?Por qu¨¦ te dejaste?
El calvario al que ha de enfrentarse la persona adulta que decide encarar unos hechos ocurridos en la ni?ez que no le permiten respirar con sosiego es com¨²n. Se siente investigada, observada, ha de armarse de valor
?Y t¨², por qu¨¦ te empe?abas en regresar a esa casa donde viv¨ªa el t¨ªo que abusaba de ti? La pregunta que da t¨ªtulo al libro ?Por qu¨¦ volv¨ªas cada verano? es la que le hac¨ªan a su autora, Bel¨¦n L¨®pez Peir¨®, cuando ya de adulta decidi¨® denunciar los hechos. La narraci¨®n de este abuso que comenz¨® cuando Bel¨¦n ten¨ªa 11 a?os es clarificadora, muestra informes policiales y las palabras de aquellas personas de la familia que prestaron declaraci¨®n. Una ni?a con un padre ausente y con una madre incapacitada emocionalmente para percibir que algo est¨¢ pasando; un t¨ªo entre tir¨¢nico y protector, co...
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?Y t¨², por qu¨¦ te empe?abas en regresar a esa casa donde viv¨ªa el t¨ªo que abusaba de ti? La pregunta que da t¨ªtulo al libro ?Por qu¨¦ volv¨ªas cada verano? es la que le hac¨ªan a su autora, Bel¨¦n L¨®pez Peir¨®, cuando ya de adulta decidi¨® denunciar los hechos. La narraci¨®n de este abuso que comenz¨® cuando Bel¨¦n ten¨ªa 11 a?os es clarificadora, muestra informes policiales y las palabras de aquellas personas de la familia que prestaron declaraci¨®n. Una ni?a con un padre ausente y con una madre incapacitada emocionalmente para percibir que algo est¨¢ pasando; un t¨ªo entre tir¨¢nico y protector, comisario de polic¨ªa en una peque?a localidad argentina; primas que reprochan que el asunto se airee; una t¨ªa furiosa al no aceptar que su marido es un ped¨®filo; una madre sobrepasada, un padre que no estuvo presente. ?Por qu¨¦ te dejaste?, le preguntaban, entre otras cosas. ?Por qu¨¦? Porque los ni?os se aferran al cari?o, aunque sea un cari?o sucio, aunque sea a costa de destrozarse la vida. Y pasa el tiempo. Un tiempo que para la que fuera ni?a abusada no es nada, porque seg¨²n va creciendo la injusta verg¨¹enza que ha ido alimentando se hace insoportable y el asco le llena la boca cada vez que lo recuerda. Problemas de alimentaci¨®n, cambios de car¨¢cter, incapacidad para disfrutar de una sexualidad plena. Un d¨ªa decide hablar, ante la madre, ante la abuela, ante las primas, en una comisar¨ªa, y entonces comienzan las preguntas: ?hubo penetraci¨®n? Ah, entonces, si no la hubo, no es violaci¨®n-violaci¨®n.
El calvario al que ha de enfrentarse la persona adulta que decide encarar unos hechos ocurridos en la ni?ez que no le permiten respirar con sosiego es com¨²n. La v¨ªctima se siente investigada, observada, ha de armarse de valor para sobrevivir. Cuenta con algo a su favor: existe una compasi¨®n hacia lo que les suceda a los ni?os. El problema es cuando los delitos se cometen contra un adolescente. Al franquear la edad de los 13 a?os la compasi¨®n social se desvanece y deja paso a la desconfianza hacia el menor cuya inocencia ha sido vulnerada. Un parte de la ¨¦lite cultural francesa anda soliviantada con esto de las edades. Se hacen preguntas, hasta qu¨¦ edad podemos hablar de abuso y desde qu¨¦ edad entramos en el terreno de la complicidad. Para la autora de El consentimiento, Vanessa Springora, no hay duda: el venerado escritor Gabriel Matzneff, c¨¦lebre por jactarse de sus encuentros ped¨®filos en pa¨ªses pobres, se aprovech¨® de un ambiente de permisividad cultural para someterla a sus deseos a los 13 a?os. Se trata del mismo abuso que el sufrido por L¨®pez Peir¨®, solo que la presi¨®n para silenciar el asunto en el caso de la argentina proven¨ªa de la familia, y en el de Springora se trataba de la consabida ruptura de tab¨²es aceptada en un entorno cultural privilegiado. El mismo entorno en el que viv¨ªa la jurista Camille Kouchner, que presenci¨® c¨®mo su padrastro, el eminente polit¨®logo Olivier Duhamel, se colaba en el cuarto de su hermano cuando este ten¨ªa 14 a?os. Los dos casos, tanto el de Springora como el de Duhamel, re¨²nen en su relato a una parte notable de esa intelectualidad sesentayochista, capaz de retratarse con manifiestos, como el de 1977, que negaban la evidencia del abuso y entend¨ªan que fijar una edad de consentimiento era un ataque contra la libertad sexual. Esta misma semana, el intelectual Alain Finkielkraut se preguntaba inquieto, ?pero cu¨¢l era la verdadera naturaleza de la relaci¨®n entre Duhamel y el muchacho?
Parece que el ¨²nico trauma para los pares de estos grandes hombres pillados en falta es el que provoca contemplar unas s¨®lidas carreras destrozadas en la tercera edad. Porque se ve que eso del tipo que sale del cuarto de su esposa para deslizarse en el del hijastro de 14 a?os para que le practique una felaci¨®n es lo natural, parte del aprendizaje de la misma vida.