Nacer en un cuerpo equivocado
Hace dos d¨ªas un ni?o trans de once a?os en Pamplona fue agredido por un grupo de chavales que decidieron castigarle por su condici¨®n. Eso es lo que ha de importarnos
Hay muchas cosas que una cronista no sabe, pero que quiere aprender, a no ser que decida enrocarse en sus viejos principios como si fueran una tabla de salvaci¨®n. Algunas de esas realidades que ignora la cronista est¨¢n estrechamente ligadas a su edad porque su ni?ez se remonta a los a?os 60 y se educ¨® en un pa¨ªs sin apenas inmigraci¨®n en el que negros, latinos, indios o chinos se defin¨ªan por el retrato jam¨¢s individualizado que hac¨ªan de ellos las pel¨ªculas americanas. Tampoco hab¨ªa m¨¢s fervor que el cat¨®lico, ni m¨¢s condici¨®n que la heterosexual. ?ramos un pa¨ªs uniforme. Una de las primeras ...
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Hay muchas cosas que una cronista no sabe, pero que quiere aprender, a no ser que decida enrocarse en sus viejos principios como si fueran una tabla de salvaci¨®n. Algunas de esas realidades que ignora la cronista est¨¢n estrechamente ligadas a su edad porque su ni?ez se remonta a los a?os 60 y se educ¨® en un pa¨ªs sin apenas inmigraci¨®n en el que negros, latinos, indios o chinos se defin¨ªan por el retrato jam¨¢s individualizado que hac¨ªan de ellos las pel¨ªculas americanas. Tampoco hab¨ªa m¨¢s fervor que el cat¨®lico, ni m¨¢s condici¨®n que la heterosexual. ?ramos un pa¨ªs uniforme. Una de las primeras sorpresas que nos saltaban a la vista cuando respir¨¢bamos el ox¨ªgeno de un pa¨ªs extranjero era la diversidad callejera; la segunda, la constataci¨®n al regresar a Espa?a de lo mucho que aqu¨ª nos parec¨ªamos unos a otros, de la uniformidad social. Los cambios se han ido produciendo m¨¢s deprisa de lo que los j¨®venes alcanzan a ver porque ellos han crecido en una sociedad compleja, pero creo que la gente mayor reaccion¨® sin dram¨¢ticos aspavientos y con alegr¨ªa a una realidad mutante. Llegaron la ley del divorcio, la del aborto, las que afectaban a la soberan¨ªa de las mujeres, la descriminalizaci¨®n de los homosexuales primero, la aceptaci¨®n legal del matrimonio homosexual despu¨¦s, por ¨²ltimo, la eutanasia. Todo en tan poco tiempo que cabe en la vida de esta cronista nacida en los 60. Pero la realidad sigue desafi¨¢ndonos m¨¢s all¨¢ de nuestras convicciones y nos exige una posici¨®n sincera e individual. Uno de los debates m¨¢s enconados de estos tiempos est¨¢ provocado por el proyecto de ley trans. Se dir¨ªa que hay que escribir cubriendo con matices lo que se piensa. Lejos de m¨ª esa intenci¨®n. Dejando a un lado mi ignorancia generacional, he tratado de ponerme al d¨ªa escuchando con amplitud de mente, sin prejuzgar a personas que han vivido un dolor para m¨ª desconocido, a la escritora Jan Morris, por ejemplo, que narr¨® magn¨ªficamente el dolor que desde ni?a le provocaba ser una mujer atrapada en un cuerpo equivocado: ¡°No cambi¨¦ de sexo ¡ªdec¨ªa en una de sus ¨²ltimas entrevistas¡ª, realmente absorb¨ª uno en el otro. Hay un debate ahora mismo sobre esto, pero nunca fue blanco o negro. Es una suerte de instinto. Casi una cuesti¨®n de esp¨ªritu¡±. Hace dos d¨ªas, un ni?o trans de 11 a?os en Pamplona fue agredido por un grupo de chavales que decidieron castigarle por su condici¨®n. Eso es lo que ha de importarnos. Escuchar nos conduce a entender que no es un capricho, ni desde luego una patolog¨ªa, aunque necesita de comprensi¨®n en el seno familiar y social. ?Contempla eso la ley o deja solo al ni?o y su familia con el peso de la decisi¨®n? Eso es lo que me pregunto. No acabo de comprender por qu¨¦ quienes est¨¢n en contra de esta ley ofrecen razones tan extraordinarias e improbables, como que alguien se cambie de sexo para ir a una c¨¢rcel de mujeres, para entrar en sus ba?os y violarlas o para cubrir cuotas femeninas de los consejos directivos. ?De verdad conocen la triste realidad de estos seres humanos destinados a la marginalidad? ?Alguien cree que las mujeres vamos a ver borrada nuestra condici¨®n por integrar a personas hist¨®ricamente excluidas?
Hay algo que ha dificultado la comprensi¨®n de este asunto y quiero decirlo: el lenguaje acad¨¦mico. Los derechos humanos se defienden con el lenguaje del pueblo, comprensible, directo. De qu¨¦ sirve engolfarse en una jerga destinada a un p¨²blico universitario. Hemos de hablar para cualquier criatura que se encuentre a disgusto con el sexo con el que naci¨®. El discurso ha de ser comprensible tambi¨¦n para su padre, su madre, su entorno, sea este cual sea. Cuanto m¨¢s oscura y antip¨¢tica sea la defensa de estos derechos civiles menos efectividad tendr¨¢. Es un porcentaje peque?o de la poblaci¨®n que precisa que protejamos su vulnerabilidad, que los acompa?emos en un camino tortuoso. De eso se trata.