Borb¨®n y cuenta nueva
La ejemplaridad en nuestro pa¨ªs ha sido un t¨¦rmino muy laxo, hemos aceptado la corrupci¨®n, las prebendas, los privilegios de clase como algo propio de nuestra idiosincrasia
El rey em¨¦rito quiere volver a casa por Navidad. Como la ley es para todos la misma, se supone que el em¨¦rito deber¨¢ en tal caso cumplimentar como cualquiera que de manera comprensiva desea pasar con los suyos fechas tan entra?ables sus requisitos y cuarentenas y decidirse por una burbuja familiar o por otra; la cuesti¨®n engorrosa en el que caso que nos ocupa es que a su vez no todos somos iguales ante la ley, como se?al¨® la presidenta madrile?a, y don Juan Carlos, que no es ni much¨ªsimo menos como nosotros, provoca con esta vuelta un problema institucional. Es muy dif¨ªcil imaginar que cualqui...
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El rey em¨¦rito quiere volver a casa por Navidad. Como la ley es para todos la misma, se supone que el em¨¦rito deber¨¢ en tal caso cumplimentar como cualquiera que de manera comprensiva desea pasar con los suyos fechas tan entra?ables sus requisitos y cuarentenas y decidirse por una burbuja familiar o por otra; la cuesti¨®n engorrosa en el que caso que nos ocupa es que a su vez no todos somos iguales ante la ley, como se?al¨® la presidenta madrile?a, y don Juan Carlos, que no es ni much¨ªsimo menos como nosotros, provoca con esta vuelta un problema institucional. Es muy dif¨ªcil imaginar que cualquiera de nuestros padres generara una tensi¨®n de tal calibre (aunque a mi padre lo hubiera visto capaz), de la misma manera que es como de ciencia-ficci¨®n imaginarse a un padre de los nuestros instal¨¢ndose en Abu Dabi sin atender a razones para luego, harto el hombre como tambi¨¦n es comprensible de Abu Dabi, reclamar su regreso a casa. Sobre este regreso hay divisi¨®n de opiniones: unos allegados lo consideran en su leg¨ªtimo derecho y a otros se les hace bola. No es que nuestros padres se hayan comportado como santos, en absoluto, pero sus fechor¨ªas ten¨ªan una repercusi¨®n limitada y m¨¢s all¨¢ del trauma que estas pudieran causarnos no afectaban al modelo de Estado, de tal forma que el padre de usted pod¨ªa ser un p¨¢jaro de cuidado y no afectarle a usted a la hora de ser contratado como director de una sucursal bancaria, un suponer.
Si bien hay monarqu¨ªas, como la brit¨¢nica o las escandinavas, que campean sus pecados manteniendo un alto nivel de popularidad no parece ser as¨ª en Espa?a. El propio don Juan Carlos basaba la continuidad y supervivencia de su trono en mantener d¨ªa a d¨ªa un comportamiento ejemplar. El pueblo escuchaba eso en los discursos, aunque sin entender muy bien en qu¨¦ consiste constituirse en ejemplo vivo. La ejemplaridad en nuestro pa¨ªs ha sido un t¨¦rmino muy laxo, si algo hemos podido aprender en este a?o Gald¨®s es que se ha venido aceptando la corrupci¨®n, las prebendas, los privilegios de clase como algo propio de nuestra idiosincrasia, casi como un rasgo cultural. Han sido muchos a?os de elogiar el papel de don Juan Carlos en la llegada de la democracia a Espa?a. Bien est¨¢. Lo reprochable desde un punto de vista pol¨ªtico es que esos elogios le proporcionaban una especie de salvoconducto para hacer de su capa un sayo. Su hijo, Felipe VI, hereda cargo y un regalo envenenado. La cuesti¨®n es c¨®mo salir airoso de una instituci¨®n que basada en los lazos familiares se ve obligada a prescindir de miembros tan sustanciales para reducirse a lo que se denomina familia nuclear. ?D¨®nde vuelve, pues, el rey em¨¦rito?
El ruido es destructivo, pero el silencio puede ser fatal. Se acerca esa fecha en la que el Rey se dirige a los espa?oles. Los ciudadanos que lo escuchen compartir¨¢n este a?o un sentimiento de extenuaci¨®n y melancol¨ªa. Incluso en los que son refractarios al esp¨ªritu navide?o prevalecer¨¢ la voluntad de honrar a los muertos y el recuerdo hacia los que han perdido no ya privilegios, sino derechos. Ese va a ser el estado de ¨¢nimo. Presiento que hay un hartazgo notorio de discursos distantes y protocolarios, escritos por asesores ventajistas. La realidad es que en los ¨²ltimos tiempos se nos han sumado preguntas que a¨²n no han obtenido respuesta. Vivimos un momento de sentimientos viscerales, divisivos. Los que dicen defender la Corona lo hacen negando a la mitad de Espa?a. ?Hay algo que se deba decir al respecto? Ha de haber una manera de no dejarse querer por quienes patrimonializan la Instituci¨®n, de tolerar con bonhom¨ªa a los que disienten. Esa era la intenci¨®n que se desprend¨ªa de las palabras del pr¨ªncipe Felipe de entonces, no ensombrecido, mucho antes de que fuera rey y tuviera a un padre en Abu Dabi ¨¢vido por venir y dar la campanada.