat¨® la principal testigo desde una sala donde solo pod¨ªa verle la cara el tribunal magistrado, integrado por tres jueces.
¡°A los 15 minutos de acabar, el cliente dio la vuelta en la Avenida Insurgentes y me dej¨® en la calle Estrella, sin darme ni una pizca de la droga¡±, reconoc¨ªa Rosy despu¨¦s. Seg¨²n su testimonio, tras brindar el servicio se hab¨ªa agachado en cuclillas detr¨¢s de los coches para sacar un peque?o espejo y retocarse el maquillaje para el siguiente turno, momento en que vio llegar un coche rojo que frenaba de forma brusca y reconoci¨® una figura que, entre forcejeos, se bajaba de ¨¦l. Era su amiga La So?ar¨¦. ¡°Inmediatamente me di cuenta de que era ella, su voz chillona, su silueta... ?Entre nosotras nos reconocemos hasta la sombra!¡±, afirma la testigo. ¡°Nos conoc¨ªamos de solo unos a?os, pero nos hab¨ªamos hecho buenas amigas de andar por las mismas zonas, por Revoluci¨®n, el Puente de Alvarado, por las calles de Zaragoza y de Orozco y Berra, donde sol¨ªamos putear afuera del Hotel Polly, en aquella zona trabaj¨¢bamos las dos¡±, detalla.
En su primera declaraci¨®n, desde una salita aislada donde pod¨ªa ver a los acusados del asesinato de La So?ar¨¦, Rosy resumi¨® lo que sucedi¨® cuando la v¨ªctima sali¨® del coche y uno de los imputados se baj¨® tras ella. ¡°Naomi corri¨® entre los coches estacionados en fila y el tipo que iba de copiloto sac¨® un arma en la mano derecha y dispar¨®¡±, cuenta la testigo que, agazapada junto a una rueda de cuclillas, lo observaba todo.
El impacto de bala, el primero que resonar¨ªa en la calle Estrella de la Guerrero esa noche, no alcanz¨® m¨¢s que el aire. ¡°Tras disparar se volte¨® hacia donde yo me encontraba, y pens¨¦ que me hab¨ªa visto. Yo estaba solo a 15 metros, calladita. Me temblaba todo el cuerpo y las piernas se me paralizaron. Los recuerdos son confusos, pero pude ver el rostro de aquel hombre¡±, relata la testigo presencial que, por segunda vez en su vida, ayer volvi¨® a ver uno de los rostros que todav¨ªa le producen pesadillas. ¡°Era moreno, un poco m¨¢s alto que yo, vest¨ªa pantal¨®n de mezclilla azul con una sudadera negra, con gorra o capucha¡±, duda en el ¨²ltimo detalle.
Cuando Naomi corri¨® en sus tacones hasta llegar a una jardinera, el agresor, con un arma en la mano, la alcanz¨®. La v¨ªctima se intent¨® defender, pero el militar le propin¨® un pu?etazo en la cara seguido de un golpe en la boca con la pistola. ¡°Naomi cay¨® al suelo y, en ese momento en el que estaba completamente desprotegida, el tipo dispar¨® sin titubear¡±, relata Rosy, que cerr¨® los ojos y no pudo llegar a ver en qu¨¦ parte del cuerpo le hab¨ªa alcanzado la bala a su amiga. ¡°Despu¨¦s vi la sangre salpicada y supe que estaba muerta¡±, afirma.
En su versi¨®n de los hechos, la testigo asegur¨® que al escuchar el disparo el segundo acusado se baj¨® del carro rojo. ¡°Llevaba una sudadera negra con una franja clara, tra¨ªa lentes, era m¨¢s tosco que el otro. Cuando se acerc¨® al cuerpo tendido de Naomi, que no se mov¨ªa, la pate¨® con el pie derecho para ver si reaccionaba¡±, narr¨® Rosy con la voz rota.
La segunda detonaci¨®n fue la que alert¨® a los vecinos, que se asomaron a ver lo que pasaba. ¡°Yo no los vi, pero el que iba de conductor y pate¨® a Naomi los amenaz¨® con una pistola y les grit¨® a ver qu¨¦ era lo que quer¨ªan los chismosos¡±, sigui¨® relatando la testigo. Lo siguiente que recuerda es ¡°que los dos militares subieron al coche y arrancaron a toda velocidad con luces apagadas¡±. Alguien llam¨® al 122 y operadores de las estaciones regionales encargadas del monitoreo de las c¨¢maras de videovigilancia alertaron a los oficiales que patrullaban a esa hora la zona que en la calle Estrella hab¨ªa una v¨ªctima por arma de fuego. ¡°Yo no hice la llamada. Estaba tan aterrada que, cuando ellos salieron huyendo por la calle H¨¦roes, corr¨ª hacia un parquecito pensando que me pod¨ªa haber visto. Lo ¨²ltimo que alcanc¨¦ a ver fue una calcamon¨ªa de Mickey Mouse que tra¨ªa en el parabrisas trasero del coche rojo. A las horas de llegar a Revoluci¨®n, donde se juntaban el resto de mis compa?eras, todas ya se hab¨ªan enterado de lo sucedido¡±, rememora la testigo. Para cuando los servicios de param¨¦dicos llegaron, el cuerpo de la v¨ªctima yac¨ªa tendido, sin signos vitales y con un tiro en la frente.
Las c¨¢maras de videovigilancia y la iluminaci¨®n de las farolas permitieron a las autoridades monitorear a los agresores y avisar de que circulaban sobre la calle Moctezuma. Al incorporarse al Paseo de la Reforma y R¨ªo Rhin, ya en la colonia Cuauht¨¦moc, el coche rojo en el que iban los acusados superando el l¨ªmite de velocidad se estrell¨® contra la Glorieta de la Palma, donde fueron interceptados por una patrulla.
La polic¨ªa que realiz¨® la inspecci¨®n s¨®lo encontr¨® un arma de fuego con siete cartuchos. Pero la testigo directa afirma que los dos hombres iban armados. ¡°Cada uno ten¨ªa una pistola¡±, asegur¨® Rosy en distintas ocasiones durante la audiencia. ¡°?Qu¨¦ pas¨® con la otra pistola de la que no se sabe nada?¡±, pregunta Cuevas. ¡°Pudieron haberse desecho de ella cuando escapaban, lanzarla por la ventanilla en cualquier lado. Se trata de militares, se la saben todas. Por eso las declaraciones de la ¨²nica testigo, que tard¨® meses en declarar, ?son tan decisivas!¡±, se?ala la activista.
El asesinato de Paola Buenrostro: el principio de una lucha
Tras su detenci¨®n, los acusados se negaron a hacerse la prueba de alcohol en la sangre y el resto del peritaje rutinario. ¡°Sab¨ªan c¨®mo funcionan los protocolos y que ten¨ªan derecho a no declarar ni dejarse hacer ning¨²n examen. Ni siquiera les hicieron pruebas bal¨ªsticas para buscar p¨®lvora en las manos. Lo que ha desvirtuado la investigaci¨®n, como pas¨® con Paola Buenrostro¡±, denuncia Cuevas, recordando el caso por el que comenz¨® su activismo. ¡°La muerte de Paola supuso un antes y un despu¨¦s; marc¨® la historia de nuestra lucha y pudo visibilizar la impunidad que rodea a la violencia contra las mujeres trans¡±, asegura la activista, que desde que presenci¨® como un exmilitar asesin¨® a su mejor amiga no ha parado de librar batallas para defender a su comunidad.
Antes de ser reconocida como la mujer del a?o por el Congreso de la Ciudad de M¨¦xico en la categor¨ªa de Derechos Humanos en el 2020, desencaden¨® el movimiento para exigir la tipificaci¨®n del transfeminicidio en la ciudad capitalina. ¡°El asesino de Paola sigue libre pero el pasado octubre la Comisi¨®n de Derechos Humanos de la Ciudad de M¨¦xico emiti¨® la recomendaci¨®n 02/2019 donde calific¨® su muerte como transfeminicidio¡±, manifiesta Cuevas. Por la forma en que se condujo el caso recibi¨® adem¨¢s una disculpa p¨²blica de la de la fiscal general de Justicia, Ernestina Godoy.
Entre el reconocimiento de cuerpos y oficiar entierros
Conocida como Mam¨¢ Kenya desde hace a?os por algunos de colectivos m¨¢s vulnerados y estigmatizados ¡ªpoblaci¨®n trans y homosexual, usuarios de drogas, trabajadoras sexuales, migrantes, personas que acaban de salir de prisi¨®n y con VIH¡ª, el crimen de Paola fortaleci¨® todav¨ªa m¨¢s el activismo y la influencia de Cuevas. Cada vez que sucede una agresi¨®n contra alguien de una comunidad marginal, ella es una de las primeras figuras a quien acuden. ¡°Como cuando recib¨ª en plena madrugada del 24 de marzo la llamada de una de las compa?eras de Revoluci¨®n para decirme que hab¨ªan matado a Naomi¡±, cuenta Cuevas, que tras el aviso corri¨® a reconocer el cuerpo. De camino al Instituto de Ciencias Forenses (INCIFO), donde a la reci¨¦n asesinada se le estaba practicando la autopsia, se comunic¨® con un contacto de la Fiscal¨ªa General de Justicia de la Ciudad de M¨¦xico. ¡°Me aseguraron que se comprometer¨ªan a investigar el asesinato desde el protocolo de g¨¦nero y que la carpeta se reclasificar¨ªa como transfeminicidio, pero como no est¨¢ tipificado todav¨ªa, el asesinato de La So?ar¨¦ se est¨¢ tratando como homicidio cauteloso¡±, apunta la activista.
Durante las horas en las que ella contactaba con las autoridades pertinentes, arreglaba papeleos y enviaba mensajes para encontrar a la familia de la v¨ªctima, Naomi fue despedida en un ata¨²d blanco a la luz de las velas y con corona de flores en los Velatorios Garc¨ªa, en la colonia Algar¨ªn de la Alcald¨ªa Cuauht¨¦moc. El improvisado funeral, al que acudieron algunas compa?eras de la v¨ªctima con purpurina en la cara, empez¨® a las once de la noche del 25 de marzo y se alarg¨® hasta la ma?ana del d¨ªa siguiente, dejando como rastro del r¨¦quiem ceniceros atestados de colillas, vasos de pl¨¢stico con posos de caf¨¦ y botellas vac¨ªas de an¨ªs.
Los voluntarios de la organizaci¨®n Casa de las Mu?ecas Tiresias fueron los ¨²ltimos en despedir el cuerpo de Naomi antes de que saliera por la ma?ana en un coche f¨²nebre a rumbo al municipio veracruzano de Las Choapas. En su tierra natal, la familia lo esperaba para un segundo velatorio. ¡°En el que no hubo los shows que organizamos nosotras, pero s¨ª m¨²sica y mucha comida. No paraban de sacar bandejas de atoles, pozole, tamales¡ Todo el pueblo sali¨® a recibirnos muy agradecido, tanto que no nos dejaban irnos de vuelta¡±, cuenta la activista que hab¨ªa viajado m¨¢s de 10 horas en el coche negro para llegar al pueblo de la regi¨®n olmeca a medianoche.
¡°Si no hubiera sido por Kenya yo no me habr¨ªa enterado, y el cuerpo de mi hijo habr¨ªa quedado ah¨ª tirado en la calle. Ahora solo quiero que se haga justicia¡±, agreg¨® la madre a los d¨ªas de enterarse de la desgracia. Desde el otro lado del tel¨¦fono cont¨® tambi¨¦n que el padre hab¨ªa abandonado a la familia cuando Naomi era peque?a y ¡°jam¨¢s se hab¨ªa preocupado por sus hijos. Era uno de esos tipos. Nosotros somos de rancho y no habr¨ªa aceptado que se hubiera convertido a mujer. En la ciudad es diferente, por eso se fue, ac¨¢ en el campo no es lo mismo, no pod¨ªa ser quien quer¨ªa ser. Sol¨ªamos hablar por tel¨¦fono de vez en cuando. Me dec¨ªa que estaba bien y que no me preocupara. Siempre fue una buena persona, trabajadora, nos ayudaba mucho en el campo. No s¨¦ c¨®mo fueron sus ¨²ltimos a?os all¨¢ lejos en la ciudad, entonces era un chico muy risue?o¡±.
¡°Aunque en una primera impresi¨®n parec¨ªa altiva, Naomi ten¨ªa un coraz¨®n enorme. Era muy escandalosa, con mucha personalidad. ?Toda ella un caos! Yo me mor¨ªa de la risa nada m¨¢s escucharla hablar, con su acento de pueblo que tanto llamaba la atenci¨®n¡ Y siempre con los ojos muy pintados de negro¡±, la recuerda Rosy. Todav¨ªa guarda unos zapatos que Naomi se hab¨ªa comprado. ¡°Le quedaban peque?os; ella calzaba el seis, yo el cuatro, as¨ª que me los regal¨®. Nunca me los puse, ?pero aqu¨ª los tengo como un tesoro!¡±, cuenta su amiga recordando la ¨²ltima ocasi¨®n en la que hablar¨ªa con la v¨ªctima. ¡°La siguiente vez que la vi, me la mataron¡±, lamenta la testigo, a la que hasta en tres ocasiones se le quebr¨® la voz durante su comparecencia. ¡°Terminaron las preguntas y me derrumb¨¦ en l¨¢grimas, de pura furia y tambi¨¦n de alegr¨ªa. Estoy muy feliz por mi amiga y por nosotras. ?Siento que por fin se va a hacer justicia!¡±, exclam¨® mientras se limpiaba con los pu?os el rastro de r¨ªmel del rostro nada m¨¢s abandonar la sala.
¡°Todav¨ªa no hay sentencia y quedan varias sesiones, pero con las pruebas que existen y el testimonio de hoy, todo apunta a que los culpables van a recibir una firme condena¡±, concluy¨® el responsable de la unidad de transfeminicidos de la Fiscal¨ªa de Feminicidios, quien acompa?¨® a la testigo en la salida de los juzgados.
Junto a la verja de alambre que rodea el recinto judicial, mientras esperaba a la patrulla que la custodiar¨ªa hasta la habitaci¨®n del hotel en el que duerme de d¨ªa y atiende clientes de noche, Rosy se abraz¨® a Cuevas y al resto de compa?eras de Casa de las Mu?ecas Tiresias que la est¨¢n escoltando en el proceso judicial, un precedente hist¨®rico en la lucha de los derechos de la comunidad trans.
¡°En cuanto llegue a mi casa voy a prender la veladora que le compr¨¦ a mi Santita Muerte y poner una copita de an¨ªs para ella y otra para m¨ª; tengo que rezarle a mi mamacita para que todo salga bien y que a esos malnacidos les chinguen y se queden en la c¨¢rcel. Para que dejemos de seguir siendo las putas muertas en una calle¡±, fue la ¨²ltima declaraci¨®n que, fuera de la audiencia, se escuch¨® de la voz de Rosy.
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