Chile: un golpe, dos plesbicitos
El reciente refer¨¦ndum que decide cambiar la Constituci¨®n denota una voluntad de transformar un modelo de sociedad no solo porque no nos gusta, sino porque no funciona
Imponer a todo un pueblo un modelo de sociedad extremo requiere de la fuerza incontrarrestable que solo una dictadura puede otorgar. Por otra parte, para que las propuestas extremas parezcan c¨¢ndidas, se necesita un entorno que contextualice esas exageraciones, que en otro momento podr¨ªan parecer cuasi delirantes, entronc¨¢ndolas en la historia misma de la humanidad.
En el Chile de los a?os setenta coinciden tres componentes: propuesta ideol¨®gica, dictadura militar y contexto mundial. Un grupo de profesores de una universidad chilena trae al pa¨ªs un ideario que cobraba sentido dentro de ...
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Imponer a todo un pueblo un modelo de sociedad extremo requiere de la fuerza incontrarrestable que solo una dictadura puede otorgar. Por otra parte, para que las propuestas extremas parezcan c¨¢ndidas, se necesita un entorno que contextualice esas exageraciones, que en otro momento podr¨ªan parecer cuasi delirantes, entronc¨¢ndolas en la historia misma de la humanidad.
En el Chile de los a?os setenta coinciden tres componentes: propuesta ideol¨®gica, dictadura militar y contexto mundial. Un grupo de profesores de una universidad chilena trae al pa¨ªs un ideario que cobraba sentido dentro de lo que se vislumbraba como un nuevo orden mundial. En una notable relativizaci¨®n de roles, los profesores dan ¨®rdenes a los generales que acababan de dar un golpe de Estado y estos las cumplen. Curiosamente, este caso de inusual supremac¨ªa de la pluma sobre la espada ha recibido poca atenci¨®n en la propia academia. Una preclara excepci¨®n la constituye el libro de Juan Gabriel Vald¨¦s, ¡°Los economistas de Pinochet: La Escuela de Chicago en Chile¡±, publicado por el Fondo de Cultura Econ¨®mica, en Santiago este a?o.
Para que a partir de unas pocas supuestas verdades se deduzca todo un sistema de preceptos que dise?en y estructuren una sociedad entera, se requiere un grupos de ide¨®logos convencidos y excluyentes. Los axiomas pueden ser absurdamente simples, como la primac¨ªa de lo individual sobre lo colectivo, o la mayor eficacia econ¨®mica de lo privado respecto de lo p¨²blico. Para validar estos principios orientadores se puede invocar, idealmente declar¨¢ndolo en una Constituci¨®n, que ellos son inherentes a la naturaleza humana.
Tanto mejor si, para presentar como consustancial a la vida conceptos como que el motor del progreso es la competencia en el mercado, se intenta abducir a un hombre bueno e inteligente, como lo fue Darwin. Estos ide¨®logos esencialistas aspiraban a conseguir cambios profundos en la psicolog¨ªa de las personas, que el ego¨ªsmo pasase a ser una virtud o que el lucro se transformase en un inobjetable fin en s¨ª mismo.
Valga este preludio para hablar del reciente plebiscito del 25 de octubre. A diferencia de aquel otro de 1988, este no preguntaba acerca de si deb¨ªa continuar gobernando el principal responsable del golpe de Estado que instaur¨® este nuevo modelo de sociedad. M¨¢s bien, preguntaba si se quer¨ªa seguir viviendo bajo la Constituci¨®n que cristalizaba ese modelo.
Sin duda, la decisi¨®n en 1988 respecto a Pinochet fue muy importante para la vida del pa¨ªs. Sin embargo, parecer¨ªa que no fue el punto final de una etapa de nuestra historia, sino m¨¢s bien un punto de inflexi¨®n dentro de ella. El proceso de salida de una dictadura no ha de tener un final n¨ªtido. Como en una cocina tras una fritanga, debido al curso temporal de la difusi¨®n de los odor¨ªferos y recambio de aire, resulta arbitrario se?alar un l¨ªmite preciso donde el olor se normaliza. Peor a¨²n, siempre quedar¨¢ algo adherido a las paredes.
Si tras el golpe de Estado se produjo esa complementariedad entre economistas y militares, cuando el plebiscito de 1988 restablece la pol¨ªtica formal, aparece una nueva complementariedad, esta vez entre los protagonistas de la pol¨ªtica y los del ¨¢mbito econ¨®mico. En este contexto se van dejando de lado las nostalgias por el Chile que alguna vez conocimos, y se acepta que al mundo hab¨ªan llegado nuevas verdades para largas estad¨ªas.
Una insuperable ilustraci¨®n de esta atm¨®sfera post dictadura es la expansi¨®n de la matr¨ªcula universitaria basada en una permisividad extrema para instalar nuevas universidades privadas. Este fen¨®meno, vivido en toda Am¨¦rica Latina, lo que m¨¢s bien instal¨® fue una ampliaci¨®n del concepto de universidad. Si las universidades tradicionales, p¨²blicas y privadas, se defin¨ªan como un ambiente de preservaci¨®n, transmisi¨®n y g¨¦nesis del conocimiento, estas otras se centraban en la entrega de t¨ªtulos. El Estado instal¨® una gran plataforma crediticia para que los estudiantes pudieran endeudarse y atender estas nuevas universidades. Hace veinte a?os la matr¨ªcula en las universidades p¨²blicas superaba tanto a la de las privadas tradicionales como a la de las privadas nuevas. Desde entonces la de las privadas nuevas se quintuplic¨®. Una transnacional de la Educaci¨®n Superior por s¨ª sola super¨® la matr¨ªcula total de las universidades p¨²blicas.
La institucionalidad pol¨ªtica pudo jactarse de la gran ampliaci¨®n de la cobertura, satisfacci¨®n compartida por las empresas detr¨¢s de los nuevos proyectos educacionales. Pero pronto comenzar¨ªan las protestas de j¨®venes a quienes se hab¨ªa inducido a endeudarse para asistir a universidades que, seg¨²n el dato testimonial de postulaci¨®n en el sistema ¨²nico de admisi¨®n, y con el perd¨®n de Friedman, no eran las que hab¨ªan elegido, y acerca de las cuales nadie se hab¨ªa realmente preocupado de publicar sus estad¨ªsticas de titulaci¨®n o empleabilidad. As¨ª, la pol¨ªtica pudo lucir un aumento de cobertura sin precedentes, el negocio pudo beneficiarse por la facilidad de cr¨¦dito estudiantil y, en este despampanante mercado reci¨¦n descubierto, nadie quiso pensar en proteger al consumidor.
El segundo Gobierno de Michelle Bachelet propuso instaurar educaci¨®n gratuita en las universidades p¨²blicas y privadas tradicionales, para las familias de ingreso inferior al percentil 60. El caso fue impugnado ante al Tribunal Constitucional quien decidi¨® que ¡°resulta inconstitucional que a los estudiantes vulnerables se les imponga para el goce de la Gratuidad, condiciones ajenas a su situaci¨®n personal o acad¨¦mica, como es el hecho de encontrarse matriculados en determinadas universidades¡±.
Hoy d¨ªa, en el proyecto de presupuesto para 2021 en Educaci¨®n Superior, desagradeciendo el desempe?o ejemplar de las universidades tradicionales en la pandemia de la covid-19, se propone transferir una enorme cantidad de recursos desde los fondos basales de las universidades p¨²blicas y privadas tradicionales a las privadas nuevas las que, amparadas por el dictamen reci¨¦n mencionado y motivadas por la crisis econ¨®mica, han decidido ingresar a la hasta ayer denostada pol¨ªtica de gratuidad. La actual Constituci¨®n recuerda la escena del mat¨®n en el patio del liceo que le toma la mano a un compa?ero m¨¢s peque?o y lo obliga a abofetearse su propio rostro con su propia mano, al tiempo que le dice ¡°No te pegues¡ ?para qu¨¦ te pegas?¡±
El reciente plebiscito que decide cambiar la Constituci¨®n denota una voluntad de transformar este modelo de sociedad no solo porque no nos gusta, sino porque no funciona. La nueva constituci¨®n ser¨¢ redactada por ciudadanos electos, resguardando paridad de g¨¦nero y presencia de pueblos originarios. Un punto fundamental es recuperar el ¨¢mbito de lo p¨²blico. Muy especialmente, revalorar la educaci¨®n p¨²blica, la instancia por excelencia que fomenta la cohesi¨®n social y permite interiorizar un sentido de bien com¨²n.
El actual modelo incentiva la segregaci¨®n social desde la escuela, y su mensaje expl¨ªcito instiga a que los hijos de quienes pueden pagar un poco m¨¢s no se junten con quienes no pueden hacerlo. Si hubieran dependido de los ingresos de sus familias para educarse, Lucila Godoy y Neftal¨ª Reyes quiz¨¢s no hubieran llegado a ser Gabriela Mistral y Pablo Neruda. Y, complementariamente, Chile no tendr¨ªa ning¨²n Premio Nobel. Precisamente, lo que esperamos de la nueva Constituci¨®n es que vuelva a armonizar los derechos reales, efectivos, de cada ciudadano con el bien com¨²n de la sociedad entera.
Ennio A. Vivaldi es rector de la Universidad de Chile.