Tres balazos para silenciar a la periodista ind¨ªgena Marcela de Jes¨²s Natalia
Despu¨¦s de cinco a?os de exilio tras el atentado que casi le quita la vida, la activista denuncia que su caso no ha sido resuelto y reivindica su derecho a seguir ejerciendo el periodismo en Guerrero
A la periodista y activista Marcela de Jes¨²s Natalia la conocen en su comunidad como Cui, we, nde¡¯, que significa en ?omn¡¯ daa (amuzgo): ¡°Uno, dos y tres¡±. As¨ª se llamaba tambi¨¦n el programa infantil que cre¨® para que los ni?os aprendieran la lengua y la cultura de su municipio, Xochistlahuaca, en la regi¨®n de la Costa Chica de Guerrero. Cada tarde el programa sonaba por los altavoces y las radios de su comunidad hasta que tres balazos en la cabeza silenciaron la voz de Marcela. Uno. Dos. Tres.
Era la ma?ana del s¨¢bado 3 de junio de 2017. Lo recuerda perfectamente porque e...
A la periodista y activista Marcela de Jes¨²s Natalia la conocen en su comunidad como Cui, we, nde¡¯, que significa en ?omn¡¯ daa (amuzgo): ¡°Uno, dos y tres¡±. As¨ª se llamaba tambi¨¦n el programa infantil que cre¨® para que los ni?os aprendieran la lengua y la cultura de su municipio, Xochistlahuaca, en la regi¨®n de la Costa Chica de Guerrero. Cada tarde el programa sonaba por los altavoces y las radios de su comunidad hasta que tres balazos en la cabeza silenciaron la voz de Marcela. Uno. Dos. Tres.
Era la ma?ana del s¨¢bado 3 de junio de 2017. Lo recuerda perfectamente porque era el d¨ªa de su cumplea?os n¨²mero 54. ¡°Mi familia hab¨ªa planeado hacerme un pozole para festejar cuando saliera de mi turno¡±, cuenta a EL PA?S. ¡°Felicit¨¦ a todas las personas que cumpl¨ªan a?os aquel d¨ªa y me puse las ma?anitas. Para m¨ª era un d¨ªa de fiesta¡±, recuerda. Abri¨® la puerta de la calle y dio dos pasos. En la banqueta, sentado, un sicario la estaba esperando. El hombre se levant¨® y se dirigi¨® hacia ella. ¡°Escuch¨¦ tronar los fierros, como estaba cortando cartucho, entonces lo volte¨¦ a ver y fue cuando vi que me estaba apuntando a la frente¡±. Aquellos segundos parecieron eternos. ¡°No entr¨¦ en p¨¢nico, lo ¨²nico que se me vino en ese momento fue decirle a Dios: padre, me est¨¢n matando. Ay¨²dame¡±. Despu¨¦s de aquel ataque, la periodista nunca regres¨® a su localidad. Ahora vive desplazada lejos de Guerrero y forma parte del mecanismo para periodistas y defensores de derechos humanos.
¡°Vi que de la pistola sali¨® una lumbre y gir¨® el rev¨®lver¡±. Marcela levant¨® las manos y se protegi¨® la cara. La bala le atraves¨® la mu?eca. El segundo tiro fue peor. Le destruy¨® la mand¨ªbula del lado izquierdo y le dej¨® paralizada la mitad del rostro. En su cara todav¨ªa persisten algunas de las secuelas. El tercer disparo lo recibi¨® en la sien derecha. ¡°Dice un taxista que mi asesino me abraz¨®, me arrastr¨® a la banqueta y ah¨ª me dio el tiro de gracia¡±. Lo cuenta serena, no le tiembla la voz. Clava sus dos ojos oscuros y relata los hechos uno por uno. Se nota que es una buena comunicadora. ¡°La importancia est¨¢ en los detalles¡±, asegura. Estuvo a punto de morir, pero sobrevivi¨®. Seis operaciones despu¨¦s y tras muchos esfuerzos, logr¨® recuperar el habla. Si hay una palabra que la defina, es luchadora.
Marcela relata la larga lista de violencias que ha vivido en su vida desde que era peque?a. Como millones de mujeres en el mundo, vivi¨® la doble discriminaci¨®n por ser mujer e ind¨ªgena. Lleva el cabello recogido alrededor de la cabeza, viste el huipil tradicional de las mujeres ?om¡¯ daa y por debajo, se asoma una enagua de un color azul intenso. ¡°Recuerdo que un d¨ªa en la radio me prohibieron llevar mi huipil¡±, dice en un momento de la conversaci¨®n. Su vida ha sido una pelea constante por defender su libertad y sus derechos. A los nueve a?os huy¨® de su casa para evitar que la casaran con un hombre mayor. ¡°Me rebel¨¦ en contra de las normas de mi casa, en contra de las normas de mi familia, porque ya se me estaban apartando para casarme¡±, explica. Tambi¨¦n vivi¨® la violencia del Estado. ¡°Llegaban los de Salud y la vacunaci¨®n contra el paludismo a fumigar nuestras chozas y yo ve¨ªa c¨®mo manoseaban y violaban a las mujeres; llegaban los del Ej¨¦rcito y nos mataban una res o un chivo y tambi¨¦n nos manoseaban y nos violaban¡±, denuncia. Abuso tras abuso, Marcela fue aprendiendo la importancia de no dejarse amedrentar. Encontr¨® en la comunicaci¨®n el camino para ayudar a su pueblo y entr¨® a trabajar a un radiodifusora de Oaxaca. ¡°Desde entonces a m¨ª me naci¨® esa idea de ser la voz de mi raza. Sent¨ªa tanta impotencia de que nos trataran as¨ª que quer¨ªa encararlos¡±, dice. ¡°Encontr¨¦ en el periodismo la forma de ayudar a mi raza: hablando de derechos humanos, de ecolog¨ªa, de violencia contra las mujeres, de derechos de los ni?os. Mi raza tambi¨¦n tiene derecho a informarse¡±, asegura.
Lejos de dejar atr¨¢s aquella larga lista de abusos, en 1998 la Fiscal¨ªa de Oaxaca detuvo a Marcela y a su hijo de 16 a?os, y los acus¨® de haber organizado un asalto en una carretera y de homicidio calificado. Un juez la conden¨® sin pruebas a 80 a?os de c¨¢rcel y tuvo que vivir tras las rejas ¡°durante tres a?os y cinco d¨ªas¡±, dice, hasta que pudo demostrar que el d¨ªa en que sucedieron los hechos, ella estaba a cientos de kil¨®metros del lugar. El Tribunal Superior de Oaxaca la absolvi¨® sin cargos. ¡°Las autoridades que procuran la justicia son expertos en fabricar delitos, pero para investigar a los funcionarios p¨²blicos y a los poderosos, se hacen los sordos, los ciegos y los mudos¡±, dice la periodista.
Despu¨¦s de cinco a?os peleando para que su caso se haga justicia, Marcela denuncia que la Fiscal¨ªa Especial para la Atenci¨®n de Delitos cometidos contra la Libertad de Expresi¨®n (FEADLE) ha dado carpetazo a su caso porque los autores materiales del ataque est¨¢n en prisi¨®n. En total fueron dos sicarios los que la esperaban afuera de la radio para matarla. ¡°Aunque sentenciaron a mis autores materiales, ellos no son los m¨¢s importantes¡±, afirma. ¡°Falta detener a la persona que les pag¨® 50.000 pesos (3.000 d¨®lares) para asesinarme, la actual presidenta municipal de Xochistlahuaca, la priista Aceadeth Rocha Ram¨ªrez¡±, se?ala con la voz firme.
De Jes¨²s cuenta que el ataque tiene que ver con diferencias pol¨ªticas por cuestiones municipales, por denunciar malos manejos en el Ayuntamiento y por se?alar el abandono de la poblaci¨®n ind¨ªgena del municipio. El 95% de las personas que viven en Xochistlahuaca. Al racismo y al machismo, se suman la violencia pol¨ªtica de g¨¦nero y la violencia por ejercer el periodismo, una profesi¨®n duramente castigada en todo el pa¨ªs, y que cerr¨® 2022 como el a?o m¨¢s violento contra los comunicadores. ¡°Tengo colegas all¨¢ que no tocan temas de inter¨¦s social por miedo. A m¨ª me han amenazado las autoridades con que me van a encarcelar si sigo tocando temas de derechos humanos¡±, explica.
Ahora, camino de cumplir los 60 a?os y recuper¨¢ndose a¨²n de las secuelas del atentado, Marcela reclama poder volver a su municipio y seguir haciendo lo que m¨¢s le gusta: trabajar en Radio Guerrero Ometepec. Estar viva lejos de su comunidad y su familia la ha sumido en una profunda tristeza. Echa de menos a sus seis hijos y a sus 10 nietos. Con la ¨²nica compa?¨ªa de su perra Cats¨¦, que en ?omn¡¯ daa significa ¡°mariposa¡±, y algunas macetas donde cultiva chiles y jitomates, los d¨ªas pasan muy lentos para esta mujer que espera una justicia que no llega.
Este diario contact¨® a la gerente de Radio Ometepec, que guard¨® silencio al respecto del caso de la comunicadora ind¨ªgena. ¡°Le exijo al Estado y a la gobernadora Evelyn Salgado que cumpla con lo que le toca, que se investigue mi caso a fondo, porque yo tengo que cumplir con el compromiso de hacerle realidad a mi raza su derecho a estar informada¡±, insiste. La gobernadora cuando lleg¨® al poder hace dos a?os se comprometi¨® a que Guerrero se convertir¨ªa en ¡°un santuario para las mujeres donde estar protegidas¡±. Marcela de Jes¨²s sigue esperando que cumpla esa promesa. ¡°Tengo la energ¨ªa, tengo la voz y quiero seguir ejerciendo: soy activista, soy feminista, soy defensora de derechos humanos y soy periodista¡±.
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