Hablemos de refugiados clim¨¢ticos
El calor, la escasez de agua potable y la subida del nivel del mar ir¨¢n expulsando poblaci¨®n de las ciudades y, para entonces, la vuelta a las zonas rurales (de las que han huido antes) no ser¨¢ opci¨®n
Al final de este art¨ªculo explicar¨¦ su t¨ªtulo, pero antes he de hablar sobre los desplazamientos y migraciones que el cambio clim¨¢tico est¨¢ provocando. Nos faltan muchas cosas por saber acerca de estos movimientos humanos, pero algunas sabemos ya. Lo primero que se ha de se?alar es que los impactos clim¨¢ticos, tales como la p¨¦rdida de rentabilidad de los cultivos, las sequ¨ªas cada vez m¨¢s prolongadas o las lluvias cada vez m¨¢s da?inas, que ...
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Al final de este art¨ªculo explicar¨¦ su t¨ªtulo, pero antes he de hablar sobre los desplazamientos y migraciones que el cambio clim¨¢tico est¨¢ provocando. Nos faltan muchas cosas por saber acerca de estos movimientos humanos, pero algunas sabemos ya. Lo primero que se ha de se?alar es que los impactos clim¨¢ticos, tales como la p¨¦rdida de rentabilidad de los cultivos, las sequ¨ªas cada vez m¨¢s prolongadas o las lluvias cada vez m¨¢s da?inas, que obligan al abandono de muchas zonas rurales en las franjas tropicales del planeta, est¨¢n provocando, por ahora, m¨¢s desplazamientos internos que migraciones. Las ciudades que se encuentran entre los tr¨®picos crecen de forma desmesurada, y lo hacen principalmente por el flujo constante de personas que abandonan las zonas rurales para buscar la supervivencia en los suburbios de esas ciudades. Por ejemplo, las urbes subsaharianas m¨¢s importantes, como Dar es-Salaam, Kampala, Ad¨ªs Abeba, Kinsasa o Lagos, est¨¢n entre las de mayor crecimiento del mundo, y lo mismo ocurre con las del Sur y Sudeste de Asia. Unos 60 millones de personas hacen cada a?o ese tr¨¢nsito de las ¨¢reas rurales a las ciudades (un tr¨¢nsito que ahora se produce muy mayoritariamente en las zonas tropicales). Ese dato supera con creces el de las migraciones, ya que a nivel mundial emigran menos de seis millones de personas cada a?o (despu¨¦s de descontar los retornos), de modo que, por cada persona que emigra, hay diez que se van a las grandes urbes sin salir de su pa¨ªs.
Por lo que se refiere a las migraciones, podemos decir que el componente clim¨¢tico de buena parte de ellas es ya evidente. En ?frica occidental tenemos dos pa¨ªses, Mal¨ª y Burkina Faso, de los que ha emigrado el 7,1% de su poblaci¨®n, mientras que la media de emigraci¨®n de los pa¨ªses de la regi¨®n es del 2,4%. Se trata de dos pa¨ªses del Sahel en los que los terrenos de pasto y cultivo van deterior¨¢ndose y desapareciendo de forma muy acusada. El desierto del S¨¢hara avanza cada d¨ªa un metro hacia el Sur, los acu¨ªferos subterr¨¢neos sufren un encogimiento acelerado y las lluvias son escasas y cada vez m¨¢s torrenciales y extempor¨¢neas (y, por tanto, menos ¨²tiles para los cultivos). Mucha gente est¨¢ abandonando sus h¨¢bitats a medida que van desapareciendo. De esos dos pa¨ªses sahelianos han emigrado unos tres millones de personas (la quinta parte son refugiados que han huido de los conflictos) y lo significativo es que el 94,5% lo ha hecho hacia otros pa¨ªses de la misma regi¨®n, los costeros; solo el 5% ha emigrado a Europa. Podemos decir que la emigraci¨®n de los pa¨ªses del Sahel tiene un componente clim¨¢tico evidente, pero apenas sale de la regi¨®n.
En el Cuerno de ?frica todos los pa¨ªses est¨¢n muy afectados por el cambio clim¨¢tico, pero de los tres mayores pa¨ªses de la regi¨®n, Etiop¨ªa, Kenia y Uganda, solo ha emigrado el 1% de la poblaci¨®n. Mucho m¨¢s importantes son los desplazamientos internos desde las zonas rurales a las ciudades, especialmente en el caso de Etiop¨ªa, donde la desaparici¨®n de tierras de cultivo y de pasto es acelerada. En cambio, de los dos pa¨ªses que sufren los efectos clim¨¢ticos m¨¢s devastadores, Sud¨¢n y Somalia, ha emigrado el 7% de la poblaci¨®n. Pero de nuevo he de decir que se trata de una emigraci¨®n que tambi¨¦n se queda principalmente en ?frica. Del resto de ?frica oriental, el pa¨ªs que m¨¢s emigraci¨®n ha emitido es Mozambique, y tambi¨¦n se vislumbra su componente clim¨¢tico, ya que las inundaciones cada vez m¨¢s destructivas est¨¢n obligando al abandono de muchas zonas rurales, pero una vez m¨¢s los datos nos dicen que es una emigraci¨®n que va a otros pa¨ªses de la misma regi¨®n (el 91%).
Asia del Sur, el Sudeste Asi¨¢tico, Am¨¦rica Central y otras regiones tropicales nos muestran realidades parecidas. Se revela que ya hay migraciones clim¨¢ticas, aunque apenas las veamos en Europa porque solo nos llegan en una proporci¨®n peque?a y dif¨ªcil de evaluar. Quienes reciben esas migraciones clim¨¢ticas, as¨ª como los desplazamientos internos, son las ciudades, sobre todo las costeras, de las regiones mencionadas, lo que augura una segunda fase en la que las migraciones clim¨¢ticas deber¨¢n salir de esas regiones. El calor, la escasez de agua potable y la subida del nivel del mar ir¨¢n expulsando poblaci¨®n de las ciudades y, para entonces, la vuelta a las zonas rurales (de las que han huido antes) no ser¨¢ opci¨®n. En esa fase las migraciones clim¨¢ticas se repartir¨¢n m¨¢s por el mundo y una parte de ellas llegar¨¢ a Europa. Todo ello tendr¨¢ una dimensi¨®n mayor o menor dependiendo de lo que dejemos crecer el calentamiento global, es decir, dependiendo de lo que tarden los Gobiernos en adoptar las ¡°medidas urgentes y a una escala sin precedentes¡± que el Grupo Intergubernamental de Expertos de Naciones Unidas sobre Cambio Clim¨¢tico (IPCC) les ha exigido.
Esa ¨²ltima frase nos lleva ya al t¨ªtulo del art¨ªculo. ?Por qu¨¦ debemos aplicar el t¨¦rmino refugiados a los migrantes clim¨¢ticos? Las migraciones clim¨¢ticas son forzadas, igual que las de huida de un conflicto b¨¦lico: la gente huye de un h¨¢bitat que desaparece porque s¨®lo as¨ª puede salvar su vida. Esto nos acerca a la idea que tenemos sobre los refugiados, pero hay otro aspecto a¨²n m¨¢s importante. El cambio clim¨¢tico no es un fen¨®meno natural, es la consecuencia de una determinada acci¨®n pol¨ªtica. Los Gobiernos de todo el mundo llevan 30 a?os haciendo acuerdos clim¨¢ticos que sistem¨¢ticamente han incumplido. El inicio podr¨ªamos situarlo en 1988, cuando se celebr¨® en Toronto una cumbre mundial en la que se reconoci¨® la necesidad de recortar las emisiones de gases de efecto invernadero un 20% entre ese a?o y el 2005. Por entonces est¨¢bamos emitiendo unas 35 gigatoneladas al a?o; ahora emitimos 57 gigatoneladas, de modo que en lugar de reducirlas un 20% las hemos aumentado un 63%, y as¨ª seguimos. Dentro de un tiempo, cuando los impactos clim¨¢ticos sean ya devastadores y generalizados, la acci¨®n de los Gobiernos durante estas pasadas d¨¦cadas solo podr¨¢ ser definida como criminal. Ahora (desde el a?o pasado, podr¨ªamos decir), hay muchos m¨¢s compromisos gubernamentales de acci¨®n clim¨¢tica, pero siguen siendo insuficientes y contradictorios; solo hay que ver que seguimos pele¨¢ndonos por el petr¨®leo y el gas de Chipre, del ?rtico y de otros lugares; o que seguimos subvencionando los combustibles f¨®siles (a ellos ha ido a parar el 52% de las ayudas al sector de la energ¨ªa aportadas en los pa¨ªses del G20 a causa de la pandemia, seg¨²n Energy Policy Tracker). La recomendaci¨®n que hizo la Agencia Internacional de la Energ¨ªa en el 2012, de dejar dos terceras partes de las reservas conocidas de combustibles f¨®siles en el subsuelo para siempre, no est¨¢ a¨²n en la agenda.
Los migrantes clim¨¢ticos son v¨ªctimas de esa acci¨®n pol¨ªtica, y esto es lo que les hace merecedores de protecci¨®n internacional. El t¨¦rmino refugiado es el que mejor conecta con la idea de que una persona que sufre las consecuencias de una acci¨®n pol¨ªtica criminal debe ser protegida por el Gobierno de cualquier pa¨ªs. Por eso, hablar de refugiados clim¨¢ticos es pertinente, ya que, en definitiva, lo que hacemos al usar ese nombre es reivindicar una protecci¨®n que, seg¨²n nuestros est¨¢ndares sobre derechos humanos, merecen las v¨ªctimas de toda acci¨®n pol¨ªtica contraria a esos est¨¢ndares.
Miguel Pajares es antrop¨®logo social y autor de Refugiados clim¨¢ticos, un gran reto del siglo XXI (editorial Rayo Verde).