Contra el sectarismo
La actitud sectaria nos conduce hacia el precipicio. Estados Unidos lo ha visto de cerca y Espa?a avanza hacia un futuro muy peligroso si no es capaz de sobreponerse al mismo mal que hoy nos trastorna
El gusto por la mitolog¨ªa presidencial en Estados Unidos incluye la atribuci¨®n a cada inquilino de la Casa Blanca de una frase memorable que, de alguna forma, resume su contribuci¨®n y su mandato. Franklin Roosevelt es el presidente que aconsej¨® que ¡°lo ¨²nico a lo que hay que tener miedo es al miedo mismo¡±; John Kennedy record¨® que ¡°no hay que preguntarse lo que tu pa¨ªs puede hacer por ti, sino lo que t¨² puedes hacer por tu pa¨ªs¡±; Ronald Reagan, el vencedor de la Guerra Fr¨ªa, reclam¨® en Berl¨ªn:...
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El gusto por la mitolog¨ªa presidencial en Estados Unidos incluye la atribuci¨®n a cada inquilino de la Casa Blanca de una frase memorable que, de alguna forma, resume su contribuci¨®n y su mandato. Franklin Roosevelt es el presidente que aconsej¨® que ¡°lo ¨²nico a lo que hay que tener miedo es al miedo mismo¡±; John Kennedy record¨® que ¡°no hay que preguntarse lo que tu pa¨ªs puede hacer por ti, sino lo que t¨² puedes hacer por tu pa¨ªs¡±; Ronald Reagan, el vencedor de la Guerra Fr¨ªa, reclam¨® en Berl¨ªn: ¡°Se?or Gorbachov, derribe este Muro¡±. Muchos otros antes de ellos descansan en mausoleos o merecen monumentos que recogen sus iluminadoras palabras para la historia. Hasta el pen¨²ltimo, Barack Obama, autor del famoso ¡°s¨ª, se puede¡± que despu¨¦s ha sido reproducido en medio mundo como eslogan de las causas m¨¢s variopintas.
Entre miles de tuits y decenas de discursos, no les ser¨¢ f¨¢cil a los historiadores continuar la serie con la frase m¨¢s representativa de la presidencia de Donald Trump. Tiene buenas opciones aquella en la que presumi¨® de que, cuando un hombre tiene fama y poder, es f¨¢cil hacer lo que quiera con las mujeres, ¡°puedes agarrarlas de¡¡±. Dej¨¦moslo ah¨ª, quiz¨¢ es mejor borrar de la memoria ciertos detalles del legado de este personaje. Para m¨ª, la frase que merece sobrevivir fue la que Trump pronunci¨® en 2016 en Sioux City (Iowa) durante la campa?a electoral que lo llev¨® a la Casa Blanca: ¡°Yo podr¨ªa pararme en mitad de la Quinta Avenida y pegarle un tiro a alguien y no perder¨ªa votos¡±. Desafortunadamente, no solo son las palabras que mejor resumen la gesti¨®n de este infausto presidente, sino las que mejor exponen la gran tragedia de nuestro tiempo, el sectarismo.
En efecto, despu¨¦s de pronunciar esa frase, Trump obtuvo la victoria frente a Hillary Clinton. Y, cuatro a?os m¨¢s tarde, tras haber gobernado con esa misma visi¨®n sectaria de la sociedad, ha obtenido 12 millones de votos m¨¢s que en 2016. Es cierto que la extrema polarizaci¨®n del pa¨ªs ha arrastrado a las urnas a m¨¢s votantes que nunca, lo que finalmente ha permitido la victoria de Joe Biden con 15 millones de sufragios m¨¢s que Clinton. Sin embargo, ser¨ªa un exceso de optimismo pensar que esos resultados representan de ning¨²n modo un voto de castigo al comportamiento de Trump en la Casa Blanca, abyecto para sus detractores, pero ejemplar para sus seguidores.
Biden tendr¨¢ que intentar volver a unir al pa¨ªs por encima de esa visi¨®n sectaria que lo contamina todo. Si no lo logra, no se puede descartar que volvamos a ver a Trump dentro de cuatro a?os. No tendr¨¢ por delante el pr¨®ximo presidente una labor sencilla. El sectarismo decide estos d¨ªas nuestros movimientos de forma decisiva, no s¨®lo en Estados Unidos, tambi¨¦n en Espa?a. Est¨¢ presente en las m¨¢s importantes medidas del Gobierno y en las m¨¢s sencillas decisiones cotidianas de la mayor¨ªa de las personas, v¨ªctimas y a la vez propagadoras de ese mal. Su caldo de cultivo es la pol¨ªtica, pero se esparce a todos los ¨¢mbitos de la sociedad, la educaci¨®n, el periodismo, la cultura¡ El sectarismo divide familias, rompe amistades. Hemos asistido en los ¨²ltimos meses a situaciones grotescas en las que la elecci¨®n de una u otra mascarilla para la protecci¨®n contra el virus se?alaba una determinada tendencia pol¨ªtica. M¨¢s grave es la constante manipulaci¨®n de la verdad, del pasado y de la historia con intenciones sectarias, lo que deja a los ciudadanos inermes frente al poder.
El sectarismo lo cruza todo y lo confunde todo. Sustituye los hechos por una realidad paralela en la que estamos obligados a estar permanentemente en combate, en alerta frente a un rival ¡ªaquel que no piensa como nosotros¡ª que nos amenaza sin tregua. El sectarismo tambi¨¦n se convierte con frecuencia en un refugio de los holgazanes de conciencia, que prefieren que les den la vida ya pensada por otros. En todos los casos, es un mal corrosivo que convierte las sociedades libres en reba?os.
Los sectarios se presentan siempre cargados de buenas intenciones. Si hay que liquidar al adversario no es por su deseo de preservar su posici¨®n dominante, ?qu¨¦ va!; es por evitarnos a todos las calamidades que la victoria de los del otro bando traer¨ªa consigo. Por eso, aunque el sectarismo est¨¢ perfectamente dise?ado como un instrumento de la ¨¦lite para el control de un pa¨ªs, muchos sectarios de a pie no se reconocen en su papel e incluso duermen con la tranquilidad de estar haciendo un gran servicio a la comunidad y, por supuesto, con la certeza de tener raz¨®n.
El sectarismo no es, desde luego, un fen¨®meno nuevo. En su versi¨®n m¨¢s tr¨¢gica, condujo tanto a Estados Unidos como a Espa?a a una guerra civil. El odio sectario ocupa muchos cap¨ªtulos de la historia de nuestro pa¨ªs. En realidad, s¨®lo cuando los espa?oles han sido capaces de sortear ese azote han hecho cosas notables. La Transici¨®n no deja de ser m¨¢s que una gran victoria contra el sectarismo. Nuestra democracia sali¨® adelante simplemente porque en aquel momento los espa?oles no se odiaban entre ellos, porque nadie les inculcaba odio, sino comprensi¨®n y respeto. Aquellos l¨ªderes ten¨ªan suficiente integridad y confianza en sus ideas como para defenderlas sin necesidad de deslegitimar las del adversario.
Cuando un pol¨ªtico cree que puede disparar contra alguien en la principal calle de su pa¨ªs sin perder uno solo de sus votantes, ciegos de gregarismo y odio al rival, sabe que cuenta con indulgencia para hacer cualquier cosa. En Estados Unidos, Trump se atrevi¨® incluso a intentar un golpe para revertir los resultados electorales. Millones de personas le siguieron y le siguen en ese prop¨®sito. En Espa?a, muchos de los disparates cometidos por el Gobierno con el fin de prolongar y fortalecer su posici¨®n en el poder s¨®lo son posibles porque cuentan con el benepl¨¢cito de sus votantes, concentrados en el odio al rival. Para que esto funcione es preciso mantener siempre en su m¨¢xima categor¨ªa el nivel de alarma nacional. En Estados Unidos, frente al socialismo que se escond¨ªa taimadamente tras la candidatura de Biden. En Espa?a, ante la naturaleza fascista que une a todos los que no apoyan al Gobierno.
El sectarismo nos conduce hacia el precipicio. Estados Unidos lo ha visto de cerca; s¨®lo la fortaleza de las instituciones ¡ªlos militares, los jueces, el Tribunal Supremo¡ª y un pu?ado de hombres honrados en el Partido Republicano han impedido que Trump destruyera, como pretend¨ªa, la democracia norteamericana. Espa?a, que tiene por delante al mismo tiempo una gigantesca crisis econ¨®mica y una renovada crisis territorial, avanza hacia un futuro muy peligroso si no es capaz de sobreponerse al sectarismo que hoy nos trastorna. S¨®lo cuando una izquierda progresista y una derecha liberal est¨¦n dispuestas a entenderse y competir sin pretender la eliminaci¨®n del rival, podr¨¢ nuestro pa¨ªs afrontar sus problemas en paz, como una vez hizo. Desgraciadamente, esto s¨®lo parecen entenderlo desde hace tiempo Fernando Savater y cuatro m¨¢s. Su discurso hace 20 a?os al recibir el Premio Sajarov para ?Basta Ya! era un alegato l¨²cido contra la inoculaci¨®n del odio en una mitad de la sociedad contra la otra. Esa estrategia, entonces casi circunscrita al Pa¨ªs Vasco, ha echado ra¨ªces en todo el pa¨ªs.