Un pasaporte perdido y el secuestro de la realidad en M¨¦xico
Cada vez m¨¢s lejos de la realidad, los pol¨ªticos, empresarios, militares y jueces creen haber enterrado las problem¨¢ticas, sin darse cuenta de que estas siguen y seguir¨¢n ah¨ª
Para conseguir la reposici¨®n de un documento oficial, resulta obligatorio levantar un acta ante la autoridad.
Me sucedi¨® hace poco con mi pasaporte: lo perd¨ª y me vi obligado a presentarme ante el Ministerio P¨²blico 22, que se encuentran en la calle Zompantitla, en la colonia Romero de Terreros.
Cuando me recibi¨® el bur¨®crata de turno, ante quien expliqu¨¦ lo mejor que pude el motivo de mi presencia en su oficina, me entreg¨® un formato y me pidi¨® que anotara lo sucedido. ¡°Mi pasaporte se perdi¨®¡±, escrib¨ª con letra clara. El bur¨®crata, sin embargo, me pidi¨® que fuera elocuente.
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Para conseguir la reposici¨®n de un documento oficial, resulta obligatorio levantar un acta ante la autoridad.
Me sucedi¨® hace poco con mi pasaporte: lo perd¨ª y me vi obligado a presentarme ante el Ministerio P¨²blico 22, que se encuentran en la calle Zompantitla, en la colonia Romero de Terreros.
Cuando me recibi¨® el bur¨®crata de turno, ante quien expliqu¨¦ lo mejor que pude el motivo de mi presencia en su oficina, me entreg¨® un formato y me pidi¨® que anotara lo sucedido. ¡°Mi pasaporte se perdi¨®¡±, escrib¨ª con letra clara. El bur¨®crata, sin embargo, me pidi¨® que fuera elocuente.
Entonces me entreg¨® otro formato, en el que anot¨¦ las cosas tal y como hab¨ªan sucedido: ¡°el pasado 12 de enero, al abrir el caj¨®n de mi escritorio, en el que guardo mi pasaporte y dem¨¢s documentos personales, descubr¨ª que aquel peque?o objeto verde no estaba ah¨ª¡±. Para mi sorpresa, tras leer esta segunda explicaci¨®n, el bur¨®crata se me qued¨® mirando fijamente, molesto.
¡°Seg¨²n lo que ha escrito aqu¨ª, no puedo dar fe de que su pasaporte se extraviara, pues se entiende que ha sido robado, ?o no? Mire, si su pasaporte estaba en su caj¨®n y luego ya no estaba ah¨ª, alguien debi¨® sustraerlo. Y si pas¨® eso, el tr¨¢mite que debe hacer es diferente¡±, asever¨® levant¨¢ndose de su silla, se?alando otros escritorios e indic¨¢ndome con qui¨¦n deb¨ªa ir para conseguir el documento que se me demandaba presentar para iniciar el tr¨¢mite de reposici¨®n de pasaporte.
No cuento esto para hablar de aquel bur¨®crata ni de mi pasaporte extraviado, sino porque me parece que en la situaci¨®n que acabo de referir, una situaci¨®n a todas luces absurda, una situaci¨®n que complejiza sin necesidad lo que deber¨ªa ser esencialmente sencillo, se puede ver el mecanismo ¡ªen su dimensi¨®n b¨¢sica¡ª que rige la maquinaria que nos gobierna, un mecanismo que anula toda posibilidad de claridad en aras del enrarecimiento, es decir, del barroquismo que envuelve, camufla y distorsiona lo que es, en nombre de un as¨ª ha de ser insulso pero absoluto.
Vivimos en un pa¨ªs en donde la realidad, desde su dimensi¨®n primaria, la cotidianidad, hasta sus manifestaciones may¨²sculas, que no son sino las consecuencias de nuestra vida en comunidad, ha sido secuestrada por todas las formas imaginables del simulacro, de la representaci¨®n, de la ficci¨®n: capas y m¨¢s capas que buscan esconder, alejar, desterrar a los dominios del olvido lo que realmente sucede, en nombre de lo que el sistema cree necesario que suceda, en nombre de lo que el sistema, pues, cree necesario que creamos los mexicanos: donde dice pasaporte, podr¨ªa decir estudiante desaparecido, igual que podr¨ªa decir periodista asesinado o ambientalista amenazado.
¡ªEntre las razones que el Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes expuso sobre las dificultades que enfrentaron en su af¨¢n de esclarecer lo sucedido la noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, cuando fueron retenidos, agredidos y desaparecidos 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa, se encontraba esta: adem¨¢s de representar la verdad hist¨®rica, las autoridades (como sigue haciendo la actual autoridad, con el fin de que nadie volte¨¦ a ver al ej¨¦rcito) envolvieron los sucesos con la simulaci¨®n del as¨ª ha de ser, al tiempo que multiplicaban las capas que deb¨ªan esconder, alejar y desterrar lo acontecido¡ª.
El resultado de esta situaci¨®n, una situaci¨®n que nos condena a buscar siempre la siguiente ventanilla, a¨²n a pesar de que cre¨ªamos tener claro cu¨¢l era la que necesit¨¢bamos, adem¨¢s de indignaci¨®n, frustraci¨®n y desesperanza (siempre habr¨¢ un nuevo formato que entregar para no tener que aceptar como reales los males que aquejan al pa¨ªs), genera en muchos de nosotros, como no podr¨ªa ser de otra manera, la certeza de vivir al interior de una representaci¨®n, una obra m¨¢s all¨¢ de la cual, tras los bastidores, los muros e incluso la calle, se hallar¨ªa la realidad, secuestrada.
Los actores, iluminadores, tramoyistas y dem¨¢s miembros de la compa?¨ªa a cargo de la obra, es decir, aquellos que dedican toda su energ¨ªa a envolver la realidad, alej¨¢ndose tanto de esta que no pueden sino acabar hablando en el vac¨ªo ¡ªqu¨¦ mayor vac¨ªo que la supuesta renta fraudulenta de una casa en Houston o la absurda consulta sobre la revocaci¨®n de un presidente que impulsa el propio presidente¡ª son, claro, los representantes de los factores reales de poder.
D¨¦jenme insistir en el asunto del vac¨ªo: de tanto esconder la realidad, de tanto multiplicar las ventanillas, los representantes de los factores reales de poder ¡ªentre quienes debemos contar tambi¨¦n a la mayor¨ªa de los medios de comunicaci¨®n, que en vez de ser cr¨ªticos con la simulaci¨®n son despachadores de sus ecos¡ª no hacen m¨¢s que pelear, sin darse cuenta, por la medalla del aut¨®mata.
Cada vez m¨¢s lejos de la realidad, cada vez m¨¢s felices y sonrientes con su propia obra, en la que aparentan jugar roles diferentes, los pol¨ªticos, empresarios, militares, jueces y dem¨¢s componentes del poder, creen haber enterrado las problem¨¢ticas, sin darse cuenta de que estas siguen y seguir¨¢n ah¨ª.
Sin darse cuenta, pues, de que los problemas esenciales ¡ªpobreza, desigualdad, impunidad, violencia, injusticia, criminalidad, discriminaci¨®n¡ª permanecen a¨²n a pesar de sus actos de prestidigitaci¨®n.
Sin darse cuenta, pues, de que, al final, todo acto de hipnotismo lleva impresa su propia fecha de caducidad.
Que su p¨²blico, que la gente, de pronto, puede hartarse de la obra y liberar la realidad.
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