¡®Yo vengo a ofrecer mi coraz¨®n¡¯, la ¨²ltima gran canci¨®n latinoamericana
Fito P¨¢ez ten¨ªa solo 22 a?os y un glorioso rel¨¢mpago de inspiraci¨®n cuando cre¨® una obra que contiene un mundo y una ¨¦poca
Fito P¨¢ez empez¨® a escribir Yo vengo a ofrecer mi coraz¨®n en la casona que compart¨ªa con Fabiana Cantilo en la esquina de Estomba y La Pampa en Buenos Aires, mientras probaba sintetizadores y una m¨¢quina de ritmos Borheim reci¨¦n llegados del extranjero.
La acab¨® en una casa frente el mar, luego de largas charlas sobre el pasado reciente, la dictadura, la Guerra de Malvinas. Seg¨²n recuerda su amiga Liliana Herrero, Fito se qued¨® sentado toda la noche en una misma silla, con las piernas enroscadas en su delgadez, casi sin moverse.
Al amanecer, ya ten¨ªa escrito ¡°unir¨¦ las pun...
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Fito P¨¢ez empez¨® a escribir Yo vengo a ofrecer mi coraz¨®n en la casona que compart¨ªa con Fabiana Cantilo en la esquina de Estomba y La Pampa en Buenos Aires, mientras probaba sintetizadores y una m¨¢quina de ritmos Borheim reci¨¦n llegados del extranjero.
La acab¨® en una casa frente el mar, luego de largas charlas sobre el pasado reciente, la dictadura, la Guerra de Malvinas. Seg¨²n recuerda su amiga Liliana Herrero, Fito se qued¨® sentado toda la noche en una misma silla, con las piernas enroscadas en su delgadez, casi sin moverse.
Al amanecer, ya ten¨ªa escrito ¡°unir¨¦ las puntas de un mismo lazo¡±, y todos los dem¨¢s versos. Ten¨ªa solo 22 a?os y un glorioso rel¨¢mpago de inspiraci¨®n para crear una obra trascendente.
A la canci¨®n le bastan tres minutos, treinta y dos segundos en el lado A de Giros, su segundo disco, para contener un mundo y una ¨¦poca: el de un muchacho virtuoso y arrollador en la Argentina de 1985, la de la primavera del regreso de la democracia.
All¨ª define su estilo de rock en espa?ol que abreva de Charly Garc¨ªa y de los Beatles, del folclore, del tango y de la m¨²sica de cantautor, en una mixtura sin complejos, abriendo un camino para las generaciones siguientes en toda Latinoam¨¦rica.
A los pocos meses de publicarse el ¨¢lbum, son¨® el tel¨¦fono en la casa del artista: ¡°?Usted es Fito P¨¢ez? Yo soy Mercedes Sosa, le pido permiso para grabar la canci¨®n¡±. A partir de entonces, como todo lo que tocaba y cantaba La Negra, cobr¨® otra dimensi¨®n, y a viajar por todo el mundo.
Ella simboliza lo mejor de la ¨¦poca, el regreso a una vida despu¨¦s de a?os de muertos, desaparecidos, represi¨®n y exilio. El mensaje de ofrecer el coraz¨®n, tan simple y poderoso en la voz de Mercedes Sosa, se vuelve incombustible, en un himno eterno.
En Cuba la cantan Pablo Milan¨¦s, Omara Portuondo; en M¨¦xico, Tania Libertad, Eugenia Le¨®n, Lila Downs; en Espa?a, Ana Bel¨¦n, Buika, Sole Gim¨¦nez; en Per¨² Susana Baca; en Brasil, Milton Nascimento y Gilberto Gil; en Francia, Francis Cabrel. Y muchos otros la cantan en italiano, en griego, en hebreo. Hay versiones en ritmo de folclore, de salsa, de cumbia, de tango. A veces se la canta como una canci¨®n de amor, pero casi siempre como una bandera para mejorar el mundo.
Hija pol¨ªtica, social y humanista de una parte del folclore argentino, de Mercedes Sosa y de Violeta Parra, de la fuerza de los versos de Bob Dylan y de Joan Manuel Serrat, de la vieja ilusi¨®n cubana, de la rebeld¨ªa del rock, esta obra de Fito P¨¢ez, la ¨²ltima gran canci¨®n latinoamericana, marca un fin de ¨¦poca, y parad¨®jicamente sigue vigente, contra la desesperanza y el miedo.
M¨¢s de tres d¨¦cadas despu¨¦s, cuando todas las canciones-himnos de esos a?os empezaban a bajar el volumen, a callar, o a desafinar, Yo vengo a ofrecer mi coraz¨®n no dejaba de sonar. Y a¨²n se la canta.
En la recuperaci¨®n de la democracia argentina se cantaba entre la celebraci¨®n y el pedido de justicia, aunque tambi¨¦n en una famosa telenovela.
En Chile, reson¨® un d¨ªa en una sala de la Corte Suprema, cuando en un juicio a unos esbirros de Pinochet condenados por los asesinatos de activistas de derechos humanos, el abogado representante de las v¨ªctimas, Luciano Fouillioux, recit¨® algunas estrofas como parte de su alegato.
O en Colombia, en el Proceso de paz, cuando se cantaba en las marchas estremecidos por lo de ¡°tanta sangre que se llev¨® el r¨ªo¡±, con esa imagen que no era met¨¢fora, porque los cad¨¢veres a¨²n bajaban por el Ca?¨®n Del R¨ªo Claro.
Y en Nicaragua en las manifestaciones contra el Gobierno. Y en M¨¦xico, donde la cantan hasta los mariachis si se la pides en la Plaza Garibaldi, pero a¨²n m¨¢s cruda por las calles de Ayotzinapa o donde se marche por los 43 estudiantes desaparecidos.
En esos momentos, acaso no todos saben de qui¨¦n es la canci¨®n o qui¨¦n es Fito P¨¢ez. La cantan porque dice las cosas que debe decir un himno cuando se grita con bondad y esperanza. A Fito le encanta eso: me gusta esa canci¨®n porque parece de otro, ha dicho.
Y ahora, en el 2020 de la pandemia, como puede verse en las redes sociales y en YouTube, m¨²sicos de muchos pa¨ªses se juntan por Zoom para cantarla juntos, porque mientras haya miedo, esta canci¨®n da refugio. O tal como la define Joan Manuel Serrat, quien la cant¨® hace algunos a?os con Fito P¨¢ez en un escenario porte?o: ¡°Yo vengo a ofrecer mi coraz¨®n forma parte de la banda sonora de un tiempo de ilusi¨®n y esperanza, de recuperaci¨®n de sue?os y libertades¡±. Es que, en definitiva, ?qui¨¦n dijo que todo est¨¢ perdido?
Gast¨®n Garc¨ªa Marinozzi es escritor y periodista. Autor de Viaje al fin de la memoria (Tusquets) y El libro de las mentiras (Alfaguara).