Decena Tr¨¢gica: 110 a?os del golpe de Estado que acab¨® con Francisco I. Madero
La noche del 22 de febrero de 1913, Madero y Pino Su¨¢rez fueron asesinados a tiros a un costado de la prisi¨®n de Lecumberri, poniendo fin al primer gobierno emanado de la Revoluci¨®n
El 9 de febrero de 1913, un grupo de generales retirados afines a Porfirio D¨ªaz se levant¨® en armas contra el Gobierno de Francisco I. Madero. Encabezados por Manuel Mondrag¨®n, artillero porfirista que comand¨® distintas ofensivas contra el maderismo y Gregorio Ruiz, militar que fung¨ªa como diputado en Veracruz, una columna formada por alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y una facci¨®n de las tropas del cuartel de Tacubaya lanz¨® un primer asalto a Palacio Nacional, la sede del poder ejecutivo...
El 9 de febrero de 1913, un grupo de generales retirados afines a Porfirio D¨ªaz se levant¨® en armas contra el Gobierno de Francisco I. Madero. Encabezados por Manuel Mondrag¨®n, artillero porfirista que comand¨® distintas ofensivas contra el maderismo y Gregorio Ruiz, militar que fung¨ªa como diputado en Veracruz, una columna formada por alumnos de la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y una facci¨®n de las tropas del cuartel de Tacubaya lanz¨® un primer asalto a Palacio Nacional, la sede del poder ejecutivo en M¨¦xico. Se trat¨® del inicio de la Decena Tr¨¢gica, el golpe de Estado que culmin¨® con el magnicidio de Madero y marc¨® el inicio de la segunda etapa de la Revoluci¨®n mexicana.
?Qu¨¦ pas¨® en la Decena Tr¨¢gica?
La ofensiva golpista, planificada desde al menos cuatro meses atr¨¢s, pretend¨ªa liberar a los generales presos F¨¦lix D¨ªaz y Bernardo Reyes, sobrino de Porfirio D¨ªaz y antiguo gobernador de Nuevo Le¨®n durante el porfiriato, respectivamente, para restablecer el r¨¦gimen y frenar de lleno las aspiraciones tanto maderistas, como del ala m¨¢s radical de la Revoluci¨®n, una facci¨®n encabezada por villistas y zapatistas decepcionada con la llegada de Madero al poder y convencida de que las limitaciones del reformismo maderista estaban lejos de traer consigo una transformaci¨®n social.
El centro de la capital se convirti¨® en el escenario de distintas batallas durante diez d¨ªas, en los que las tropas maderistas lograron repeler los primeros ataques a pesar de haber sido superados en n¨²mero. Tras un par de reveses, la ofensiva golpista se hizo fuerte en La Ciudadela, que entonces fung¨ªa como ¡°el gran polvor¨ªn de la Ciudad de M¨¦xico, con ametralladoras, ca?ones, municiones y rifles¡± de acuerdo con Paco Ignacio Taibo II, historiador, escritor y director del Fondo de Cultura Econ¨®mica (FCE).
La traici¨®n de Victoriano Huerta
Tras la baja de los generales oficialistas durante los primeros d¨ªas, Madero encarg¨® la defensa de Ciudad de M¨¦xico a Victoriano Huerta, un general de amplia trayectoria durante el porfiriato que gan¨® popularidad en el incipiente Gobierno maderista sofocando insurrecciones armadas. La pol¨¦mica elecci¨®n, discutida ampliamente por su hermano y mano derecha, Gustavo Adolfo Madero, marc¨® en definitiva el rumbo del conflicto: la posterior traici¨®n de Huerta, aliado de F¨¦lix D¨ªaz y Henry Lane Wilson, embajador estadounidense que ve¨ªa con recelo el nuevo Gobierno por temor a las posibles restricciones a la inversi¨®n extranjera consentida durante el porfiriato, culmin¨® en el triunfo golpista.
El 18 de febrero de 1913, Francisco I. Madero y el vicepresidente Jos¨¦ Mar¨ªa Pino Su¨¢rez fueron aprehendidos en Palacio Nacional. De forma simult¨¢nea, F¨¦lix D¨ªaz y Victoriano Huerta firmaron el Pacto de la Ciudadela, un acuerdo que llam¨® a desconocer el Gobierno maderista y coloc¨® a Huerta como presidente interino, en espera de la celebraci¨®n de elecciones en las que D¨ªaz ser¨ªa el principal contendiente. La traici¨®n estaba consumada y con ella, la ca¨ªda del primer gobierno democr¨¢tico emanado de la Revoluci¨®n. Cuatro d¨ªas despu¨¦s, la noche del 22 de febrero de 1913, Madero y Pino Su¨¢rez fueron trasladados a la prisi¨®n de Lecumberri. Al momento de su llegada, los autom¨®viles en los que viajaban recibieron la instrucci¨®n de rodear el complejo y entrar por la puerta trasera, sin embargo, fueron asesinados a tiros por Francisco C¨¢rdenas y Rafael Pimienta, mayor y cabo de rurales, respectivamente, por ¨®rdenes de los golpistas. Su muerte fue presentada ante la prensa como un asalto y la escena del crimen se alter¨® con disparos posteriores a los autom¨®viles en un intento por ganar credibilidad.
La ca¨ªda de Madero
Heredero de una maquinaria pol¨ªtica producto de tres d¨¦cadas de porfiriato, el incipiente Gobierno de Francisco I. Madero mantuvo casi inalterada la estructura militar que sirvi¨® a D¨ªaz en aras de una transici¨®n pac¨ªfica. No obstante, tras la firma de los Tratados de Ciudad Ju¨¢rez en mayo de 1911, que pretend¨ªan poner fin a la lucha armada con la dimisi¨®n de Porfirio D¨ªaz sin trastocar las instituciones ni reformar el marco legal del porfiriato, el maderismo rompi¨® definitivamente con la gran base popular de la Revoluci¨®n, un sector que bajo la articulaci¨®n villista y zapatista, combati¨® por la causa antirreeleccionista y encumbr¨® a Madero al poder. Sin reforma agraria ni un mejor reparto de la riqueza, la gesta maderista estaba inconclusa. ¡°El liberalismo de las clases medias mexicanas resultaba incompatible con la movilizaci¨®n que las masas trabajadoras estaban llevando a cabo, y ni como ideolog¨ªa ni como direcci¨®n pol¨ªtica fue capaz de ofrecer una soluci¨®n adecuada a los problemas de los trabajadores¡±, explicaba Arnaldo C¨®rdova, polit¨®logo e historiador de la Revoluci¨®n mexicana al respecto.
En el otro extremo, el grupo de generales, terratenientes y la clase acomodada durante el porfiriato conjuraban para evitar el ascenso de Madero al poder. Tem¨ªan una escalada de las demandas populares y la reducci¨®n de la inversi¨®n extranjera, favorecida ampliamente durante la dictadura de D¨ªaz. En la prensa, ambos bandos representaban la supuesta incapacidad de Madero para dirigir al pa¨ªs en caricaturas pol¨ªticas que se burlaban de su altura, las promesas incumplidas y las pr¨¢cticas espiritistas que llevaba a cabo, una representaci¨®n que termin¨® por zanjar su popularidad y consolidar una visi¨®n endeble de su Gobierno previo a la Decena Tr¨¢gica.
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