Si Madonna y Frida se hubieran conocido
Cabe imaginar a las dos artistas compartiendo la ropa y los adornos entre risas y tequila en el refugio de una casa de cualquier color
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Si Madonna y Frida se hubieran conocido en un tiempo y espacio comunes habr¨ªan sido cuates. Por qu¨¦ no. Ambas son creativas en el sentido m¨¢s art¨ªstico de la palabra. Cabe imaginarlas compartiendo la ropa y los adornos entre risas y tequila en el refugio de una casa de cualquier color. Cae un chaparr¨®n mexicano...
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Si Madonna y Frida se hubieran conocido en un tiempo y espacio comunes habr¨ªan sido cuates. Por qu¨¦ no. Ambas son creativas en el sentido m¨¢s art¨ªstico de la palabra. Cabe imaginarlas compartiendo la ropa y los adornos entre risas y tequila en el refugio de una casa de cualquier color. Cae un chaparr¨®n mexicano por los ventanales y se r¨ªen mucho. Se pintan los labios. Y vuelven a re¨ªrse entre provocaciones al mundo de ah¨ª afuera. Gestos descarados contra la Iglesia y los biempensantes, reflexiones espirituales. Otro trago de tequila, hasta que se caigan las flores del pelo.
O quiz¨¢ no. Habr¨¢ quien sepa de ellas y sostenga que son dos personalidades completamente opuestas, lo que tampoco ser¨ªa obst¨¢culo para una amistad intensa, una m¨¢s danzante, la otra m¨¢s inm¨®vil. Una de mezcal, otra de tequila, o abstemias. Y qu¨¦ m¨¢s da. Madonna lleg¨® a M¨¦xico y se fotografi¨® con los vestidos de Frida, sus abalorios, se toc¨® con un sombrero y se envolvi¨® en el rebozo. ?Y qu¨¦ hizo? Pues lo que hace todo el mundo, unas fotos y a las redes sociales.
En tiempos de Frida nadie se habr¨ªa enterado de aquella tarde de jubilosa amistad. Como nadie se entera hoy en d¨ªa si un artista, pol¨ªtico, noble, periodista o premio nobel visita el Louvre cuando se apagan las luces para los dem¨¢s mortales y acaricia las estatuas por un momento, se fotograf¨ªa con el cuadro que no admite flashes o se queda a dormir al lado de la Gioconda. ?Privilegio? Seguramente. Los privilegios existen, tampoco es para llevarse las manos a la cabeza, pero no son esos los peores. Privilegio es algo que la mayor¨ªa no puede disfrutar, pero eso no tiene por qu¨¦ ser un espantoso reloj de oro y diamantes. Sin que inspiren compasi¨®n alguna, es constatable que tampoco los reyes pueden hacer lo que se les ponga en la punta de la corona, a dios gracias. Pero un mundo de masas no admite que todos nosotros vayamos toqueteando las Meninas de Vel¨¢zquez, ni que nos calcemos los zapatos de Mar¨ªa Antonieta, si es que quedan, o que nos acostemos en la cama de Carlota. Despu¨¦s de todo, qu¨¦ necesidad hay. Mejor un buen vino con jam¨®n.
En tiempos de Madonna, las redes sociales no solo permiten que nos enteremos de lo que ocurre, una ventaja para quienes quieran alabar o criticar, tambi¨¦n sirven para promocionar la cultura, las artes, la literatura o a un pa¨ªs en su conjunto. Y eso es lo que ha hecho la cantante, publicitar, si acaso hiciera falta, la figura de la gran pintora y con ella a M¨¦xico entero. No ha roto nada, que se sepa. Quien tenga en su casa el ajuar de la abuela, aquellas s¨¢banas blancas primorosamente bordadas, los camisones con puntillas, las toallas rematadas a ganchillo, m¨¢s vale que las oree de vez en cuando si no quiere encontrarse un d¨ªa con el v¨®mito de las polillas que se han dado un atrac¨®n de historia. No todo es lo mismo: una cosa es el Penacho de Moctezuma, cuyas plumas pueden hacerse viento si alguien lo saca de su c¨¢mara mortuoria en Austria, y otra bien distinta vestir unos huipiles de antes de ayer, los de la abuela, vaya. No pasa nada, Madonna, de verdad que no.
Acusar a la cantante casi de profanar la sagrada cultura mexicana, de vilipendiar el patrimonio conservado a buen resguardo es un pel¨ªn exagerado. Tampoco hay que confundir cuando alguien se lucra con la inspiraci¨®n y la sabidur¨ªa de los artesanos o de los artistas, aunque habr¨ªa mucho debate en esto (tambi¨¦n en la distinci¨®n entre esas dos palabras), con la demostraci¨®n de amor por una cultura, la mexicana en este caso, que la artista estadounidense ha mostrado abiertamente. ?O acaso quien no haya nacido entre el r¨ªo Bravo y el Grijalva no puede salir a un escenario luciendo un huipil? ?No puede un restaurante servir mole si el propietario no es descendiente del tlatoani? Afortunadamente, muchos de los comentarios que han suscitado las fotos de la reina del pop han sido amables, calurosos y considerados. Desfanatizados, pues. Ese es el M¨¦xico que recibe en su casa y en su mesa, el mejor hu¨¦sped del mundo, del que nunca faltan ejemplos a lo largo de los siglos. El que siempre ha abierto sus puertas sin preguntar santo y se?a. Bendito sea.
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