Los ¡®pandemials¡¯, ?culpables o ignorados?
No podemos sostener el reproche de los adultos hacia los j¨®venes. En realidad, parten con desventaja ante un dif¨ªcil mercado laboral y corremos el riesgo de romper la solidaridad intergeneracional
La juventud ha adquirido en la segunda ola de la pandemia una gran visibilidad. Pero es una visibilidad centrada en su rol negativo como esparcidores del virus, ya sea debido a su naturaleza f¨ªsica o al comportamiento que habitualmente se les atribuye (irresponsabilidad, ego¨ªsmo, botellones sin mascarillas, resistencia a la autoridad, inconsciencia, rebeld¨ªa). M¨¢s all¨¢ de las escenas de unos cuantos irresponsables, proponemos una mirada m¨¢s amplia mediante un repaso a dos dimensiones (comportamientos e impacto de la pandemia) que apelan a la urgente puesta en marcha de nuevos abordajes.
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La juventud ha adquirido en la segunda ola de la pandemia una gran visibilidad. Pero es una visibilidad centrada en su rol negativo como esparcidores del virus, ya sea debido a su naturaleza f¨ªsica o al comportamiento que habitualmente se les atribuye (irresponsabilidad, ego¨ªsmo, botellones sin mascarillas, resistencia a la autoridad, inconsciencia, rebeld¨ªa). M¨¢s all¨¢ de las escenas de unos cuantos irresponsables, proponemos una mirada m¨¢s amplia mediante un repaso a dos dimensiones (comportamientos e impacto de la pandemia) que apelan a la urgente puesta en marcha de nuevos abordajes.
En relaci¨®n con los comportamientos, recordemos que la juventud es la etapa en la que las relaciones se convierten en el centro de la vida, m¨¢s a¨²n en los sociables pa¨ªses del sur. As¨ª, mientras que la cuarta parte de los espa?oles se relaciona diariamente con sus amistades (frente al 15% en la Europa comunitaria), entre los j¨®venes esa frecuencia alcanza el 58% (89% al sumar la frecuencia semanal). Si a ello a?adimos tres meses de confinamiento estricto, tenemos la mesa servida. No podemos por tanto demonizar ahora a unos j¨®venes a los que, al igual que al resto de colectivos, se anim¨® a salir a poblar carreteras, playas, bares y discotecas. Chicas y chicos que por cierto, seg¨²n la covid-19 ImpactSurvey, reportan niveles similares a otros grupos de edad en el uso de mascarillas y desinfecci¨®n de manos, si bien muestran niveles significativamente inferiores en las medidas de distanciamiento f¨ªsico. No hay que olvidar que la propensi¨®n al riesgo es m¨¢s habitual en las edades j¨®venes que en las maduras, como ilustran las estad¨ªsticas de accidentes de tr¨¢fico, abuso de drogas, enfermedades de transmisi¨®n sexual o embarazos no deseados. Tampoco podemos dejar de reconocer la respuesta que ha dado tanta juventud an¨®nima a los problemas de la pandemia a trav¨¦s de su ejercicio profesional, actividades de voluntariado, solidaridad vecinal y soluciones tecnol¨®gicas.
En referencia a los impactos, los efectos de la pandemia sobre nuestra poblaci¨®n m¨¢s joven son y ser¨¢n tan catastr¨®ficos como desproporcionados, empezando por las d¨¦biles condiciones de partida en las que el virus les encontr¨® despu¨¦s de haber sido las principales v¨ªctimas silenciosas de la crisis de 2008. En el plano laboral, los menores de 30 a?os constituyen apenas 15 de cada 100 activos, pero ascienden al 21% de los trabajadores a tiempo parcial, el 30% de los desocupados (as¨ª como el 80% de quienes buscan su primer trabajo) y el 30% de los trabajadores temporales, con una tasa de temporalidad que afecta a la mitad de la ocupaci¨®n juvenil, en un pa¨ªs que ya de por s¨ª duplica el ¨ªndice de la UE. No es de extra?ar en esa medida que los j¨®venes de entre 16 y 24 a?os ocupen el primer lugar en la tasa de riesgo de pobreza (30,5% despu¨¦s de transferencias sociales frente a un 14,8% de los mayores de 65 a?os), que m¨¢s de un tercio tengan dificultades para llegar a fin de mes, la quinta parte tengan carencias materiales (frente al 10% de los mayores de 65) y el 41,4% no puedan hacer frente a gastos imprevistos. En tal situaci¨®n es casi un milagro acceder al alquiler o compra de una vivienda, lo que retrasa la edad de emancipaci¨®n y explica, al menos en parte, que m¨¢s de tres cuartas partes de los espa?oles menores de 30 (frente a la mitad de los europeos) no se hayan independizado. Fen¨®meno que profundiza una infantilizaci¨®n de consecuencias nefastas para la sociedad, la econom¨ªa, sus propias vidas y las de sus familias.
Quienes s¨ª lo han logrado se ven m¨¢s frecuentemente afectados por la falta de espacio (8,7% frente al 1,7% de los mayores de 65 a?os), deficiencias en la vivienda (19,6% frente al 13,5%) y un fuerte agujero en sus rentas, al dedicar a esta m¨¢s del 30% de su presupuesto (el doble que el total de la poblaci¨®n). Tampoco ayudan los indicadores educativos, pese a la mejora experimentada en los ¨²ltimos a?os, al situarse Espa?a en los puestos de cabeza entre los pa¨ªses europeos con mayor infracualificaci¨®n juvenil, abandono escolar o proporci¨®n de j¨®venes que ni estudian ni trabajan. Una juventud, por ¨²ltimo, que en plena era de la cuarta revoluci¨®n industrial se plantea (cuatro de cada 10) dedicarse a trabajos que corren el riesgo de ser automatizados y desaparecer en los pr¨®ximos 10 o 15 a?os.
De este modo, los j¨®venes espa?oles han partido de una posici¨®n socioecon¨®mica mucho peor para enfrentar la pandemia que el conjunto de la poblaci¨®n, salvo en algunos indicadores de salud, a lo que se a?ade el escas¨ªsimo peso en la agenda y gasto p¨²blico que tradicionalmente han tenido en Espa?a las pol¨ªticas p¨²blicas de juventud.
En este contexto, la afectaci¨®n de la pandemia en los j¨®venes est¨¢ siendo bastante m¨¢s dura que lo que las apariencias hacen suponer. El cierre de centros educativos ha tenido, por ejemplo, una repercusi¨®n directa en los planes de vida y aprendizaje de muchos j¨®venes de nuestro pa¨ªs. Pero la vulnerabilidad mayor es la que se est¨¢ dando en relaci¨®n al empleo, con un incremento de la tasa de paro que duplica a la de los grupos de mayor edad, una disminuci¨®n mucho m¨¢s acusada de la tasa de afiliaci¨®n a la seguridad social y el hecho de que el 41% de los j¨®venes protegidos por los ERTE ¡ªfrente al 29% de sus restantes beneficiarios¡ª est¨¢n corriendo un grave riesgo de quedar desempleados a su finalizaci¨®n, al concentrarse en empleos precarios y situarse en sectores laborales no esenciales. Se identifica tambi¨¦n una fuerte tendencia al alza, tras un notable descenso, del n¨²mero de ninis en Espa?a. Por su parte, para muchos j¨®venes reci¨¦n graduados (sobre todo mujeres) la pandemia est¨¢ cercenando sus oportunidades de ingresar en el mercado laboral y, quienes lo acaban de hacer, tienen un gran temor a situarse en la lanzadera de los despidos o de la estigmatizaci¨®n, m¨¢s todav¨ªa si resultan contagiados por el virus, lo que probablemente pudiera hasta incidir en el ocultamiento de casos asintom¨¢ticos o leves. Al mismo tiempo, no tener vivienda o tenerla muy peque?a y en malas condiciones se convierte en una pesadilla si toca hacer cuarentena, realidad que se constata en los motivos declarados por los menores de 30 a?os para no poder realizarla respecto a los mayores de esa edad: comparten el hogar (34% frente al 26%), miedo a la estigmatizaci¨®n (16% frente al 4,5%), imposibilidad econ¨®mica (12% frente al 7%) o miedo a perder el trabajo (9% frente al 5%). ?Y los procesos de emancipaci¨®n juvenil? Con casi total seguridad, se ver¨¢n ralentizados o incluso revertidos, con un fuerte coste para ellas/ellos y para las familias.
La pandemia, pues, tiene un gran impacto en la juventud espa?ola, que agrava una mala situaci¨®n preexistente a?adi¨¦ndole nuevas barreras, tales como la reducci¨®n de la movilidad y de las relaciones sociales, la afectaci¨®n diferencial de la crisis econ¨®mica, la ralentizaci¨®n de los proyectos educativos, la estigmatizaci¨®n social y, tambi¨¦n, el soportar costes emocionales muy superiores a los de los colectivos de mayor edad en campos como la ansiedad, el estr¨¦s, la tristeza, el abuso de la tecnolog¨ªa, la soledad y las discusiones en el hogar. Otros estudios globales corroboran el crecimiento entre los j¨®venes, sobre todo entre las chicas, de la ansiedad y la depresi¨®n.
Frente a todo ello, hace falta un cambio urgente de perspectiva y nuevas pol¨ªticas que rompan el actual y peligroso cruce de culpas entre generaciones. No podemos frivolizar el riesgo, cada vez m¨¢s real, de que la pandemia nos aboque a la ruptura de la solidaridad intergeneracional en Espa?a. Ni tampoco sirve de nada recurrir al reproche constante desde nuestra vieja colina adulto-c¨¦ntrica, cada vez m¨¢s carente de empat¨ªa. En nuestra opini¨®n, es el momento de aplicar estrategias diferenciadas con enfoque generacional que incorporen acciones de sensibilizaci¨®n y acompa?amiento dise?adas desde su marco mental, lenguajes y soportes; que integren mejor sus necesidades en las intervenciones destinadas a paliar los efectos inmediatos de la pandemia y que desarrollen medidas socioecon¨®micas a favor de las y los j¨®venes en el marco de los planes de reconstrucci¨®n que se est¨¢n actualmente gestando, con fondos nacionales y europeos. Todo ello contando activamente con la juventud, no solo como objeto sino, sobre todo, como sujeto protagonista. Porque, no nos enga?emos, en el proceso de escuchar, involucrar y articular la voz olvidada de la juventud es donde verdaderamente nos jugamos el porvenir: sin juventud, empoderada e involucrada, no hay futuro ni esperanza. Y ser¨ªa justo que, quienes van a tener que pagar la impresionante hipoteca adquirida para solucionar la crisis que ha tra¨ªdo la pandemia, tambi¨¦n participen en la soluci¨®n.
Este es el primero de una serie de art¨ªculos sobre las consecuencias de la pandemia desde ¨®pticas multidisciplinares elaborados por: Mar¨ªa ?ngeles Sall¨¦ es doctora en Ciencias Sociales por la Universidad de Valencia. Cecilia Casta?o es catedr¨¢tica en Econom¨ªa Aplicada en la Complutense de Madrid. Capitolina D¨ªaz es catedr¨¢tica de Sociolog¨ªa en la Universidad de Valencia. Y Nuria Oliver es doctora en Inteligencia Artificial por el MIT.