?Se est¨¢ creando un frente contra los delirios kafkianos de Bolsonaro?
Hay quien ya empieza a pensar si ser¨¢ posible aguantar dos a?os m¨¢s de descalabro pol¨ªtico y social al que el bolsonarismo est¨¢ sometiendo a Brasil
Los partidos pol¨ªticos hablan ya abiertamente de empezar a perge?ar un frente amplio contra el bolsonarismo. No ser¨¢ f¨¢cil porque cada partido querr¨¢ tener su candidato propio en un baile de egos. Quiz¨¢s lo m¨¢s importante sea que se est¨¢ organizando al mismo tiempo un frente plural en la sociedad que pide la salida de un presidente que cada d¨ªa atenta contra la esencia de Brasil. ¡°?Que se vaya, ya!¡±, es una de las frases m¨¢s o¨ªdas cada vez que Bolsonaro lanza una de sus barbaridades kafkianas, destructivas e incitadoras del odio. La ¨²ltima ha sido la negaci¨®n descarada de que en el pa¨ªs haya r...
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Los partidos pol¨ªticos hablan ya abiertamente de empezar a perge?ar un frente amplio contra el bolsonarismo. No ser¨¢ f¨¢cil porque cada partido querr¨¢ tener su candidato propio en un baile de egos. Quiz¨¢s lo m¨¢s importante sea que se est¨¢ organizando al mismo tiempo un frente plural en la sociedad que pide la salida de un presidente que cada d¨ªa atenta contra la esencia de Brasil. ¡°?Que se vaya, ya!¡±, es una de las frases m¨¢s o¨ªdas cada vez que Bolsonaro lanza una de sus barbaridades kafkianas, destructivas e incitadoras del odio. La ¨²ltima ha sido la negaci¨®n descarada de que en el pa¨ªs haya racismo. Como en los tiempos de la dictadura militar, Bolsonaro defiende hoy que el racismo brasile?o es ¡°importado¡± del exterior, algo t¨ªpico de todos los dictadores de derechas o de izquierdas.
En un discurso en el primer viaje a los Estados Unidos, el reci¨¦n elegido Jair Bolsonaro, rodeado de extremistas de derechas anunci¨® que hab¨ªa llegado a la presidencia para ¡°deconstruir¡± a Brasil. Y est¨¢ siendo fiel a su promesa. D¨ªa a d¨ªa, frase a frase, discurso a discurso, el presidente va quebrando los cristales del edificio de un pa¨ªs construido con el esfuerzo de todos, empezando por los m¨¢s excluidos.
El ¨²ltimo ejemplo ha sido su desastroso discurso en la cumbre del G20, la reuni¨®n de los pa¨ªses m¨¢s importantes econ¨®micamente del mundo. Mientras Brasil lloraba por la brutal ejecuci¨®n de Joao Alberto Silverio de Freitas, un hombre negro de 40 a?os, a manos de guardias blancos de un Carrefour, Bolsonaro, sin una palabra de repudio al crimen cometido a la luz del d¨ªa frente a los clientes at¨®nitos, neg¨® que exista racismo en su pa¨ªs. Dijo que lo que ocurre es que existen ¡°brasile?os buenos y brasile?os malos¡±. Una afirmaci¨®n de un simplismo que espanta.
Fernando Gabeira, que no es ning¨²n extremista, acaba de afirmar que tiene la sensaci¨®n que ¡°Bolsonaro se est¨¢ disipando en el aire¡±. Es posible, pero el problema es que dejar¨¢ el aire infestado con el virus de su insensatez pol¨ªtica. Brasil, en efecto, est¨¢ luchando con dos epidemias a la vez, la del coronavirus y la t¨®xica de una pol¨ªtica que desfigura cada d¨ªa m¨¢s el rostro del pa¨ªs.
Y es que el Brasil imaginario que el mandatario dibuja cada vez que habla deja incr¨¦dulos a pa¨ªses que ten¨ªan una imagen mejor. Bolsonaro y sus huestes m¨¢s extremistas est¨¢n intentando crear una mezcla del realismo m¨¢gico de Gabriel Garc¨ªa M¨¢rquez, del teatro del absurdo y del mundo kafkiano del gran poeta austroh¨²ngaro.
El Brasil de los sue?os autoritarios y negacionistas de Bolsonaro es capaz de negar que aqu¨ª existan el sol y las playas. Para ¨¦l no existe la pandemia a pesar de que junto a Estados Unidos, Brasil sea el pa¨ªs del mundo con m¨¢s n¨²mero de muertos y contagios. Para ¨¦l no existe el racismo, no existe el hambre, no existe la destrucci¨®n de la Amazonia, no existe la homofobia ni el desprecio por la mujer, no hubo dictadura militar. Su negacionismo de la realidad que est¨¢ ante los ojos de todos, es patol¨®gico.
Que en Brasil ha existido siempre el realismo m¨¢gico, hasta en su faceta de corrupci¨®n, es notorio. ?Qu¨¦ mejor ejemplo que el del ilustre senador al que la polic¨ªa le encontr¨® semanas atr¨¢s dinero sucio escondido entre sus nalgas? En la pol¨ªtica brasile?a siempre ha habido ejemplos del teatro del absurdo, pero nunca ha habido un presidente con una pol¨ªtica tan kafkiana. Es una pol¨ªtica, en efecto, que se funda en lo negativo. Lo kafkiano, que abunda en la pol¨ªtica de Bolsonaro, como bien explic¨® en un ensayo el m¨¦dico, psiquiatra y psicoanalista argentino radicado en Espa?a Eduardo Braier, est¨¢ estrechamente ligado ¡°a lo siniestro¡±, a ¡°elementos persecutorios¡±, a la ¡°angustiosa negatividad¡±, al ¡°desasosiego y a la desesperaci¨®n¡±.
A todo ello habr¨ªa que a?adir en la idiosincrasia del capit¨¢n Bolsonaro, un cierto sarcasmo como cuando se burla del racismo que aflige a millones de personas, y hace bromas como cuando dice que es dalt¨®nico y no distingue m¨¢s colores que el verde y el amarillo de la bandera brasile?a. O cuando afirma que los negros ¡°no sirven ni para procrear¡±. O que Brasil es un pa¨ªs de maricones y de cobardes llenos de odio.
La sociedad brasile?a empieza a cansarse de las locuras calculadas y negativistas de Bolsonaro y se siente cada vez m¨¢s avergonzada de que la naci¨®n est¨¦ en manos de un presidente que, a pesar de los frenos que le ponen los generales de su Gobierno, es como un caballo desbocado cuyas limitaciones, como ense?a la psicolog¨ªa, lo empujan a superarse cada d¨ªa en sus juicios arrogantes y negativos sobre un pa¨ªs que empieza a perder la paciencia y a sentirse humillado. ¡°Aqu¨ª, quien manda soy yo¡±, repite como un mantra de los acomplejados.
El despertar de lo mejor y m¨¢s sano de la sociedad sin diferencia de colores pol¨ªticos y religiosos es como una revoluci¨®n silenciosa, pero real, la ¨²nica que ser¨¢ capaz de hacer frente en las urnas a la pesadilla que el pa¨ªs est¨¢ viviendo.
Brasil volver¨¢ a recobrar la fe perdida en quienes deber¨ªan velar para engrandecerlo en vez de humillarlo, mientras lo m¨¢s sano de la sociedad no renuncia a los valores de la democracia y quiere paz, seguridad, una econom¨ªa que no niegue el pan a nadie y que sea respetada y valorizada por el peso real que tiene en el mundo.
Hay quien ya empieza a pensar si ser¨¢ posible aguantar dos a?os m¨¢s de descalabro pol¨ªtico y social al que el bolsonarismo est¨¢ sometiendo al pa¨ªs, mientras la educaci¨®n es asaltada y humillada, la cultura avergonzada y las relaciones internacionales prostituidas.
La soluci¨®n y la responsabilidad es tambi¨¦n de las instituciones democr¨¢ticas del Estado que, en vez de flirtear con Bolsonaro en concili¨¢bulos nocturnos, deber¨ªan usar el poder que les concede la Constituci¨®n para poner un punto final, conectados con lo mejor de la sociedad democr¨¢tica, a un poder que ha pisoteado todas las promesas de esperanza de un Brasil m¨¢s limpio pol¨ªticamente, el que el presidente hab¨ªa prometido en la sacralidad de las urnas.