Marcelina Bautista, la trabajadora del hogar que se puso los guantes frente a los abusos: ¡°Nos ve¨ªan como servidumbre¡±
La activista mexicana reclama la aprobaci¨®n en el Congreso de la reforma que obliga a los patrones a dar seguridad social a sus empleadas
Cuando Marcelina Bautista entr¨® a la casa de la se?ora, todo era dar las gracias. No ten¨ªa contrato. Gracias. Trabajaba m¨¢s de 12 horas. Gracias. Carec¨ªa de seguridad social. Gracias. Acababa de llegar desde la sierra de Oaxaca a Ciudad de M¨¦xico y acept¨® lo que le ofrec¨ªan. Lo precario era la norma y a Bautista, que es de origen ind¨ªgena y en aquel momento no hablaba bien espa?ol, ni se le pas¨® por la cabeza reclamar mejores condiciones. ¡°Le agradec¨ªa por una casa donde vivir, que me ense?ara a limpiar, pero me hac¨ªa trabajar much¨ªsimo¡±, recuerda.
Todo y nada ha cambiado desde entonces...
Cuando Marcelina Bautista entr¨® a la casa de la se?ora, todo era dar las gracias. No ten¨ªa contrato. Gracias. Trabajaba m¨¢s de 12 horas. Gracias. Carec¨ªa de seguridad social. Gracias. Acababa de llegar desde la sierra de Oaxaca a Ciudad de M¨¦xico y acept¨® lo que le ofrec¨ªan. Lo precario era la norma y a Bautista, que es de origen ind¨ªgena y en aquel momento no hablaba bien espa?ol, ni se le pas¨® por la cabeza reclamar mejores condiciones. ¡°Le agradec¨ªa por una casa donde vivir, que me ense?ara a limpiar, pero me hac¨ªa trabajar much¨ªsimo¡±, recuerda.
Todo y nada ha cambiado desde entonces. El empleo dom¨¦stico sigue siendo casi igual de precario que hace dos d¨¦cadas, pero Bautista (Santa Mar¨ªa Apazco, 53 a?os) es otra persona. La hoy activista, menuda y vestida de negro, llega con dos compa?eras al Centro Nacional para la Capacitaci¨®n Profesional y Liderazgo de las Empleadas del Hogar (CACEH). Suben las escaleras de un edificio modesto en el centro de la Ciudad de M¨¦xico y entran a un cuarto donde guardan recogedores, escobas y guantes con los que equipan a las trabajadoras dom¨¦sticas. Por ahora, la bodega les sirve de oficina. Cuando son m¨¢s y no caben, se re¨²nen en el vest¨ªbulo de la planta.
Bautista fund¨® CACEH hace dos d¨¦cadas despu¨¦s de ganar una beca de la prestigiosa Fundaci¨®n MacArthur. Fue la primera asociaci¨®n civil dedicada a defender los derechos de las trabajadoras del hogar en un pa¨ªs donde los abusos laborales eran y son omnipresentes. Al principio, les dijeron que era una misi¨®n f¨²til. No exist¨ªa una regulaci¨®n y la Ley del Seguro Social exclu¨ªa expl¨ªcitamente a las empleadas. ¡°Eso nos llevaba a una cultura de esclavitud, nos ve¨ªan como servidumbre¡±, dice Bautista. ¡°Ahora hemos abierto los ojos¡±. En el primer taller tuvieron a una veintena de participantes. Ahora entre 80 y 100 trabajadoras asisten cada 15 d¨ªas a talleres sobre temas como derechos laborales, violencia de g¨¦nero y liderazgo.
Desde CACEH, Bautista ha empujado un cambio en las leyes para obligar a los empleadores a inscribir a sus trabajadoras a la seguridad social, una reforma que est¨¢ pendiente de aprobaci¨®n en el Congreso. El primer triunfo lleg¨® en 2018 cuando la Suprema Corte de Justicia declar¨® inconstitucional la exclusi¨®n del r¨¦gimen obligatorio de Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS). En 2019 se reform¨® la Ley Federal del Trabajo para, entre otras cosas, obligar a los patrones a firmar un contrato. Adem¨¢s, arranc¨® una prueba piloto para que estos inscribieran de forma voluntaria en el IMSS a las empleadas dom¨¦sticas.
La prueba piloto ha sido un primer paso, pero se ha quedado corta. A?o y medio despu¨¦s de iniciarse, solo el 5,8% de las trabajadoras del hogar en Ciudad de M¨¦xico ten¨ªa acceso a la seguridad social, seg¨²n una encuesta realizada por el Gobierno de la capital en 2020. Adem¨¢s, apenas un 3,2% contaba con las tres prestaciones que establece la ley -vacaciones, prima vacacional y aguinaldo-. M¨¢s de la mitad no ten¨ªa ninguna de las tres.
A Bautista las trabajadoras que asisten a los talleres de CACEH le suelen preguntar c¨®mo pedir mejores condiciones. ¡°Mi casa no es una empresa¡±, ¡°aqu¨ª la que manda soy yo¡±, son algunas de las reacciones de las patronas. La amenaza del despido es otro escenario com¨²n. ¡°Las despiden porque piden contratos, porque quiere ganar m¨¢s. Muchas se aguantan para mantener su trabajo, aunque sea en malas condiciones¡±, reconoce Bautista. ¡°Muy pocas se animan a reclamar y normalmente no se logra¡±.
Nancy Rojas, de 42 a?os, aprendi¨® qu¨¦ pod¨ªa exigir en uno de los talleres del CACEH. Esta trabajadora colombiana, sentada a un lado de Bautista en la bodega llena de cachivaches, lleg¨® a M¨¦xico hace 17 a?os sin saber a qu¨¦ ten¨ªa derecho. Pese a haber firmado un contrato, su empleador no respetaba prestaciones ni descansos. Se tuvo que plantar. ¡°Tenemos derechos¡±, le reclam¨®. ¡°?Y qui¨¦n te dijo a ti eso?¡±, contest¨® el otro. Al final, accedi¨®. ¡°Si no lo pides, se hacen los locos¡±, resume Rojas.
Queda mucho trabajo por hacer del lado del patr¨®n. Marcela Azuela fund¨® Hogar Justo Hogar, una asociaci¨®n de empleadores, despu¨¦s de que Bautista les hablara de su lucha. Desde esa plataforma promueve di¨¢logos con los patrones para empujarles a ofrecer trabajos dignos con seguridad social. ¡°Generar conciencia hace la diferencia. Son obligaciones, no es que te lo tengan que pedir o que le est¨¦s haciendo un favor a la trabajadora¡±, se?ala.
El Senado aprob¨® en marzo la obligatoriedad de esa inscripci¨®n, aunque la reforma a la ley del IMSS todav¨ªa tiene que ser votada en la C¨¢mara de Diputados. Si se aprueba, cada empleador ser¨¢ responsable de inscribir a su empleada. En el caso de una trabajadora que labore en varias casas, existe el riesgo de que no todos sus patrones hagan el tr¨¢mite, lo que la dejar¨ªa cubierta ciertos d¨ªas, pero no otros. ¡°Nos hemos quejado mucho de eso. Ser¨ªa un absurdo que la empleada se pudiera lastimar el martes, pero no el mi¨¦rcoles porque no est¨¢ cubierta por el IMSS¡±, dice Azuela.
Evitar ese tipo de situaci¨®n depender¨¢ de la capacidad del Gobierno para que la ley no se quede en el papel. Pese a la obligaci¨®n de otorgar contratos firmados, solo el 6,5% de las trabajadoras tiene uno en Ciudad de M¨¦xico. El riesgo es que tambi¨¦n se incumpla la obligaci¨®n de inscripci¨®n en la seguridad social, una vez se apruebe. Realizar inspecciones y sancionar ser¨¢ clave. ¡°Mientras eso no lo haga el Estado, todo seguir¨¢ igual¡±, dice Bautista. En Ciudad de M¨¦xico, el 63% de las trabajadoras no conoc¨ªa la Procuradur¨ªa de la Defensa del Trabajo y un 50% no sab¨ªa de la Junta Local de Conciliaci¨®n y Arbitraje, dos organismos encargados de resolver disputas laborales.
Cuando a Marcelina Bautista le pregunta una trabajadora qu¨¦ pasa si la patrona la corre por reclamar sus derechos, ella responde: ¡°Pongan una demanda¡±. Aunque tiene varios diplomados en derecho laboral y conoce leyes y convenciones al dedillo, ella todav¨ªa no puede encargarse de litigar en favor de sus compa?eras porque no es abogada. Le falta ese paso. ¡°Me gusta entender las leyes¡±, dice. ¡°Hay que perder el miedo¡±.
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