Renovar el l¨¦xico de las luchas. Ayuujk
En el mar de aquello que llamamos discusi¨®n p¨²blica nacen categor¨ªas y conceptos que toman el cuerpo de una palabra o de una frase
En el mar de aquello que llamamos discusi¨®n p¨²blica nacen categor¨ªas y conceptos que toman el cuerpo de una palabra o de una frase: puede ser ¡°Heteropatriarcado¡± o puede ser ¡°Fue el Estado¡±. Muchas de estas frases o palabras surgen desde los movimientos sociales, desde la academia o desde los vaivenes discursivos de la pol¨ªtica, pero otras ten¨ªan una vida modesta dentro del l¨¦xico cotidiano aunque de pronto, en ciertos contextos, palabras como ¡°identidad¡± toman una relevancia inusitada, sobre todo cuando las personas...
En el mar de aquello que llamamos discusi¨®n p¨²blica nacen categor¨ªas y conceptos que toman el cuerpo de una palabra o de una frase: puede ser ¡°Heteropatriarcado¡± o puede ser ¡°Fue el Estado¡±. Muchas de estas frases o palabras surgen desde los movimientos sociales, desde la academia o desde los vaivenes discursivos de la pol¨ªtica, pero otras ten¨ªan una vida modesta dentro del l¨¦xico cotidiano aunque de pronto, en ciertos contextos, palabras como ¡°identidad¡± toman una relevancia inusitada, sobre todo cuando las personas se atrincheran en ella para justificar intereses violentos. Una frase como ¡°voto por voto, casilla por casilla¡± comunica mucho m¨¢s que la suma sem¨¢ntica de sus partes, nos habla de un contexto y de un momento concreto. Cada fen¨®meno pol¨ªtico, cada lucha, cada movimiento social crea una especie de ¡°sound track¡± verbal que le acompa?a y que sirve como ancla del discurso con el que se establece la comunicaci¨®n p¨²blica. Estas frases y palabras se pueden volver consignas, banderas, s¨ªmbolos de identificaci¨®n de un colectivo o, incluso, escudo y arma a la vez.
Con el paso del tiempo, cada una de estas palabras o frases se convierte tambi¨¦n en una especie de red de pesca arrojada al el mar de los discursos, esta red va atrapando m¨¢s palabras y una serie de suposiciones e inferencias, la red se va haciendo m¨¢s grande y la palabra va arrastrando con dificultad su pesada carga. En medio de una discusi¨®n intensa, pero respetuosa, mencion¨¦ la palabra ¡°heteropatriarcado¡± y en el rostro de mi interlocutora apareci¨® el hartazgo, ¡°si me dices esa palabra yo dejo de escuchar¡± me espet¨® muy seria. Al pronunciarla, hab¨ªa yo activado no solo esa palabra, sino toda la carga de suposiciones asociadas a ella, al escuchar esta palabra mi interlocutora no solo descodificaba el significado de ese elemento l¨¦xico en particular, sino que activaba inferencias sobre mi discurso y mi persona que le parec¨ªan ya predecibles. Si alguien dice p¨²blicamente ¡°Fue el Estado¡± probablemente quienes escuchan hagan inferencias sobre la persona que emite la frase, la etiqueten, crean adivinar las palabras e ideas asociadas en esa ya pesada red. Entonces la comunicaci¨®n se interrumpe, no quieren o¨ªrnos m¨¢s porque, desde sus prejuicios, creen poder anticiparlo todo.
Para combatir el poder inicial de una frase como ¡°Fue el Estado¡± se comienza por descalificar su alcance discursivo. Aunque de larga data, esta frase volvi¨® con fuerza durante las manifestaciones en protesta por la desaparici¨®n de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural de Ayotzinapa en el Estado de Guerrero, pronto, en columnas de opini¨®n y en diferentes medios de comunicaci¨®n se trat¨® de deslindar al Estado de su responsabilidad en la desaparici¨®n de estos j¨®venes. Para lograrlo, nos dijeron que est¨¢bamos confundidos, que Estado no es Gobierno, que el Estado somos todos y toda una serie de precisiones exhaustivas que en ese contexto funcionaban como un intento de dique para restar potencia a las protestas. Con el cambio de sexenio, decir ¡°Fue el Estado¡± es condenado tambi¨¦n por la propia izquierda oficialista, quien la emite corre el riesgo de dejar de ser escuchado.
Para restablecer la comunicaci¨®n con la interlocutora que amenazaba con dejar de conversar conmigo por utilizar la palabra ¡°heteropatriarcado¡± en una argumentaci¨®n, invent¨¦ nuevas met¨¢foras y nuevos modos de explicarme, de llamar de nuevo su atenci¨®n sobre la importancia de describir justo ese sistema, fue un trabajo creativo, pero cansado tambi¨¦n, un trabajo que me habr¨ªa ahorrado si recibiera la palabra que us¨¦ sin prejuicios. Creo que logr¨¦ llamar de nuevo su atenci¨®n sobre mi punto, pero, en el camino, me di cuenta de que adem¨¢s de la carga de las luchas contra los sistemas de opresi¨®n, los movimientos tenemos que luchar contra los prejuicios que se alzan contra nuestro mismo modo de comunicar nuestras luchas. Me di cuenta c¨®mo las palabras, tan innovadoras cuando nacen dentro de un movimiento, se van haciendo pesadas hasta un punto tal que, si las pronunciamos nos dejan de escuchar.
Podemos ver esta tarea de renovar constantemente el discurso como una carga o tambi¨¦n como una oportunidad creativa para ver el fen¨®meno por el que luchamos desde nuevos lentes y mantener as¨ª un canal de comunicaci¨®n abierto a pesar de que parezca que no hay voluntad del otro lado. Por contraste, hay que estar alertas a los prejuicios que activamos y que nos impiden continuar escuchando a alguien, puede ser su acento, pueden ser las palabras o las frases que usa, pero, contra todo, hagamos un esfuerzo por mantener la comunicaci¨®n. La disposici¨®n a la escucha, al debate y a la conversaci¨®n es justo ahora, ante tanta violencia, urgente, necesaria e inaplazable. Cortemos la red que hace pesadas las palabras, liber¨¦moslas de inferencia y de prejuicios, escuch¨¦monos de nuevo con o¨ªdos renovados.
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