Los sue?os rotos de ?ngel Ignacio Rangel
En entrevista con EL PA?S, los padres del muchacho asesinado a balazos por la Guardia Nacional en Guanajuato recuerdan su car¨¢cter emprendedor e idealista. A los 20 a?os, fabricaba artesan¨ªas de piel y estaba loco por las orqu¨ªdeas
En el patio de una iglesia a media tarde, una madre y un padre luchan por defender un recuerdo, el de su propio hijo. ¡°Ahora est¨¢n manejando que estaban en una fiesta, en un convivio; que la Guardia Nacional les dio el alto, pero eso no es verdad¡±, dice la madre, Norma Rangel. Es la podredumbre del relato, r¨¢pida y certera como el sol del tr¨®pico. En apenas dos semanas, ...
En el patio de una iglesia a media tarde, una madre y un padre luchan por defender un recuerdo, el de su propio hijo. ¡°Ahora est¨¢n manejando que estaban en una fiesta, en un convivio; que la Guardia Nacional les dio el alto, pero eso no es verdad¡±, dice la madre, Norma Rangel. Es la podredumbre del relato, r¨¢pida y certera como el sol del tr¨®pico. En apenas dos semanas, el ataque a balazos de la Guardia Nacional a un grupo de estudiantes en Guanajuato ha quedado en segundo plano, elev¨¢ndose mientras tanto el debate sobre sus actividades.
La madre y el padre no acaban de entenderlo. Su hijo est¨¢ muerto. ?ngel Ignacio Rangel, de 20 a?os, lleva una semana enterrado. Un marino adscrito a la Guardia Nacional, un muchacho de 22 a?os, dispar¨® contra la camioneta en la que iba. Una compa?era de la universidad result¨® herida y otros dos salieron ilesos. Seg¨²n la corporaci¨®n, fue una decisi¨®n ¡°unilateral¡± del agente, que actu¨® por el ¡°desconcierto e incertidumbre¡± que le generaron los movimientos de los muchachos. Seg¨²n los padres, el ¨²nico movimiento raro que hicieron fue subirse a la camioneta. Desde el viernes, el agente est¨¢ en prisi¨®n, acusado del homicidio del joven y del intento de homicidio de su compa?era.
?ngel Ignacio est¨¢ muerto y todo lo que era futuro resulta ahora un tiempo en descomposici¨®n. ¡°?ngel es muy autodidacta¡±, dice el padre, Gerardo Ignacio, todav¨ªa en ese presente de las heridas abiertas. Cuando estaba en la Preparatoria, el chico hizo su servicio social en el Cinvestav, el Centro de Investigaci¨®n y de Estudios Avanzados del Instituto Polit¨¦cnico Nacional, con sede en Irapuato, su ciudad. ¡°All¨ª le ense?aron a cultivar orqu¨ªdeas¡±, recuerda.
El muchacho ten¨ªa un proyecto, Brigada Xochimanqui, para reproducir orqu¨ªdeas y luego venderlas por internet. Era solo una de tantas inquietudes de un joven emprendedor. Ignacio Rangel tocaba la guitarra y amaba a Paco de Luc¨ªa. ¡°Siempre iba con su lima encima, por las u?as¡±, dice Norma Rangel. ¡°Siempre se estaba limando las u?as porque ¨¦l tocaba flamenco en la guitarra¡ De hecho, cuando me dieron sus cosas ahora que¡ Bueno, me dieron su lima¡±, a?ade.
¡°Uno le busca la raz¨®n, que les hayan gritado, ofendido. Pero nada, solo llegaron disparando¡±, dice Gerardo Ignacio, en referencia a la Guardia Nacional. La b¨²squeda de un motivo ha sido fatigosa. Desde la tarde del ataque, el mi¨¦rcoles 27 de abril, Rangel e Ignacio han encabezado marchas de protesta por el ataque, han firmado comunicados, dado declaraciones a la prensa, acudido a audiencias judiciales, buscado quien les ayude a cuidar de su hija menor¡ Lo han hecho por acercarse a la verdad, la respuesta a una pregunta ensayada infinidad de veces en estos a?os de militarizaci¨®n creciente en M¨¦xico: ?Por qu¨¦ dispararon, por qu¨¦ mataron los soldados?
El camino del ¨¢rbol
A primera hora de la ma?ana, el enorme ¨¢rbol de cipr¨¦s sombrea el camino y mantiene algo del frescor de la madrugada. Desde aqu¨ª se alcanza a escuchar el rumor del tr¨¢fico de la autov¨ªa, una circunvalaci¨®n de la moderna Irapuato, con varios carriles por banda. Es un lugar tranquilo, una vieja hacienda intervenida por la ciudad. Sin ser aislado, el camino del ¨¢rbol es el t¨ªpico espacio donde un grupo de j¨®venes ir¨ªa a echar el rato entre clase y clase. Alrededor del tronco, los restos de una cinta amarilla policial hablan de un pasado reciente, el d¨ªa del ataque que acab¨® con la vida de ?ngel Ignacio.
¡°Si fue una cosa de huachicol, deber¨ªa haber un agujero¡±, dice Octavio Corona, t¨ªo del muchacho. Corona se?ala la baliza de Pemex, un poste amarillo que indica la presencia de un ducto de combustible unos metros bajo tierra. Por muchos a?os, Guanajuato ha liderado la penosa lista nacional de cantidad de conexiones clandestinas que criminales instalan en las l¨ªneas de combustible. Es el huachicol. El actual Gobierno, encabezado por Andr¨¦s Manuel L¨®pez Obrador, inici¨® sus pasos mandando al Ej¨¦rcito a custodiar los ductos en el Estado. Los militares acamparon literalmente encima para impedir cualquier robo.
Con el paso de los a?os, la Guardia Nacional ha empezado a sustituir al Ej¨¦rcito en muchas tareas de seguridad p¨²blica. En Guanajuato, su presencia ascienda a 8.000 efectivos. En Irapuato, una ciudad agr¨ªcola cada vez m¨¢s pendiente de la planta que Mazda instal¨® en la zona hace casi una d¨¦cada, la Guardia tiene su cuartel a unos metros de la universidad donde estudiaba Ignacio Rangel. Todo, la universidad, el cuartel, el camino del ¨¢rbol, est¨¢n separados unos cientos de metros.
No hay rastro de agujeros en el suelo del camino, ni nada que haga pensar que all¨ª alguien ha tratado de conectarse al ducto recientemente. Corona mira el piso y se?ala el lugar donde estaba aparcada la camioneta en la que se sentaba su sobrino cuando le dispararon. ¡°Desde aqu¨ª accion¨® el guardia su arma¡±, explica, apuntando el palo de un ¨¢rbol seco, junto a la baliza. ¡°Y all¨¢ estaba la camioneta¡±, dice, se?alando un ¨¢rbol a unos cien metros.
Seg¨²n su relato y el de los padres del muchacho, sustentado en conversaciones con sus compa?eros, y la informaci¨®n que se desvel¨® en la audiencia donde mandaron a prisi¨®n al marino, ?ngel Ignacio y su grupo fueron al camino del ¨¢rbol el d¨ªa del ataque a eso de las 16.00. Hab¨ªan terminado la clase y ese d¨ªa no hab¨ªa pr¨¢ctica de baloncesto, otra de las aficiones del muchacho.
¡°?ngel se iba normalmente de casa entre las 9 y las 10 de la ma?ana. Y luego volv¨ªa a las 6, las 7, como tarde a las 8.15 ya estaba en casa¡±, dice su madre. Alumnos de cuarto semestre de agronom¨ªa, Ignacio Rangel y los dem¨¢s hab¨ªan vuelto a las aulas recientemente, despu¨¦s de dos a?os de ausencia por la pandemia. En las horas libres, la gente de cuarto acud¨ªa al camino del ¨¢rbol. ¡°Estaban flojereando¡±, dice el padre, ¡°son chicos, andaban perdiendo el tiempo¡±.
Uno y otro refieren que algo extra?o ocurri¨®, una persona pas¨® por all¨ª y les empez¨® a tomar fotos. Su hijo hab¨ªa cerrado los ojos y cantaba una canci¨®n a playback, los otros hablaban. ¡°No les gust¨®, pero tampoco se sintieron mal. De todas formas decidieron irse¡±, cuenta la madre. Hab¨ªa cinco camionetas en el lugar y ?ngel Ignacio fue a la m¨¢s lejana. Un compa?ero le iba a dejar en la parada del autob¨²s. Estando dentro de la camioneta, llegaron por atr¨¢s las unidades de la Guardia Nacional. En el veh¨ªculo, solo el conductor los vio, por el espejo retrovisor. Lo siguiente fueron ya los dos disparos, antes incluso de que se fueran. Uno de ellos impact¨® en el brazo de una compa?era, que iba en el asiento de atr¨¢s. La bala se fragment¨® y golpe¨® a ?ngel Ignacio en la cabeza. ¡°Su compa?ero supo que algo iba mal, porque ?ngel se apoy¨® en su hombro¡±, dice su madre. El muchacho muri¨® poco despu¨¦s.
Cu¨¢ndo te he dicho que no
En una regi¨®n como Guanajuato, devastada por la violencia, donde la vida se arma muchas veces sobre ideas de desconfianza y sospecha, la historia de ?ngel Ignacio permea y empieza a formar parte del imaginario popular. Este s¨¢bado, en la capital, un gu¨ªa tur¨ªstico del centro daba explicaciones sobre los mensajes y las velas que estudiantes han dejado en las escalinatas del rectorado de la universidad, en recuerdo del muchacho. ¡°Hay de dos¡±, dec¨ªa, ¡°est¨¢ la historia de que les dieron el alto y no se detuvieron. Y la de que andaban tomando y les ofendieron¡±.
Ignacio y Rangel tratan de pelear esta versi¨®n. No tanto que estuvieran tomando alcohol -que no lo hac¨ªan, aseguran- o que les dieran el alto y no se detuvieran, sino que una u otra situaci¨®n de alguna forma justifique los disparos. Han tra¨ªdo un pu?ado de fotos de su hijo, una en una hacienda tequilera cerca de Irapuato, otra en una plaza de toros. ¡°A ¨¦l le gustaban mucho los toros¡±, dice Rangel, con media sonrisa en los labios. ¡°Le dec¨ªa, ¡®bueno, ?ngel, est¨¢s a favor de la naturaleza, pero te gustan los toros¡¯. Y ¨¦l contestaba medio riendo, ¡®?no lo digas!¡±.
Los padres empiezan este lunes una terapia familiar, el inicio de un camino que han ido retrasando por las exigencias de justicia que han encabezado estas semanas. El futuro no es tema en la charla, solo el pasado, porque all¨ª a¨²n existe ?ngel. Los padres sacan sus tel¨¦fonos y muestran fotos de las artesan¨ªas de piel que elaboraba el muchacho, una cartera, una funda para el celular, otra para puros habanos. Resulta que el muchacho estaba armando una empresa de talabarter¨ªa y se hab¨ªa dado de alta en hacienda, para poder entregar facturas a sus clientes.
¡°Mira¡±, dice Norma Rangel, mostrando una foto de su hijo a caballo. Su padre a?ade: ¡°Yo no s¨¦ d¨®nde, pero tambi¨¦n hab¨ªa aprendido a montar. Esa foto es de su cumplea?os n¨²mero 18. Lo llevamos a una hacienda para que montara, un rancho as¨ª bien bonito¡±. Fue su pen¨²ltimo aniversario. El ¨²ltimo fue hace apenas un mes, el 28 de marzo. ¡°Le dijimos, ¡®vamos a hacer una bardita¡¯, una fiesta, pero no quiso¡±, cuenta la madre. Al final se juntaron en la casa con una familia amiga, algo muy ¨ªntimo. Prepararon enchiladas. Comieron. Fueron felices.
Fueron.
Se hace de noche en la iglesia de nuestra se?ora de Guadalupe, la parroquia junto al Puente Viejo, y el agotamiento en la cara de los padres de Arturo Ignacio Rangel parece un enorme animal varado en una playa de arena oscura. Inm¨®vil, delicado, triste. No hay forma de entender lo que ha pasado, no hay forma de aceptarlo, no hay forma de evitar el sufrimiento. Norma Rangel recuerda una an¨¦cdota m¨¢s, una broma privada, esos intercambios de frases sin sentido m¨¢s all¨¢ de su universo familiar. ¡°Le dec¨ªa cualquier cosa, por ejemplo, ¡®oye, ?c¨®mo ves si nos vamos a Ciudad de M¨¦xico?¡¯ y el contestaba, ?cu¨¢ndo te he dicho que no?¡±.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter de EL PA?S M¨¦xico y reciba todas las claves informativas de la actualidad de este pa¨ªs