Guaid¨® y la corrupci¨®n
Hoy muchos venezolanos mueven la cabeza al advertir que luego de a?o y medio la coalici¨®n de Guaid¨® solo ha demostrado que un Gobierno en el exilio es financieramente viable
Un art¨ªculo de Mois¨¦s Na¨ªm y Francisco Toro, publicado en febrero pasado por la revista Foreign Affairs y reproducido por otros medios globales, caus¨® indignaci¨®n entre lectores venezolanos opositores de Nicol¨¢s Maduro. El rechazo se expres¨® amplia y airadamente en las redes sociales.
La afirmaci¨®n principal de esa pieza de an¨¢lisis es que los problemas de Venezuela no derivan todos de la naturaleza sedicentemente ¡°socialista¡± del r¨¦gimen sino de algo m¨¢s insidioso, generalizado, sist¨¦mico: la corrupci¨®n. Comparto por completo esa visi¨®n.
La corrupci¨®n, problema secular la...
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Un art¨ªculo de Mois¨¦s Na¨ªm y Francisco Toro, publicado en febrero pasado por la revista Foreign Affairs y reproducido por otros medios globales, caus¨® indignaci¨®n entre lectores venezolanos opositores de Nicol¨¢s Maduro. El rechazo se expres¨® amplia y airadamente en las redes sociales.
La afirmaci¨®n principal de esa pieza de an¨¢lisis es que los problemas de Venezuela no derivan todos de la naturaleza sedicentemente ¡°socialista¡± del r¨¦gimen sino de algo m¨¢s insidioso, generalizado, sist¨¦mico: la corrupci¨®n. Comparto por completo esa visi¨®n.
La corrupci¨®n, problema secular latinoamericano, alcanz¨® en Venezuela niveles acordes con el monto descomunal de los ingresos petroleros del pa¨ªs durante el boom de precios m¨¢s prolongado que registre la historia de la civilizaci¨®n petrolera mundial.
Los expertos afirman que un petroestado es un organismo propenso a crear incentivos y oportunidades para la corrupci¨®n, muy especialmente durante los booms de precios.
Con todo, en el caso venezolano, los accidentes del prolongado ¡°experimento bolivariano¡± ¨Clos altos precios del crudo durante m¨¢s de una d¨¦cada, el control de divisas, el frenes¨ª expropiatorio, la cubanizaci¨®n de todos los ¨®rdenes de la vida? condujeron no solo a la corrupci¨®n de tipo ordinario del alto funcionariado, en su mayor¨ªa militares de rango medio, sino tambi¨¦n a que los designios y usos del crimen organizado¡ªhablo del delito financiero de alto vuelo¡ª terminasen colonizando todas las instancias del Estado, notoriamente la hoy desguazada petrolera estatal¡ y la oposici¨®n pol¨ªtica.
Que este proceso de descomposici¨®n de los cuadros opositores se haya cumplido en Venezuela al tiempo que se desplegaba una atroz persecuci¨®n contra los partidos democr¨¢ticos es un fen¨®meno ya suficientemente descrito por muy probos periodistas de investigaci¨®n.
Sus efectos delet¨¦reos en la moral de una oposici¨®n tenazmente err¨¢tica hallan ejemplo en la obscena pugna por la titularidad de los enormes activos petroqu¨ªmicos que posee la naci¨®n en ultramar y en la opacidad con que el Gobierno interino de Guaid¨® ha dispuesto de los dineros de la agencia estadounidense Usaid. Todo ello es, desde luego, subproducto de la sumisi¨®n a los volubles designios del halconato de Trump encarnado en Elliott Abrams.
La corrupci¨®n masiva de cuadros partidistas de oposici¨®n ha hecho posible las truculentas deserciones de parlamentarios que desde comienzos de a?o nos deparan el espect¨¢culo de una Asamblea Legislativa con dos directivas. El obsecuente Tribunal Supremo de Nicol¨¢s Maduro, haciendo la parte que le corresponde en el anunciado fraude electoral de diciembre, ha intervenido manu militari varios importantes partidos opositores nombrando autoridades peleles y secuestrando sus s¨ªmbolos.
Aunque los biempensantes explican estas maniobras por la fals¨ªa desvergonzada de individualidades que se han prestado a ellas y vaticinan para los traidores derrotas sin cuento, lo cierto es que tales cambiazos tienen la aprobaci¨®n de numerosos cuadros medios ¨C el proverbial rank and file¡ªde los partidos intervenidos.
Justifican estos las arbitrariedades del Gobierno que supuestamente adversan como medidas al cabo necesarias para la renovaci¨®n de dirigencias mineralizadas durante d¨¦cadas por el socarr¨®n continuismo de sus dirigentes hist¨®ricos. Nos llevar¨ªa demasiado lejos enjuiciar el sistema de partidos que nos leg¨® la Venezuela prechavista, pero el episodio habla mucho de las debilidades de nuestras formaciones opositoras.
A sabiendas de ello, y actuando desde el lado de la oferta, Maduro ha hecho a?adir 170 curules parlamentarias a las vacantes que se disputar¨¢n en las fraudulentas parlamentarias de diciembre.
Todo lo dicho, y mucho m¨¢s que aqu¨ª no cabe, ha hecho crecer en Venezuela un generalizado y vergonzante sentimiento moral cuyo tono mayor es la aquiescencia ante la dictadura, la letalidad de sus pr¨¢cticas tir¨¢nicas y la corrupci¨®n pol¨ªtica a que ella da origen.
Esa aquiescencia explica no solo la jocunda promiscuidad que reina entre boliburgueses fugitivos y opositores de posibles, desterrados todos, por ejemplo, en una ciudad como Madrid. Tambi¨¦n anima la desenvoltura con que un activista del PSUV (Partido Socialista Unido de Venezuela) sustrae, para revenderla en tres d¨®lares, una de las dos latas de at¨²n botul¨ªnico que traen las ¡°cajas Saab¡± de alimentos subsidiados por la revoluci¨®n.
Hoy muchos venezolanos mueven la cabeza al advertir, desconsolados, que luego de a?o y medio la coalici¨®n Guaid¨® solo ha demostrado que un Gobierno en el exilio es financieramente viable. Ello asegurar¨ªa, vista la resiliencia de Maduro y sus aliados, la prolongaci¨®n indefinida del actual estado de cosas.
?Puede sorprender que haya prosperado entre mis compatriotas la noci¨®n de que el vaiv¨¦n entre el llamado a la gran insurrecci¨®n civil de final de los tiempos y la invitaci¨®n a ser realistas y participar en elecciones aunque sean fraudulentas es el modus vivendi a que nos condenan la bellaquer¨ªa madurista y la arrogante incompetencia opositora? Abundan reportajes sobre la manera en que, cotidianamente, los venezolanos se han ido adaptando a esta tenebrosa idea.
Desde luego, me gustar¨ªa ver elecciones libres con Nicol¨¢s Maduro, Diosdado Cabello y todos sus generales clept¨®cratas, sus esbirros y sus barraganas tras las rejas, pero no s¨¦ ? ?lo sabr¨¢ alguien?? como llegar all¨ª ni cu¨¢l ser¨¢ el desenlace de esta tragedia a fuego lento que, desde 1999, ya nos va costando los mismos 300 mil muertos que cost¨® a Colombia su conflicto armado.
Pero si es cierto que la pandemia, el hambre y la bancarrota final del petroestado han parado todos los relojes y suspendido todas las convenciones, va entonces siendo hora de suspender tambi¨¦n la carta blanca que los venezolanos dieron, en 2019, a Juan Guaid¨®, sus harvardianas eminencias y sus inexistentes generales constitucionalistas del 30 de abril de 2019.